que le responderían a esta persona?

Re: que le responderían a esta persona?

Bien por la distinción que haces, primero la "posibilidad" luego, si es aplicable, se ve la "probabilidad".

Por ejemplo: ¿Es posible viajar en el tiempo? la reflexión humana dice que sí. ¿Cuál es la probabilidad de viajar en el tiempo? No han habido casos -documentados, al menos- por lo tanto es difícil calcular una probabilidad de ocurrencia.

No obstante, podríamos concluir que sí es posible viajar en el tiempo, aun cuando nadie lo haya experimentado o documentado con certeza ...

¿Se entiende la lógica de mi análisis?

Bueno, si entiendo lo que quieres decir. Pero no se han agotado las explicaciones naturales como para tener que recurrir a algo sobrenatural.
 
Re: que le responderían a esta persona?

Para algunas cosas eres muy tajante, para otras no tanto ...

Digo que ante semejante vacío científico, no puedes negar la "posibilidad" de que esa infinita diferencia de producto; las potencias superiores humanas (consciencia; inteligencia y libertad); el sometimiento de la naturaleza al ser humano; que confieren una dignidad especial y superior a los humanos; todo eso no puedes negar la "posibilidad" de que todo esto otorga la "posibilidad" de que realmente exista una explicación no física que cuadre la ecuación. Hablamos de POSIBILIDAD. Los científicos comienzan por allí también, por la "posibilidad de que algo ocurra o exista".

¿Lo puedes negar? ¿en qué te basas, cuál es el argumento para decir NO?

He aprendido que al final todo tiene una explicacion razonable, partimos con la lluvia, los terremotos, volcanes, rayos, enfermedades mentales, etc. que antes se le atribuian a dios. Ahora sabemos que no y asi creo que ocurrira con todas estas preguntas, vamos a ir encontrando las consiguientes respuestas y que va a pasar? Supongamos que si hay una respuesta contundente, probada sobre este tema, y sobre el origen de la vida, pues van a seguir con la cantinela de que "ah es que el origen del universo todavia no se prueba asi que puede seguir existiendo dios" ¿En que punto van a parar?
Es muy infantil este juego de empezar a quedarse sin cartas y seguir justificando a una deidad. Dios hacia llover, ahora no, no importa diran, dios creo al hombre hasta que se pruebe lo contrario y asi sucesivamente. No pues, no es chiste la cosa, ¿o acaso no conocen bien a su propio dios?
 
Re: que le responderían a esta persona?

No, de donde sacas eso, si la ciencia no puede explicar algo, se sigue investigando, no conozco a un cientifico serio que ande buscando respuestas de ultratumba.
Decir que el alma hace la diferencia, no se como se podria probar algo asi.

Exacto, si no lo puede explicar de momento sigue buscando explicación pero por caminos científicos, no sobrenaturales.
Martamaría
 
Re: que le responderían a esta persona?

A Martamaria; Jeistarrr y Linuxe:

Es que hay cosas que escapan a la lógica humana, más allá de la acumulación de conocimientos y la tecnología disponible. Es por eso que la reflexión da pistas al respecto.
La admiración de las facultades superiores humanas son pistas dadas por la reflexión.
El decubrimiento de la capacidad de sometimiento de la naturaleza por parte del ser humano, da pistas derivadas de la relfexión.
La aceptación de que el ser humano tiene una dignidad especial dentro de la naturaleza por los puntos anteriores, da pistas derivada de la relfexión.
Las cinco vías de Santo Tomás son pistas deducidas de la reflexión.
La apreciación de la infinita diferencia de producto con seres físicamente casi iguales, da pistas derivadas de la reflexión.
La existencia de fenómenos físico-químicos, totalmente inexplicables porque su explicación violentaría las leyes naturales, da pistas de una fuerza supranatural posible.

Todo eso da pistas que dan la "posibilidad" de la existencia de un mundo supranatural, no material, que explicaría todos esos temas.

