Colaborar también significa "laborar junto a alguien" "laborar en conjunto con alguien".
Colaboramos con el Salvador no porque Él nos necesite, sino porque Él nos llamó a colaborar y es lo que espera de nosotros.
La escritura de los textos sagrados, los ministerios, las predicaciones, todo es ejecutado por humanos para humanos.
En el contexto de mi respuesta, el enfoque ya provenía de la primera parte de ella, cuando replicaba al forista '
profeta de no se donde... '
¿A qué Evangelio te refieres?'. Bajo ese contexto decía y sostengo, que el Reino de Dios no necesita ayuda de nadie ahora en la actualidad, puesto que quienes ayudaron a aquél efecto fueron precisamente escogidos y seleccionados por Dios mismo para tal efecto, ejemplo de ello fueron, los Apóstoles, maestros, evangelistas como Bernabé, Tito, Lucas, entre otros mencionados en el Nuevo Pacto a quienes el Señor apartó para el 'Ministerio de La Palabra'. Aquél Ministerio ya fue consumado, La Palabra de Jesús ha sido proclamada y difundida por el mundo entero. Ése es 'El Reino de Dios' que hoy por hoy no necesita de colaboración alguna puesto que ya lo tenemos, toca pues solamente oírlo (circuncisidados los oídos, por supuesto), temerlo, obedecerlo y esperar con fe y esperanza de ser tenidos por dignos de alcanzar entrar por la puerta estrecha...
He aquí el Reino de Dios está entre nosotros y los hombres no lo ven...
El Reino de Dios es eso que llaman 'Nuevo Testamento'. Si alguna colaboración requiere Éste, tal vez sería de que los que se creen colaboradores, al pararse en sus podios donde predican sus sueños, abrieran Ése Nuevo Testamento (Reino de Dios) y comenzaran a leerlo desde el amanecer hasta el medio día, le aseguro que no habría mejor colaboración que esa, pero no lo hacen, cuentan sus sueños.
El profeta y escriba diligente Esdras leía La Ley de Dios por seis horas seguidas, pero a estos colaboradores no les gusta leer sino soñar...
Nehemías 8:1-8
[1]y
se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas,
y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel.
[2]
Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación,
así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo.
[3]
Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas,
desde el alba hasta el mediodía,
en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender;
y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.
[4]
Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello, y junto a él estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías a su mano derecha; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam.
[5]
Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento.
[6]
Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande.
Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos;
y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra.
[7]
Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía,
hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar.
[8]
Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.
En toda La Escritura no hay pasaje más hermoso y revelador que éste, pero ¡qué tardos somos para oír!
Cordial saludo.