
Una disculpa por no haber contestado nada en el otro tema que propuse.
A diferencia de los trabajos de apologética tradicional, a lo largo de estas líneas abordaremos el problema de la pseudo-Reforma protestante no como un problema de desafío doctrinal sino bajo una perspectiva nueva y diferente. Desplegaremos a los ojos del lector un problema mucho más de fondo que las tesis luteranas, mucho más grave en consecuencias que la rebeldía de tantos pueblos. Veremos, acompañados de la visión de diversas evoluciones históricas, cómo en la revolución protestante se encuentran muchos gérmenes de lo que posteriormente vino a ser la era moderna y la agonía postmoderna de la civilización occidental.
Como recordará el lector, el movimiento de pseudo-Reforma fue la primera explosión violenta en demanda de "explicitación" de lo que suponían algunos movimientos "subterráneos" que, bajo la forma de la cultura renacentista, venían corroyendo la sociedad cristiana. La Iglesia, en su proyecto social iniciado ya desde la vida bajo el Imperio Romano, vio interrumpido su desarrollo y plenitud con el retroceso pagano y materialista del "renacimiento" de los errores antiguos.
Entre otras cosas, el protestantismo se caracterizó por defender la libertad interpretativa de las Sagradas Escrituras (Libre Examen) En términos simples, suponía sostener la igualdad entre el fiel y el Papa en el examen de la Revelación. Aquí aparece no sólo un golpe a la autoridad de Quien era la cúpula armonizadora y santificadora universal de la sociedad, sino además se introduce un fenómeno nuevo: el subjetivismo religioso que posteriormente se desdobla en el relativismo más radical que hoy en día deshace las sociedades modernas.
Otra propuesta protestante fue liberación de la moral. Más allá de algunas eclosiones puritanas y calvinistas, la exención moral impulsada por Lutero, (sacerdote agustino renegado) quien acababa con el celibato y se casaba con la ex monja Catalina de Bora, terminaba proponiendo licencia para la satisfacción de los deseos si acaso se encontraba justificación en las Sagradas Escrituras según la interpretación personal que le daba el interesado. En última consecuencia, el relativismo moral individualista vendría a ser uno de los últimos despliegues del impulso inicial dado por Lutero.
Finalmente recordaremos como anexos de la pseudo-Reforma, la negación del libre arbitrio, la justificación solamente por la fe y la Biblia como única fuente de verdad religiosa.
Un antecedente muy elocuente
Si nos propusimos hacer un estudio de evolución de un proceso que afecta y en parte da forma al actual estado de cosas, es requisito previo estudiar los factores que hicieron posible que las semillas pudiesen fertilizar.
En el caso del protestantismo, podemos encontrar el "caldo de cultivo" principal en cierto número de clérigos que adhirió –si no por completo, al menos en parte – al espíritu del renacimiento. Este tema ya lo hemos tratado en ocasiones anteriores por lo que nos excusamos de no profundizar en esta ocasión.
Diremos Ludwig Pastor (vol V, pp. 194 a 195) que triste imagen que presentaba el clero del renacimiento:
"Cuanto más íntimamente la Iglesia se había entrelazado con toda la vida pública social, tanto más se vio amenazada en sus miembros y representantes por los peligros del mundo, e infectada por su corrupción.
El egoísmo, la soberbia, la codicia, que encontraban su expresión en la inaudita acumulación de cargos eclesiásticos y en la simonía; el fausto y las excesivas comodidades, la más refinada y grosera sensualidad habían alcanzado gran extensión en el estado eclesiástico (...)
La desmoralización de buena parte del Clero era tan grande que, en varias ocasiones, se levantaron voces pidiendo el matrimonio de sacerdotes (...)
Indeciblemente tristes eran las circunstancias en no pocos monasterios. En muchos lugares se violaban los tres votos esenciales de la vida religiosa: castidad, pobreza y obediencia. "La sal de la tierra" se había desvanecido en muchos lugares, y donde se pierde la pureza de costumbres, en la mayor parte de los casos no se conserva incorrupta la Fe"
Pese a todo lo que quiera decirse la llamada "Reforma" protestante emprendida por Lutero fue muy distinta de la "Contrareforma" del Concilio de Trento impulsada por San Ignacio a través de los jesuitas.
