Es bastante triste la actitud que he observado en este foro. Al parecer, algunos se empeñan en creer que hay alguna especie de enemistad entre cristianos por un lado, y ateos por otro lado. Esto causa que muchas de las discusiones que vemos por aquí no lleguen a ninguna conclusión – no por la falta de razones y buenos argumentos, sino por la dureza con la que cada uno (o alguno) sostiene sus creencias. Y digo creencias, y no conocimientos, porque quiero hablar sobre esto.
Mi deseo, nuestro deseo (si puedo incluir aquí a los demás ateos), es compartir aquello que conocemos, lo poco que sea, pero que al menos conocemos con la certeza que puede brindarnos la la realidad y el conocimiento científico. Por ponerlo en otras palabras quizás un tanto más familiares para los cristianos, el deseo es que «conozcáis la verdad, y la verdad os haga libres». Irónico es, por tanto, que utilice las palabras de Jesús, pero es cierto.
Y la verdad es, aunque cueste reconocerlo, que en toda religión hay una actitud viciosa, sadomasoquista, y repelente, de enseñar valores negativos y vergonzosos como virtudes santificadas por Dios, como por ejemplo la fe.
Pensemos un poco en la fe.
¿Qué es la fe? La Biblia lo define – en Hebreos 11 – como «la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Todo cristiano se sabe esa definición de memoria y estoy seguro de que más de uno no ha necesitado leerlo, pues la habría recitado mentalmente al leer la misma pregunta.
Pero salgamos de esa burbuja de la religión, del cristianismo, de la creencia, y abarquemos la misma pregunta desde fuera y con perspectiva.
¿Qué es la fe? Sencillamente puesto, la fe es creer en algo sin sin cuestionarlo, y sin tener pruebas de que sea cierto. Seguramente ya podréis ver el problema y no haga falta que lo resalte, pero por motivos más que obvios no voy a quedarme corto en mencionarlo: esto no una virtud, sino una debilidad; no un don, sino un fallo. Esto es de extrema importancia reconocerlo.
Es la fe, en mi opinión y espero la de muchos otros, la raíz de muchos problemas dentro de la religión. Es un problema inherente de todo pensamiento religioso: aceptar dudosas verdades incuestionables, adormeciendo todo instinto curioso e inquisitivo que la naturaleza humana nos ha brindado, convirtiéndonos en meras marionetas dispuestas a obedecer cualquier verdad de supuesta inspiración divina – sin ningún tipo de oposición, duda, o cuestionamiento. Desde pequeños, y cuando más vulnerables somos, se nos enseña que es una virtud el estar satisfechos con la falta de entendimiento, con la ignorancia, y en creer por fe, la cual no aporta nada en materia de conocimiento, y cuya recompensa simplemente es teológica: la bendición de Dios. Una vez más, debemos creernos eso por fe.
Creo que sabéis a dónde quiero llegar. Todas estas supuestas "verdades" divinas no son más que especulaciones de personas dedicadas a filosofar sobre cuestiones teológicas y sobre el contenido de unas escrituras arcaicas: filosofando muy a menudo más que el propio artífice. El pretexto es el mismo: no aportan nada ni arrojan luz sobre la veracidad de las mismas. Pero, no contentos con eso, intentan también contagiar el resto de la sociedad a adoptar estas "virtudes", en tanto que se nos inculcan valores morales totalmente ajenos a la propia moralidad, anacrónicos, contrarios a toda ética respetable, y todo en nombre de la "palabra de Dios", que no debemos cuestionar ya que se cree por fe. Pero no se queda ahí, sino que enfatiza en que cuestionar esta palabra es cuestionar a Dios, el cual ya ha dejado claro en capítulos anteriores de la Biblia lo feroz que puede ser su ira, lo viciosa, sangrienta, dolorosa...
