Re: Una pregunta tonta (otra mas)
Estimado hermano rer. Saludos cordiales.
A la pregunta de Rubenque dice: “Entonces, ahi va una pregunta tonta:
los personajes biblicos del antiguo testamento (David, Abraham, Daniel etc) ¿eran o no cristianos?” (Ruben Daniel)
Tú respondes: “Esos personaje pues sencillo, no eran cristiano pues Cristo no había nacido”
Respondo: ¿Qué opinas de este versículo?: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre» Hebreos 13: 8
Tú dices: “pero por eso no van a perder su alma, pues serán juzgado de acuerdo a su época.”
Responde la Palabra: “Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas!
Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación." Daniel 2:3
“Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos” Hebreos 4: 2 pp.
"Porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree..." Romanos 1:16
Respondo: Desde el día en que cayó el hombre, el gran plan de la salvación se ha venido ejecutando. Jesucristo es el centro de ese plan. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Hechos 4: 12
Esto se aplica a todos los siglos porque Cristo es “el Cordero de Dios, el cual fue inmolado desde el principio del mundo” Apocalipsis 13:8
"Mirarán hacia mí, a quien traspasaron... " (Zacarías 12:10).
La paga del pecado es muerte. La Ley de Dios, quebrantada por el hombre, exige la pena de muerte. "Pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de expiación... “Después añade la Escritura, "y la degollará en el lugar del holocausto... " (Levítico 4:20). Este era el método empleado por Dios para enseñar a la humanidad que había una vía de escape del pecado; a saber, que un Sustituto, el Cordero de Dios, moriría por nuestros pecados.
"Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mi mismo" (Juan 12:31). Fue de este modo que la muerte de Cristo en el Calvario no sólo le hizo posible al hombre el perdón, poniendo el cielo a su alcance, sino que también vindicó a Dios ante todo el universo no caído. Su sacrificio afirmó la Ley de Dios para siempre y demostró que el pecado es muerte.
"por la fe pasaron el Mar Rojo". Hebreos 11: 29
"Se sostuvo como viendo al Invisible". Moisés vivió de la misma manera en que viven hoy los verdaderos cristianos. Aquí está el paralelo: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Vosotros, que lo amáis sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" (1 Ped. 1:3-9).
Moisés y los hijos de Israel fueron llamados a la misma herencia que nosotros. La promesa les fue hecha en Cristo, como sucede con nosotros. Era una herencia que sólo por la fe en Cristo se podía obtener, y esa fe había de ser tal como para permitir que Cristo fuera una presencia real, personal, si bien invisible. Más aún, la base de la fe y esperanza era la resurrección de Jesucristo. Entonces como ahora, Cristo era la cabeza de la iglesia. La verdadera iglesia no tiene ni tuvo nunca una cabeza que no sea invisible. "El Santo de Israel" fue establecido "por jefe y por maestro de las naciones" (Isa. 55:4) mucho antes de su nacimiento en Belén.
Cristo es el Hijo de Dios, cuya delicia consistía en hacer la voluntad de su Padre. Él es nuestra Pascua, como lo fue para los hijos de Israel en Egipto, pues su vida es eterna e indisoluble, y aquellos que participan de ella por la fe comparten la seguridad de ella. No hubo hombre ni demonio que pudiera arrebatarle su vida, y el Padre lo amó, y no tenía deseo de tomar su vida de él. Cristo la entregó voluntariamente, y la volvió a tomar. Morar en él, por lo tanto, como estaba representado en la aspersión de la sangre sobre los postes de la puerta, es ser librado del pecado, y por lo tanto, quedar libre de la ira de Dios contra los hijos de desobediencia. "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos" (Heb. 13:8). La fe en su sangre, simbolizada en la aspersión de la sangre del cordero en las puertas de las casas, cumple hoy lo mismo que siempre cumplió. Cuando celebramos la Cena del Señor, que se instituyó en el tiempo de la Pascua en el que Cristo fue traicionado y crucificado, celebramos lo mismo que los israelitas en Egipto. Ellos estaban aún en Egipto cuando celebraron aquella primera pascua. Se trataba de un acto de fe, que mostraba su confianza en Cristo como su Libertador prometido. Así nosotros, mediante el emblema de la sangre de Cristo, mostramos nuestra fe en su vida para preservarnos de la destrucción que se avecina sobre la tierra debido al pecado. En ese día el Señor pasará de largo a aquellos cuya vida está escondida con Cristo en Dios, "como un hombre perdona al hijo que lo sirve" (Mal. 3:17). Y sucederá así por idéntica razón, porque Dios salva a su propio Hijo, y los hombres son salvos en él.”
Bendiciones
Luego todo Israel será salvo