La Biblia: un libro bajo ataque constante

27 Enero 2012
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Les voy a compartir unos artículos muy interesantes que he encontrado sobre la oposición que la Biblia ha recibido durante diferentes épocas de la humanidad.

La Biblia bajo ataque

La colección de textos que conocemos como la Biblia, o las Santas Escrituras, se escribió en un período de más de mil seiscientos años. La primera parte fue redactada por Moisés; la última fue escrita alrededor de cien años después del nacimiento de Jesucristo por uno de sus apóstoles.

Los intentos de silenciar las Escrituras tienen una larga historia, desde mucho antes de nuestra era, pasando por la Edad Media, hasta el presente. Uno de tales episodios data de los tiempos del profeta Jeremías, quien vivió seis siglos antes del nacimiento de Jesucristo.

Ataque contra un mensaje impopular


Dios mandó a Jeremías que escribiera en un rollo un mensaje en el que condenaba la conducta de los habitantes de la antigua Judá y les advertía que su ciudad capital, Jerusalén, sería destruida si no se volvían de su mal camino. Baruc, el secretario de Jeremías, entró en el templo de Jerusalén y leyó del rollo en voz alta a oídos del pueblo. Después lo leyó en presencia de los príncipes de Judá, quienes llevaron el rollo al rey Jehoiaquim. Disgustado por el mensaje que oyó, el monarca rasgó el rollo en pedazos y lo arrojó al fuego (Jeremías 36:1-23).

Enseguida, Dios ordenó a Jeremías: “Vuelve a tomar para ti un rollo, otro, y escribe en él todas las primeras palabras que resultaron estar en el primer rollo, que Jehoiaquim el rey de Judá quemó” (Jeremías 36:28). Diecisiete años más tarde, tal y como lo había anunciado Dios por medio de su profeta, Jerusalén fue destruida, un buen número de sus dignatarios fueron muertos y sus habitantes fueron llevados al exilio en Babilonia. Tanto el mensaje de aquel rollo como el relato del ataque de que fue objeto subsisten en el libro bíblico de Jeremías.

Prosigue la quema de las Escrituras

Jehoiaquim no fue el único personaje de tiempos precristianos que trató de quemar la Palabra de Dios. Tras la fragmentación del Imperio griego, Israel cayó bajo el dominio seléucida. Uno de los reyes de esta dinastía, Antíoco Epífanes (que gobernó desde 175 hasta 164 antes de nuestra era), vio en la cultura griega, o helenística, un vehículo de unión de su imperio; por este motivo trató de imponer la religión, las costumbres y los usos griegos a los judíos.
Alrededor del año 168, el rey saqueó el templo de Jehová y levantó sobre el altar original uno dedicado al dios griego Zeus. Además, prohibió a los judíos observar el sábado y circuncidar a sus hijos, so pena de muerte.
Un elemento de aquella persecución religiosa fue el deseo de Antíoco de eliminar por completo los rollos de la Ley. Sin embargo, aunque su campaña se extendió por los confines de Israel, no consiguió destruir todas las copias de las Escrituras Hebreas. Es probable que algunos rollos se mantuvieran cuidadosamente ocultos y se libraran de las llamas; y es sabido que las colonias de judíos que residían fuera de Palestina conservaron copias de las Santas Escrituras.

El edicto de Diocleciano

Otro destacado gobernante que se empeñó en destruir las Escrituras fue el emperador romano Diocleciano. En el año 303 de nuestra era promulgó una serie de edictos cada vez más severos contra los cristianos, provocando lo que algunos historiadores denominan “la Gran Persecución”. El primer edicto ordenó el derribo de los lugares de reunión de los cristianos y la quema de las Escrituras. Harry Y. Gamble, profesor de Estudios Religiosos de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), escribió: “Diocleciano dio por descontado que toda comunidad cristiana, dondequiera que se hallara, poseía una colección de libros, y sabía que estos eran indispensables para su existencia”. El historiador eclesiástico Eusebio de Cesarea (Palestina), que vivió en aquel entonces, escribió: “Con nuestros propios ojos hemos visto las casas de oración, desde la cumbre a los cimientos, enteramente arrasadas, y las divinas y sagradas Escrituras entregadas al fuego en medio de las plazas públicas”.