Hablamos de posiblidades.

La reflexión nos dice -por ejemplo- que el ser humano tiene una dignidad especial, respecto a los demás seres de la naturaleza, si no tenemos esa dignidad especial, entonces se acepta la muerte como "solución" a "problemas" de la humanidad (eutanacia; eugenesia; aborto artificial; explotación; esclavitud; discriminación socioeconómica; etc;) o la manipulación física (manipulación de embriones; comercio de órganos biológicos; pruebas de laboratorio en humanos; etc.).

De esto se deriva el "descubrimiento" de un código moral que permite subsistir en condiciones óptimas a la raza humana y a la naturaleza que somete para su desarrollo, elemento super distintivo de los humanos

Si somos sólo materia, ¿qué dignidad? ¿qué moral? ¿qué destino que no sea la tierra?

El primer objetivo en el debate con ateos es que descubran que existe la "posibilidad" de la existencia de una realidad no material, de la existencia del alma y por lo tanto de la posibilidad de la existencia de Dios.

Sé que es difícil, pero no imposible.
 
Re: que le responderían a esta persona?

A Martamaria; Jeistarrr y Linuxe:

Es que hay cosas que escapan a la lógica humana, más allá de la acumulación de conocimientos y la tecnología disponible. Es por eso que la reflexión da pistas al respecto.
La admiración de las facultades superiores humanas son pistas dadas por la reflexión.
El decubrimiento de la capacidad de sometimiento de la naturaleza por parte del ser humano, da pistas derivadas de la relfexión.
La aceptación de que el ser humano tiene una dignidad especial dentro de la naturaleza por los puntos anteriores, da pistas derivada de la relfexión.
Las cinco vías de Santo Tomás son pistas deducidas de la reflexión.
La apreciación de la infinita diferencia de producto con seres físicamente casi iguales, da pistas derivadas de la reflexión.
La existencia de fenómenos físico-químicos, totalmente inexplicables porque su explicación violentaría las leyes naturales, da pistas de una fuerza supranatural posible.

Todo eso da pistas que dan la "posibilidad" de la existencia de un mundo supranatural, no material, que explicaría todos esos temas.

Hablamos de posiblidades.

La reflexión nos dice -por ejemplo- que el ser humano tiene una dignidad especial, respecto a los demás seres de la naturaleza, si no tenemos esa dignidad especial, entonces se acepta la muerte como "solución" a "problemas" de la humanidad (eutanacia; eugenesia; aborto artificial; explotación; esclavitud; discriminación socioeconómica; etc;) o la manipulación física (manipulación de embriones; comercio de órganos biológicos; pruebas de laboratorio en humanos; etc.).

De esto se deriva el "descubrimiento" de un código moral que permite subsistir en condiciones óptimas a la raza humana y a la naturaleza que somete para su desarrollo, elemento super distintivo de los humanos

Si somos sólo materia, ¿qué dignidad? ¿qué moral? ¿qué destino que no sea la tierra?

El primer objetivo en el debate con ateos es que descubran que existe la "posibilidad" de la existencia de una realidad no material, de la existencia del alma y por lo tanto de la posibilidad de la existencia de Dios.

Sé que es difícil, pero no imposible.

Atiende, Quia: ¿A propósito de qué tiene que responderme nadie porque tú lo pidas?
La respuesta de estos dos foristas no sé a qué viene. No la entiendo. Si tienen algo que decirme que me contesten directamente a mis posts.
Martamaría
 
Re: que le responderían a esta persona?

