En general el artículo de Joxan, a cualquiera que conozca algo la Reforma y a los reformadores, le sonará a un disparate, pero hay un punto que merece una respuesta, el único que aparentemente parece cierto: la evangelización y las misiones, pero que debe de matizarse. Para puntualizar y para dar una visión distinta de como se ha presentado, traigo un artículo del profesor J. Rowe, del Seminario Evangélico Unido de Teología.
http://www.centroseut.org/articulos/separ038.htm
"¿Es el mundo mi parroquia (congregación)?" Una comparación entre los planteamientos misioneros de Wesley y Calvino
por Jonathan Rowe
Introducción
“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones [...]”
Muchos eruditos han apuntado a una posible sordera de los reformadores al llamamiento a la misión del Nuevo Testamento. Por contra, John Wesley aseveró: “el mundo es mi congregación”. Por ello, concluyen de modo llano que Wesley estaba a favor de la misión y Calvino en contra. Aquí nos fijaremos en las oportunidades de misión que tuvieron, y en su participación real en ella, a fin de alcanzar un cuadro más real, y de paso percibir cuáles son las oportunidades que se nos presentan hoy día.
El mundo de Calvino
Juan Calvino (1509) vivió en una era de descubrimientos: apenas treinta años antes de su nacimiento los exploradores portugueses habían desembarcado en la ¿??? de África, Nuñez de Balboa descubrió en 1510 el Océano Pacífico, y cuando alcanzó los 13 años Magallanes circunnavegaba el globo. Pero antes de 1588 las únicas potencias colonizadoras eran España y Portugal, de modo que el único contacto de los protestantes con culturas no cristianas fue con los judíos de Europa y los turcos del hostil imperio otomano.
Europa misma vivía en agitación debido a la oposición de la Iglesia Católico-romana a la Reforma, por considerarla, entre otras cosas, un desafío a su autoridad política. En concreto, todo esto condujo a las “guerras de religión” en Alemania, Francia y Holanda, que concluyeron con la firma de la Paz de Ausburgo (1555). De ahí que el Protestantismo tuviera tan poco interés en la misión fuera de sus fronteras.
No cabe duda de que las doctrinas de la pecaminosidad humana o del sacerdocio universal, desarrolladas o redescubiertas por los reformadores, son parte esencial de la teología misiológica del protestantismo. Sin embargo, muchos especialistas censuran la nula atención prestada por la reforma magisterial a la responsabilidad misionera de la iglesia.
Es cierto que Lutero consideraba que la época de la expansión del Evangelio era cosa del pasado apostólico. Por el contrario, percibía a la iglesia como un pueblo peregrino que da testimonio permanente en medio de donde vive. Bucero también creía que ir a “buscar a los perdidos” quería decir convertir a los no creyentes que asistían a la iglesia. Mantenía, coincidiendo con Zuinglio, que los apóstoles habían cumplido ya el mandato de la Gran Comisión. Por su parte, los anabaptistas mantenían la vigencia de Mateo 28, pero más para legitimar el rebautismo que para alentar la misión global.
Calvino y la actividad misionera
El interés de Calvino por la misión debe ser examinado a la luz de su teología y de sus acciones.
Calvino nunca abordó de manera sistemática el tema de la misión,pero sí trató varios temas concomitantes, a saber: el llamamiento divino a los gentiles tras la muerte de Cristo, la continua expansión del Reino de Dios, y la responsabilidad cristiana personal. Respecto al primero, estaba convencido de que la Gran Comisión había sido cumplida por los apóstoles y, así, llega a afirmar, comentando 1Cor 12, 28, que los pastores no debieran ir por el mundo en busca de conversos. En cuanto al segundo, Calvino otorgó un lugar central a la obra de Dios a favor de la expansión de su Reino, lo que conlleva una actitud tenaz y paciente por parte de su pueblo. Comentando Zac 8, 20-23 y 2Cor 2, 12 sostenía a la par que Dios crea las oportunidades de testimonio y que su Iglesia debía mostrar su responsabilidad en el inexorable avance del Reino por medio de la predicación del Evangelio. De hecho, al menos un especialista defiende que muchas de sus clases fueron originalmente preparadas para misioneros que estaban estudiando en Ginebra o que estaban allí de paso.