Tres meses después del primer edicto de Diocleciano, el gobernador de Cirta (ciudad del norte de África conocida hoy como Constantina) ordenó a los cristianos que entregaran todos sus “escritos de la ley” y sus “copias de las escrituras”. Existen testimonios sobre cristianos que prefirieron la tortura y la muerte antes que entregar sus biblias para que las destruyeran.

El objetivo de los ataques

Las acciones de Jehoiaquim, Antíoco y Diocleciano coincidieron en un mismo objetivo: borrar todo rastro de la Palabra de Dios, sí, aniquilarla por completo. No obstante, la Biblia sobrevivió a todos los intentos de destruirla. Aunque los emperadores romanos que sucedieron a Diocleciano empezaron a declararse cristianos, los ataques contra la Biblia continuaron. ¿Por qué razón?
Pues bien, las autoridades civiles, y más adelante también las eclesiásticas, afirmaban que las quemas no tenían como objeto destruir la Biblia, sino más bien evitar que cayera en manos de la gente común. Pero ¿por qué querría hacer algo así la jerarquía de la Iglesia? ¿Y hasta qué extremos llegaron con tal de impedir su lectura?


Desspués continúo. Espero les ayuden a entender todo lo que ha pasado la Biblia para llegar hasta nosotros, y conozcan muchos de sus "falsos amigos".
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Señoras y señores, ¿cómo se atreven los TTJJ a usar un libro que fue configurado de la cristiandad para -tratar de- combatir la cristiandad?

Deberían los jiovistas QUITAR sus malditas manos de un libro que NO les pertenece.​
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Vean por ejemplo, estos hechos históricos relacionados con los ataques a las Escrituras:

c. 636 e.c.: Isidoro de Sevilla sostiene que el hebreo, el griego y el latín son lenguas “sagradas” y, por lo tanto, las únicas adecuadas para la Santa Biblia.

1079: El papa Gregorio VII deniega rotundamente la petición de Vratislao de realizar los oficios religiosos en eslavo, argumentando que los “espíritus vulgares” no deben tener acceso a las Escrituras.

1199: El papa Inocencio III califica de hereje a cualquiera que ose traducir la Biblia y hablar de ella. A menudo, quienes desacatan la orden papal son torturados y muertos.

1546: El Concilio de Trento decreta que solo se pueden imprimir versiones de la Biblia si cuentan con la aprobación de la Iglesia.

1559: El papa Pablo IV prohíbe poseer biblias en lenguas vernáculas. Estas son confiscadas y luego quemadas, muchas veces junto con sus dueños.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Intentan evitar que la Palabra de Dios llegue a las masas

CONFORME fue pasando el tiempo, se emprendió la traducción de la Biblia a los idiomas que se usaban corrientemente. Pocas personas podían leerla en el hebreo y el griego en que fue escrita. De hecho, la mayoría de nosotros tendría dificultad para comprender la Palabra de Dios si solo se divulgara en las formas antiguas de dichas lenguas.

Casi trescientos años antes de que Jesús viviera en la Tierra, se comenzaron a traducir las Escrituras Hebreas al griego. Esa traducción llegó a conocerse con el nombre de Septuaginta o Versión de los Setenta. Siete siglos más tarde, Jerónimo realizó su célebre versión de las Escrituras Hebreas y Griegas al latín, la lengua común del Imperio romano. Su obra se conoce como la Vulgata.

Con los años, el latín fue perdiendo su importancia como lengua hablada, hasta el punto de que solo lo conocía la gente bien educada. La Iglesia Católica se opuso a los intentos por trasladar la Biblia a otras lenguas, argumentando que los únicos idiomas adecuados eran el hebreo, el griego y el latín. Esta idea parece haber nacido de los escritos del obispo español Isidoro de Sevilla (560-636), quien sostuvo: “Tres son las lenguas sagradas: la hebrea, la griega y la latina, que de una manera especial destacan en todo el mundo. En esas tres lenguas escribió Pilatos sobre la cruz del Señor la causa de su muerte”. Téngase en cuenta que ese rótulo se colocó en estos tres idiomas por decisión de los romanos paganos, no por orden divina.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Las divisiones de la Iglesia y la traducción bíblica

En el siglo IX, dos misioneros de Tesalónica llamados Metodio y Cirilo, actuando en representación de la Iglesia oriental bizantina, fomentaron el uso de la lengua eslava en la liturgia. Su finalidad era que los pueblos eslavos del este de Europa, que no entendían griego ni latín, aprendieran de Dios en su propia lengua.

