Justo L Gonzales, Historia del Cristianismo, (USA, Miami: UNILIT, 1994), 85:
A la larga algunas de las iglesias en las ciudades más importantes —como Alejandría y Constantinopla— inventaron sus propias leyendas acerca de sus orígenes apostólicos. Pero por lo pronto lo importante era sencillamente que todas las iglesias concordasen —frente a los gnósticos y a Marción— en lo esencial de la fe, y que varias de ellas pudieran mostrar que su propia doctrina era la que los apóstoles les habían enseñado.
Ya lo decía Tertuliano:
Aquellas iglesias, que, aunque no pueden presentar a ninguno de los Apóstoles o varones apostólicos como su fundador, siendo mucho más recientes, y que, de hecho, se fundan cada día, sin embargo, conspirando en la misma fe, no son menos consideradas apostólicas por la consanguinidad de la doctrina.
Tertuliano, Prescripciones contra todas las herejías, cap. 32. (ANF03, pág. 538)
Claramente eran consciente de que habían iglesias sin sucesión apóstolica pero que eso no hacía ni mmás ni menos a las iglesias.
Es bastante plausible que cuando las iglesias sin obispos-presbíteros finalmente los establecieron, lo hicieron a imitación de las iglesias que ya los tenían, pero muchas veces sin ningún nombramiento apostólico especial. —Raymond Brown, Priest and Bishop: Biblical Reflections, pág. 73
Ellos tienen los lugares, pero vosotros tenéis la fe apostólica. Aquellos que están en los lugares están fuera de la verdadera fe; vosotros, en cambio, estáis fuera de los lugares, pero la fe está dentro de vosotros. Discutamos qué es más importante, el lugar o la fe. Está claro que es la verdadera fe. Entonces, ¿quién ha perdido más o quién ha ganado más: el que tiene el lugar o el que tiene la fe? Un lugar sólo es bueno cuando en él se predica la fe apostólica. —Atanasio, Epistola filiis suis (Opera, ed. Guillon, vol. 3, pág. 411)
No deseamos aprobar nuestra Iglesia por la sucesión de los obispos, ni por la autoridad de los concilios, ni por la frecuencia de los milagros, ni por los sueños y las visiones. Todos estos acontecimientos que tienen lugar en la Iglesia católica deben ser aprobados por esta misma razón, es decir, porque suceden en ella; por lo tanto, no constituyen una prueba de su veracidad. —Agustín de Hipona, Cf. Carta a los católicos sobre la secta donatista, 19, 50.
La afirmación de que todos los obispos de la Iglesia cristiana primitiva podían remontar sus nombramientos u ordenaciones a los apóstoles carece sencillamente de pruebas: es imposible remontar con seguridad a cualquiera de los presbíteros-obispos a los Doce y sólo es posible remontar a algunos de ellos a apóstoles como Pablo. —Raymond Brown, Priest and Bishop: Biblical Reflections, pág. 73
No hay nada en la literatura neotestamentaria sobre un proceso regular de ordenación. Y a fortiori no hay nada que apoye la tesis de que, por una cadena de imposición de manos, cada presbítero-obispo local podría trazar un pedigrí de ordenación hasta «los apóstoles». —Raymond Brown, Episkopé and Episkopos: The New Testament Evidence
En ninguna parte de las Escrituras encontramos una palabra de Cristo que ordene a los apóstoles nombrar sucesores o transmitir su misión en forma de cargo episcopal o sacerdotal… el sentido de la sucesión apostólica reside en la proclamación íntegra y sin distorsiones del mensaje de Jesús, en la transmisión del Evangelio puro. —Michael Schmaus, Dogma, vol. 4, págs. 138-1399
Ni el Nuevo Testamento ni la historia cristiana primitiva ofrecen apoyo a una noción de sucesión apostólica como «una línea ininterrumpida de ordenación episcopal desde Cristo, pasando por los apóstoles y a lo largo de los siglos, hasta los obispos de hoy». —Francis A. Sullivan, From Apostles to Bishops, pág. 31
El concepto de sucesión se formuló claramente, como ha demostrado de modo impresionante von Campenhausen, en las polémicas antignósticas del siglo segundo; su finalidad era contraponer la verdadera tradición apostólica de la Iglesia a la tradición pseudoapostólica de la gnosis.... la sucesión no es nunca la toma de posesión de unos poderes oficiales que quedan a disposición del titular del cargo; es más bien la toma de posesión al servicio de la palabra, el oficio de dar testimonio de algo que se le ha confiado. —Benedicto XVI, God's Word: ScriptureTradition-Office, pags. 22-23.
Creo que ya basta