"""""El factor aniquilante en los escritos de Elena G. de White
por: Haroldo S. Camacho, Ph.D.
Por muchos años me daba cuenta que algo no salía bien en las cuentas de los escritos de lo que yo había aceptado era el “espíritu de profecía”. Aunque lo que leía en los escritos de Elena White tenía cierto tenor de verdad, al sacar la suma de lo leído había un vacío, algo que no sumaba a la totalidad de todo el bien que aparentaba. Más bien, sus escritos daban un saldo en rojo, que yo mismo sentía como una agresión contra mi persona, contra mi personalidad, contra mi sentido de ser, contra la lógica necesaria para entender la vida. Me daba cuenta que cada tanto me parecía que encontraba una contradicción, pero no podía entender dónde, cómo, y cuándo ocurría. Solo me daba cuenta que algo había leído que me hacía sentir que me había dejado profundamente confundido. El único consejo que recibía como pastor era que confiara en sus escritos porque eran de la pluma inspirada y así como en la Biblia había cosas difíciles de entender, los escritos de Elena White también tenían esa característica.
En aquel entonces, no había recibido la preciosa luz del evangelio de Cristo, de tal modo que no podía ver que lo que me había dejado así. El evangelio es ciertamente la luz que ilumina y disipa las tinieblas. Ha sido la luz de Cristo, y Cristo crucificado lo que me ha llevado a descubrir lo que he llamado “el factor aniquilante” en los escritos de Elena White.
Este factor está escondido en sus escritos. Es sumamente poderoso, peligroso, y forma parte del sutil engaño detrás de todos sus escritos. Es un engaño espiritual mayor que todas las acusaciones de plagio literario que ya consta hay en sus escritos.
El factor aniquilante funciona de la siguiente manera. Los escritos White, por ejemplo con respecto a la formación y crianza de los niños parecieran contener consejos acertados por su sabiduría, sentido común, y bienestar para los niños y los jóvenes.
Hasta que de repente, escondido entre tantos presuntos buenos consejas aparece una declaración que funciona como “el factor aniquilante.” La nueva declaración, escondida en sus escritos, está totalmente opuesta en intención y contradice lo que dicen sus escritos en otras lugares. La declaración contradictoria es rotundamente “aniquilante” de todo lo dicho en otras partes. No solamente aniquila los buenos consejos sino que introduce otro proceder, enseñanza, o doctrina que reemplaza lo aniquilado. Esa nueva enseñanza es contraria a las anteriores, y es de mayor fuerza y rigor que todo lo demás.
Por ejemplo, en la crianza de los niños se encuentran consejos como los siguientes.
El esposo y la esposa han de estar estrechamente unidos en su obra en la escuela del hogar. Deben ser muy suaves y cuidadosos en su manera de hablar, no sea que abran una puerta a la tentación a través de la cual Satanás entre para ganar victoria tras victoria. Deben ser mutuamente bondadosos y corteses, obrando en tal forma que puedan respetarse recíprocamente. Cada uno ha de ayudar al otro a fin de rodear al hogar de una atmósfera agradable y sana. No deberían discutir en presencia de sus hijos. Deberían conservar siempre la dignidad cristiana (Carta 272, 1903).
A primera vista, ¿quién diría que este consejo tiene algo de malo? Es oportuno, pareciera fomentar el respeto, la dignidad, la estima propia entre padres e hijos. Como ese hay muchos, hasta que sin darse cuenta uno tropieza con la declaración aniquilante que anula, veta, cancela, y suplanta todo lo que pareciera bueno. Sin embargo, el “factor aniquilante” viene camuflado en términos, frases, palabras, sentimientos profundamente espirituales.
Los padres no tienen excusa por no comprender claramente la voluntad de Dios para obedecer las leyes de su reino. Sólo así pueden conducir a sus hijos al cielo. Mis hermanos y hermanas, es vuestro deber comprender los requerimientos de Dios. ¿Cómo podréis educar a vuestros hijos en las cosas de Dios a menos que vosotros mismos conozcáis lo que es correcto y lo que es equivocado, a menos que comprendáis que la obediencia significa la vida eterna y la desobediencia la muerte eterna? (Manuscrito 103, 1902).
