El ciudadano medio de la calle, Juan Español, está inquieto. De la noche a la mañana se ha enterado de que no todo el mundo es católico romano. Resulta que existen en España otras religiones y credos y está descubriendo que tener un estado aconfesional, plantea problemas.
Juan Español anda últimamente bastante asustado por causa del integrismo islámico desde el asunto de las Torres Gemelas, lo de Afganistán, y las noticias de la barbarie irracional y suicida con que adolescentes y otros fanáticos comenten actos de terrorismo y violencia, por diversos lugares del mundo, en nombre de Allah. Como los inmigrantes musulmanes que están llegando a España empiezan a ser muchos y siguen creciendo y estos, además, reclaman los derechos que la legislación concede. Y no solo por el caso del inofensivo -al menos para Juan- burka, sino sobre todo por la financiación pública de la enseñanza de su doctrina, derecho del que Juan no se había enterado. Piensa que el discurso de Mahoma, en esa exégesis fanática y machista puede poner en peligro su estilo de sociedad y se inquieta creyendo que está contribuyendo a financiar su propagación.
¿Cómo puede ser esto? se pregunta. Y en este punto, creo que tenemos la obligación de darle alguna pista, por más que tengamos, los evangélicos, una parte de responsabilidad. (Reconozco el argumento de que sin nuestra firma nada habría cambiado a efectos prácticos, pero hubiese cambiado nuestro papel). En la década de los ochenta debían suscribirse acuerdos en materia religiosa para desarrollar la aconfesionalidad del Estado. Entonces surge la estrategia de la Conferencia Episcopal, que es quien en esto (como en otros) marca la política, gobierne quien gobierne. El propósito: retener los privilegios que siempre ha disfrutado, y si puede, incrementarlos. Por ejemplo, que la enseñanza religiosa sea pagada con cargo al Estado y, de esta forma, colocar económicamente a un buen número de sus catequistas.
Sus cálculos son ciertos: Los protestantes son cuatro gatos, lo saben bien porque leen rigurosos y periódicos informes parroquiales de un ejército de curas que mantienen todo bajo control. Mahometanos, judíos y ortodoxos, otros cuatro gatos. Lo demás. nada importante. Prevén, con razón, que los protestantes seguirán siendo cuatro gatos por muchos años. Además dispersos y divididos: "Ya será difícil encontrar un colegio donde coincidan dos". Pero la idea del "parné" para todos, consolidaba en la práctica que siguiese siendo para los de siempre. Nuestros representantes van y tragan el anzuelo. ¡Que bien! Ya tenemos la posibilidad de enseñar "religión evangélica" (materia que yo desconocía que existiese a pesar de ser cristiano y bautizado desde hace 36 años) y con maestros pagados por el Estado. Desde entonces podemos enseñar en las escuelas públicas, con cargo al dinero de todos, aquello que es responsabilidad de padres e iglesias, y podemos tener maestros de "religión evangélica", siempre que se alcance un número significativo de solicitantes.
Lo que no contaban ninguno de los que actuaban en aquellos años sobre los intereses de Juan Español era que nuestro tradicional emigrante país se iba a convertir, en breve, en el destino de una considerable emigración ajena, que por proximidad geográfica y lógica económica tenía que llegarnos, en buena medida, del sur.
Así están las cosas: Nuestros nuevos vecinos islámicos, están instalándose de forma creciente en nuestro tejido social y solicitan, con razón, que les paguen lo acordado a costa de todos los contribuyentes. Para ello presentan sus profesores, que cumplen con los requisitos que la ley demanda. Y es el punto en que Juan Español se alarma. ¡Como vamos a pagar con el dinero de todos a maestros que enseñan conceptos retrógrados, de los que la sociedad occidental ha conseguido salir, después de siglos, con trabajo y esfuerzo.
Para mí, está claro que nuestros "representantes" en su día hicieron, por ingenuidad, el juego a la Conferencia Episcopal aunque ésta sea la responsable del problema. La iglesia católica con tal de conseguir dinero para engrasar su maquinaria, el que le niegan cada Domingo sus presuntos millones de fieles, instigó para que a los otros le salpicasen dos perras gordas, y retener para si los duros.
Pero tampoco nosotros tampoco supimos dar a conocer que ser cristiano, eso que llaman evangélico ó protestante, no es una religión, sino una fe personal en Jesucristo, cuya enseñanza es el evangelio de la salvación para vida eterna. Que el fin de los evangélicos no es (eso creo yo) establecer estructuras ni organizaciones, sino divulgar este mensaje liberador y transformador. Que esta fe espiritual beneficia, y ha beneficiado en el pasado, la vida material de aquellos pueblos donde alcanzó importante implantación, y ha contribuido singularmente al progreso humano y a los derechos humanos en todo el mundo. Que lo único que pedimos los cristianos evangélicos del Estado es que se establezcan leyes justas que traten a todos con la misma equidad y justicia. Que permitan vivir la fe en libertad. Y esto lo queremos para todos los que piensen como piensen, respetan esas leyes justas y quieren convivir en paz y armonía.