A Martamaria; Jeistarrr y Linuxe:

Es que hay cosas que escapan a la lógica humana, más allá de la acumulación de conocimientos y la tecnología disponible. Es por eso que la reflexión da pistas al respecto.
La admiración de las facultades superiores humanas son pistas dadas por la reflexión.
El decubrimiento de la capacidad de sometimiento de la naturaleza por parte del ser humano, da pistas derivadas de la relfexión.
La aceptación de que el ser humano tiene una dignidad especial dentro de la naturaleza por los puntos anteriores, da pistas derivada de la relfexión.
Las cinco vías de Santo Tomás son pistas deducidas de la reflexión.
La apreciación de la infinita diferencia de producto con seres físicamente casi iguales, da pistas derivadas de la reflexión.
La existencia de fenómenos físico-químicos, totalmente inexplicables porque su explicación violentaría las leyes naturales, da pistas de una fuerza supranatural posible.

Todo eso da pistas que dan la "posibilidad" de la existencia de un mundo supranatural, no material, que explicaría todos esos temas.

Hablamos de posiblidades.

La reflexión nos dice -por ejemplo- que el ser humano tiene una dignidad especial, respecto a los demás seres de la naturaleza, si no tenemos esa dignidad especial, entonces se acepta la muerte como "solución" a "problemas" de la humanidad (eutanacia; eugenesia; aborto artificial; explotación; esclavitud; discriminación socioeconómica; etc;) o la manipulación física (manipulación de embriones; comercio de órganos biológicos; pruebas de laboratorio en humanos; etc.).

De esto se deriva el "descubrimiento" de un código moral que permite subsistir en condiciones óptimas a la raza humana y a la naturaleza que somete para su desarrollo, elemento super distintivo de los humanos

Si somos sólo materia, ¿qué dignidad? ¿qué moral? ¿qué destino que no sea la tierra?

El primer objetivo en el debate con ateos es que descubran que existe la "posibilidad" de la existencia de una realidad no material, de la existencia del alma y por lo tanto de la posibilidad de la existencia de Dios.

Sé que es difícil, pero no imposible.

Jeitarrrr y Linuxe. Si tenéis algo que opinar de mis posts, responded a ellos directamente, no por mandato de otro forista. No entiendo a qué viene vuestro escrito.
Martamaría
 
Re: que le responderían a esta persona?

He aprendido que al final todo tiene una explicacion razonable, partimos con la lluvia, los terremotos, volcanes, rayos, enfermedades mentales, etc. que antes se le atribuian a dios. Ahora sabemos que no y asi creo que ocurrira con todas estas preguntas, vamos a ir encontrando las consiguientes respuestas y que va a pasar? Supongamos que si hay una respuesta contundente, probada sobre este tema, y sobre el origen de la vida, pues van a seguir con la cantinela de que "ah es que el origen del universo todavia no se prueba asi que puede seguir existiendo dios" ¿En que punto van a parar?
Es muy infantil este juego de empezar a quedarse sin cartas y seguir justificando a una deidad. Dios hacia llover, ahora no, no importa diran, dios creo al hombre hasta que se pruebe lo contrario y asi sucesivamente. No pues, no es chiste la cosa, ¿o acaso no conocen bien a su propio dios?

¿Pero de qué juego hablas?
Creer en Dios es cuestión de fe y el que no la tiene no puede creer. ¿Es que os cabe eso en la cabeza?
El hombre inteligente busca respuestas porque las necesita no para fastidiar a los creyentes. Los creyentes no necesitan respuestas porque todas las sacan de la biblia, a ellos les vale, pues bien. Pero los no creyentes las tienen que buscar en la ciencia y no se meten con Dios para nada. Salvo que los creyentes pretendan hacerles creer lo increible. Entonces tienen que explicarse.
Martamaría
 
Re: que le responderían a esta persona?

Tú digiste "supongamos que no hay una respuesta concreta, ok, ..." en base a tu supuesto yo te respondí.

Además dices que es dfícil demostrar científicamente por qué la diferencia en producto entre un humano y un chimpancé, siendo que físicamente son similares. Lo comparto.

La explicación "esotérica" (sic) no es tal, sino que surge a raiz de la reflexión y lógica humana, la cual puede llegar a descubrir la Verdad, porque Dios nos ha dado esa capacidad en el alma, que es un chispazo de la sabiduría de Dios y por la cual somos "semejantes" a Él. Pero claro, entiendo que esta últimam parte de mi escrito no te interesa mucho.

