Re: Propaganda (falsa) anticatólica
Cacería de gays en los seminarios de EEUU
Eddie Rogers-Lopez [rogerslopezeddie@yahoo.com]
Martes, 18 de octubre 2005
Cuenta Sanjauna Martínez, corresponsal de la revista mexicana Proceso en California que el temor y la indignación cunden entre seminaristas y sacerdotes católicos estadounidenses por el intento de la jerarquía vaticana de segregar a los estudiantes que resulten culpables de homosexualidad.
Argumentos aparte, los sectores conservadores más radicales apoyan la medida, pero los curas gays advierten que atenta contra los derechos humanos e instituirá en la Iglesia católica la mentira y conductas insanas, como la represión y la hipocresía.
Miedo, indignación y tristeza entre religiosos católicos ha generado el anuncio de las próximas inspecciones vaticanas en los 229 seminarios de Estados Unidos, que buscan eliminar a los aspirantes a sacerdotes que sean homosexuales.
La medida se incluye en un documento aprobado por el Papa Benedicto XVI que prohíbe el sacerdocio a homosexuales, a quien no viva en castidad y a quien haya mantenido relaciones sexuales durante los últimos tres años, según anunció la revista italiana Panorama.
El documento vaticano, de 16 páginas y firmado por Joseph Ratzinger cuando vacacionaba en Castelgandolfo, fue redactado por Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica, y será publicado dentro de unas semanas por el Vaticano.
La medida afecta a 4 mil 500 estudiantes del país, pero se aplicará en los seminarios de todo el mundo a fin de establecer “un filtro” que impida explícitamente la ordenación de “personas con tendencias homosexuales, aunque mantengan el celibato”.
“Soy sacerdote gay desde hace 40 años —dice en entrevista un cura católico que prefiere mantener el anonimato por miedo a represalias—. Cuando salí del clóset hace casi 30 años, la primera persona en saberlo fue mi obispo. La homosexualidad en el clero es aceptada por la jerarquía, siempre y cuando seas discreto y vivas en la mentira frente a la sociedad. El Vaticano no está interesado en fomentar la honestidad sexual. Simplemente ha iniciado una cacería de brujas”.
La nueva norma se filtró a la prensa antes del anuncio oficial del Papa Benedicto XVI, quien considera la homosexualidad como un “desorden objetivo” e impulsó estos procedimientos durante el pontificado de Juan Pablo II. La Congregación para la Educación Católica está a cargo de la aplicación escrupulosa del llamado “test antigay” con la ayuda de profesionales en la materia.
“Es un problema muy delicado, porque es obvio que no puede depender del psicólogo o del psiquiatra el ser admitido o no al sacerdocio, pero la aportación de estos profesionales a la hora de discernir la vocación puede ser muy valiosa”, declaró el polaco Zenon Grocholewski, quien designó al secretario Michael Miller como encargado de “la revisión” de los seminarios estadounidenses.
Robert Silva, presidente de la Federación Nacional de Consejos de Sacerdotes de Estados Unidos que agrupa a 30 mil curas, afirma en entrevista: “Estamos en contra de la medida, principalmente porque vulnera la intimidad de las personas y es discriminatorio. Afecta también a los sacerdotes gays activos. Es un error considerar que un homosexual es menos capaz que un heterosexual para ser sacerdote. Lo primero que hay que recordar es que gays, lesbianas o heterosexuales tienen dignidad y gracia, y les debemos reverencia como seres humanos”.
El procedimiento vaticano en contra de los homosexuales en los seminarios de Estados Unidos no es nuevo. Se aplicó en los años cuarenta y sesenta. En 1990 fue emitido otro documento que invitaba a los obispos a excluirlos del sacerdocio y posteriormente, en medio de los escándalos de pederastia cometida por sacerdotes estadounidenses, la Santa Sede promovió en 2002 la aplicación de métodos de detección, filtros y análisis para localizar gays dentro del magisterio pastoral, algo que podría afectar también a las religiosas.