El lector Adventista desapercibido pasa volando sobre esta declaración y la acepta sin criterio alguno. Pero camuflado, escondido, compenetrado en esa declaración está el “factor aniquilante”. Esa última cita nulifica, cancela, veta, todo buen consejo que ella diera con respecto al trato de los padres hacia los hijos.
En esa declaración el valor de mayor importancia es la obediencia. Los padres tienen la obligación de comprender las leyes del reino de Dios y obedecerlas. Esta obediencia es lo único que los capacita a “conducir a sus hijos al cielo”. Y esta obediencia no es cualquier cosa, es asunto de vida o muerte eterna. De tal modo, que si la obediencia es la norma que rige la relación de los padres ante Dios, la conclusión a la que llega el padre es que de la misma manera sus hijos tienen que obedecer. ¡Los hijos pueden perder la vida eterna sino obedecen a sus padres y a Dios! De tal modo que los padres actuarán hacia sus hijos no con el amor y el afecto que dicta la primera de las citas (Carta 272, 1903), sino con la intención que sus hijos obedezcan a toda costa. Si no obedecen, pueden perder hasta la vida eterna. De tal modo que muchos padres adventistas abusan físicamente a sus hijos, imponiéndoles la ley del hogar, obligándoles a que obedezcan a la fuerza para que no pierdan la vida eterna por desobedecer. El factor aniquilante en los escritos White destruyó todo el efecto de sus otras declaraciones. Es un engaño sumamente sutil.
Si uno le pregunta a un laico, o a un pastor adventista si cree en estas citas, le dirá con toda seguridad que todas son ciertas y atinadas, y no verá ni la más mínima contradicción entre ellas. Pero cuando se encuentra en apuros actuará bajo el poder del factor aniquilante y no de las otras citas que parecieran dictar un trato bueno y amoroso. Lo último se usa solamente para camuflar el factor aniquilante, el factor de mayor y más poderosa influencia sobre padres e hijos.
Otro ejemplo del factor aniquilante se presenta al comienzo del libro “Conducción del niño”. Si no estuviera tan bien camuflado en frases tan espirituales sería fácil de ver. Pero el lector adventista desapercibido lo toma y acepta sin cuestionamiento alguno porque proviene de “la pluma inspirada”.
Los padres tienen el privilegio de llevar a sus hijos consigo a las puertas de la ciudad de Dios, diciendo: "He procurado instruir a mis hijos para que amen al Señor, para que hagan su voluntad y lo glorifiquen". Las puertas se abrirán para ellos, y entrarán los padres Y los hijos. Pero no todos podrán pasar. Algunos serán dejados afuera con sus hijos, cuyos caracteres no habrán sido transformados por la sumisión a la voluntad de Dios. Una mano se alzará y se escucharán estas palabras: "Habéis descuidado vuestros deberes del hogar. Habéis fracasado en realizar la obra que habría capacitado al alma para habitar en la morada celestial. No podéis entrar". Las puertas se cerrarán para los hijos porque no aprendieron a cumplir la voluntad de Dios, y para los padres porque descuidaron sus responsabilidades (Conducción del niño, 1; Manuscrito 31, 1909).
El “factor aniquilante” en esta cita funciona de dos maneras. Aniquila todo buen consejo que se presente en el libro, y aniquila toda mención que hiciera White en otros escritos con respecto a la gracia y la misericordia de Dios. De hecho, hay numerosas citas aniquilantes de la gracia de Dios camufladas y escondidas en los escritos White.