Con frecuencia se piensa que su doctrina sobre la predestinación excluye toda posibilidad de actividad misionera. Sin embargo, esta asociación es negada en la misma Institución cuando, citando a Agustín, afirma: “[...] como nosotros no sabemos quiénes son los que pertenecen o dejan de pertenecer al número y compañía de los predestinados, debemos tener tal afecto, que deseemos que todos se salven; y así, procuraremos hacer a todos aquellos que encontráremos partícipes de nuestra paz” (III. xxiii.14. Véase también III.xxi.7; III.xxii.10; III.xxiv.6,17).
Parece por tanto que, aunque no puedan hallarse en los Reformadores referencias explícitas a la misión, sí se dejan ver sus principios básicos. Desde luego nunca llegaron a abordar cómo llevar a cabo un modelo ideal de misión. Es más, a pesar de no haber tenido mucho contacto con otras culturas no cristianas, tampoco Calvino percibió la amenaza turca como una oportunidad para la evangelización. Todo lo contrario, llegó a asociarlos junto a judíos y papistas con una impía trinidad; es más, parecía reticente a la posibilidad de bautizar a los turcos (Institución IV.xxvi.24).
Una de las justificaciones para la falta de proyectos misioneros concretos es que Calvino concentró buena parte de los recursos en la abolición de la vida monástica y la rehabilitación de la familia, lo que sustrajo recursos para la misión. Algunos alaban a Calvino por ser el único reformador que organizó una expedición misionera; en concreto, a Brasil el año 1556. Hay que decir, sin embargo, que se trató de una petición venida de fuera que, ciertamente, fue aceptada por Ginebra, pero que poco después Calvino abandonó dicha ciudad. Por tanto, lo más que puede decirse de este episodio es que Calvino alentó y apoyó la misión al extranjero, pero no que fuera un gran líder misionero.
Quizás todas estas ambigüedades se deban a que Calvino consideró que la forma más importante de misión fuera la Reforma misma. Durante los años de afianzamiento de su ministerio en Ginebra (1541-64) la Reforma luchaba por abrirse paso en Europa y Calvino ofreció refugió a todos los extranjeros que huían de la persecución. De este modo Ginebra se convertiría en el centro de la Reforma en Europa Occidental, y Calvino se convirtió en el maestro de muchos de los futuros ministros del continente.
La educación impartida por Ginebra inculcaba disciplina personal y ortodoxia rigurosa. Calvino tenía por costumbre predicar sobre el Antiguo Testamento cada mañana en semanas alternas, y sobre el Nuevo Testamento cada Domingo. En 1564 Ginebra contaba con más de 300 estudiantes que, aunque llamados pastores, fueron formados para repartirse por toda Europa como misioneros.
Otra forma de saber si la misión formaba parte intrínseca del pensamiento de Calvino es evaluando a sus propios discípulos. Por un lado tenemos un cuadro negativo: el escolasticismo protestante del s. XVII negaba la necesidad de la misión. Por otro encontramos un cuadro más halagüeño: dado que Calvino creía que Dios mismo abría las oportunidades para la extensión de su Reino, el mismo Calvino creyó que Dios abrió la puerta de Brasil, y otros calvinistas se cuentan entre diversas misiones pioneras. Así, en 1595 varios misioneros calvinistas holandeses fueron enviados a la India Oriental y Ceilán, donde tradujeron la Biblia al malayo.
