Recientemente nos mudamos y como saben al hacer una mudanza las labores domésticas se multiplican por 10. Hace unos días que mi esposa contrató a una mujer, madre soltera, llamada Rogelia para que le ayude con la limpieza de la casa. La idea era poderla ayudar al mismo tiempo que ella nos ayudaba. Con el afán del acomodo de las cosas no me di tiempo de hablarle mucho del Señor.
Anoche mientras mi esposa y yo estabamos en la cocina comiendo algo y conversando Rogelia se sentó a atender a su pequeño hijo un poco más allá, Josué mi hijo de tres años jugaba cerca de ellos, de pronto se acercó decidido a Rogelia y le dijo:
'Oye Rogelia ¿conoces a Jesús?' -Ante la desconcertada mirada de la mujer prosiguó sonriente y entusismado -'Deberías conocerle, El te ama y puede cambiar tu vida'
Marabillado dejé de atender lo que mi mujer me decía y me quedé sonriendo y con los ojos humedecidos, pensando en la facilidad y sencillez con que este niño de tres años que jamás ha leído la Biblia, que no puede orar más de dos minutos seguidos y que hace apenas dos habla fluido testificaba lo que conocía del evangelio.
Me pregunto ¿cuándo perdimos la naturalidad para hablar de lo cotidiano que debería ser para nosotros el don de la redención?
¿no nos complicamos demaciado a la hora de presentar el evangelio parapetándonos en métodos de mercadeo o en cátedras de teología que a casi nadie le interesan?
Salmos 8:2 De la boca de los niños y de los que aún maman,
fundaste la fortaleza a causa de tus enemigos,
para hacer callar al enemigo y al vengativo
Anoche mientras mi esposa y yo estabamos en la cocina comiendo algo y conversando Rogelia se sentó a atender a su pequeño hijo un poco más allá, Josué mi hijo de tres años jugaba cerca de ellos, de pronto se acercó decidido a Rogelia y le dijo:
'Oye Rogelia ¿conoces a Jesús?' -Ante la desconcertada mirada de la mujer prosiguó sonriente y entusismado -'Deberías conocerle, El te ama y puede cambiar tu vida'
Marabillado dejé de atender lo que mi mujer me decía y me quedé sonriendo y con los ojos humedecidos, pensando en la facilidad y sencillez con que este niño de tres años que jamás ha leído la Biblia, que no puede orar más de dos minutos seguidos y que hace apenas dos habla fluido testificaba lo que conocía del evangelio.
Me pregunto ¿cuándo perdimos la naturalidad para hablar de lo cotidiano que debería ser para nosotros el don de la redención?
¿no nos complicamos demaciado a la hora de presentar el evangelio parapetándonos en métodos de mercadeo o en cátedras de teología que a casi nadie le interesan?
Salmos 8:2 De la boca de los niños y de los que aún maman,
fundaste la fortaleza a causa de tus enemigos,
para hacer callar al enemigo y al vengativo