Por ahora, hay que detenerse en la última cita para desenmascarar el factor aniquilante. Hay que recordar que el engaño funciona no abiertamente sino camufladamente con toda artimaña y sutileza. Al inicio del libro la Conducción del niño, el libro que por muchos años se ha difundido alrededor del mundo en los hogares adventistas, se encuentra camuflado el modelo que muchos padres adventistas siguen en la crianza de sus hijos para la destrucción de sus sentimientos espirituales. White presenta el factor aniquilante como si lo hubiera visto en visión. En este presunto escenario, hay padres que entran por las puertas celestiales después de haber declarado confiadamente que enseñaron a sus hijos a amar al Señor, hacer su voluntad y glorificarlo. Se presentan a las puertas del cielo con las buenas obras de su habilidad y capacidad de padres. Esta es la primera parte del factor aniquilante, porque de inmediato aniquila la gracia de Dios. No es por ninguna obra humana que nos presentamos ante Dios sin por la obras perfectas de Cristo que él mismo presenta a nuestro favor ante el Padre.
Seguidamente viene otro factor aniquilante. Los padres que no lograron que sus hijos amaran al Señor, hacer su voluntad, u obedecerlo, verán una mano levantada en alto a manera de rechazo, con las horripilantes palabras que han sido todo un fracaso como padres. No pueden entrar. Las puertas se les cierran en la cara a los hijos porque no aprendieron, y a los padres porque fracasaron. ¡Qué mayor engaño! La salvación por las obras, y las obras como padres. ¿Dónde está la gracia? ¿Dónde está la sangre de Cristo? Esta cita es aniquilante no solo de la obra de gracia a la que son llamados los padres con sus hijos y esposos con esposas. Es aniquilante de la obra redentora de Cristo en la cruz al vertir su sangre para ofrecer la salvación a todo pecador. De allí que esta cita aniquilante y este principio aniquilante anula y cancela todo principio evangélico y coloca a los escritos de White en el ámbito del error y del engaño que se profetiza en las escrituras vendrá en los últimos días. De todos los engaños, el engaño de los escritos White pareciera ser el más sutil por su camuflaje dentro de lo cristiano, lo bíblico, y lo espiritual. Pero la destrucción espiritual de muchos jóvenes y padres adventistas se debe a este factor aniquilante en los escritos White. Están regados por todos sus escritos, y ¡solo el colirio del evangelio lo aclara en nuestros ojos para poder el poder y la sutileza de tan enorme engaño!
La doctrina adventista en general está repleta de este factor aniquilante proveniente de los escritos White.
La doctrina adventista afirma que cree en el santuario y en el ministerio sacerdotal de Cristo. Pero el factor aniquilante es la doctrina del “juicio investigador” que alegan se realiza en este momento y está pronto por terminar. La doctrina del “juicio investigador” aniquila la esperanza de los salvos en la obra acabada y terminada de Cristo a favor de Cristo cuando entró una vez por todas en el santuario celestial después de su resurrección.
Otra doctrina relacionada es que Cristo es el único mediador entre Dios y el hombre. Pero la doctrina aniquilante de White que asume el adventismo es que llegará el momento en que todo ser humano tendrá que vivir ante Dios sin Cristo como su intercesor. De tal modo que el creyente piensa que si en el futuro tendrá que vivir sin Cristo como su intercesor, la mejor preparación para esa crisis final es vivir sin Cristo como su mediador ahora. El adventista confía más en sus méritos que en los méritos de Cristo, pues a final de cuentas tendrá que presentarse ante Dios sin intercesor alguno en los días de la crisis final.
La doctrina adventista alega que cree en Cristo como ser divino, de la misma sustancia del Padre. Pero aniquila esta doctrina con la sofisma que ¡Cristo también es el arcángel Miguel! En la mente del creyente, Cristo es rebajado a nivel de ángel, no importa todo lo que aleguen que Cristo es divino. En este sentido el engaño es peor al engaño de los Testigos de Jehová, porque los Testigos de un principio afirman que Cristo es creado. Los adventistas, aunque una vez creyeron que Cristo era un ser creado, hoy afirman en la plena divinidad de Cristo. Sin embargo, retractan su afirmación con el factor aniquilante de que Cristo es el arcángel Miguel. Los adventistas sin darse cuenta, piensan que creen en que Cristo es divino, pero lo rebajan a nivel de arcángel. De esta manera también se le resta importancia a su sacrificio, y se le suma importancia al sacrificio personal del creyente para obtener la salvación. Desestimar a Cristo como ser divino al llamarlo el arcángel Miguel es una manera de pasar por alto su grandiosa obra de redención derramando su sangre en la cruz a favor de todo pecador.
