Compañeros de camino, seamos humildes y veamos con claridad que sólo somos obreros en la Obra de Dios, simples albañiles, y no planificadores; no somos los arquitectos que trazan las directrices.
No olvidemos que Arquitecto sólo hay Uno. Fijémoslo en nuestras mentes; no lo perdamos de vista.
Todos los elementos de la condición terrenal, de la interrelación de los seres humanos, de los pensamientos, las influencias y las energías de nuestro mundo en constante interacción, crean una tesitura muy compleja, indescriptiblemente compleja. Para que Dios obre bajo esta condición que la humanidad ha creado existe y debe existir la sutil infusión de luz que suavemente impulse y oriente el rumbo de todos esos elementos confluyendo, con cierto tiempo, hacia la armonía.
Dios usa cada fisura y grieta, cada hueco, recoveco y rendija para traer luz y verdad a nuestro oscurecido mundo. En este sentido, y únicamente en este sentido, puede decirse que Él es un oportunista, pues usa toda ocasión disponible para traer luz a este mundo, con una persistencia y una tenacidad indecibles. No hay oportunidad que Él no aproveche para hacer eso.
Su actuar es como el agua, hallando su camino pese a todo cuanto se le oponga, remansándose con paciencia, y mansamente presionando hasta reventar cualquier oposición, serpenteando si hace falta, filtrándose por los mínimos resquicios, grietas y hendiduras que existan dondequiera, pero agua que es luz, luz que ilumina y muestra el camino, no avalancha que destruye, sino luz que dulcemente se infiltra y deshace toda oscuridad.
Así es como obra la Voluntad de Dios, amigos, encontrando oportunidades aquí y allá, haciendo que la luz inunde la oscuridad, trayendo paz a quienes están en apuros, sabiduría a los confusos, a quienes están confundidos, consuelo y amor a quienes sufren y aguantan las penosas condiciones en que la vida les puso.
A medida que avancemos en nuestra vida, de un modo u otro, podremos ver cómo obra Dios, cuán sutil pero incontenible es su Plan para la salvación de la humanidad. Podemos confiar en Su quehacer, pero cooperemos con Él y, como dice el refrán “a Dios orando y con el mazo dando”. Mantengámonos siempre amando. Pues amar es Su puro verbo, y amando, sin duda estamos en Su corriente.
Esta infusión de luz en nuestro mundo está ocurriendo en todas partes. En cada circunstancia de este mundo Dios está obrando para traer cambio y luz, para elevarnos hacia la luz. Y si tú buscas servir a Dios, no limites tu servicio mediante juicios, estimaciones o conceptos sobre cómo Dios obrará Su Voluntad y Su Verdad en este mundo; no trates de prever cómo se pueden lograr estas cosas, porque no somos arquitectos, sino obreros, albañiles a lo sumo, y a menudo es sorprendente cómo Dios logra Sus fines. Y con frecuencia también es sorprendente a quién puede usar Él.
Alguien que a nuestro juicio o criterio quizá parezca ‘no apto’, puede ser elegido por Dios para servir de alguna manera, para traer un cambio, algo de luz a una situación o circunstancia dada. Dios obra con suma discreción, por así decirlo, anónimamente, si lo prefieres. A menudo Sus esfuerzos no son directos, sino que se manifiestan de maneras imprevisibles y sinuosas. Debido al poder y al don que la humanidad posee con el libre albedrío, es difícil que la Voluntad de Dios se cumpla de manera directa en nuestro mundo, por lo que las sendas que usa son sutiles y anfractuosas. Sin embargo, con paciencia y perseverancia, la directiva alcanza su objetivo y la intención que Él tenía se realiza.
A veces vemos una solución obvia, una solución que, caso de implementarse, sería muy efectiva, pero no vemos que las más de las veces existen demasiadas barreras que obstaculizan esa posibilidad. Muchísimas voluntades libres. Él sí las ve: Él sí ve esas mil barreras, y no las rompe; no las violenta ni las aplasta. Las rodea, como el agua…
Por lo que a nosotros respecta, con oración, humildad, con paciencia y fe, hallaremos la salida, sorteando las barreras, zigzagueando entre las condiciones (la terca condición humana) y encontrando nuestro camino hacia la meta, camino hacia Su cada vez más íntima compañía.
Así pues, no subestimemos el poder de la Voluntad de Dios, pero tampoco sobrestimemos el de la nuestra; somos no más que peones bajo Su mando, humildes obreros que se atienen a Sus directrices, poniendo bloque tras bloque, día tras día, en el cimiento de amor que ha de circundar nuestro sitio en este mundo, ahí donde Él nos haya puesto.
Cuando oramos para ser usados en el servicio a Su Plan, como instrumentos de Su Voluntad, lo que Dios nos pide puede no ser tan directo, ni claro, ni obvio. Puede ser sutil, quizá que pronuncies una buena palabra aquí, un saludo a tu vecina, quizá un toque allá, en el hombro de tu compañero, o quizá simplemente que camines por los pasillos de algún lugar, un hospital, una residencia de ancianos, un consistorio, una biblioteca, o las aceras de tu ciudad, usándonos como Su canal para que la luz fluya a través de nosotros y afecte y cambie diversas condiciones según pasamos. No nos hacemos idea del poder transformador que porta alguien que simplemente ama…
Algún día en el futuro lo constataremos. Pero ahora que no lo vemos, tengamos fe y practiquemos; no más que amar… Por eso la humildad es tan importante, estimado obrero.