Jeannine Gramick, presidenta de la Coalición Nacional de Monjas Americanas que promueven la corriente católica Nuevas Formas Ministeriales, señala a Proceso: “Las monjas lesbianas también están preocupadas. El siguiente paso está claro: los líderes religiosos de la comunidad de mujeres van a aplicar los mismos criterios que en los seminarios para buscar conductas homosexuales. Preguntarle a alguien su orientación sexual es una violación a los derechos humanos”.
Algunos estudios calculan por encima de 50% la proporción de homosexuales en los seminarios estadounidenses y la estadística fluctúa entre 20% y 60% cuando se refiere a sacerdotes. Especialistas como el padre Donald B. Cozzens, exrector del Saint Mary Seminary de Cleveland, Ohio, y autor del exitoso libro The Changing Face of the Priesthood (La cara cambiante del sacerdocio) y del Sacred Silence: Denial and the Crisis in the Church (Silencio sagrado: Negación y crisis en la Iglesia), explica en entrevista que el ministerio sacerdotal se está convirtiendo en una profesión gay y que 48.5% de los sacerdotes son homosexuales.
“Es una de las nuevas caras del sacerdocio, pero creo que emitir reportes en contra de los seminaristas homosexuales se puede convertir en una caza de brujas. Es un error. La solución es que la Iglesia católica regrese a la tradición ancestral y acepte sacerdotes casados. El celibato es un don de Dios y por tanto debe ser opcional, porque no todos los que se ordenan curas poseen esa gracia”.
La purga
Para descubrir a los seminaristas gays se distribuye en los seminarios un instructivo que sirve de guía a los rectores, profesores o psicólogos que aplicarán los “exámenes”. Éstos incluyen preguntas como estas: ¿Existen evidencias de homosexualidad en este seminario? ¿Los docentes o los seminaristas se preocupan por la vida moral de los que viven en esta institución? ¿Existe un proceso claro para expulsar a los miembros del cuerpo docente del seminario que disienten de las enseñanzas de la Iglesia o cuya conducta no proporciona un buen ejemplo a los futuros sacerdotes?
El sector católico conservador estadounidense se ha pronunciado a favor del procedimiento “depurador” de la Santa Sede: “Es un peligro que se acepten seminaristas gays, sobre todo para las almas y para la gente alrededor de ellos. Es un problema sobre tentación y formación, no de discriminación. El Vaticano tiene que mejorar la fidelidad de los seminaristas y asegurarse de que ellos practican realmente la castidad. Ser sacerdote no es un derecho, es un privilegio. Es la Iglesia quien decide cómo quiere a sus sacerdotes y cómo abre o cierra las puertas a cierto tipo de gente”, dice a Proceso Mike Sullivan, portavoz de Católicos Unidos por la Fe, una de las más importantes asociaciones de fieles.
Para Sullivan, que dice aceptar “todas las decisiones de la Santa Sede como buen católico”, los homosexuales padecen un “objetivo desorden”: “No es homofobia, simplemente es un paso práctico para eliminar algunos de los problemas que hemos sufrido ante los escándalos sexuales contra niños. Hay una relación directa entre pedofilia y homosexualidad, así lo dicen los estudios objetivos de National Review Board que señalan que alrededor de 80% de estos casos tienen que ver con la homosexualidad. Si no hubiera sacerdotes homosexuales, sólo 20% de estos casos hubieran pasado, así que con estos filtros vamos a eliminar la parte más importante del problema”.
Algunos sexólogos refutan esta tesis compartida por el Vaticano. Explican que la homosexualidad y la atracción hacia niños o niñas son problemas diferentes: “El Vaticano está actuando cruelmente y de manera homofóbica. Insiste en acusar a los sacerdotes gays de los abusos sexuales contra menores de edad, y también se niega a aceptar la responsabilidad de los obispos y otros líderes religiosos católicos que han encubierto a los sacerdotes pedófilos y sólo los ha ido cambiando de una Iglesia a otra”, afirma Debbie Weill, director de la Asociación Nacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales Católicos.