La doctrina adventista afirma que sus doctrinas se fundamentan en las escrituras solamente, pero el factor aniquilante es la inclusión de los escritos White como fuente de autoridad que continua para la iglesia. Elena White instó a sus seguidores a creer en la Biblia y solo en la Biblia, pero el factor aniquilante está en que dictó que sus escritos seguirían en vigencia hasta el fin del mundo y que los detractores de sus escritos se perderían. Es un factor sumamente aniquilante no solo de la Biblia sino otra vez de la sangre de Cristo y de su eficacia para salvar.
La doctrina adventista alega la santidad del sábado, pero aniquila el significado del sábado como el reposo por la fe en Cristo, al cual el creyente entra eternamente para reposar en la obra acabada de Cristo a su favor. Cuando Elena White vigorosamente instruye a sus fieles a que jamás digan que son salvos, aniquila la doctrina del sábado como el reposo en Cristo por la fe. Toda observancia sabática queda nula y sin efecto alguno. Sin embargo, los adventistas siguen observando y guardando sus sábados sin darse cuenta que al no creer en Cristo como su reposo y seguridad han aniquilado todo significado espiritual del sábado.
El factor aniquilante que se encuentra en los escritos de Elena White es la prueba más definitiva de la falsedad de sus escritos y que sus escritos contienen un espíritu contra el evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús quien derramó su sangre para limpiarnos de todo pecado.""""""
Fuente: http://www.exadventista.com/content/view/49/28/
Info del Autor del artículo: El Dr. Camacho fue pastor, evangelista, profesor, y administrador en diferentes campos de la iglesia Adventista, en sud-América y en los Estados Unidos de norte América. Actualmente radica en Palm Springs, California donde escribe del evangelio de Cristo y participa en estudios bíblicos con ex-adventistas.
por: Haroldo S. Camacho, Ph.D.
Por muchos años me daba cuenta que algo no salía bien en las cuentas de los escritos de lo que yo había aceptado era el “espíritu de profecía”. Aunque lo que leía en los escritos de Elena White tenía cierto tenor de verdad, al sacar la suma de lo leído había un vacío, algo que no sumaba a la totalidad de todo el bien que aparentaba. Más bien, sus escritos daban un saldo en rojo, que yo mismo sentía como una agresión contra mi persona, contra mi personalidad, contra mi sentido de ser, contra la lógica necesaria para entender la vida. Me daba cuenta que cada tanto me parecía que encontraba una contradicción, pero no podía entender dónde, cómo, y cuándo ocurría. Solo me daba cuenta que algo había leído que me hacía sentir que me había dejado profundamente confundido. El único consejo que recibía como pastor era que confiara en sus escritos porque eran de la pluma inspirada y así como en la Biblia había cosas difíciles de entender, los escritos de Elena White también tenían esa característica.
En aquel entonces, no había recibido la preciosa luz del evangelio de Cristo, de tal modo que no podía ver que lo que me había dejado así. El evangelio es ciertamente la luz que ilumina y disipa las tinieblas. Ha sido la luz de Cristo, y Cristo crucificado lo que me ha llevado a descubrir lo que he llamado “el factor aniquilante” en los escritos de Elena White.
Este factor está escondido en sus escritos. Es sumamente poderoso, peligroso, y forma parte del sutil engaño detrás de todos sus escritos. Es un engaño espiritual mayor que todas las acusaciones de plagio literario que ya consta hay en sus escritos.
El factor aniquilante funciona de la siguiente manera. Los escritos White, por ejemplo con respecto a la formación y crianza de los niños parecieran contener consejos acertados por su sabiduría, sentido común, y bienestar para los niños y los jóvenes.