Deja que el Arquitecto te guíe, y bajo Sus directrices, camina confiado, pues Él te usará, y entonces bajo Su mano estarás.
No olvidemos que Arquitecto sólo hay Uno. Fijémoslo en nuestras mentes; no lo perdamos de vista.
Todos los elementos de la condición terrenal, de la interrelación de los seres humanos, de los pensamientos, las influencias y las energías de nuestro mundo en constante interacción, crean una tesitura muy compleja, indescriptiblemente compleja. Para que Dios obre bajo esta condición que la humanidad ha creado existe y debe existir la sutil infusión de luz que suavemente impulse y oriente el rumbo de todos esos elementos confluyendo, con cierto tiempo, hacia la armonía.
Dios usa cada fisura y grieta, cada hueco, recoveco y rendija para traer luz y verdad a nuestro oscurecido mundo. En este sentido, y únicamente en este sentido, puede decirse que Él es un oportunista, pues usa toda ocasión disponible para traer luz a este mundo, con una persistencia y una tenacidad indecibles. No hay oportunidad que Él no aproveche para hacer eso.
Su actuar es como el agua, hallando su camino pese a todo cuanto se le oponga, remansándose con paciencia, y mansamente presionando hasta reventar cualquier oposición, serpenteando si hace falta, filtrándose por los mínimos resquicios, grietas y hendiduras que existan dondequiera, pero agua que es luz, luz que ilumina y muestra el camino, no avalancha que destruye, sino luz que dulcemente se infiltra y deshace toda oscuridad.
Así es como obra la Voluntad de Dios, amigos, encontrando oportunidades aquí y allá, haciendo que la luz inunde la oscuridad, trayendo paz a quienes están en apuros, sabiduría a los confusos, a quienes están confundidos, consuelo y amor a quienes sufren y aguantan las penosas condiciones en que la vida les puso.
A medida que avancemos en nuestra vida, de un modo u otro, podremos ver cómo obra Dios, cuán sutil pero incontenible es su Plan para la salvación de la humanidad. Podemos confiar en Su quehacer, pero cooperemos con Él y, como dice el refrán “a Dios orando y con el mazo dando”. Mantengámonos siempre amando. Pues amar es Su puro verbo, y amando, sin duda estamos en Su corriente.
Esta infusión de luz en nuestro mundo está ocurriendo en todas partes. En cada circunstancia de este mundo Dios está obrando para traer cambio y luz, para elevarnos hacia la luz. Y si tú buscas servir a Dios, no limites tu servicio mediante juicios, estimaciones o conceptos sobre cómo Dios obrará Su Voluntad y Su Verdad en este mundo; no trates de prever cómo se pueden lograr estas cosas, porque no somos arquitectos, sino obreros, albañiles a lo sumo, y a menudo es sorprendente cómo Dios logra Sus fines. Y con frecuencia también es sorprendente a quién puede usar Él.
Alguien que a nuestro juicio o criterio quizá parezca ‘no apto’, puede ser elegido por Dios para servir de alguna manera, para traer un cambio, algo de luz a una situación o circunstancia dada. Dios obra con suma discreción, por así decirlo, anónimamente, si lo prefieres. A menudo Sus esfuerzos no son directos, sino que se manifiestan de maneras imprevisibles y sinuosas. Debido al poder y al don que la humanidad posee con el libre albedrío, es difícil que la Voluntad de Dios se cumpla de manera directa en nuestro mundo, por lo que las sendas que usa son sutiles y anfractuosas. Sin embargo, con paciencia y perseverancia, la directiva alcanza su objetivo y la intención que Él tenía se realiza.
A veces vemos una solución obvia, una solución que, caso de implementarse, sería muy efectiva, pero no vemos que las más de las veces existen demasiadas barreras que obstaculizan esa posibilidad. Muchísimas voluntades libres. Él sí las ve: Él sí ve esas mil barreras, y no las rompe; no las violenta ni las aplasta. Las rodea, como el agua…
Por lo que a nosotros respecta, con oración, humildad, con paciencia y fe, hallaremos la salida, sorteando las barreras, zigzagueando entre las condiciones (la terca condición humana) y encontrando nuestro camino hacia la meta, camino hacia Su cada vez más íntima compañía.
Así pues, no subestimemos el poder de la Voluntad de Dios, pero tampoco sobrestimemos el de la nuestra; somos no más que peones bajo Su mando, humildes obreros que se atienen a Sus directrices, poniendo bloque tras bloque, día tras día, en el cimiento de amor que ha de circundar nuestro sitio en este mundo, ahí donde Él nos haya puesto.
Cuando oramos para ser usados en el servicio a Su Plan, como instrumentos de Su Voluntad, lo que Dios nos pide puede no ser tan directo, ni claro, ni obvio. Puede ser sutil, quizá que pronuncies una buena palabra aquí, un saludo a tu vecina, quizá un toque allá, en el hombro de tu compañero, o quizá simplemente que camines por los pasillos de algún lugar, un hospital, una residencia de ancianos, un consistorio, una biblioteca, o las aceras de tu ciudad, usándonos como Su canal para que la luz fluya a través de nosotros y afecte y cambie diversas condiciones según pasamos. No nos hacemos idea del poder transformador que porta alguien que simplemente ama…
Algún día en el futuro lo constataremos. Pero ahora que no lo vemos, tengamos fe y practiquemos; no más que amar… Por eso la humildad es tan importante, estimado obrero.
Deja que el Arquitecto te guíe, y bajo Sus directrices, camina confiado, pues Él te usará, y entonces bajo Su mano estarás.