Añade: “Nos decepciona este continuismo en el enfoque que el Vaticano tiene sobre la sexualidad humana, porque no entiende la diferencia. ¿De qué manera van a identificar a los seminaristas gays? Ni siquiera los que cursan el noveno grado están seguros aún sobre su orientación sexual. Esto no sólo afecta a los gays, lesbianas o bisexuales, es un problema que lesiona a la Iglesia en general. Nos sentimos desesperados porque sabemos con certeza el miedo que están sufriendo en este momento muchos seminaristas”.
Weill trabaja con los llamados “Dignity chapter” (cabildos de Dignidad) que intentan reconciliar la homosexualidad con el catolicismo en todo el país: “Están creando un clima molesto en toda la Iglesia. Y están generando que la respuesta sea que muchos seminaristas y sacerdotes piensen en abandonar la Iglesia. Ratzinger fue el que escribió que la homosexualidad es un desorden objetivo. Obviamente el futuro de los homosexuales católicos no parece bueno con este Papa. Es algo muy triste”.
Salir del clóset
La clandestinidad en la que tienen que vivir cientos de sacerdotes gays preocupa a los colectivos religiosos que defienden el celibato opcional. Los clérigos tienen que llevar una doble vida, muchas veces padeciendo culpabilidad, frustración, depresión o incluso alcoholismo.
“Llevo sobrio desde hace 29 años, gracias a mi salida del clóset”, confiesa emocionado un cura que prefiere no revelar su nombre. “He vivido como cura gay durante 30 años y soy una persona feliz. Aquí todos saben que soy homosexual. No podía vivir más en el clóset”, enfatiza.
Cuenta que desde niño sabía que era gay, pero nunca aceptó que le gustaran los hombres: “Cuando llegué a la pubertad me di cuenta de lo que sentía, pero no sabía cómo llamar a mi atracción por los hombres. Acudí a la Iglesia y me dijeron que necesitaba ayuda médica porque consideraba que era un enfermo y un criminal”.
Luego se enlistó en la Marina y participó en la guerra: “Vivía en la negación y jugué a ser heterosexual, pero es como ponerte un zapato en el pie equivocado. Esto de ser gay nunca se arregla, va en uno mismo. Yo intentaba ser heterosexual, pero sencillamente no era yo”.
Explica que al volver a su país sintió la llamada al sacerdocio y se inscribió en el seminario, pero siguió llevando una doble vida: “Allí la recomendación era: ‘No preguntes, no digas nada’, pero había gays...”.
Después fue ordenado sacerdote, pero lo seguían atrayendo los hombres, aunque vivía en castidad. Cuando cumplió 40 años aceptó su homosexualidad, luego de asistir a un programa de renovación católica promovido por “Dignity”: “Fue a una misa donde había gays y lesbianas, y como 70 sacerdotes. Allí tuve la más intensa experiencia espiritual de mi vida. Sentí cómo Dios me abrazó y me aceptó. Y escuché cómo Dios me decía: ‘No llames malo a lo que yo he creado dentro de ti’. Me sentía culpable, me odiaba a mí mismo por ser gay, pero salí de esa iglesia como un hombre cambiado. Dios abraza a los gays, no para hacerlos heterosexuales, sino para darles alegría y felicidad por ser gays. Él nos acepta. Él hace árboles de manzanas y de naranjas, y no quiere que las manzanas sean naranjas”.
Señala que nunca más se volvió a sentir culpable debido a su orientación sexual. Siguió viviendo bajo las normas del celibato, pero un día se enamoró y formó una pareja durante ocho años, hasta que su compañero murió.