Hasta que de repente, escondido entre tantos presuntos buenos consejas aparece una declaración que funciona como “el factor aniquilante.” La nueva declaración, escondida en sus escritos, está totalmente opuesta en intención y contradice lo que dicen sus escritos en otras lugares. La declaración contradictoria es rotundamente “aniquilante” de todo lo dicho en otras partes. No solamente aniquila los buenos consejos sino que introduce otro proceder, enseñanza, o doctrina que reemplaza lo aniquilado. Esa nueva enseñanza es contraria a las anteriores, y es de mayor fuerza y rigor que todo lo demás.
Por ejemplo, en la crianza de los niños se encuentran consejos como los siguientes.
El esposo y la esposa han de estar estrechamente unidos en su obra en la escuela del hogar. Deben ser muy suaves y cuidadosos en su manera de hablar, no sea que abran una puerta a la tentación a través de la cual Satanás entre para ganar victoria tras victoria. Deben ser mutuamente bondadosos y corteses, obrando en tal forma que puedan respetarse recíprocamente. Cada uno ha de ayudar al otro a fin de rodear al hogar de una atmósfera agradable y sana. No deberían discutir en presencia de sus hijos. Deberían conservar siempre la dignidad cristiana (Carta 272, 1903).
A primera vista, ¿quién diría que este consejo tiene algo de malo? Es oportuno, pareciera fomentar el respeto, la dignidad, la estima propia entre padres e hijos. Como ese hay muchos, hasta que sin darse cuenta uno tropieza con la declaración aniquilante que anula, veta, cancela, y suplanta todo lo que pareciera bueno. Sin embargo, el “factor aniquilante” viene camuflado en términos, frases, palabras, sentimientos profundamente espirituales.
Los padres no tienen excusa por no comprender claramente la voluntad de Dios para obedecer las leyes de su reino. Sólo así pueden conducir a sus hijos al cielo. Mis hermanos y hermanas, es vuestro deber comprender los requerimientos de Dios. ¿Cómo podréis educar a vuestros hijos en las cosas de Dios a menos que vosotros mismos conozcáis lo que es correcto y lo que es equivocado, a menos que comprendáis que la obediencia significa la vida eterna y la desobediencia la muerte eterna? (Manuscrito 103, 1902).
El lector Adventista desapercibido pasa volando sobre esta declaración y la acepta sin criterio alguno. Pero camuflado, escondido, compenetrado en esa declaración está el “factor aniquilante”. Esa última cita nulifica, cancela, veta, todo buen consejo que ella diera con respecto al trato de los padres hacia los hijos.
En esa declaración el valor de mayor importancia es la obediencia. Los padres tienen la obligación de comprender las leyes del reino de Dios y obedecerlas. Esta obediencia es lo único que los capacita a “conducir a sus hijos al cielo”. Y esta obediencia no es cualquier cosa, es asunto de vida o muerte eterna. De tal modo, que si la obediencia es la norma que rige la relación de los padres ante Dios, la conclusión a la que llega el padre es que de la misma manera sus hijos tienen que obedecer. ¡Los hijos pueden perder la vida eterna sino obedecen a sus padres y a Dios! De tal modo que los padres actuarán hacia sus hijos no con el amor y el afecto que dicta la primera de las citas (Carta 272, 1903), sino con la intención que sus hijos obedezcan a toda costa. Si no obedecen, pueden perder hasta la vida eterna. De tal modo que muchos padres adventistas abusan físicamente a sus hijos, imponiéndoles la ley del hogar, obligándoles a que obedezcan a la fuerza para que no pierdan la vida eterna por desobedecer. El factor aniquilante en los escritos White destruyó todo el efecto de sus otras declaraciones. Es un engaño sumamente sutil.
Si uno le pregunta a un laico, o a un pastor adventista si cree en estas citas, le dirá con toda seguridad que todas son ciertas y atinadas, y no verá ni la más mínima contradicción entre ellas. Pero cuando se encuentra en apuros actuará bajo el poder del factor aniquilante y no de las otras citas que parecieran dictar un trato bueno y amoroso. Lo último se usa solamente para camuflar el factor aniquilante, el factor de mayor y más poderosa influencia sobre padres e hijos.