No obstante, ambos misioneros tuvieron que hacer frente a la feroz oposición del clero alemán, que intentaba imponer el latín como barrera defensiva contra el creciente influjo del cristianismo bizantino. Obviamente, para la Iglesia pesaba más el poder que la instrucción religiosa de la gente. Las tensiones cada vez mayores entre las ramas oriental y occidental de la cristiandad desembocaron en 1054 en la separación entre el catolicismo romano y la ortodoxia oriental.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

La lucha contra la traducción de la Biblia

Finalmente, el catolicismo elevó el latín a la categoría de lengua santa. Por esta razón, cuando Vratislao, duque de Bohemia, le pidió permiso en 1079 al papa Gregorio VII para realizar los oficios religiosos en eslavo, este le respondió: “Nos es imposible acceder a vuestra demanda”. ¿Por qué?

“Dios ha querido que la sagrada Escritura fuese oscura en muchos lugares —prosiguió el Papa— para que, siendo sobrado sencilla y clara, no suministrase motivo de error a espíritus vulgares presuntuosos.”

El clero limitó gravemente el acceso de la gente común a la Biblia y se aseguró de que así se quedaran las cosas. Esta situación le confirió poder sobre las masas. No quería que el vulgo incursionara en dominios que consideraba suyos.

En 1199, el papa Inocencio III calificó de “herejes” a quienes osaron traducir la Biblia al francés y discutirla entre ellos, y les aplicó estas palabras de Jesús: “No den lo santo a los perros, ni tiren sus perlas delante de los cerdos” (Mateo 7:6). ¿Qué pretendía el Papa con este argumento? “Que ningún simple e indocto presuma tocar a la sublimidad de la Sagrada Escritura ni predicarla a otros”, escribió. A menudo, los que contravenían su decreto eran entregados a los inquisidores, quienes los torturaban para que confesaran. Los que se negaban a retractarse eran quemados vivos.

Durante la larga batalla en torno al derecho de poseer y leer la Biblia se citó con frecuencia esta epístola papal como apoyo para prohibir el empleo y la traducción de las Sagradas Escrituras. Poco después de promulgado el decreto de Inocencio, comenzó la quema de biblias en lenguas vernáculas y, en ocasiones, también de algunos de sus dueños. En siglos subsiguientes, los obispos y gobernantes de la Europa católica procuraron por todos los medios hacer cumplir la prohibición papal.

La jerarquía católica sabía perfectamente que gran parte de sus enseñanzas no se fundaban en la Biblia, sino en la tradición eclesiástica. Esta fue, sin duda, una de las razones de su renuencia a dejar que los fieles tuvieran acceso a ella. Si estos la leían, se darían cuenta de la incompatibilidad que había entre las doctrinas de la Iglesia y las Escrituras.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Efectos de la Reforma

La llegada del protestantismo cambió el panorama religioso de Europa. Los intentos de Martín Lutero de reformar la Iglesia Católica y su posterior ruptura con ella en 1521 se debieron esencialmente a la comprensión que tenía de la Biblia. Tras el rompimiento, Lutero utilizó su talento como traductor para hacerla accesible al público.

La Biblia alemana de Lutero tuvo una amplia difusión. Este hecho no le pasó inadvertido a la Iglesia, que juzgó conveniente publicar como contrapartida una traducción que tuviera su aprobación. Y pronto aparecieron dos. Pero menos de veinticinco años después, en 1546, el Concilio de Trento determinó que nadie, aparte de la Iglesia Católica, podía imprimir libros religiosos, incluidas las traducciones de la Biblia.

El concilio decretó: “Que en adelante la Sagrada Escritura [...] se imprima de la manera más correcta posible, y a nadie sea lícito imprimir o hacer imprimir cualesquiera libros sobre materias sagradas sin el nombre del autor, ni venderlos en lo futuro ni tampoco retenerlos consigo, si primero no hubieren sido examinados y aprobados por el [obispo diocesano]”.