Este sacerdote vive abiertamente su homosexualidad, pero comenta que pronto se jubilará y que no quiere revelar su identidad por miedo a que le quiten su pensión, aunque aclara que las autoridades eclesiales saben de su caso: “Mi obispo no me creía cuando le dije que era gay. Me dijo: ‘Tú no puedes ser gay’, y empezó a hablar de los abusos sexuales contra niños. Le dije: ‘Yo no soy un pedófilo’. No porque tú eres heterosexual te van a gustar las niñas, ni yo porque sea gay me van a gustar los niños”.
Explica: “Por mi experiencia y la de otros sacerdotes gays, los mayores homófobos en la Iglesia son los obispos gays que no aceptan su propia homosexualidad”. En su opinión, el Vaticano intentará imponer un filtro en los seminarios, pero “a los sacerdotes gays no nos pueden decir nada, porque si ellos nos examinaran y nos expulsaran, eso significaría que todo lo que he hecho como sacerdote durante los últimos 40 años es inválido. Ellos están en un dilema legal terrible (...) Lo que sí pueden hacer es expulsar a los seminaristas”.
Pero desconfía del método que utiliza el Vaticano: “Tú no puedes decirle a nadie que eres gay si no te lo dices antes a ti mismo. La primera persona que debe saber que eres gay es tú mismo”.
Y añade: “La caza de brujas es contra los seminaristas, pero también es un terrible insulto para los sacerdotes gays que han estado trabajando con la Iglesia, es un insulto a mi persona, porque mi sexualidad es personal. Todos los seres humanos somos seres sexuales. Los sacerdotes no somos ángeles y nuestra sexualidad es una parte íntima de nuestra personalidad. Son absolutamente hipócritas, especialmente en Roma, donde muchos de ellos son gays. Incluso sé de cardenales que son abiertamente homosexuales, pero ellos no lo aceptan y tienen que vivir en la negación”.
Y cuenta una anécdota: “Un día estaba hablando con el vicario general de una gran diócesis en Estados Unidos. Yo sabía que él era gay y le pregunté: ¿Alguna vez has pensado en tu homosexualidad? Y me respondió: ‘Nunca me he permitido analizar mis tentaciones’. Con este panorama yo sólo espero que Benedicto XVI no viva tantos años. El Espíritu Santo sigue dirigiendo la Iglesia y a veces la gente necesita sufrir para que ocurran cambios. Tal vez este es el momento de que los sacerdotes gays suframos la represión. Tal vez eso purificará la Iglesia. ¿Sabes por qué? Porque somos buenos sacerdotes, dedicados a nuestro trabajo”.
En la década de los noventa, el sociólogo James Wolf encontró que la mitad de los sacerdotes estadounidenses eran y se declaraban homosexuales, según las conclusiones recogidas en su libro Gay Priest.
Por su parte, Robert Silva advierte que la Santa Sede tiene que respetar la orientación sexual de cada individuo: “En ese contexto, la pregunta que se nos plantea es: ¿Por qué ser homosexual representa un peligro para el sacerdocio? Si el sacerdote homosexual dirige sus energías sexuales hacia el amor de Dios o el amor a la comunidad, con una conducta casta, es lo mismo que hace cualquier cura heterosexual”.
Por tanto, duda de la efectividad del llamado “test antigay”: ¿Cuál es el criterio? Lo que va a pasar primeramente es que el sacerdote seguirá viviendo la negación de su sexualidad o simplemente tendrá que mentirse a sí mismo, o lamentablemente seguirá viviendo inmaduro sobre el desarrollo de su sexualidad. Cuando el sacerdote vive en la negación o se siente reprimido sexualmente, por lo común no sale a la luz y entonces estaremos en la clandestinidad, una condición peor”.
La hermana Jeannine Gramick, que fue suspendida en su ministerio por Ratzinger debido a su defensa de los homosexuales, añade: “Queremos estar seguros que no se va a discriminar a nadie en los seminarios por su orientación sexual, aunque sabemos que con este Papa el futuro para los seminaristas, sacerdotes y monjas gays es desolador. Estas políticas institucionalizarán la secrecía, la mentira y la conducta insana”.
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