Lutero no deseaba reformar lo que criticaba, sino fundar una mentalidad nueva, acorde al espíritu renacentista que seguía, llegando incluso a defender doctrinas panteístas. Su ruptura con la Iglesia no moralizó la religión ni regeneró a los pueblos que siguieron sus doctrinas.
San Ignacio, como contrapartida, a pesar de ser perseguido por el clero renacentista, no rompió con la Iglesia, sino que buscó restaurar la antigua y prometedora vitalidad que dio forma a Europa.
Es en este sentido que diferimos del uso moderno de la palabra "reforma" para denominarla más apropiadamente "pseudo-reforma" en tanto no significó reformar lo necesario sino crear una mentalidad completamente distinta y más acorde a los errores que inoculaba la cultura renacentista en la Europa cristiana
Resultados de la Reforma en el mundo actual
Para este desarrollo diferenciaremos dos aspectos. El aspecto formal, que bien puede apreciarse en lo externo, no puede afirmarse como "presente" en la sociedad moderna en cuanto esta misma difiere muchísimo de la psicología y cultura corrupta pero aún fuertemente religiosa del renacimiento. Dentro de este mismo plano, tampoco puede decirse que haya triunfado universalmente las propuestas "formales" del protestantismo en un mundo anticristiano en espíritu y forma.
El segundo es el aspecto que más nos interesa: el que se observa en las modificaciones introducidas en la psicología popular, una forma nueva de ver, sentir y vivir la vía, que consecuentemente va demandando más y más licencias para desarrollarse hasta sus últimas consecuencias. De las consecuencias personales a las sociales, de las realidades individuales a las sociales no hay más que pasos que caminar y barreras que sortear.
Diremos, en consecuencia, que allí donde triunfó la Reforma, su efecto sobre el carácter fue el aislamiento del alma. Esto, como observaremos, tuvo tres grandes consecuencias.
La primera fue el surgimiento del concepto social de "individuo". Se "atomiza" la sociedad y surge un tipo humano nuevo. Es un hombre confiado sólo a si mismo y preocupado sólo por sí. Al confiar sólo en sí mismo, reforzó su iniciativa, pero por pérdida de sentido grupal, de compañerismo, debilitó su capacidad de juicio.
La emoción tendió a reemplazar a la razón.
Espiritualmente el hombre emprendía aventuras personales, de entusiasmo o desesperación; políticamente podía defender la propiedad privada, pero llegando a importarle tampoco la pública que, salvo condiciones muy primarias, perdía finalmente sus tierras y su casas, cayendo en la dominación económica de los ricos, quienes a su vez se veían, con Calvino, la riqueza o pobreza como signos de predestinación para la salvación o perdición.
Paralelamente el individuo aumentaba su independencia legal y se "atomizaba" aún más la concepción social, quedando abandonado a si mismo frente a un mega-Estado mercantilista y liberal.
De aquí ya se observa cómo todos los males a que conlleva el aislamiento se imprimen en el nuevo carácter de los actos externos y a la mentalidad, moral y conducta pública. No en vano es en los países protestantes donde nace la Revolución industrial, el proletariado, las injustas condiciones sociales, el maltrato y exterminio a los indígenas o habitantes naturales de sus países conquistados por un imperialismo nacido también bajo su espíritu.
La segunda consecuencia fue el sacudimiento que sufrió la condición corporativa de la sociedad, en las partes donde triunfó la Reforma. Se desarrolló un proceso de desintegración, comparable a la tierra dura, roturada por el arado y luego reducida a polvo por la acción de las heladas.
El sentido corporativo que vinculaba a los individuos, como en las viejas comunidades, como el viejo sistema social doméstico, como las viejas formas de vida social aldeana, fue gradualmente, pero muy gradualmente, disolviéndose.
Al mismo tiempo, y como resultado, la energía individua quedo en libertad. El principio de la competencia se hizo cada día más vigoroso a medida que transcurría el tiempo, y con él apareció una fuerza que sólo en el presente empieza a ser analizada, lo mismo que sus efectos: la usura, es decir, la forma de sacar provecho de un préstamo improductivo, sistema que drena la riqueza de muchos a favor de pocos y otorga preponderancia y poder al capital. La usura no era una novedad inventada en la Reforma: es tan vieja como el mundo y existía en importante proporción en la Europa Medieval. Lo que sí es nuevo es considerarla legítima, normal, beneficiosa y hasta deseable. Y esto no es sino consecuencia de quebrantamiento de la vieja autoridad moral, aparejado, como dijimos, de la doctrina de Calvino, según el cual el hombre tenía el deber de enriquecerse .