La lógica humana nos dice que si la ciencia de lo físico no puede explicar tal diferencia de producto, en principio sí es posible encontrar una explicación dentro de la ciencia de lo no físico. La filosofía ´nos dirá entonces que reflexionemos esta operación lógica.

La reflexión nos dice que sería algo sin sentido el hecho de que los humanos tengamos una dignidad especial respecto al resto de la naturaleza, debido a las potencias de consciencia, libertad e inteligencia y que -a su vez- no tengamos ni origen ni destino digno. Ya demostré que TODA la naturaleza está al servicio de la humanidad y podemos someterla para nuestro sustento y desarrollo. ¿Cómo puede ser entonces que terminemos siendo tierra o abono, como los árboles y demás animales? Esto no es lógico. "Debe necesariamente haber algo más", que explique la situación de dignidad humana.

¿Necesariamente?
Martamaría
 
Re: que le responderían a esta persona?


¿Pero de qué juego hablas?
Creer en Dios es cuestión de fe y el que no la tiene no puede creer. ¿Es que os cabe eso en la cabeza?
El hombre inteligente busca respuestas porque las necesita no para fastidiar a los creyentes. Los creyentes no necesitan respuestas porque todas las sacan de la biblia, a ellos les vale, pues bien. Pero los no creyentes las tienen que buscar en la ciencia y no se meten con Dios para nada. Salvo que los creyentes pretendan hacerles creer lo increible. Entonces tienen que explicarse.
Martamaría

Busco la coherencia en el discurso y no la hallo. Si dios hace esto y lo otro, ok, pero resulta que modifican la historia a conveniencia y eso es querer pasarse de listillo, por lo tanto estan mintiendo ya que hablan y defienden lo que no conocen.
 
Re: que le responderían a esta persona?

Originalmente enviado por QUIA
Pues yo creo que tú sí tienes fe, no en Dios, pero sí la tienes. ¿Tú crees que Plutón es un planeta enano ...?

Bueno, vamos con el método científico encontes:

Hipótesis
El ser humano tiene consciencia (de sí mismo y de su entorno), libre voluntad e inteligencia. ¿Aceptas?
Un chimpancé tiene el 99% de coincidencias con el adn del ser humano, sin embargo no tiene esas capacidades superiores. ¿Aceptas?
El Producto cultural e intelectual humano es infinitamente superior al del chimpancé. ¿Aceptas?
Llamamos aquí "infinito" a una gran diferencia, muy enorme, casi invaluable, aunque no llegue a ser infinito en términos matemático, pero se le acerca. ¿Aceptas?

Tésis
La proposicón de que todo el producto del ser humano depende de su ADN, o sea de los elementos físicos constituvos, es falsa.
El ser humano tiene esas capacidades superiores gracias a algún elemento no físico, al cual le llamamos alma.


Serias de capaz de definirme que es el alma en base a lo que crees, por que te he leeido y tienes una mescolanza de cientifico, filosófico y a veces te siento como que te inclinas al existencialismo.
 
Re: que le responderían a esta persona?

Escencialmente pensaria que el punto del debate esta un poco fuera de centro.

El te dice: "Mira para ti la biblia es la verdad, para mi no"

Creo que ese planteamiento de decir que la Biblia es la verdad es la que no permite el avance en el dialogo. Primero lo que debe quedar claro es que la Bilblia no es la verdad. La verdad es Jesucristo "Yo soy el camino, la verdad y la vida".

Mientras el debate con su amigo se centre en defender la Biblia creo que no va a avanzar mas alla.

Saludos


Pero si para creer en Jesús hay que creer primero en la Bíblia. Lo que la gente es capaz de decir.
 
Re: que le responderían a esta persona?

