¿Quién podrá ver al Señor?

Aída Morales

Recién registrado
6 Agosto 2025
2
0
Hebreos 12:14 dice: "Sin santidad, nadie verá al Señor."
La sangre del Señor Jesús ha perdonado nuestros pecados, pero aún seguimos pecando y ofendiendo a Dios con frecuencia.
Entonces, cuando el Señor regrese, ¿podremos ser arrebatados y entrar en el Reino de los Cielos?
 
Hebreos 12:14 dice: "Sin santidad, nadie verá al Señor."
La sangre del Señor Jesús ha perdonado nuestros pecados, pero aún seguimos pecando y ofendiendo a Dios con frecuencia.
Entonces, cuando el Señor regrese, ¿podremos ser arrebatados y entrar en el Reino de los Cielos?

Bienvenida al Foro.

Su reflexión forma parte de la lucha espiritual continua que experimenta todo nacido de nuevo.
El apóstol Pablo confiesa: “Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). Esta no es una excusa, sino una expresión de dolor. El hombre espiritual no se acomoda al pecado, lo detesta. Su conflicto no es señal de hipocresía, sino de santidad en proceso.

Pablo no dice: “me siento cómodo con mis impulsos carnales”, sino: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (v.24). Esta exclamación revela que el pecado no reina en él, aunque aún lo asedia. La carne desea lo que es contrario al Espíritu, pero el Espíritu también se opone eficazmente a la carne (Gál. 5:17). Esta oposición es señal de que el creyente no está abandonado, sino activamente asistido por Dios.

Pedro, consciente del mismo problema en el creyente nos dice:

1Pe 2:11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,

La respuesta a su inquietud no está en minimizar la santidad, sino en entenderla a la luz del evangelio completo, el cual posee la santidad posicional en Cristo.

Jesús mismo oró: “Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:19). Esta santificación no es meramente ética, sino posicional: hemos sido apartados para Dios por medio de la obra de Cristo. No es nuestra perfección moral la que nos hace aceptos, sino nuestra unión con el Santo (1Cor.6:17; Ef.5:30).

Pablo afirma que los creyentes son “santos y fieles en Cristo Jesús” (Ef. 1:1), no por sus méritos, sino por su posición en Él.

Esta santidad posicional es el fundamento sobre el cual se edifica la santidad práctica.
2Ti 2:13 Si fuéremos infieles, él permanece fiel;

Él no puede negarse a sí mismo.

Zacarías 3:9 profetiza que “quitaré la iniquidad de esta tierra en un solo día”, anticipando el poder de la sangre del Cordero. Juan el Bautista lo proclama: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Pedro añade que fuimos redimidos “con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha” (1P. 1:18–20).

Esta sangre no tiene fecha de caducidad. Su eficacia no depende de nuestra constancia, sino de Su suficiencia. El pecado confesado es pecado perdonado (1Jn. 1:9), y el creyente permanece limpio ante Dios por la obra consumada de Cristo.


Cuando pecamos, no quedamos desamparados. “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1Jn. 2:1). Cristo no solo murió por nosotros, sino que vive para interceder por nosotros (Heb. 7:25). Su ministerio sacerdotal es continuo, eficaz y lleno de gracia.

La santidad que Dios exige es provista por el mismo Dios en Cristo. No es una meta que alcanzamos por esfuerzo humano, sino una realidad que recibimos por fe y que se manifiesta progresivamente en nuestra vida.

¿Podremos ver al Señor?

Sí, por la gracia de Dios en Cristo Jesús. No porque seamos impecables, sino porque hemos sido lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios (1Co. 6:11).

La santidad sin la cual nadie verá al Señor no es una perfección humana, sino una participación en la santidad de Cristo. Quien ha creído en Él, ha sido hecho santo en Él, y está siendo transformado por Él.


Por tanto, sigamos buscando la paz y la santidad, no para merecer el Reino, sino porque ya hemos sido hechos ciudadanos del Reino de los cielos por la sangre del Rey.

Adelante con Cristo.
 
  • Like
Reacciones: Aída Morales