Otro ejemplo del factor aniquilante se presenta al comienzo del libro “Conducción del niño”. Si no estuviera tan bien camuflado en frases tan espirituales sería fácil de ver. Pero el lector adventista desapercibido lo toma y acepta sin cuestionamiento alguno porque proviene de “la pluma inspirada”.
Los padres tienen el privilegio de llevar a sus hijos consigo a las puertas de la ciudad de Dios, diciendo: "He procurado instruir a mis hijos para que amen al Señor, para que hagan su voluntad y lo glorifiquen". Las puertas se abrirán para ellos, y entrarán los padres Y los hijos. Pero no todos podrán pasar. Algunos serán dejados afuera con sus hijos, cuyos caracteres no habrán sido transformados por la sumisión a la voluntad de Dios. Una mano se alzará y se escucharán estas palabras: "Habéis descuidado vuestros deberes del hogar. Habéis fracasado en realizar la obra que habría capacitado al alma para habitar en la morada celestial. No podéis entrar". Las puertas se cerrarán para los hijos porque no aprendieron a cumplir la voluntad de Dios, y para los padres porque descuidaron sus responsabilidades (Conducción del niño, 1; Manuscrito 31, 1909).
El “factor aniquilante” en esta cita funciona de dos maneras. Aniquila todo buen consejo que se presente en el libro, y aniquila toda mención que hiciera White en otros escritos con respecto a la gracia y la misericordia de Dios. De hecho, hay numerosas citas aniquilantes de la gracia de Dios camufladas y escondidas en los escritos White.
Por ahora, hay que detenerse en la última cita para desenmascarar el factor aniquilante. Hay que recordar que el engaño funciona no abiertamente sino camufladamente con toda artimaña y sutileza. Al inicio del libro la Conducción del niño, el libro que por muchos años se ha difundido alrededor del mundo en los hogares adventistas, se encuentra camuflado el modelo que muchos padres adventistas siguen en la crianza de sus hijos para la destrucción de sus sentimientos espirituales. White presenta el factor aniquilante como si lo hubiera visto en visión. En este presunto escenario, hay padres que entran por las puertas celestiales después de haber declarado confiadamente que enseñaron a sus hijos a amar al Señor, hacer su voluntad y glorificarlo. Se presentan a las puertas del cielo con las buenas obras de su habilidad y capacidad de padres. Esta es la primera parte del factor aniquilante, porque de inmediato aniquila la gracia de Dios. No es por ninguna obra humana que nos presentamos ante Dios sin por la obras perfectas de Cristo que él mismo presenta a nuestro favor ante el Padre.
Seguidamente viene otro factor aniquilante. Los padres que no lograron que sus hijos amaran al Señor, hacer su voluntad, u obedecerlo, verán una mano levantada en alto a manera de rechazo, con las horripilantes palabras que han sido todo un fracaso como padres. No pueden entrar. Las puertas se les cierran en la cara a los hijos porque no aprendieron, y a los padres porque fracasaron. ¡Qué mayor engaño! La salvación por las obras, y las obras como padres. ¿Dónde está la gracia? ¿Dónde está la sangre de Cristo? Esta cita es aniquilante no solo de la obra de gracia a la que son llamados los padres con sus hijos y esposos con esposas. Es aniquilante de la obra redentora de Cristo en la cruz al vertir su sangre para ofrecer la salvación a todo pecador. De allí que esta cita aniquilante y este principio aniquilante anula y cancela todo principio evangélico y coloca a los escritos de White en el ámbito del error y del engaño que se profetiza en las escrituras vendrá en los últimos días. De todos los engaños, el engaño de los escritos White pareciera ser el más sutil por su camuflaje dentro de lo cristiano, lo bíblico, y lo espiritual. Pero la destrucción espiritual de muchos jóvenes y padres adventistas se debe a este factor aniquilante en los escritos White. Están regados por todos sus escritos, y ¡solo el colirio del evangelio lo aclara en nuestros ojos para poder el poder y la sutileza de tan enorme engaño!
