“… Porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se conviertan a la locura”
Salmo 85:8
Salmo 85:8
Mucho me temo que me dejé estar y este mensaje esté llegando tarde. Tras algo más de un año de la pandemia, individuos y colectivos humanos están dando ya muestras de insania. Los casos son de los más variados en todo el mundo, culminando algunos con asesinatos y el suicidio.
Son muchos los que miran las vacunas como si fuera la salvación, desesperándose unos por no alcanzar todavía a ser vacunados, y otros por las dudas generadas por los medios con noticias contradictorias sobre la eficacia o peligrosidad de algunas de ellas.
Al temor a la enfermedad, se agrega el desempleo; desabastecimiento; hambre; la educación no presencial; la saturación de internados en los hospitales; la falta de camas, aparatos y personal médico para asistir a los enfermos, etc.
Todos parecen poner su esperanza en el viejo dicho “Siempre que llovió paró”, pero es el caso que una ola que sucede a la anterior, es peor todavía en el número de infestados y víctimas mortales.
Para nada sugiero que estemos pasando por los juicios apocalípticos (Ap 6:8), pero sí que en el accionar de Dios por los pecados de los hombres, descubrimos en las Sagradas Escrituras castigos previos y menores como avisos de los mayores que luego vendrán.
Sociedades y gobiernos corruptos aprueban leyes que legalizan la perversión sexual, el aborto y hasta la misma eutanasia, ¿y acaso creemos que Dios se mantendrá impasible ante tanta injusticia y abuso?
Sabemos que únicamente el arrepentimiento y la conversión pueden volvernos el favor de Dios, pero antes de clamar a Él, el hombre moderno llegará a retorcerse de dolor y blasfemar contra el Eterno (Ap 16:9-11; 21).
Bueno, hasta aquí llego, por ahora.
Saludos cordiales