INTERCESIÓN DE MARÍA
María es la criatura más fiel, la más constantemente consentidora, la más exactamente correspondiente a Dios. Por eso es también la más creadora...............que?
María es madre porque Dios es Padre. Es la criatura en quien mejor pudo Dios mostrarse Padre.
Dios quiso tener necesidad de los hombres. Dios quiso depender de nosotros. La primera dependencia por Él querida, amada, consentida, fue Su dependencia de María. Le pidió que consintiera, que se dejara invadir y llenar por Dios, que no tuviera ya nada de ella, ni proyectos, ni porvenir, ni esposo, ni hijos, para tenerlo todo de Él y para darlo todo a los demás.
La Virgen se convirtió al mismo tiempo en madre de Dios y en madre de los hombres, en madre del Salvador y en madre de la redención. Es madre de todos nosotros porque es madre de Cristo cuyos miembros somos nosotros[/B].............oh! Dios Santo!
Cuando una mujer acepta que su hijo, ya mayor, marche al otro extremo del mundo a evangelizar a los paganos, lo da, y es entonces cuando se cumple su maternidad. Ensancha su maternidad a la dimensión del apostolado del hijo, porque acepta verlo servir enteramente a los demás. Entonces llega a ser verdaderamente su madre. María aceptó ser la madre de un hijo que NACERÍA sacerdote, que nacería misionero, que nacería Salvador que, desde su nacimiento, no existiría sino para servir a los demás. Desde el comienzo, desde el primer instante, no Lo tuvo... sino para los demás. Desde el primer instante, no pudo acogerlo sino... ¡en medio de una muchedumbre!
Si, para unirnos a Dios, es preciso unirnos asimismo, como ya sabemos, con nuestros hermanos, si para comulgar con Cristo es preciso haber aceptado nuestra comunión con toda su Iglesia, no será difícil comprender que tampoco había forma de ser la madre de Cristo sin ser la madre de todo su Cuerpo, la madre de los millones y millones de hombres y mujeres que, andando el tiempo, vendrían a agregarse a Él.
"Jesús, hasta en sus miembros, es el Hijo de María."
María, que fue la primera, después de la anunciación, en comenzar a recibir en ella el cuerpo de Cristo corpus Domini nostri Jesu Christi... , María, que fue la primera en "comulgar", debió saber mil veces mejor que nosotros que no Lo acogía a Él sólo, que no Lo recibía para ella sola, que nunca Lo tendría sólo para ella, porque Cristo nunca se pertenecería a Sí mismo.
Por definición, la madre del Salvador, era, desde el primer instante, lo que el mundo llama una madre sacrificada.
La maternidad física de María es un privilegio. Pero su maternidad sobrenatural, universal, es la misión más desgarradora que jamás haya sido propuesta a una criatura. María supo en seguida que tenía que aceptar ser la madre de los dolores. Incluso en los años infantiles, Jesús no sería "de ella". Ni sería ella quien Le enseñaría a ser hijo, sino Él quien le enseñaría a ser madre. E hija. A los doce años, Jesús le enseña lo que es la obediencia al Padre. La espada anunciada por Simeón, es su propio hijo quien comienza a hundírsela en el pecho.
Resulta impresionante ver la aparente dureza con que Jesús trata a María en el Evangelio. "Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte. ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos... ?". "Mujer, ¿ qué nos va a mí y a tí ?”..., etc.
Algunos comentadores han creído prudente edulcorar este rigor. Pero, ¿no será una visión harto superficial la que les induce a hacerlo? ¿No es mucho más hermoso comprender este rigor y, por consiguiente, no ver en él una desatención, sino el signo más cierto de la inteligencia absoluta que existía entre Jesús y María? Jesús sabía que, a su madre, podía pedirle aquello; que, de ella, podía esperar aquella fidelidad sin exigencias; que, con ella, podía atreverse... a prescindir de las explicaciones, de las mitigaciones, de los paliativos que los cortos alcances de los demás hacían necesarios.
¿Acaso no es con los seres que más entrañablemente amamos con los que osamos mostrarnos más adustos? ¿No es el signo del mayor amor el hecho de tratar a alguien con la misma audaz libertad con que nos tratamos a nosotros mismos? En fin, la comunión más íntima, ¿acaso no es la que apenas tiene necesidad de expresarse?
"La madre cree": he aquí lo que se decía Jesús cuando contemplaba a María sin decirle nada, aunque ¡con qué contento, con qué ternura! Semejante certidumbre constituía su único reposo en la tierra.
Y el silencio que el Evangelio observa con respecto a María, lejos de ser "inquietante”, constituye el homenaje más patente que Jesús podía rendirle.
De etapa en etapa, Jesús la condujo así, silenciosamente, a aceptar esa terrible voluntad de Dios que nunca es la nuestra. "He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí..." Toda la vida de María no es más que el prolongado eco de esta respuesta, de la que ha dimanado la salvación del mundo. Toda la vida de María es una renuncia a su hijo en beneficio del mundo. Por eso es la madre de todos nosotros.
Pero fue al pie de la Cruz donde llegó a ser totalmente madre. Porque fue allí donde más plenamente aceptó dar. "He aquí a tu amado siervo... ; hágase en nosotros..." Aquello que ella más entrañablemente amaba, María lo remitía al Padre y, con el mismo gesto, lo daba al mundo.
Y dándolo al mundo, abandonando el Hijo al mundo hacía del mundo un mundo de hijos y retornaba el mundo al Padre.
Fue en aquella hora cuando engendrándonos en el dolor a la vida del Hijo que ella nos daba, María se hizo plenamente madre nuestra. No había recibido sus "privilegios" sino para llegar a este sí. Por este su total consentimiento, María es la flor de nuestra humanidad: es la gran sierva, la que aceptó que todo le fuera hecho según la palabra del Señor.
Su intercesión es total: es la sierva de todas las gracias, de todas las intenciones de Dios..............que?
Y su acción es perpetua. Puesto que el Cuerpo de su Hijo sigue aún inacabado, su maternidad continúa. Hoy como ayer, engendra en el gozo de Belén y en el dolor del Calvario.