Re: Pedro: El Primer Papa.
Hola. Andaba asomado por aquí y me llevé una sorpresa. Resulta que normalmente tengo que pedir disculpas por haberme extendido demasiado en alguno de mis mensajes (aquí llamados epígrafes). No sé del todo bien si sentirme aliviado o alarmado ahora.
Casi todo lo que he visto aquí consiste en una vaga noción sobre lo ocurrido en los primeros cuatro siglos del cristianismo, en cuestiones etimológicas o sintácticas (petro/petra) o en extensísimos copy-pastes impersonales. Me atrevo a meter mi cuchara sólo para traer a su mente una idea un poco diferente.
Quisiera basarme en una pregunta que leí por ahí: ¿puso Cristo a algún apóstol por sobre otros? Esa es una excelente pregunta. Vi también que uno de los desarrollos se basaba en demostrar que Cristo es la cabeza de la Iglesia y la principal piedra del ángulo, lo cual es innegable. Acudo, sin embargo, ahora a algunas escrituras complementarias. Recalco, no son opuestas a la conclusión de dicho desarrollo, sino complementarias, de manera que nos permiten una visión más amplia sobre el mensaje total que nos traen las Escrituras.
Efectivamente, Jesucristo es, y de manera innegable, la piedra angular de la Iglesia. No obstante ser la principal no es, sin embargo, la única del cimiento. Invoco ahora su atención al siguiente pedazo de escritura, que habla sobre la ciudadanía que adquirimos al pertenecer a la Iglesia.
Efesios 2:19-20
(19) Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
(20) edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
Fíjense, pues, como Jesucristo es la principal piedra del ángulo, pero profetas y apóstoles son otras piezas necesarias del mismo cimiento o fundamento.
Ahora bien, volvamos al punto. ¿Había uno principal entre los apóstoles?
Cualquier estudioso de la biografía de Jesucristo nota con sorpresa que hubo algunos acontecimientos en los que no se permitió participar a todos los apóstoles sino sólo a tres de ellos, y notará con curiosidad que siempre se repiten los mismos nombres. Es decir, sólo Pedro, Santiago y Juan participaron con Jesús en el monte de la Transfiguración, y ningún otro apóstol, como puede observarse por el pasaje siguiente:
Mat 17:1
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó <b>aparte</b> a un monte alto;
Lo sucedido en el Monte de la Transfiguración debió ser tan importante (aquello de lo que se habló, aquello que se hizo) que Jesús no permitió que nadie más, incluidos los otros apóstoles, lo conocieran:
Mat 17:9 Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
Así mismo, entre todos los eventos más importantes, el de la Expiación de Jesucristo, el momento en que Jesucristo tomó sobre sí los pecados de todos los hombres, antes de ser traicionado por Judas y luego pagar por ellos en la cruz, es de especial relevancia. En ese momento nos encontramos con los apóstoles organizados en dos grupos:
Mat 26:36-38
(36) Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
(37) Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
(38) Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
Nuevamente, Pedro, Santiago y Juan son hechos testigos más cercanos de un acontecimiento tan importante.
Otro acontecimiento crucial es, sin duda alguna, el de la resurrección. Aquí Jesús hace un hito, pues es María Magdalena el primer testigo, pero de entre los apóstoles, parece confirmarse la norma:
Mar 16:7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.
O sea, a sus discípulos y a Pedro, nombrado de manera especial. Al ir los discípulos a la tumba, un detalle nuevo llama la atención:
Joh 20:1-8
(1) El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.
(2) Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
(3) Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
(4) Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
(5) Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
(6) Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí,
(7) y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
(8) Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.
"El otro discípulo", nombrado aquí, es Juan, que gusta de referirse a sí mismo en su libro en tercera persona. Ahora, entendamos, ¿por qué habían de ir las mujeres a Pedro en primer lugar? ¿No es Juan, nuevamente, testigo junto con él en primer lugar de los eventos más relevantes?
Sobre este respecto, Pedro explicaría después lo siguiente:
Hechos 10:39-41
(39) Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero.
(40) A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase;
(41) <b>no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano</b>, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
Observamos que Pedro fue uno de estos, un discípulo ordenado de antemano y sin duda con alguna preminencia entre todos los apóstoles. Fue Pedro quien recibió en Mateo 16 "las llaves del reino de los cielos", a quien Jesús encargó que "pastorease sus ovejas", quien presidió la reunión en que fue escogido Matías como sucesor de Judas, quien dirigió la palabra a los escuchas en el día de Pentecostés, en quien se centran los primeros capítulos de Hechos, quien preside, nuevamente, el llamado Concilio de Jerusalén y quien apertura la predicación a los gentiles. Todas las experiencias, incluso su anterior negación y posterior, amargo, arrepentimiento, no parecen haberle servido sino como preparación para este papel.
Junto con él observamos a Santiago, también llamado Jacobo, y a Juan esforzándose, viajando, confirmando y fortaleciendo a la Iglesia. De los que convivieron personalmente con Jesús, los otros apóstoles son menos mencionados por su nombre. De estos tres testigos que parecían llevar un papel preminente en la Iglesia, Pablo dijo lo siguiente:
Gal 2:9
(9) y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.
Vemos, pues, que Jacobo [Santiago], Cefas [Simón Pedro] y Juan eran los oficiales presidentes en la Iglesia al momento del llamamiento de Pablo y Bernabé. Que la intención del Señor era de que se conservase el cuerpo de apóstoles en doce es hecho evidente por la lectura del capítulo 1 de Hechos, y aún así, resulta obvio que el Señor había elevado a Pedro, a Santiago y a Juan para presidir sobre ellos. De ellos, Pedro, Santiago y Juan, leemos que el Señor se siguió comunicando con ellos tras su resurrección para compartir mensajes que más allá de cualquier aplicación local, eran dirigidos a toda la Iglesia. Así, como ya mencionamos, es a Pedro a quien corresponde abrir la predicación del Evangelio a los gentiles, sin la cual hubiese resultado imposible llevar a cabo la Gran Comisión, o último mandamiento de Jesús, en el monte de la Ascención, donde conminó a los discípulos a llevar el evangelio hasta los cabos de la tierra.
Nótese que las palabras "papa" o "pontífice" no aparecen en la Biblia ni son parte de esta historia. Dichas palabras fueron acuñadas más tarde para expresar una realidad diferente a la indicada en estos párrafos que cito de las Escrituras.
Y bien, ya me extendí un poco sobre esto, y merecen descanso y mi respeto. Ya me harán saber si lo escrito les parece interesante y si quieren saber un poco más sobre esta historia. Mi esposa me reclama y tiene razón. Es mi mayor tesoro. Me voy a dormir, mis amigos. Un abrazo para ustedes. Muy buenas noches.