El vidente del Apocalipsis

18 Noviembre 1998
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Benedicto XVI presenta al vidente del Apocalipsis

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 23 agosto 2006: Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia de este miércoles dedicada por tercera vez al apóstol Juan, a quien en esta ocasión presentó como «El vidente de Patmos», autor del Apocalipsis. La meditación forma parte de las reflexiones que viene ofreciendo sobre los apóstoles y la Iglesia.




En audiencias precedentes ha presentado las figuras de Pedro, Andrés, Santiago el Menor, y Santiago el Mayor.


Queridos hermanos y hermanas:




En la última catequesis habíamos meditado en la figura del apóstol Juan. En primer lugar, habíamos tratado de ver lo que se puede saber de su vida. Después, en una segunda catequesis, habíamos meditado en el contenido central de su Evangelio, de sus Cartas: la caridad, el amor. Y hoy volvemos a ocuparnos de la figura de Juan, esta vez para centrarnos en el vidente del Apocalipsis. Ante todo, hay que destacar una observación: mientras no aparece nunca su nombre en el Cuarto Evangelio o en las Cartas atribuidas al apóstol, el Apocalipsis hace referencia al nombre de Juan en cuatro ocasiones (Cf. 1,1.4.9; 22,8). Por una parte, es evidente que el autor no tenía ningún motivo para acallar su nombre y, por otra, sabía que sus primeros lectores podían identificarle con precisión. Sabemos, además, que ya en el siglo III los estudiosos discutían sobre la verdadera identidad del Juan del Apocalipsis.




Por este motivo, podremos llamarle también «el vidente de Patmos», pues su figura está ligada al nombre de esta isla del Mar Egeo, donde, según su mismo testimonio autobiográfico, se encontraba deportado «por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús» (Apocalipsis 1, 9). Precisamente, en Patmos, caído «en éxtasis el día del Señor» (1,10), Juan tuvo visiones grandiosas y escuchó mensajes extraordinarios, que tendrán no poca influencia en la historia de la Iglesia y en toda la cultura cristiana. Por ejemplo, del título de su libro, «Apocalipsis» («Revelación») proceden en nuestro lenguaje las palabras «apocalipsis» y «apocalíptico», que evocan, aunque de manera impropia, la idea de una catástrofe que está por llegar.




El libro tiene que comprenderse en el contexto de la dramática experiencia de las siete Iglesias de Asia (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea), que a finales del siglo I tuvieron que afrontar grandes dificultades --persecuciones y tensiones incluso internas-- en su testimonio de Cristo. Juan se dirige a ellas mostrando profunda sensibilidad pastoral por los cristianos perseguidos, a quienes exhorta a permanecer firmes en la fe y a no identificarse con el mundo pagano, tan fuerte. Su objetivo consiste, en definitiva, en desvelar, a partir de la muerte y resurrección de Cristo, el sentido de la historia humana. La primera y fundamental visión de Juan, de hecho, afecta a la figura del Cordero que, a pesar de estar degollado, permanece en pie (Cf. Apocalipsis 5, 6), en medio del trono en el que se sienta el mismo Dios. De este modo, Juan quiere dejarnos ante todo dos mensajes: el primero es que Jesús, aunque fue asesinado con un acto de violencia, en vez de quedar desplomado en el suelo, paradójicamente se mantiene firme sobre sus pies, pues con la resurrección ha vencido definitivamente a la muerte; el segundo es que el mismo Jesús, precisamente porque murió y resucitó, participa ya plenamente del poder real y salvífico del Padre. Esta es la visión fundamental. Jesús, el Hijo de Dios, en esta tierra es un Cordero indefenso, herido, muerto. Y, sin embargo, está en pie, firme, ante el trono de Dios y participa del poder divino. Tiene en sus manos la historia del mundo. De este modo, el vidente nos quiere decir: ¡tened confianza en Jesús, no tengáis miedo de los poderes opuestos, de la persecución! ¡El Cordero herido y muerto vence! ¡Seguid al Cordero Jesús, confiad en Jesús, emprended su camino! Aunque en este mundo sólo parezca un Cordero débil, ¡Él es el vencedor!