En 1559, el papa Pablo IV promulgó el primer índice de libros prohibidos por la Iglesia Católica, el cual condenaba la posesión de biblias en alemán, español, francés, holandés, inglés e italiano, así como algunas en latín. Cualquiera que quisiera leer la Biblia debía obtener permiso escrito de los obispos o los inquisidores, una perspectiva nada halagüeña para quien deseara mantenerse a salvo de las sospechas de herejía.

Los que se atrevían a poseer una Biblia o a distribuirla en su propio idioma se acarreaban la ira de la Iglesia. Muchos fueron arrestados, quemados en la hoguera, asados en varas, condenados a cadena perpetua o sentenciados a las galeras. Las biblias confiscadas se quemaban. De hecho, los sacerdotes siguieron confiscando y quemando biblias hasta bien entrado el siglo XX.

Lo anterior no quiere decir que el protestantismo haya sido un verdadero amigo y defensor de la Biblia. En los siglos XVIII y XIX, varios teólogos protestantes promovieron ciertos métodos de estudio que llegaron a ser conocidos como la alta crítica. Con el tiempo, mucha gente aceptó enseñanzas que estaban influidas por la teoría darwinista, según la cual la vida apareció por azar y evolucionó sin la intervención de un Creador.

Los teólogos, y buena parte del clero, enseñaron que la Biblia se basa principalmente en mitos y leyendas. Por eso, no es extraño oír decir tanto a clérigos protestantes como a muchos de sus feligreses que la Biblia no es un libro histórico.
Tal vez, usted mismo haya observado actitudes críticas hacia la autenticidad de la Biblia, y a lo mejor le sorprenda enterarse de los intentos realizados en siglos pasados para destruirla. Pero la Biblia ha salido vencedora de todos los ataques enemigos.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

La razón de su supervivencia

Es cierto que muchas personas han amado la Biblia y han estado dispuestas a defenderla con su vida; sin embargo, la clave de su supervivencia reside en una fuerza mucho más poderosa que el amor humano. Esa fuerza es el espíritu santo, mediante el cual Dios inspiró a los hombres que participaron en su escritura (Isaías 40:8; 1 Pedro 1:25).

Leer y aplicar las enseñanzas bíblicas mejorará nuestra vida y la de nuestra familia, incluso nuestra salud. Es la voluntad de Dios que su Palabra perdure y que sea vertida al mayor número posible de idiomas para dar a los seres humanos la oportunidad de amarlo, servirle y gozar en el futuro de bendiciones eternas. Y eso es lo que todos queremos, ¿no es verdad?

Jesús dijo en oración a su Padre: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Las Escrituras —las mismas que Jesús leyó y enseñó— son el medio por el cual Dios responde a las preguntas que las personas sinceras se plantean.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

La lucha contra la traducción de la Biblia

Finalmente, el catolicismo elevó el latín a la categoría de lengua santa. Por esta razón, cuando Vratislao, duque de Bohemia, le pidió permiso en 1079 al papa Gregorio VII para realizar los oficios religiosos en eslavo, este le respondió: “Nos es imposible acceder a vuestra demanda”. ¿Por qué?

“Dios ha querido que la sagrada Escritura fuese oscura en muchos lugares —prosiguió el Papa— para que, siendo sobrado sencilla y clara, no suministrase motivo de error a espíritus vulgares presuntuosos.”

El clero limitó gravemente el acceso de la gente común a la Biblia y se aseguró de que así se quedaran las cosas. Esta situación le confirió poder sobre las masas. No quería que el vulgo incursionara en dominios que consideraba suyos.

En 1199, el papa Inocencio III calificó de “herejes” a quienes osaron traducir la Biblia al francés y discutirla entre ellos, y les aplicó estas palabras de Jesús: “No den lo santo a los perros, ni tiren sus perlas delante de los cerdos” (Mateo 7:6). ¿Qué pretendía el Papa con este argumento? “Que ningún simple e indocto presuma tocar a la sublimidad de la Sagrada Escritura ni predicarla a otros”, escribió. A menudo, los que contravenían su decreto eran entregados a los inquisidores, quienes los torturaban para que confesaran. Los que se negaban a retractarse eran quemados vivos.