El mundo de Wesley
Al igual que Calvino, John Wesley (1703-91) nació en un mundo plagado de nuevos descubrimientos, si bien más en los aspectos científico-técnicos que geográficos (salvando el desembarco de Cook en Australia el año 1768). Los avances en la tecnología agrícola resultaron en el aumento de los campesinos sin tierra, y hacia el final de su vida, Wesley vio la aparición de la máquina de vapor que encabezaría la Revolución Industrial.
El trasfondo eclesial de Wesley, sobre todo en Oxford, era el de la “alta iglesia” (High Church), pero dos movimientos distintos tuvieron también peso en su vida y obra: el puritanismo y el pietismo. Los primeros creían que el sentido último de la misión es la gloria de Dios, y el motivo soteriológico predominaba en su teología de la misión. Los segundos surgieron como reacción a la expansión del latitudinarismo, que propugnaba la adhesión formal a la iglesia más que una adhesión vital, por lo que defendieron la experiencia religiosa personal y el compromiso vital con la iglesia. Como resultado de ambos movimientos, se establecieron las “sociedades religiosas”, que en su momento (s. XVIII) serán la base del avivamiento inglés que derivará en el gran impulso misionero de ese siglo y el siguiente.
La primera sociedad misionera británica, SPCK (Society for the Promotion of Christian Knowledge), fue creada por Thomas Bray en 1699, siendo seguida por la creación de la SPG dos años más tarde. Ésta envió 350 misioneros a ministrar entre los anglicanos de Norteamérica y de las colonias de las “Indias Occidentales”, pero descuidó la predicación del Evangelio entre las poblaciones autóctonas. Por el contrario, SPCK cooperó con los pietistas alemanes de Norteamérica y la India, donde la predicación iba acompañada, al menos inicialmente, de la apertura de escuelas y hospitales. Estos acontecimientos transformaron a fondo la visión de la actividad misionera: ya no era un coto privado de las jerarquías eclesiásticas, sino una responsabilidad en gran parte asumida por los laicos.
En el s. XVIII tuvieron lugar algunos acontecimientos que determinarían la expansión misionera posterior. El más importante fue el Gran Avivamiento que se produjo en las colonias norteamericanas (1726-60 apróx.), seguido del Segundo Gran Avivamiento de Norteamérica y el Despertar Evangélico de Gran Bretaña (1787-1825 apróx.). A partir de estos movimientos de avivamiento se desarrolló una mayor conciencia misionera. Una muestra de ello es la petición hecha en 1741 por Philip Doddridge, ministro de Northampton (Inglaterra), para que los cristianos celebraran, cuatro veces al año, reuniones de oración a favor de la misión. Todo este proceso culmina en 1786, annus mirabilis del desarrollo misionero en el que zarpará para Australia el primer barco de reclusos con capellán; también se enviaron misioneros y capellanes para Tinnevelly, Calcuta y Bengala en la India; Cook emprendió su segunda exploración hacia Nova Scotia, si bien llegó a Antigua por las tormentas; y Carey sugirió a los Bautistas quehicieran llegar el Evangelio a los pueblos no cristianizados.
Otra importante influencia le vino a Wesley del movimiento Moravo. Si bien John y Charles Wesley visitaron Georgia en 1735 apoyados por la SPG, no parece que tuvieran contacto con el avivamiento de ese lugar. Por el contrario, su propio despertar parece provenir de sus contactos con los moravos.
Wesley y la actividad misionera
Sin duda las tempranas influencias de John Wesley fueron positivas respecto de la misión. Más tarde, en su período de Oxford, John y Charles fueron a Georgia con otros dos miembros del Holy Club de Oxford. Nos ha quedado el testimonio de los motivos de John: “Mi razón principal [...] es mi esperanza por salvar mi propia alma, pues espero aprender acerca del verdadero sentido del Evangelio por medio de la predicación a los paganos [...] Estos son como niños pequeños, humildes, ansiosos por aprender, y deseosos de realizar la voluntad de Dios”. Sin embargo, ambos hermanos pronto se desilusionaron. John no se dedicó a fondo a predicar a los indígenas, ni halló que la vida de la colonia fuera más propicia a la santidad que Gran Bretaña; además, su ingenua imagen inicial de los indios tampoco encajó con sus experiencias entre ellos. En su diario de Georgia escribió estas palabras: “Fui a Norteamérica para convertir a los indios, mas, ¡ay!, ¿quién me convertirá a mí?”.