Una de las principales visiones del Apocalipsis tiene por objeto este Cordero en el momento en el que abre un libro, que antes estaba sellado con siete sellos, que nadie era capaz de soltar. Se presenta incluso a Juan llorando, pues no encontraba a nadie capaz de abrir el libro y de leerlo (Cf. Apocalipsis 5, 4). La historia se presenta como indescifrable, incomprensible. Nadie puede leerla. Quizá este llanto de Juan ante el misterio de la historia tan oscuro expresa el desconcierto de las Iglesias asiáticas por el silencio de Dios ante las persecuciones a las que estaban expuestas en ese momento. Es un desconcierto en el que bien puede reflejarse nuestra sorpresa ante las graves dificultades, incomprensiones y hostilidades que también hoy sufre la Iglesia en varias partes del mundo. Son sufrimientos que ciertamente la Iglesia no se merece, como tampoco Jesús se mereció el suplicio. Ahora bien, revelan tanto la maldad del hombre, cuando se deja llevar por las asechanzas del mal, como el gobierno superior de los acontecimientos por parte de Dios. Pues bien, sólo el Cordero inmolado es capaz de abrir el libro sellado y de revelar su contenido, de dar sentido a esta historia que aparentemente parece con frecuencia tan absurda. Él sólo puede sacar indicaciones y enseñanzas para la vida de los cristianos, a quienes su victoria sobre la muerte trae el anuncio y la garantía de la victoria que ellos también, sin duda, alcanzarán. Todo el lenguaje que utiliza Juan, cargado de imágenes fuertes, tiende a ofrecer este consuelo.




En el centro de las visiones que presenta el Apocalipsis se encuentran la imagen sumamente significativa de la Mujer, que da a luz un Hijo varón, y la visión complementaria del Dragón, que ha caído de los cielos, pero que todavía es muy poderoso. Esta Mujer representa a María, la Madre del Redentor, pero representa al mismo tiempo a toda la Iglesia, el Pueblo de Dios de todos los tiempos, la Iglesia que en todos los tiempos, con gran dolor, da a luz a Cristo de nuevo. Y siempre está amenazada por el poder del Dragón. Parece indefensa, débil. Pero. Mientras está amenazada, perseguida por el Dragón, también está protegida por el consuelo de Dios. Y esta Mujer, al final, vence. No vence el Dragón. ¡Esta es la gran profecía de este libro, que nos da confianza! La Mujer que sufre en la historia, la Iglesia que es perseguida, al final se presenta como la Esposa espléndida, imagen de la nueva Jerusalén, en la que ya no hay lágrimas ni llanto, imagen del mundo transformado, del nuevo mundo cuya luz es el mismo Dios, cuya lámpara es el Cordero.




Por este motivo, el Apocalipsis de Juan, si bien está lleno de continuas referencias a sufrimientos, tribulaciones y llanto --la cara oscura de la historia--, al mismo tiempo presenta frecuentes cantos de alabanza, que representan por así decir la cara luminosa de la historia. Por ejemplo, habla de una muchedumbre inmensa que canta casi a gritos: «¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado» (Apocalipsis 19, 6-7). Nos encontramos ante la típica paradoja cristiana, según la cual, el sufrimiento nuca es percibido como la última palabra, sino que es visto como un momento de paso hacia la felicidad y, es más, éste ya está impregnado misteriosamente de la alegría que brota de la esperanza.




Por este motivo, Juan, el vidente de Patmos, puede concluir su libro con una última aspiración, en la que palpita una ardiente esperanza. Invoca la definitiva venida del Señor: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apocalipsis 22, 20). Es una de las oraciones centrales de la cristiandad naciente, traducida también por san Pablo en arameo: «Marana tha». Y esta oración, «¡Ven, Señor nuestro!» (1 Corintios 16, 22) tiene varias dimensiones. Ante todo implica, claro está, la espera de la victoria definitiva del Señor, de la nueva Jerusalén, del Señor que viene y transforma el mundo. Pero, al mismo tiempo, es también una oración eucarística: «¡Ven, Jesús, ahora!». Y Jesús viene, anticipa su llegada definitiva. De este modo, con alegría, digamos al mismo tiempo: «¡Ven ahora y ven de manera definitiva!». Esta oración tiene también un tercer significado: «¡Ya has venido, Señor! Estamos seguros de tu presencia entre nosotros. Para nosotros es una experiencia gozosa. Pero, ¡ven de manera definitiva!». De este modo, con san Pablo, con el vidente de Patmos, con la cristiandad naciente, rezamos también nosotros: «¡Ven, Jesús! ¡Ven y transforma el mundo! Ven ya, hoy, y que la paz venza!». Amén.




[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]




Queridos hermanos y hermanas:




Juan, autor del libro del Apocalipsis, se dirige a las siete Iglesias de Asía exhortándolas a permanecer firmes en la fe, ante las grandes dificultades que tuvieron que afrontar por su testimonio de Jesús. El Vidente de Patmos recibe una revelación, en la que se desvela el sentido de la historia humana a partir de la muerte y resurrección de Cristo, para infundir esperanza. Con sus imágenes fuertes y difíciles: como la del Cordero degollado que está de pie delante del trono de Dios, el libro sellado con siete sellos que sólo puede abrir el Cordero, o la visión de la Mujer que vence al dragón que la persigue, se abre el camino de una esperanza segura que culmina con la visión de la Jerusalén celeste, en donde "no habrá más muerte, ni luto, ni llanto ni dolor, porque el primer mundo ha pasado" (Ap 21, 4). Por eso, Juan, termina el libro invocando con palpitante expectación la venida definitiva del Señor: "Ven, Señor Jesús". En ella se puede entrever la impaciencia por encontrar definitivamente al Señor, a quien los cristianos han consagrado toda su vida.




Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, en especial a las Religiosas Siervas de María Ministras de los Enfermos, a los fieles de distintas parroquias y asociaciones de España, así como a los demás peregrinos de Latinoamérica. Que vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo os confirme en la fe y en la caridad, y os ayude a superar con esperanza las dificultades y contrariedades sufridas por dar testimonio de Cristo. ¡Que Dios os bendiga!




[© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
 
Re: El vidente del Apocalipsis

Desde mi entendimiento y desde siempre, he visto el libro de Apocalipsis como un libro de esperanza para todos cuantos aman a nuestro Señor Jesucristo.

Aunque en mis primeros pasos, y seguramente por las influencias de unos y de otros, tendía a discernirlo desde un punto de vista negativo y de castigo, por el tiempo y conforme a la gracia de Dios iba entendiendo, cada vez más seguro estaba de que Apocalipsis es: EL LIBRO DE LA ESPERANZA.

Claro está que es mi opinión, mi humilde opinión al respecto.

Que Dios les bendiga.
 
Re: El vidente del Apocalipsis

Desde mi entendimiento y desde siempre, he visto el libro de Apocalipsis como un libro de esperanza para todos cuantos aman a nuestro Señor Jesucristo.

Aunque en mis primeros pasos, y seguramente por las influencias de unos y de otros, tendía a discernirlo desde un punto de vista negativo y de castigo, por el tiempo y conforme a la gracia de Dios iba entendiendo, cada vez más seguro estaba de que Apocalipsis es: EL LIBRO DE LA ESPERANZA.

Claro está que es mi opinión, mi humilde opinión al respecto.

Que Dios les bendiga.
Raul tu opinion es acertada el libro de apocalipsis no es un libropara temer sino que es eso un libro de esperanza total. la invitacion a no temer esta presente siempre y la esperanza en algo mejor que que nuestro Diso vencio es lo que nos mantiende firmes. Graicas a Luis fernando por compartir tan interesante y hermoso articulo. So far Benedicto XVI sigue siendo uno de mis escritores favoritos.
 
Re: El vidente del Apocalipsis

Luis Fernando dijo:
En el centro de las visiones que presenta el Apocalipsis se encuentran la imagen sumamente significativa de la Mujer, que da a luz un Hijo varón, y la visión complementaria del Dragón, que ha caído de los cielos, pero que todavía es muy poderoso. Esta Mujer representa a María, la Madre del Redentor, pero representa al mismo tiempo a toda la Iglesia, el Pueblo de Dios de todos los tiempos, la Iglesia que en todos los tiempos, con gran dolor, da a luz a Cristo de nuevo. Y siempre está amenazada por el poder del Dragón. Parece indefensa, débil. Pero. Mientras está amenazada, perseguida por el Dragón, también está protegida por el consuelo de Dios. Y esta Mujer, al final, vence. No vence el Dragón. ¡Esta es la gran profecía de este libro, que nos da confianza! La Mujer que sufre en la historia, la Iglesia que es perseguida, al final se presenta como la Esposa espléndida, imagen de la nueva Jerusalén, en la que ya no hay lágrimas ni llanto, imagen del mundo transformado, del nuevo mundo cuya luz es el mismo Dios, cuya lámpara es el Cordero.

Estimado hermano en Cristo (NO SEPARADO):

Con todo el respeto que merece el pastor de la única (supuestamente) iglesia fundada por Jesús, la mujer de Apocalipsis 12:1 dificilmente podría representar a María, la madre del Redentor.

1) La mujer de Apocalipsis 12:1 sufre dolores de parto que son consecuencias del pecado de Eva que afectará a su descendencia según Génesis 3:16.

Sin embargo, de acuerdo con la misma doctrina de la iglesia católica, María es considerada sin pecado, inmaculada.

2) Apocalipsis 12:17 dice que el dragón se fue a hacer guerra contra la otra descendencia de la mujer.

Sin embargo, de acuerdo con la misma doctrina de la iglesia católica, María continuó siendo virgen, no tuvo más descendencia.

La opción que recibe el mayor apoyo exegético es la que entiende que la mujer de Apocalipsis 12:1 representa más bien a la nación de Israel.