Durante la larga batalla en torno al derecho de poseer y leer la Biblia se citó con frecuencia esta epístola papal como apoyo para prohibir el empleo y la traducción de las Sagradas Escrituras. Poco después de promulgado el decreto de Inocencio, comenzó la quema de biblias en lenguas vernáculas y, en ocasiones, también de algunos de sus dueños. En siglos subsiguientes, los obispos y gobernantes de la Europa católica procuraron por todos los medios hacer cumplir la prohibición papal.

La jerarquía católica sabía perfectamente que gran parte de sus enseñanzas no se fundaban en la Biblia, sino en la tradición eclesiástica. Esta fue, sin duda, una de las razones de su renuencia a dejar que los fieles tuvieran acceso a ella. Si estos la leían, se darían cuenta de la incompatibilidad que había entre las doctrinas de la Iglesia y las Escrituras.

Hola Parentesis.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Hola Junior.¿Cómo estás?¿Y la familia?
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Los mormones fueron más honestos porque tuvieron de hacerse de sus propios escritos sagrados... Ficticios, sí, pero al fin suyos...

¿No serían más honestos los TTJJ haciéndose sus propios escritos sagrados? Creo que con su librería teocrática del reino tendrían mucho material para dejar de una vez por todas un libro que NO ES suyo.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Los ingleses aprenden mejor la ley de Cristo en inglés

John Wyclef nació en Inglaterra hacia el año 1330. Aunque en aquella época los servicios religiosos se oficiaban en latín, la mayoría de la gente no dominaba esta lengua. El idioma que solían utilizar, tanto en sus conversaciones diarias como en sus oraciones, era el inglés.

Como sacerdote católico que era, John Wyclef hablaba latín con fluidez. No obstante, no le parecía bien utilizarlo para enseñar las Escrituras, pues lo consideraba el idioma de las clases más favorecidas. “La ley divina —escribió— ha de enseñarse en la lengua más comprensible, ya que lo que se está enseñando es la Palabra de Dios.” Así pues, decidió crear un equipo con sus colaboradores para traducir la Biblia al inglés, trabajo que les tomaría unos veinte años.

Pero la Iglesia Católica no vio con buenos ojos esta iniciativa. ¿Por qué? Cierto libro explica: “Los laicos podrían comparar la sencillez del cristianismo primitivo con el catolicismo contemporáneo [...]. Por primera vez se haría evidente el abismo existente entre las enseñanzas del fundador del cristianismo y el autoproclamado vicario de Cristo”, es decir, el papa (The Mysteries of the Vatican).

Como resultado, el papa Gregorio XI emitió cinco bulas en contra de John Wyclef. Pero, en lugar de dejarse intimidar, este contestó: “Los ingleses aprenden mejor la ley de Cristo en inglés. Moisés escuchó la ley de Dios en su propia lengua, y lo mismo hicieron los apóstoles de Cristo”. Aproximadamente en 1382, poco antes de la muerte de Wyclef, se presentó la primera versión en inglés de la Biblia entera. Y unos diez años después, uno de sus colaboradores publicó una versión revisada y más fácil de leer.

Dado que la imprenta aún no se había inventado, todos y cada uno de los ejemplares debían copiarse a mano, lo cual podía suponer hasta diez meses de meticuloso trabajo. Aun así, a la Iglesia le preocupaba mucho que esta Biblia se difundiera. Tanto era así que cierto arzobispo amenazó con excomulgar a quien la leyera. Y más de cuarenta años después de que Wyclef falleciera, un concilio papal ordenó exhumar sus restos, quemarlos y esparcir sus cenizas por el río Swift. A pesar de todo, quienes tenían sed de la verdad siguieron tratando de conseguir ejemplares de la Biblia de Wyclef. El profesor William M. Blackburn explica que, como resultado, esta traducción “se produjo en grandes cantidades, se distribuyó ampliamente y se fue pasando de generación en generación”.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Una Biblia para el campesino

Dos siglos después, el idioma inglés había evolucionado tanto que ya muy poca gente comprendía la Biblia de Wyclef. Esta situación frustraba mucho a un joven predicador llamado William Tyndale, que vivía cerca de Bristol (Inglaterra). En cierta ocasión, Tyndale habló de esta cuestión con un hombre de elevada cultura, quien llegó a decirle que era mejor estar sin la ley de Dios que sin la ley del papa. Tyndale replicó que, con la ayuda de Dios, en poco tiempo lograría que hasta el muchacho que lleva el arado —es decir, hasta el más humilde campesino— comprendiera la Biblia mejor que aquel erudito.