Ésta no fue la última experiencia americana de Wesley. En 1764 Whitefield solicitó que se enviaran predicadores itinerantes desde Gran Bretaña, pero la petición fue rechazada, si bien Wesley permitió que se enviaran predicadores locales si éstos asentían. Otras solicitudes recibidas cuatro años más tarde hicieron ver a Wesley que había llegado el tiempo de acceder, y en 1769 la “Methodist Conference” (asamblea metodista) envió a Boardman y Pilmoor a los Estados Unidos. En 1771 se envió a Francis Asbury, quien acabaría convirtiéndose en superintendente del metodismo norteamericano. El interés de Wesley por la misión es patente en una carta enviada a Asbury en 1787: “Acaso estos desheredados de los hombres no hallarán compasión en Dios y entre los hombres? Sin duda es imposible ayudarles sólo como hombres, pero ¿le resultaría difícil a Dios? ¡Quiera él alzarse y defender su causa!”. Wesley también alentó la misión entre los “negros” de Nova Scotia y procuró con empeño ministros ordenados para la iglesia norteamericana tras la Guerra de Independencia que provocó el retorno masivo a Gran Bretaña de los presbíteros anglicanos.
Con todo, si bien es cierto que “los líderes metodistas tenían una visión global y no se les escapaban las necesidades del mundo pagano, su interés primordial residía en la evangelización de los cristianos nominales de Inglaterra” (J. van den Berg, Constrained by Jesus’ Love, Kampen, Kok, 1956, pág. 86). No cabe duda de que el movimiento metodista era, esencialmente, una ecclesiola in ecclesia, y la famosa afirmación de Wesley “el mundo es mi parroquia (congregación)” era una defensa de la predicación itinerante contra el veto de los presbíteros parroquiales anglicanos. Esta estrategia tuvo sus frutos: desde la creación en 1739 de la primera “Sociedad Metodista” dentro de la Iglesia de Inglaterra hasta 1769 el número de afiliados alcanzó los 25.000, y en 1790, el penúltimo año de vida de Wesley, llegó a los 71.568, sólo en Gran Bretaña.
De todos modos, aún reconociendo que su prioridad fueran “las ovejas perdidas” de la iglesia británica –a lo que se añadiría su preocupación por los galeses, que consideraba tan ignorantes respecto al Evangelio como cualquier indio--, resulta igualmente llamativa su reticencia a apoyar la misión al extranjero. Así, Racks señala que “El metodismo [...] consiguió sus misiones como Gran Bretaña sus colonias, esto es, sin darse cuenta y teniendo que afrontar esa realidad sólo a posteriori” (H. Rack, Reasonable Enthusiast, London, Epworth, 2ª ed., 1992, pág. 578). Así, la primera misión sociedad metodista wesleyana fuera de las islas británicas comenzó en Antigua al predicar Nathaniel Gilbert a los esclavos y aconsejar Wesley a Asbury que no siguiera con esa tarea a la muerte de Gilbert. De este modo, los primeros misioneros enviados oficialmente llegaron a Antigua sólo en 1786 cuando una tormenta desvió su expedición dirigida originalmente hacia Newfoundland. Puede, pues, que Wesley no fuera “anti-misión” en sí, pero lo cierto es que mientras que sólo a la “Methodist Conference” de Norteamérica sólo envió voluntarios, se esforzó por colocar a sus predicadores en las vacantes oficiales. Puede que esto fuera debido al acento metodista sobre la guía espiritual individual, o quizás a que Wesley mismo no creyera haber recibido la inspiración necesaria para cambiar de estrategia. Pero lo más probable es que se debiera a su proclividad personal a la intervención directa. De hecho, este carácter dirigista se deja ver en la asamblea (conference) de 1780, con motivo de la cual escribió a uno de sus predicadores que “según el artículo 12, soy yo, y no la asamblea, quien tiene que destinar a los predicadores, si bien prefiero hacerlo durante las asambleas para pedir consejo a mis hermanos”.
