A Ernesto:
Continúo con lo del mlenio.
Siendo que los justos se irán con Cristo "a la casa del Padre" (Juan 14:1-3), y los malos están todos muertos "por la gloria de Dios" (2 Tes. 1:6-10) o "el rsplandor de su venida" (2 Tes. 2:8), entonces, sin malos que molestar, ni imíos que usar, el diablo estará "atado" por estas circunstancias. Debe, como el Azazel de Levítico 16, cargar con los pecados ya expiados en el juicio, en la tierra desierta, que será el abismo mencionado en Apoc. 20.
Dices que Cristo ha de reinar en la tierra durante el milenio, que es lo que la mayoría de los intérpretes de las profecías enseñan, pero has de leer lo delas siete postreras plagas de Apoc. 16, sobre todo los cataclismos de la séptima. Esto, unido a la gloria de la venida de Cristo, hará de la tierra un lugar inóspito. ¿Puede Cristo, sus ángeles y la multitud incontable de justos morar en un lugar así?
Se dice que Jesús va a reinar en la actual Jerusalem. Esta fue la ciudad de Dios durante el viejo pacto, pero en el nuevo, Pablo nos dice que la ciudad de Dios e "la Jerusalem de arriba, la cual es madre de todos nosotros" (Gálatas 4:26). En hebreos y Apocalipsis se llama a esta "la Nueva Jerusalem". Esta bajará a la tierra luego de pasado el milenio (Apoc. 21:2) y ahí sí reinará Cristo, pero no en una ciudad que es hoy por hoy una llea de Judíos engreâdos que todavía se creen nación de Dios. Y hay cristianos que obvian que Pedro llama "nación de Dios" a los creyentes en Cristo, sin importar nacionalidad o raza (1 Pero 2:9) y Pablo llama a los que son de Cristo "simiente de SAbraham, y conforme a la promesa, los herederos" (Gálatas 3:29).
Aparte de esto, en la séptima plaga caerán la ciudades de la tierra y la actual Jerusalem no es será una excepción: será arrasada con todos los judíos y gentioles impíos que la habiten.
¿Me dirás, Ernesto, que cres que Jesús vendrá del cielo a buscar a los suyos y luego se quedará en esta tierra maldita? Esto es imposible. Sus pies jamás tocarán esta tierra maldita por el pecado y contaminada por el hombre. El se da el trabajo de venir porquenos ama y quiere llevarnos al cielo a unas vacaciones de mil años, para luego purificar el planeta de toda la contaminación del hombre. Aire, agua y tierra tienen que sufrir esa purificación para que esta tierra pueda ser, no sólo la morada de los salvados, sino la morada de la Divinidad y toda la multitud de los seres celestiales. Porque este planeta, escenario del pecado y toda su secuela, será al fin lo que Dios había planeado: el centro de su gobierno universal.
¿O será, Ernesto, que después de militar en el adventismo vas a creer en el rapto secreto y toda esa maraña de doctrinas semejantes? Medita, hermano, y no te averguences de volver las creencias liberadoras que antes creías.
Que Dios te bendiga e ilumine.