¿Es tarde para que los evangélicos renunciemos a la enseñanza religiosa en la enseñanza pública? Yo creo que no. Sencillamente renunciando y promoviendo que el César se ocupe de sus asuntos, y la enseñanza de credos y fe se trasladen al lugar de donde nunca debieron salir: la conciencia personal, el hogar de los creyentes y sus comunidades. ¿Qué no conseguimos que nada cambie? Puede, pero salvaremos nuestra responsabilidad con Juan Español, y seremos a la vez consecuentes.
http://www.icpress.org/
Pablo Blanco es escritor
Juan Español anda últimamente bastante asustado por causa del integrismo islámico desde el asunto de las Torres Gemelas, lo de Afganistán, y las noticias de la barbarie irracional y suicida con que adolescentes y otros fanáticos comenten actos de terrorismo y violencia, por diversos lugares del mundo, en nombre de Allah. Como los inmigrantes musulmanes que están llegando a España empiezan a ser muchos y siguen creciendo y estos, además, reclaman los derechos que la legislación concede. Y no solo por el caso del inofensivo -al menos para Juan- burka, sino sobre todo por la financiación pública de la enseñanza de su doctrina, derecho del que Juan no se había enterado. Piensa que el discurso de Mahoma, en esa exégesis fanática y machista puede poner en peligro su estilo de sociedad y se inquieta creyendo que está contribuyendo a financiar su propagación.
¿Cómo puede ser esto? se pregunta. Y en este punto, creo que tenemos la obligación de darle alguna pista, por más que tengamos, los evangélicos, una parte de responsabilidad. (Reconozco el argumento de que sin nuestra firma nada habría cambiado a efectos prácticos, pero hubiese cambiado nuestro papel). En la década de los ochenta debían suscribirse acuerdos en materia religiosa para desarrollar la aconfesionalidad del Estado. Entonces surge la estrategia de la Conferencia Episcopal, que es quien en esto (como en otros) marca la política, gobierne quien gobierne. El propósito: retener los privilegios que siempre ha disfrutado, y si puede, incrementarlos. Por ejemplo, que la enseñanza religiosa sea pagada con cargo al Estado y, de esta forma, colocar económicamente a un buen número de sus catequistas.
Sus cálculos son ciertos: Los protestantes son cuatro gatos, lo saben bien porque leen rigurosos y periódicos informes parroquiales de un ejército de curas que mantienen todo bajo control. Mahometanos, judíos y ortodoxos, otros cuatro gatos. Lo demás. nada importante. Prevén, con razón, que los protestantes seguirán siendo cuatro gatos por muchos años. Además dispersos y divididos: "Ya será difícil encontrar un colegio donde coincidan dos". Pero la idea del "parné" para todos, consolidaba en la práctica que siguiese siendo para los de siempre. Nuestros representantes van y tragan el anzuelo. ¡Que bien! Ya tenemos la posibilidad de enseñar "religión evangélica" (materia que yo desconocía que existiese a pesar de ser cristiano y bautizado desde hace 36 años) y con maestros pagados por el Estado. Desde entonces podemos enseñar en las escuelas públicas, con cargo al dinero de todos, aquello que es responsabilidad de padres e iglesias, y podemos tener maestros de "religión evangélica", siempre que se alcance un número significativo de solicitantes.
Lo que no contaban ninguno de los que actuaban en aquellos años sobre los intereses de Juan Español era que nuestro tradicional emigrante país se iba a convertir, en breve, en el destino de una considerable emigración ajena, que por proximidad geográfica y lógica económica tenía que llegarnos, en buena medida, del sur.
Así están las cosas: Nuestros nuevos vecinos islámicos, están instalándose de forma creciente en nuestro tejido social y solicitan, con razón, que les paguen lo acordado a costa de todos los contribuyentes. Para ello presentan sus profesores, que cumplen con los requisitos que la ley demanda. Y es el punto en que Juan Español se alarma. ¡Como vamos a pagar con el dinero de todos a maestros que enseñan conceptos retrógrados, de los que la sociedad occidental ha conseguido salir, después de siglos, con trabajo y esfuerzo.
Para mí, está claro que nuestros "representantes" en su día hicieron, por ingenuidad, el juego a la Conferencia Episcopal aunque ésta sea la responsable del problema. La iglesia católica con tal de conseguir dinero para engrasar su maquinaria, el que le niegan cada Domingo sus presuntos millones de fieles, instigó para que a los otros le salpicasen dos perras gordas, y retener para si los duros.
Pero tampoco nosotros tampoco supimos dar a conocer que ser cristiano, eso que llaman evangélico ó protestante, no es una religión, sino una fe personal en Jesucristo, cuya enseñanza es el evangelio de la salvación para vida eterna. Que el fin de los evangélicos no es (eso creo yo) establecer estructuras ni organizaciones, sino divulgar este mensaje liberador y transformador. Que esta fe espiritual beneficia, y ha beneficiado en el pasado, la vida material de aquellos pueblos donde alcanzó importante implantación, y ha contribuido singularmente al progreso humano y a los derechos humanos en todo el mundo. Que lo único que pedimos los cristianos evangélicos del Estado es que se establezcan leyes justas que traten a todos con la misma equidad y justicia. Que permitan vivir la fe en libertad. Y esto lo queremos para todos los que piensen como piensen, respetan esas leyes justas y quieren convivir en paz y armonía.
¿Es tarde para que los evangélicos renunciemos a la enseñanza religiosa en la enseñanza pública? Yo creo que no. Sencillamente renunciando y promoviendo que el César se ocupe de sus asuntos, y la enseñanza de credos y fe se trasladen al lugar de donde nunca debieron salir: la conciencia personal, el hogar de los creyentes y sus comunidades. ¿Qué no conseguimos que nada cambie? Puede, pero salvaremos nuestra responsabilidad con Juan Español, y seremos a la vez consecuentes.
http://www.icpress.org/
Pablo Blanco es escritor