:musico9:

Estimada Juliana , recuerda que el hombre siembra la palabra , Dios la riega , deja que el Espiritu Santo traiga convicción en esa persona , bendiciones
 
Re: que le responderían a esta persona?

Serias de capaz de definirme que es el alma en base a lo que crees, por que te he leeido y tienes una mescolanza de cientifico, filosófico y a veces te siento como que te inclinas al existencialismo.
Si les hablo en lenguaje religioso, no vale.
Si les hablo en el lenguaje científico, no vale.
Si les hablo en lenguaje filosófico, no vale.

¿En qué quedamos?

El alma o ánima es el soplo de vida que hace que determinados seres tengan vida. El alma puede racional o irracional. Los humanos tenemos alma racional que nos dota de las potencias superiores de Libre voluntad; Inteligencia y Consciencia de sí mismo y de su entorno físico y espiritual. Es inmaterial. Es parte del ser, es decir que no existe tal cosa como cuerpo con alma o humano con alma, sino que -por ej- los humanos somos cuerpo Y alma. Aquéllas potencias superiores permiten a los humanos alcanzar niveles de desarrollo incalculables y un producto casi de infinita diferencia respecto al resto de los seres. El cerebro, el sistema nervioso, y todos los órganos y partes del cuerpo humano pueden alcanzar desempeños abrumadoreamente altos gracias a la libertad, inteligencia y consciencia. Los animales irracionale no tienen estas potencias, por lo tanato sus órganos corporales no pueden alcanzar niveles de desarrollo ni si quiera cercanos a los de un humano, y solo tienden a mantener las virtudes físicas que la naturaleza les ha dado.

La existencia del alma, prueba la existencia de un mundo inmaterial o espiritual. Por lo tanto, por este camino, es posible llegar a probar que Dios existe y que esas potencias superiores hacen del ser humano un ser semejante a Dios. En términos religiosos, los humanos somos imagen y semejanza de Dios. La prueba más excelsa de la existencia de Dios es la Venida de Jesucristo, su Concepción, su Vida entre nosotros, sus Milagros, su Resurrección y su Ascención.


La religión es el conjunto de pensamientos y acciones que el ser humano hace para "religarse" a su creador, a Dios.

¿Satisfecho?
 
Re: que le responderían a esta persona?

La existencia del alma, prueba la existencia de un mundo inmaterial o espiritual. Por lo tanto, por este camino, es posible llegar a probar que Dios existe y que esas potencias superiores hacen del ser humano un ser semejante a Dios.
Y lo que me llama la curiosidad es que, la existencia del alma humana también fue "descubierta" por sabios de la antiguedad, filósofos; hombres que paradójicamente no conocían a YHWH, pero a pesar de ello ya percibían esa REALIDAD.

Y muchos "sabios" de hoy en día se hacen de la vista gorda y prefieren dar explicaciones forzadas, como por ejemplo, atribuirle esa capacidad del hombre a alguna zona del cerebro; o peor... atribuirle esa capacidad a un proceso de evolución darwiniano.
 
Re: que le responderían a esta persona?

Si les hablo en lenguaje religioso, no vale.
Si les hablo en el lenguaje científico, no vale.
Si les hablo en lenguaje filosófico, no vale.

¿En qué quedamos?

El alma o ánima es el soplo de vida que hace que determinados seres tengan vida. El alma puede racional o irracional. Los humanos tenemos alma racional que nos dota de las potencias superiores de Libre voluntad; Inteligencia y Consciencia de sí mismo y de su entorno físico y espiritual. Es inmaterial. Es parte del ser, es decir que no existe tal cosa como cuerpo con alma o humano con alma, sino que -por ej- los humanos somos cuerpo Y alma. Aquéllas potencias superiores permiten a los humanos alcanzar niveles de desarrollo incalculables y un producto casi de infinita diferencia respecto al resto de los seres. El cerebro, el sistema nervioso, y todos los órganos y partes del cuerpo humano pueden alcanzar desempeños abrumadoreamente altos gracias a la libertad, inteligencia y consciencia. Los animales irracionale no tienen estas potencias, por lo tanato sus órganos corporales no pueden alcanzar niveles de desarrollo ni si quiera cercanos a los de un humano, y solo tienden a mantener las virtudes físicas que la naturaleza les ha dado.