Quizás el ejemplo más claro de la actitud de Wesley tocante a la misión lo hallemos en su relación con Thomas Coke, la figura más destacada de las incipientes misiones metodistas al extranjero. Antiguo presbítero anglicano, el Dr. Coke se encontró con Wesley en 1776. Hacia finales de 1783 aquél co-publicó, sin consentimiento previo de Wesley, el Plan of the Society for the Establishment of Missions among the Heathens (Plan de la “sociedad [metodista]” para establecer misiones entre los paganos). Se trataba en realidad de un proyecto para la captación de fondos enviado a todos los conocidos de Coke, que podían contribuir con dos guineas. Pero las necesidades del movimiento metodista eran muchas, y el proyecto abortó, aunque tuvo mucho que ver la decisión de Wesley, tomada en la asamblea de 1783, de enviarle por toda Inglaterra para reorganizar unas 400 casas de predicación. Es verdad que Wesley redactó una introducción para una publicación posterior de aquel documento, pero nunca permitió que Coke obtuviera asistencia material para llevarlo a cabo. Ni siquiera al final de su vida Wesley se mostró favorable a la misión al extranjerno. En 1788 escribió “[...] ¿acaso debemos permitir que el Dr. Coke se lleve, uno tras otro, a lo más selecto de nuestros jóvenes predicadores?”. Tampoco la decisión de la asamblea de 1790 nombrando un “Comité de gestión para las Indias Occidentales” tenía intención misionera, sino simplemente simbólica: no hay constancia de que dicho comité jamás se reuniera tras su creación. Esto no resulta sorprendente pues estaba formado por misioneros y predicadores itinerantes.
La “sabiduría popular” cree que el metodismo es intrínsecamente un movimiento misionero, “sin embargo, desde una perspectiva práctica y terrenal, las islas británicas resultaron ser una parroquia sobradamente grande hasta para un hombre tan infatigable como Wesley” (J. Vickers, The Genesis of Methodist Missions, Cambridge, North Atlantic Missiology Project, 1996, pág. 3). Ni siquiera sus sucesores inmediatos cambiaron de pensamiento. Es posible que la convicción que tenía Wesley de que el avivamiento resultaría en la expansión de la misión al exterior, hubiera tenido mucho peso en su pensamiento: si los predicadores se iban al exterior de misión, esto hubiera retrasado el avivamiento y también la conversión de los no-cristianos. Otro aspecto a considerar es su principio de esperar en la providencia, que tanto incidió en sus seguidores, sobre todo cuando el metodismo sufrió una severa crisis financiera a finales del s. XVIII. Es claro pues que “cualesquiera que sean las versiones oficiales, lo cierto es que no hay pruebas de que el metodismo, en su conjunto, se mostrara entusiasta respecto a lo que Coke había conseguido hasta aquel entonces” (Op. cit., pág. 9).
Conclusión
Para concluir, hemos notado que Calvino y Wesley eran ambos hombres de iglesia que lucharon toda su vida para cambiarla. Calvino no se involucró directamente en proyectos de misión al exterior como sí lo hizo Wesley, pero tampoco esto resultaba tan fácil y natural en su tiempo como en el de Wesley. Éste, por el contrario, sí dispuso de más oportunidades, de las que ciertamente aprovechó algunas, pero también se resistió a varios proyectos misioneros. Así, Calvino estuvo menos involucrado y por eso quizás mostró menos resistencia. Ahora la pregunta es: en nuestro tiempo y contexto, ¿dónde nos situamos cada uno de nosotros?
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