Ah, ok!! Ya entiendo mejor tu punto de vista!! ¿Ya ves qué bien nos hace el concepto del cubo? Nos permite ver mejor lo que está viendo el otro. ¡Maravilloso!
Sí, es interesante el comentario que haces. Y sí, hay varias diferencias, fundamentalmente de estilo entre la Biblia y el Libro de Mormón, así como notables similitudes. Una explicación a ellas es la que tu das. Y la otra es más armónica porque contempla un número mayor de elementos que la primera simplemente no contesta.
Es cierto lo que dices sobre la revelación serial (¿por qué nunca me tomé el trabajo de clasificar la revelación en vez de recibirla? Mmm... bueno...). En fin, es cierto. Algunos estudiosos, sin embargo, difieren un poco contigo en tu segundo comentario. Estos estudiosos, y no todos SUD, por cierto, han notado un número notable de rasgos característicos que diferencían a cada autor. Se han hecho muchas clases de estudios al Libro de Mormón, pero no con la intención de probarlo, sino de comprenderlo. Se han hecho estudios lingüisticos sumamente extensos, y se han hallado los rasgos comunes entre los libros, de origen más bien cultural (pues estamos hablando de un diferente contexto en que la evolución entre los pueblos no fue tan amplia y tan agresiva como la descrita en los escritos bíblicos) y también las diferencias, de índole sumamente personal. Por ejemplo, entre las similitudes, Nefi y Moroni tenían formas parecidas de escribir, y recursos literarios parecidos, pero Alma y Mosíah tienen estilos totalmente diferentes.
Hablando de recursos literarios, el hebreo es un lenguaje sumamente intrincado y complicado, lleno de sorpresas por todas partes. Hablando solo del lado de la luz, hallamos el estilo poético hebreo, que era tan rico en recursos. Isaías es quizá el maestro de ellos, usándolos con singular maestría, pero se hallan en toda la Biblia. El principal recurso es el paralelismo. Las cosas se repiten una y otra vez, fonéticamente, o por sinonimia, o con palabras similares, para reforzar el mensaje. ¡Qué rico es el lenguaje de la Biblia! Todo el salmo 119, uno de mis favoritos, usa este recurso. ¡Cada versículo transmite el mismo mensaje por medio de sinónimos! Es impresionante. El versículo 1 dice "ley", el verso 2 "testimonios", el verso 3 "caminos", el 4 "mandamientos", el 5 "estatutos"; y así cada verso refuerza y complementa al anterior, asentando y brindando más, hasta completar un mensaje cada vez más extenso, ¡pero alrededor de la misma idea básica! Maravilloso.
Un ejemplo más intrincado de paralelismo es el quiasmo. Se trata de un paralelismo en que las palabras similares se cierran hacia adentro, como si se tratara de los lados opuestos de círculos concéntricos. No abundaré aquí en los ejemplos. Se usa en Salmos, Isaías, Mateo, ¡y el Libro de Mormón!
Y esto plantea un problema, porque resulta que el descubrimiento del estilo literario del quiasmo ¡es de descubrimiento reciente!
De donde surge la pregunta, ¿qué clase de conocimiento tenía que tener Smith para incorporar estos estilos literarios bíblicos (tanto en sus formas sencillas como en las extremadamente complejas, capítulos enteros) en el Libro de Mormón? ¿Cómo podría él hacer uso de estos recursos que tardarían más de un siglo en descubrirse, anticipándose al conocimiento de la humanidad sobre ellos?
Para esta, como para otras explicaciones "plausibles" que intentan demostrar que el Libro de Mormón fue obra del Profeta José, tendremos que aceptar que José Smith tenía un conocimiento sobrehumano, y que era, por tanto, un superhombre.
O tendremos, del otro lado, que aceptar su explicación y asentir que dicho conocimiento obraba en Dios y que fue dado a profetas antiguos que a su vez lo incorporaron en el Libro de Mormón, según su lenguaje habitual; que José Smith pudo encontrar este libro y traducirlo por el don de Dios y dejar por tanto ese poder sobrehumano no a José, que era un hombre, sino a Dios. José, entonces, no sería un superhombre, sino un hombre sencillo, usado por Dios.
No sé cuál será la mejor respuesta a nivel lógico, racionalmente, porque yo no la obtuve de esa manera, ciertamente. Quizás a este nivel sean ambas plausibles. Me resulta más sencillo a mí, sin embargo, y hablo por mí solamente, aceptar la segunda y dar el reconocimiento de ese poder a Dios. Digo que me resulta más sencillo aceptar la segunda, pero también digo que yo no obtuve dicho conocimiento racionalmente, sino que lo obtuve a través de un contacto real, sublime, con el Espíritu Santo de Dios, de tal forma que quedó demostrado para mí fuera de toda duda, por encima de toda controversia, y al grado de quedar entretejido, por medio de esa maravillosa experiencia, con el alma misma, de forma de no poder dudar. Pero hablaré en otra ocasión de esa sublime experiencia y no ahora, y lo haré así porque no deseo imponer y porque, como dije, hablo por mí solamente.
Baste decir que me es más sencillo creer al Espíritu de Dios. Y que después de haberle conocido tan estremecedora, real e íntimamente, tengo por seguro que es el Espíritu de Dios, porque vino con los frutos del Espíritu de Dios (v.g., ver Gál. 5:22-23). Y cierro con ello ese punto, sin deseo de abundar más en él por el momento. Yo sé lo que sé, sentí lo que sentí y vi lo que vi, oí lo que oí y he convivido con cientos de aquellos espíritus elevados, no todos miembros de la Iglesia, sino investigadores míos, que también han visto, sentido y oído. Sé por tanto, que la promesa de Santiago 1:5-6, ¡es cierta! Y lo sé por mi testimonio personal. Por encima de toda controversia racional, en el terreno espiritual, este es mi testimonio.
Pero, ¡que amor siento por la Biblia! La he enseñado, estudiado y amado intensamente. Este año estudié completo el Nuevo Testamento, ¡y he quedado anclado a repetir la experiencia! También estudié completos el Libro de Mormón, la Perla de Gran Precio y Doctrina y Convenios. ¡Y con seguridad que voy a repetir esta experiencia! Porque he encontrado entre estos libros una profunda y deliciosa armonía, guiada por el Espíritu de Dios.
Bueno, quizás he ido demasiado lejos en mi testimonio. Debo dormir ahora, para fortalecer al cuerpo lo mismo que al Espíritu. En realidad, me gustaría dejar el tema del Libro de Mormón para un epígrafe distinto, y retomar el tema del Santo Sacerdocio. Es tan hermoso el estudio lineal, como dices, progresivo, de los temas de las Escrituras. Que podamos hacerlo para ser, en nuestro estudio, una demostración de progreso y orden. Que el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob, el Dios de todos los profetas antiguos, del Antiguo y del Nuevo Convenio, hecho vivo en la sangre de Cristo Jesús Salvador, esté con todos vosotros, vuestros hijos y vuestros seres amados. Felicidad, salud y armonía en esta época del año. Que sea esta bendición sobre los que la reciban en el nombre bendito y amado de nuestro Señor Jesucristo, amén.