Posteriormente, Tyndale se mudó a Alemania, y en 1524 comenzó a traducir las Escrituras. A diferencia de la Biblia de Wyclef —traducida a partir de la Vulgata latina y copiada a mano—, la versión de Tyndale se tradujo del hebreo y del griego y se copió con la ayuda de una imprenta, en la ciudad de Colonia. Pero sus enemigos no tardaron en enterarse de la labor que Tyndale estaba realizando, y poco después convencieron al Senado de Colonia para que ordenara confiscar todos los ejemplares de su Biblia.
Tyndale huyó a la ciudad alemana de Worms, y allí retomó su trabajo. Enseguida comenzaron a llegar a Inglaterra, de forma clandestina, numerosos ejemplares de las Escrituras Griegas en inglés. Se vendieron tantos que, seis meses después, los obispos convocaron una reunión de emergencia y ordenaron quemar todas las Biblias de Tyndale.

El obispo de Londres quería poner fin a la “herejía” de Tyndale e impedir que la gente siguiera leyendo la Biblia. Por ello, encargó al político inglés Tomás Moro que publicara unas duras críticas en contra de Tyndale. Una de las cosas que más irritaban a Moro era que aquella Biblia empleaba la palabra “congregación” en lugar de “iglesia”, así como “anciano” en lugar de “sacerdote”. ¿Por qué le molestaba tanto? Porque esos términos cuestionaban la autoridad del papa, así como la diferencia entre el clero y los legos. Además, Moro condenó que la palabra griega agápe se tradujera “amor”, y no “caridad”. “La Iglesia también consideraba peligroso este cambio —explica cierta obra—, pues le parecía que se restaría importancia a la caridad. Y si eso sucedía, dejaría de vender indulgencias y de recibir legados y generosas donaciones de parte de fieles que deseaban asegurarse el cielo.” (If God Spare My Life [Si Dios me concede vida].)

Tomás Moro fomentó la quema de “herejes”, lo que llevó a que, en octubre de 1536, Tyndale fuera estrangulado y su cuerpo quemado en la hoguera. Moro mismo fue decapitado al perder el favor del rey. Sin embargo, en 1935 la Iglesia Católica lo canonizó, y en el año 2000, el papa Juan Pablo II lo nombró santo patrono de los políticos.

Tyndale, por su parte, no recibió tantos honores. No obstante, antes de su muerte, su amigo Miles Coverdale recopiló las diversas partes de su traducción en una Biblia completa, y así dio lugar a la primera versión en inglés traducida a partir de los idiomas originales. Por fin se había cumplido el sueño de Tyndale: hasta el más humilde campesino podía leer la Palabra de Dios y entenderla. Pero ¿qué podemos decir sobre la traducción de la Biblia a otros idiomas?
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Una misión prácticamente imposible

En 1807, haciendo caso omiso de los consejos de sus familiares y amigos, el misionero británico Robert Morrison se embarcó hacia el Lejano Oriente con la firme decisión de traducir la Biblia al chino. Pero no sería una tarea sencilla. De hecho, Charles Grant —el entonces presidente de la Compañía de las Indias Orientales— aseguró que era “una misión prácticamente imposible”.

Al llegar a China, Morrison se enteró de que allí estaba prohibido, bajo pena de muerte, enseñar el idioma a los extranjeros. Así que, por su propia seguridad y la de quienes accedieron a darle clases, decidió permanecer en su casa durante un tiempo. Según cierta obra, “dos años después ya sabía hablar mandarín y al menos dos dialectos, y dominaba la lectura y escritura” de los caracteres chinos. Mientras tanto, el emperador emitió un edicto decretando la pena capital para quienes imprimieran publicaciones cristianas. Pese a esta amenaza, el 25 de noviembre de 1819, Morrison terminó su traducción de la Biblia al chino.