Pero todo esto nos parecería absurdo, de pensar como personas normales, pero no lo hacemos. La razón vuelve a ser la misma: se nos ha enseñado desde jóvenes a no cuestionar la autoridad, por muy equivocada que esté –aunque eso nunca debemos llegar a saberlo, mucho menos reconocerlo.
Por esta razón creo que todo cristiano debe tener en cuenta el terreno peligroso en el que camina: uno de ignorancia y oscuridad, irónicamente camuflado como conocimiento, verdad, y luz. Espero que no estemos tan adormecidos como para no darnos cuenta de al menos eso: que el conocimiento religioso no se basa en ninguna prueba científica, sino en simplemente fe.
Un ejemplo de esto que quiero poner es el siguiente: la doctrina de la expiación de los pecados. Esta es una creencia fundamental del cristianismo: que a través del sacrificio de Jesús, los pecados del mundo han sido perdonados. Para un cristiano esta es una muestra de amor, y gracias al adoctrinamiento que ha recibido, el de fe y no de razón, el cristiano es incapaz de ver la inmoralidad tremenda en que consiste esta creencia. La idea de que una persona inocente pueda pagar por los delitos de otra persona es repelente para cualquiera. Creo que todos aquí estaríamos de acuerdo en esto.
Los crímenes de Hitler y Stalin no pueden ser perdonados ejecutando en su lugar a una niña joven inocente. Imaginen el escándalo que sería permitir que un criminal ofreciera a su hijo para sustituirlo en su pena de muerte. Es inaceptable, pero precisamente eso es lo que enseña el cristianismo: que la sangre de un inocente puede sustituir la de un pecador. Mucho más absurdo cuando tenemos en cuenta que ni siquiera era necesario derramar sangre ya que si un dios quisiera perdonar los pecados, podría haberlos simplemente perdonado y punto. La idea de que es necesario derramar sangre es barbárica y arcaica, y debería saltarnos a la vista nada más verlo, pero es una doctrina tan aceptada que nuestra objetividad ya está anestesiada, y en muchas ocasiones somos incapaces de ver lo innoble que es.
Para romper con esta costumbre, lo único que hace falta hacer es pensar de verdad y sin miedo, que como diría Bertrand Russell, «muchas personas preferirían morir antes de pensar; de hecho lo hacen».
Mi deseo, nuestro deseo (si puedo incluir aquí a los demás ateos), es compartir aquello que conocemos, lo poco que sea, pero que al menos conocemos con la certeza que puede brindarnos la la realidad y el conocimiento científico. Por ponerlo en otras palabras quizás un tanto más familiares para los cristianos, el deseo es que «conozcáis la verdad, y la verdad os haga libres». Irónico es, por tanto, que utilice las palabras de Jesús, pero es cierto.
Y la verdad es, aunque cueste reconocerlo, que en toda religión hay una actitud viciosa, sadomasoquista, y repelente, de enseñar valores negativos y vergonzosos como virtudes santificadas por Dios, como por ejemplo la fe.
Pensemos un poco en la fe.
¿Qué es la fe? La Biblia lo define – en Hebreos 11 – como «la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Todo cristiano se sabe esa definición de memoria y estoy seguro de que más de uno no ha necesitado leerlo, pues la habría recitado mentalmente al leer la misma pregunta.
Pero salgamos de esa burbuja de la religión, del cristianismo, de la creencia, y abarquemos la misma pregunta desde fuera y con perspectiva.
¿Qué es la fe? Sencillamente puesto, la fe es creer en algo sin sin cuestionarlo, y sin tener pruebas de que sea cierto. Seguramente ya podréis ver el problema y no haga falta que lo resalte, pero por motivos más que obvios no voy a quedarme corto en mencionarlo: esto no una virtud, sino una debilidad; no un don, sino un fallo. Esto es de extrema importancia reconocerlo.
