De hecho, no solo la fe es un don de Dios, sino que el arrepentimiento también. “A éste Dios exaltó a su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados” (Hch. 5:31). “Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida” (Hch. 11:18). “Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos… por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad” (2 Tim. 2:24-25).