Antes de la reforma, la práctica de sacar interés de un préstamo improductivo – la leva de impuestos a la industria, pagaderos a capitalistas, etc – estaba muy difundida, pero se practicaba valiéndose de subterfugios porque se sabía que estaba mal hecho. Después de la Reforma, eludir tal impuesto era una incorrección y una deshonestidad.
La competencia despertó en los hombres una creciente actividad económica – a expensas de la justicia – y continuos nuevos experimentos y descubrimientos; creó una clase o tipo de dirigentes económicos que desarrollaron nuevas formas de riquezas y estaban prontos a cualquier innovación.
La usura, desatada, proporcionó un flexible sistema de fianzas y atrajo, sin fricción ni demora, una firme corriente de capitales que crecía si cesar, en grandes reservas disponibles para ser empleadas tanto en forma útil como simplemente opresiva.
Bajo estas fuerzas gemelas de competencia y usura, la cultura protestante de Europa obtuvo preponderancia económica. Más tarde fue copiada a distancia, imperfectamente, por la cultura católica, sobre la que había adquirido una ventaja inicial que todavía no había perdido del todo. Los estados protestantes, en especial Inglaterra y Holanda, inician duna banca y comercio más activos y una producción intensiva que más tarde se convierte en lo que hoy se llama capitalismo industrial y que tiende mucho más al capitalismo corporativo como viene a llamarse al anunciado para inaugurar el tercer milenio.
La tercera consecuencia importante fue el subjetivismo en filosofía. Subjetivismo no significa (en el sentido general, popular de la palabra, no en su uso técnico) referirse al individuo para comprobar la verdad. En cierto sentido, naturalmente, todos tenemos que hacerlo; por ejemplo: un hombre que acepta la autoridad de la razón, o de sus sentidos, o de la Iglesia Católica, necesariamente está ejerciendo un juicio individual. Antes bien, el subjetivismo significa que la mente que lo soporta (porque es una enfermedad) duda de la autoridad de lo corporativo y general, y prefiere lo particular y aislado.
Por ejemplo, en lo más importante de todo, la religión, aceptará como prueba de veracidad, no la autoridad corporativa de la Iglesia y ni siquiera la religión natural expresada según la tradición de la humanidad, sino su propia "experiencia religiosa", como él la llama. Tan cierto llega a ser esto que quien padece subjetivismo llega a quedar ciego al sentido de la palabra Credo, Yo Creo. Confunde la fe con una emoción personal o un concepto visual. No la comprende como aceptación, por parte de la razón (bajo la palabra de una autoridad), de una verdad objetiva que el individuo puede o no haber experimentado como emoción personal. La idea de la fe como acto de voluntad desaparece.
El resultado de esto es que, al abandonar uno tras otros los pocos dogmas católicos, restantes aceptados por la cultura protestante, la sociedad se convierte espiritualmente en la misma clase de polvo antes comentado. Sobreviene una anarquía filosófica como la que actualmente nos rodea, junto con los frutos morales, artísticos, bélicos y arquitectónicos, y todas las modalidades sociales que ahora disfrutamos.
Vista la pequeña reseña que a modo de ejemplo hemos desplegado a ojos del lector, los comentarios sobran y las posibilidades de desarrollar nuevas consideraciones por parte del mismo abren una interesante veta de apostolado y apologética.
La Santa Iglesia siempre nos ha enseñado a no observar sólo las formas externas o las evidencias. Con Su Divino Fundador nos advierte: "Sean prudentes como las palomas y astutos como las serpientes", pues "hemos sido enviados como corderos entre lobos"
Satanás nunca muestra el resultado final de lo que nos propone con sus seducciones. Por eso Nuestra Señora nos ampara, alimenta y protege. Ipsa conteret!, nos dicen las Sagradas Escrituras al inaugurar sus páginas...¡Ella le aplastará la cabeza!