La doctrina adventista en general está repleta de este factor aniquilante proveniente de los escritos White.
La doctrina adventista afirma que cree en el santuario y en el ministerio sacerdotal de Cristo. Pero el factor aniquilante es la doctrina del “juicio investigador” que alegan se realiza en este momento y está pronto por terminar. La doctrina del “juicio investigador” aniquila la esperanza de los salvos en la obra acabada y terminada de Cristo a favor de Cristo cuando entró una vez por todas en el santuario celestial después de su resurrección.
Otra doctrina relacionada es que Cristo es el único mediador entre Dios y el hombre. Pero la doctrina aniquilante de White que asume el adventismo es que llegará el momento en que todo ser humano tendrá que vivir ante Dios sin Cristo como su intercesor. De tal modo que el creyente piensa que si en el futuro tendrá que vivir sin Cristo como su intercesor, la mejor preparación para esa crisis final es vivir sin Cristo como su mediador ahora. El adventista confía más en sus méritos que en los méritos de Cristo, pues a final de cuentas tendrá que presentarse ante Dios sin intercesor alguno en los días de la crisis final.
La doctrina adventista alega que cree en Cristo como ser divino, de la misma sustancia del Padre. Pero aniquila esta doctrina con la sofisma que ¡Cristo también es el arcángel Miguel! En la mente del creyente, Cristo es rebajado a nivel de ángel, no importa todo lo que aleguen que Cristo es divino. En este sentido el engaño es peor al engaño de los Testigos de Jehová, porque los Testigos de un principio afirman que Cristo es creado. Los adventistas, aunque una vez creyeron que Cristo era un ser creado, hoy afirman en la plena divinidad de Cristo. Sin embargo, retractan su afirmación con el factor aniquilante de que Cristo es el arcángel Miguel. Los adventistas sin darse cuenta, piensan que creen en que Cristo es divino, pero lo rebajan a nivel de arcángel. De esta manera también se le resta importancia a su sacrificio, y se le suma importancia al sacrificio personal del creyente para obtener la salvación. Desestimar a Cristo como ser divino al llamarlo el arcángel Miguel es una manera de pasar por alto su grandiosa obra de redención derramando su sangre en la cruz a favor de todo pecador.
La doctrina adventista afirma que sus doctrinas se fundamentan en las escrituras solamente, pero el factor aniquilante es la inclusión de los escritos White como fuente de autoridad que continua para la iglesia. Elena White instó a sus seguidores a creer en la Biblia y solo en la Biblia, pero el factor aniquilante está en que dictó que sus escritos seguirían en vigencia hasta el fin del mundo y que los detractores de sus escritos se perderían. Es un factor sumamente aniquilante no solo de la Biblia sino otra vez de la sangre de Cristo y de su eficacia para salvar.
La doctrina adventista alega la santidad del sábado, pero aniquila el significado del sábado como el reposo por la fe en Cristo, al cual el creyente entra eternamente para reposar en la obra acabada de Cristo a su favor. Cuando Elena White vigorosamente instruye a sus fieles a que jamás digan que son salvos, aniquila la doctrina del sábado como el reposo en Cristo por la fe. Toda observancia sabática queda nula y sin efecto alguno. Sin embargo, los adventistas siguen observando y guardando sus sábados sin darse cuenta que al no creer en Cristo como su reposo y seguridad han aniquilado todo significado espiritual del sábado.
El factor aniquilante que se encuentra en los escritos de Elena White es la prueba más definitiva de la falsedad de sus escritos y que sus escritos contienen un espíritu contra el evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús quien derramó su sangre para limpiarnos de todo pecado.""""""
Fuente: http://www.exadventista.com/content/view/49/28/
Info del Autor del artículo: El Dr. Camacho fue pastor, evangelista, profesor, y administrador en diferentes campos de la iglesia Adventista, en sud-América y en los Estados Unidos de norte América. Actualmente radica en Palm Springs, California donde escribe del evangelio de Cristo y participa en estudios bíblicos con ex-adventistas.