En el Antiguo Testamento aparece repetidamente veces la figura de Israel como una mujer con dolores de parto (Is. 26:17, 18; 66:7; Jer. 4:31; Mi, 4:10).

Incuestionablemente es la nación de Israel quien dio el Mesías al mundo (Romanos 9:5).

Algunos expositores dan por sentado que la otra descendencia de la mujer (Apocaliposis 12:7) si que representa a la comunidad cristiana.

Es necesario decir que el Antiguo Pacto no ha sido anulado ni reemplazado por el Nuevo Pacto.

Dios tiene dos pactos el antiguo y el nuevo y ambos están vigentes aunque el antiguo haya sido deshechado por las partes.

Dios tiene dos pueblos Israel y la Iglesia.

Serán un sólo pueblo cuando los primeros reconozcan al que traspasaron (Zacarías 12:10) pero a Su regreso (al menos los israelitas endurecidos de Romanos 11:25) cuando venga en las nubes (Apocalipsis 1:7) con poder y gran gloria tal como había sido anunciado por los profetas.

Sin embargo, por la transgresión de estos israelitas y la obediencia de Jesucristo por cierto, al derramar Su preciosa sangre en la Cruz del Calvario vino la salvación a los gentiles (Romanos 11:11).

A MILES Y MILES DE MILLONES DE ALMAS......

Por eso Dios les concederá misericordia (Romanos 11.31).

Luego de que haya entrado la plenitud de los gentiles (Romanos 11:25).

Y entonces todo Israel (bíblico o espiritual) será salvo (Romanos 11:26).

Por algo el mismísimo Jesús les dice a los vilipendiados escribas y fariseos hipócritas lo siguiente.

"PORQUE OS DIGO QUE DESDE AHORA NO ME VERÉIS, HASTA QUE DIGÁIS: BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR" (Mateo 23:39).

Y el mismísimo Jesús le dice al mismísimo Caifás y a los escribas y ancianos reunidos en el concilio lo siguiente.

"JESÚS LE DIJO: TÚ LO HAS DICHO; Y ADEMÁS OS DIGO , QUE DESDE AHORA VERÉIS AL HIJO DEL HOMBRE SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER DE DIOS, Y VINIENDO EN LAS NUBES DEL CIELO" (Mateo 26:64)

Saludos y Bendiciones!!
 
Re: El vidente del Apocalipsis

Estimado hermano en Cristo (NO SEPARADO):

Con todo el respeto que merece el pastor de la única (supuestamente) iglesia fundada por Jesús, la mujer de Apocalipsis 12:1 dificilmente podría representar a María, la madre del Redentor.

1) La mujer de Apocalipsis 12:1 sufre dolores de parto que son consecuencias del pecado de Eva que afectará a su descendencia según Génesis 3:16.

Sin embargo, de acuerdo con la misma doctrina de la iglesia católica, María es considerada sin pecado, inmaculada.

¿Y?
Cristo fue sin pecado y te aseguro que tuvo que sufrir las limitaciones del cuerpo humano


2) Apocalipsis 12:17 dice que el dragón se fue a hacer guerra contra la otra descendencia de la mujer.

Sin embargo, de acuerdo con la misma doctrina de la iglesia católica, María continuó siendo virgen, no tuvo más descendencia.

Precisamente en la cruz María es dada a la Iglesia (representada en el único apóstol que permaneción fiel) como madre de todos los creyentes. Así que fíjate tú si tiene descendencia

La opción que recibe el mayor apoyo exegético es la que entiende que la mujer de Apocalipsis 12:1 representa más bien a la nación de Israel.

La opción que recibe el mayor apoyo exegético a lo largo de 20 siglos de historia de la cristiandad es que esa mujer es la Iglesia, el Israel de Dios.
Pero hete aquí que María siempre ha sido vista como el puente santo entre Israel (ella era israelita) y la Iglesia (ella fue la primera en creer en el Mesías)

En el Antiguo Testamento aparece repetidamente veces la figura de Israel como una mujer con dolores de parto (Is. 26:17, 18; 66:7; Jer. 4:31; Mi, 4:10).

Incuestionablemente es la nación de Israel quien dio el Mesías al mundo (Romanos 9:5).

Algunos expositores dan por sentado que la otra descendencia de la mujer (Apocaliposis 12:7) si que representa a la comunidad cristiana.

Es necesario decir que el Antiguo Pacto no ha sido anulado ni reemplazado por el Nuevo Pacto.

Es necesario decir que no te has leído el libro de Hebreos:
Hb 8,13
Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Y a partir de ahí, lo que dices no tiene sentido. Israel se incorporará al Nuevo Pacto algún día. Pero mientras tanto, seguirá fuera del mismo