La existencia del alma, prueba la existencia de un mundo inmaterial o espiritual. Primero habrá que probar la existencia del alma ¿No?
Por lo tanto, por este camino, es posible llegar a probar que Dios existe y que esas potencias superiores hacen del ser humano un ser semejante a Dios. En términos religiosos, los humanos somos imagen y semejanza de Dios. La prueba más excelsa de la existencia de Dios es la Venida de Jesucristo, su Concepción, su Vida entre nosotros, sus Milagros, su Resurrección y su Ascención.

Bueno, todo eso es válido para los creyentes, porque no prueba nada, todo es cuestión de fe.
Martamaría


La religión es el conjunto de pensamientos y acciones que el ser humano hace para "religarse" a su creador, a Dios.

¿Satisfecho?
 
Re: que le responderían a esta persona?

Y lo que me llama la curiosidad es que, la existencia del alma humana también fue "descubierta" por sabios de la antiguedad, filósofos; hombres que paradójicamente no conocían a YHWH, pero a pesar de ello ya percibían esa REALIDAD.

Y muchos "sabios" de hoy en día se hacen de la vista gorda y prefieren dar explicaciones forzadas, como por ejemplo, atribuirle esa capacidad del hombre a alguna zona del cerebro; o peor... atribuirle esa capacidad a un proceso de evolución darwiniano.


Creo que el alma en la que creían los antiguos no tiene nada que ver con el alma espiritual creada por Dios según los creyentes.
Martamaría
 
Re: que le responderían a esta persona?

Creo que el alma en la que creían los antiguos no tiene nada que ver con el alma espiritual creada por Dios según los creyentes.
Martamaría
Los egipcios, con todo su paganismo, creían en la existencia de un mundo espiritual.

Los judíos y los cristianos también creen en la existencia de un mundo espiritual.

La única diferencia es cómo lo supieron.
 
Re: que le responderían a esta persona?

Encontre esto espero te sirva y sea de bendicion.

El apóstol inspirado nos dice, en su primera Epístola a los Corintios, que, "el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM).

La Biblia: ¿De dónde es?

- ¿del cielo o de los hombres?


"Toda la Escritura es inspirada por Dios." (2 Timoteo 3:16).

¡Preciosas palabras! ¡Ojalá ellas fueran más minuciosamente entendidas en este nuestro día! Es de la mayor importancia posible que el pueblo del Señor esté arraigado, cimentado y establecido en la gran verdad de la inspiración plenaria de la Santa Escritura. Es de temer que el descuido en cuanto a este asunto del mayor peso se está extendiendo en la iglesia profesante hasta una magnitud que causa consternación. En muchos lugares se ha puesto de moda mostrar desprecio ante la idea de la inspiración plenaria. Se la estima como de la más absoluta puerilidad e ignorancia. El hecho de ser capaces, mediante la crítica libre, de descubrir imperfecciones en el precioso volumen de Dios, es considerado por muchos como una gran demostración de profunda erudición, amplitud de mente y pensamiento original; y luego, presumir y asumir el derecho de juzgar la Biblia como si fuera una mera composición humana. Ellos emprenden la tarea de pronunciarse sobre lo que es, y sobre lo que no es, digno de Dios. De hecho, ellos asumen, virtualmente, el derecho de juzgar a Dios mismo. El resultado presente es, como se podía esperar, de tinieblas y confusión absolutas, tanto para los propios ilustrados doctores como para todos quienes son tan necios como para escucharlos. Y en cuanto al futuro, ¿quién puede concebir el destino eterno de todos aquellos que tendrán que responder ante el tribunal de Cristo por el pecado de blasfemar la Palabra de Dios, y descarriar a cientos mediante su incrédula enseñanza?