Para el año 1836 ya se habían impreso unos 2.000 ejemplares de la Biblia completa, 10.000 de las Escrituras Griegas y 31.000 porciones sueltas. Como vemos, el amor a la Palabra de Dios había hecho posible lo que parecía “una misión prácticamente imposible”.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Una Biblia dentro de una almohada

En febrero de 1812, con apenas dos semanas de casados, Adoniram y Ann Judson emprendieron un largo viaje por mar que los llevaría hasta Birmania, donde se establecieron en 1813. En cuanto llegaron, estos misioneros norteamericanos se concentraron en aprender birmano, uno de los idiomas más complejos del mundo. Varios años después, Judson escribió: “Estudiamos una lengua que hablan personas del otro extremo del planeta, cuya forma de pensar es muy diferente a la nuestra, [...] y no tenemos ni un diccionario ni un intérprete que nos explique una sola palabra”.

Pero Judson no se dejó desanimar por estos inconvenientes y, en junio de 1823, logró terminar su traducción de las Escrituras Griegas Cristianas. Sin embargo, iba a tener que enfrentarse a dificultades mucho mayores. Más tarde, el país se sumió en una guerra, y Judson fue enviado a prisión acusado de espionaje. Allí le colocaron tres pares de grilletes y lo inmovilizaron atándolo a un gran poste. ¿Qué ocurrió después? En un libro sobre la vida de Judson, escrito por Francis Wayland en 1853, se explica: “Cuando [...] le permitieron ver a su esposa y hablar con ella en inglés, una de las primeras cosas que quiso saber fue qué había pasado con el manuscrito de su traducción del Nuevo Testamento”. Para evitar que se estropeara debido a la humedad y el moho que había bajo la casa —donde lo tenían enterrado—, Ann lo escondió dentro de una almohada y se lo llevó a su marido. A pesar de las malas condiciones, aquel valioso documento logró sobrevivir.

Muchos meses después, Judson fue puesto en libertad. Pero su alegría no duró mucho, pues ese mismo año, tras varias semanas de sufrir unas altísimas fiebres, su esposa falleció. Solo habían pasado seis meses cuando también perdió a su hija Maria, de apenas dos años de edad, debido a una enfermedad incurable. Aunque estaba destrozado, Judson continuó con su labor. Finalmente, en 1835, su traducción de la Biblia al birmano quedó terminada.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

...Y me pregunto de qué parte de su biblioteca teocrática del reino de jiova se chutará sus monólogos el eliezer.

Porque eso sí, también el diablo lee la Biblia. Nomás que mezclada con mentira.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Ya veo que el jiovista se ha tapado los oídos por no querer oír las voces de afuera que le dicen que, con todo y sus sofisticados argumentos, la sociedad WT apesta.

¿Por qué siguen usando un libro que NO ES de su propiedad?

(todo el que se tome la molestia de leer en corto lo que pongo, e investiga los hechos, se dará cuenta que el eliezer tiene la mente más cerrada que un cinturón de castidad.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Tú eres el único a quien no le interesa leer cómo la Biblia ha llegado hasta nosotros.
Mira debajo y verás cuántas personas están leyendo el tema, y de vez en vez viendo la clase de cristiano que eres tú.
Vergüenza te debería dar.
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

¿Amamos la Palabra de Dios tanto como ellos?

El profundo amor de estos traductores por la Palabra de Dios nos trae a la memoria los sentimientos que un israelita de la antigüedad expresó a Jehová Dios: “¡Cómo amo tu ley, sí! Todo el día ella es mi interés intenso” (Salmo 119:97). La Biblia es mucho más que una extraordinaria obra de la literatura universal: contiene un mensaje de vital importancia para cada uno de nosotros. Por eso, lo mejor que podemos hacer es leerla con regularidad. Si así lo hacemos, obtendremos grandes recompensas, pues la Biblia promete que todo aquel que ame la Palabra de Dios y guíe su vida por ella verdaderamente “será feliz” (Santiago 1:25).
 
Re: La Biblia: un libro bajo ataque constante

Tú eres el único a quien no le interesa leer cómo la Biblia ha llegado hasta nosotros.
Mira debajo y verás cuántas personas están leyendo el tema, y de vez en vez viendo la clase de cristiano que eres tú.
Vergüenza te debería dar.

Pero no acabas de explicar POR QUÉ usan un libro que NO ES SUYO.

Para quejarte y lloriquear estás que ni pintado, pero si tú te plantas en tu blancura y dices que acá somos guiados por el diablo, lo menos que podŕias esperar, es que yo o algún otro te diga que tu secta está basada en el PLAGIO.

¡Ya quiten sus malditas manos de la Biblia! ¡NO ES SUYA!