La belleza es un don divino. Todo el mundo, aunque sea de manera subconsciente, ve lo bello como bueno y lo feo como malo. Está escrito en nuestros genes. La belleza nos resulta agradable, nos da alegría, serenidad, armonía, confianza. Por el contrario, la fealdad nos resulta desagradable, nos genera tristeza, horror, desconfianza.
Sin embargo, en las iglesias cristianas, así como en la sociedad actual, se tiende a infravalorar la belleza, incluso hasta despreciarla. Claro síntoma de decadencia moral.
Los católicos aún mantienen la importancia de la belleza en sus templos y catedrales, cosa que heredaron, como tantas otras cosas, del antiguo paganismo grecorromano, los cuales sí entendían y daban vital importancia a la belleza, en todos los aspectos. Sin embargo los protestantes lo tachan de ostentación y opulencia.
Lo mismo se aplica al cuerpo. Los cristianos, tanto católicos como protestantes, suelen ver mal darle importancia al aspecto físico, incluso muchos tienden a ensalzar la fealdad, siendo totalmente incongruentes con nuestra naturaleza. En cambio, en la antigua Grecia o Roma el cuerpo era objeto de culto, porque entendían perfectamente la importancia que tiene en todos los ámbitos.
Una persona, sea hombre o mujer, si quiere crecer y perfeccionarse, debe cuidar también su aspecto físico. Así como otras cualidades interiores son signos de Dios, la belleza también lo es. Los cristianos deben ser conscientes de ello y darle la importancia que se merece.
Sin embargo, en las iglesias cristianas, así como en la sociedad actual, se tiende a infravalorar la belleza, incluso hasta despreciarla. Claro síntoma de decadencia moral.
Los católicos aún mantienen la importancia de la belleza en sus templos y catedrales, cosa que heredaron, como tantas otras cosas, del antiguo paganismo grecorromano, los cuales sí entendían y daban vital importancia a la belleza, en todos los aspectos. Sin embargo los protestantes lo tachan de ostentación y opulencia.
Lo mismo se aplica al cuerpo. Los cristianos, tanto católicos como protestantes, suelen ver mal darle importancia al aspecto físico, incluso muchos tienden a ensalzar la fealdad, siendo totalmente incongruentes con nuestra naturaleza. En cambio, en la antigua Grecia o Roma el cuerpo era objeto de culto, porque entendían perfectamente la importancia que tiene en todos los ámbitos.
Una persona, sea hombre o mujer, si quiere crecer y perfeccionarse, debe cuidar también su aspecto físico. Así como otras cualidades interiores son signos de Dios, la belleza también lo es. Los cristianos deben ser conscientes de ello y darle la importancia que se merece.