Estimado MINIYO:
Estimado MINIYO:
Está bien, no discutiremos más si no quieres. Me consta que has arrancado desde un principio sosteniendo la misma posición, cuando magnificabas las palabras de 1Co.7: 10 “mando, no yo, sino el Señor”. Fue Max Powell quien te contesta con la salvedad de la causa de fornicación, sobresaltándola. Admito que luego pude yo mismo llamarte la atención cuando empiezo a inferir cosas de Mt.19:1-12 y paralelos y Dt.24:1-4. Tales inferencias mías no las había oído ni leído antes, ni me fueron presentadas cuando entonces yo atacaba la posición que ahora defiendo. Por ello decía siempre antes como hoy que bien podía estar equivocado y que de estarlo se me muestre en qué y por qué. Pero esta especie de novedad en la polémica, pudo haberte dado la sensación de que estaba presentando un flanco vulnerable, por lo cual te dedicaste a magnificar la excepción de la causa de fornicación. Tras eso siguieron mis explicaciones; mostrando la luz que arrojaba el contexto, los pasajes paralelos en Marcos y Lucas, y lo que Dt.24: 1-4 decía. A todo ello siempre respondiste magnificando la consabida frase, sin responder a los argumentos que aportaba, como volviste a hacer en el último mensaje.
¿Qué es lo de nuevo que ahora agregas?
Me invitas a reflexionar sobre Jesús y su tiempo y lo que Él dice sobre el divorcio; te hago caso y reflexiono. Veo sí en mi Biblia que el título arriba en el Cap.19 dice: Jesús enseña sobre el divorcio.
Leo luego toda esta porción más los pasajes paralelos entre paréntesis bajo ese título. Compruebo con sorpresa que Jesús nunca habla del divorcio, sino que son los fariseos que usan la expresión “carta de divorcio”. Ya sé, me dirás entonces que así traduce nuestra versión española de Reina –Valera, pero que otro gallo cantaría si lo hiciera en griego. Pues bien, consigo un gallo más ateniense que Pericles, lo amenazo con torcerle el cogote si no me canta en griego la canción de los fariseos y la respuesta de Jesús. Cacarea un poco y luego lanza un estridente APOSTASION: la carta de divorcio. Y esta palabra aparece únicamente aquí en Mt.19:7; 5:31 y Mr.10:4. Conforme al canto del gallo griego, la palabra que Jesús usa en todos esos casos es otra: APOLUÖ, traducida en estos casos por “repudio”. Para cualquier alienígena que leyera estos pasajes, siempre le quedará la impresión de que Jesús se manifiesta fuertemente contrario a la práctica de cambiar una esposa por otra. La excepción con la salvedad que sólo aparece en Mateo no alcanza a atenuar siquiera la firmeza con que rebate la propuesta de los fariseos. Sería pretender demasiado que allí Jesús está permitiendo, autorizando, legitimando una causal para el divorcio tal como actualmente se le quiere hacer decir.
Así que en todos esos pasajes de los sinópticos Jesús no enseña nada sobre el divorcio, porque simplemente, lo ignora. Sobre lo que sí enseña, es sobre la indisolubilidad del matrimonio. Esto es lo “muy fácil de entender y comprobar” que tú dices. Pero para lo otro, que es a lo que le adjudicas tal facilidad, no hay siquiera por donde empezar para edificar tal idea, no hallando más materiales que no sean madera, heno y hojarasca. La excepción que registra Mateo no es más que un tirón de orejas a los fariseos que creyéndose expertos en las Escrituras tienen que escuchar su reproche “¿No habéis leído…?”. No habían leído bien ni el primero ni el quinto libro de Moisés. Del primero, podían haber aprendido que no podían los hombres separar lo que Dios había perfectamente unido; del quinto, que únicamente la causa de fornicación les permitía despedir a su mujer, y ello motivado no en un mandato expreso de Dios sino en la dureza de corazón de los judíos (Dt.24:1-4).
Bien vistas las cosas, lo que no tiene vuelta de hoja es que lo que tú dices que Jesús reconoce (como si admitiera o aceptara), en realidad no lo hace en el tono de quien aprueba sino que ahí el denuncia y acusa a los que así hacen. La excepcionalidad de la salvedad no le confiere a Jesús ningún tono indulgente con las malas prácticas de los judíos.
La vida cristiana se encara siempre frente a la voluntad revelada de Dios y no la permisiva. El que Él frecuentemente nos permita hacer lo que queremos, no debiera jamás ser la brújula que nos guíe, pues así con igual frecuencia nos estrellaremos contra los arrecifes. El cristiano no puede decir: - Siendo que planeo hacer esto, si Dios no se interpone impidiéndolo, creeré que estoy haciendo su voluntad; cuanto menos la permisiva. A lo que tendemos es a hacer “su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo” (He.13:21). Esto está muy lejos de su “voluntad permisiva”, y es real y nada utópico.
El caso que luego pones del rey David, entre otros muchos que se podrían citar, nos habla de la paciencia y benignidad de Dios, soportando las flaquezas de sus siervos, pero sin dejar de imponer la severidad de su disciplina, no permitiendo, por ejemplo, que Moisés entrara en la tierra prometida ni que David construyera el Templo. Y por el pecado específico de David que mencionas, la sentencia divina también fue muy rigurosa: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada…” (2Sam.12:10).
Jamás dudé de tu honestidad en cuanto a tu sola intención de defender la verdad, pero la verdad no se defiende a porfía, sino con razones lógicas y la aplicación apropiada de las Escrituras.
De otro modo, quedamos como Lutero quien no transando con Zuinglio en su punto de la presencia real de Cristo en el pan de la Cena, repetía las palabras “hoc est corpus meum” sin atender a todas las razones que Zuinglio alegaba, sin contradecir un ápice a las palabras de Cristo.
Así también nosotros, si yo hago el gasto de comentar todos los aspectos que se presentan en el debate, y tú sólo reiteras el “a no ser por causa de fornicación” sin atender a evidencias y razones, quedamos empantanados en el mismo inicio de la controversia, pues todavía no hemos pasado del comienzo de Mateo 19 y sus referencias.
Caso que no reveas tu decisión, quizás en el medio en que te mueves puedas invitar a algún hermano que piense que vale la pena defender la posición más en boga entre protestantes y evangélicos, a sumar su aporte al debate.
Le atenderemos con el respeto y deferencia de siempre.
Cordiales saludos.
Ricardo.