Es la fe, en mi opinión y espero la de muchos otros, la raíz de muchos problemas dentro de la religión. Es un problema inherente de todo pensamiento religioso: aceptar dudosas verdades incuestionables, adormeciendo todo instinto curioso e inquisitivo que la naturaleza humana nos ha brindado, convirtiéndonos en meras marionetas dispuestas a obedecer cualquier verdad de supuesta inspiración divina – sin ningún tipo de oposición, duda, o cuestionamiento. Desde pequeños, y cuando más vulnerables somos, se nos enseña que es una virtud el estar satisfechos con la falta de entendimiento, con la ignorancia, y en creer por fe, la cual no aporta nada en materia de conocimiento, y cuya recompensa simplemente es teológica: la bendición de Dios. Una vez más, debemos creernos eso por fe.
Creo que sabéis a dónde quiero llegar. Todas estas supuestas "verdades" divinas no son más que especulaciones de personas dedicadas a filosofar sobre cuestiones teológicas y sobre el contenido de unas escrituras arcaicas: filosofando muy a menudo más que el propio artífice. El pretexto es el mismo: no aportan nada ni arrojan luz sobre la veracidad de las mismas. Pero, no contentos con eso, intentan también contagiar el resto de la sociedad a adoptar estas "virtudes", en tanto que se nos inculcan valores morales totalmente ajenos a la propia moralidad, anacrónicos, contrarios a toda ética respetable, y todo en nombre de la "palabra de Dios", que no debemos cuestionar ya que se cree por fe. Pero no se queda ahí, sino que enfatiza en que cuestionar esta palabra es cuestionar a Dios, el cual ya ha dejado claro en capítulos anteriores de la Biblia lo feroz que puede ser su ira, lo viciosa, sangrienta, dolorosa...
Pero todo esto nos parecería absurdo, de pensar como personas normales, pero no lo hacemos. La razón vuelve a ser la misma: se nos ha enseñado desde jóvenes a no cuestionar la autoridad, por muy equivocada que esté –aunque eso nunca debemos llegar a saberlo, mucho menos reconocerlo.
Por esta razón creo que todo cristiano debe tener en cuenta el terreno peligroso en el que camina: uno de ignorancia y oscuridad, irónicamente camuflado como conocimiento, verdad, y luz. Espero que no estemos tan adormecidos como para no darnos cuenta de al menos eso: que el conocimiento religioso no se basa en ninguna prueba científica, sino en simplemente fe.
Un ejemplo de esto que quiero poner es el siguiente: la doctrina de la expiación de los pecados. Esta es una creencia fundamental del cristianismo: que a través del sacrificio de Jesús, los pecados del mundo han sido perdonados. Para un cristiano esta es una muestra de amor, y gracias al adoctrinamiento que ha recibido, el de fe y no de razón, el cristiano es incapaz de ver la inmoralidad tremenda en que consiste esta creencia. La idea de que una persona inocente pueda pagar por los delitos de otra persona es repelente para cualquiera. Creo que todos aquí estaríamos de acuerdo en esto.
Los crímenes de Hitler y Stalin no pueden ser perdonados ejecutando en su lugar a una niña joven inocente. Imaginen el escándalo que sería permitir que un criminal ofreciera a su hijo para sustituirlo en su pena de muerte. Es inaceptable, pero precisamente eso es lo que enseña el cristianismo: que la sangre de un inocente puede sustituir la de un pecador. Mucho más absurdo cuando tenemos en cuenta que ni siquiera era necesario derramar sangre ya que si un dios quisiera perdonar los pecados, podría haberlos simplemente perdonado y punto. La idea de que es necesario derramar sangre es barbárica y arcaica, y debería saltarnos a la vista nada más verlo, pero es una doctrina tan aceptada que nuestra objetividad ya está anestesiada, y en muchas ocasiones somos incapaces de ver lo innoble que es.
Para romper con esta costumbre, lo único que hace falta hacer es pensar de verdad y sin miedo, que como diría Bertrand Russell, «muchas personas preferirían morir antes de pensar; de hecho lo hacen».