Eso que está en rojo es palabra suya, no de los testigos. Si usted traduce así el hecho de que los testigos de Jehová estamos en la mano de Cristo como organización y estamos siendo enseñados por Jehová; ... y que sobresalimos como la montaña de la casa de Jehová en estos tiempos adonde tiene que acudir la gente para buscar a Jehová ... así es.
Los hechos demuestran que esta es la montaña de la casa de Jehová. Nos regimos exclusivamente por las Escrituras y no tenemos líderes humanos más que a Cristo. Recibimos alimento desde el mayordomo de la casa, y ese alimento es completamente bíblico. Estamos satisfechos espiritualmente mientras el mundo se debate de un lado a otro sin encontrar alimento espiritual satisfaciente. Nuestra conducta como organización de casi 8 millones de personas, es maravillosamente irreprochable; algo inaudito en medio de un mundo lleno de tanta división religiosa e inmiscuencia religiosa en los asuntos más mundanos de este siglo.
Somos el pueblo de Dios desde que nos limpiamos de la base babilónica de creencias y prácticas, poco a poco, aproximadamente en el 1935 comenzmos una etapa de bendiciones provenientes directamente de Jehová. Nos adoptó como suyos, porque nos esforzamos como familia en ser un pueblo como el que se formó a partir de las semillas que sembró Jesucristo, aquellos cristianos del primer siglo.
Durante los siglos de oscuridad hubo algunas personas que también se esforzaron por descubrir y diseminar la verdad. Muchos de ellos fueron asesinados por la religión dominante de sus días. Ellos también forman parte del pueblo de Dios, porque el pueblo de Dios hoy está organizado en un pueblo internacional alimentado por un mayordomo, pero virtualmente quien amó la verdad, la buscó y la defendió durante todos los tiempos, esos también fueron sus leales, así como los israelitas que mantuvieron la fe aparte de la deslealtad de sus reyes y líderes, así como los cientos de judíos que se hicieron cristianos, o los miles de gentiles que llegaron a formar parte de las congregaciones antes de la apostasía. Todos somos adoradores de Jehová, el Padre de Jesús, sus leales, y esperamos en él por la salvación suya.