Sin embargo, nosotros no ocuparemos tiempo en extendernos sobre esta pecaminosa insensatez de incrédulos y escépticos - aunque se los denomine Cristianos - o sus endebles esfuerzos para arrojar deshonra sobre el incomparable volumen que nuestro amable Dios ha hecho que se escriba para nuestra enseñanza. Algún día u otro descubrirán su fatal equivocación. ¡Dios conceda que no sea demasiado tarde! Y en cuanto a nosotros, que sea nuestro profundo gozo y nuestra profunda consolación meditar en la Palabra de Dios, para que de este modo siempre estemos descubriendo algún nuevo tesoro en esa mina inagotable, algunas nuevas glorias morales en esa revelación celestial que nos habla con un detalle y una frescura tales, como si fuera escrita expresamente para nosotros - escrita en este mismo día.

No existe nada como la Escritura. Tomen, por ejemplo, cualquier escrito humano de la misma data de la Biblia; si pudieras poner tu mano en algún volumen escrito tres mis años atrás, ¿qué hallarías? Una curiosa reliquia de antigüedad, algo a ser puesto en el Museo Británico al lado de una momia Egipcia, no teniendo absolutamente ninguna aplicación para nosotros o para nuestro tiempo, un documento mohoso, una pieza de escrito obsoleto inútil para nosotros en forma práctica, refiriéndose solamente a un estado de sociedad y a una condición de cosas pasadas hace mucho tiempo y enterradas en el olvido.
La Biblia, al contrario, es el libro para el día de hoy. Es el libro de Dios, Su revelación perfecta. Es Su propia voz hablando a cada uno de nosotros. Es un libro para todas las épocas, para toda región, para toda clase de personas, para todas las clases sociales, alta, media y baja, para el rico y el pobre, para el culto y para el ignorante, para el anciano y para el joven. Habla en un lenguaje tan simple que un niño puede entenderlo, y aun así tan profundo, que el más enorme intelecto no puede agotarla. Además, habla directo al corazón, toca los manantiales más profundos de nuestro ser moral; penetra a las raíces ocultas del pensamiento y del sentimiento en el alma; nos juzga minuciosamente. En una palabra, es, como nos dice el apóstol inspirado, "viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón." (Hebreos 4:12).

Y luego, adviertan el maravilloso alcance de su extensión. Trata con precisión y tan fuertemente con los hábitos y costumbres, las maneras y los axiomas del siglo 19 de la era Cristiana como con los de los días más tempranos de la existencia humana. Exhibe un perfecto conocimiento del hombre en cada etapa de su historia. El Londres de hoy y la ciudad de Tiro de tres mil años atrás son reflejados con igual precisión y fidelidad en la página sagrada. La vida humana en cada etapa de su desarrollo es retratada por una mano maestra en ese maravilloso volumen que nuestro Dios ha escrito benignamente para nuestra enseñanza.
¡Qué privilegio es poseer un libro semejante! ¡tener en nuestras manos una revelación divina! ¡tener acceso a un libro, del que cada línea es dada por inspiración de Dios! ¡tener una historia dada divinamente del pasado, el presente y el futuro! ¿Quién puede estimar correctamente un privilegio tal como este?
Pero entonces, este libro juzga al hombre - juzga sus caminos - juzga su corazón. Le dice la verdad acerca de él mismo. Por eso al hombre no le agrada el libro de Dios. Un hombre inconverso preferiría ampliamente un periódico o una novela sensacionalista a la Biblia. Él preferiría leer el reporte de un juicio en una de nuestras cortes de justicia criminal que un capítulo en el Nuevo Testamento.
De ahí, también, el esfuerzo constante de buscar defectos en el bendito libro de Dios. Incrédulos, en todas las épocas y de todas las clases, han trabajado duro para descubrir imperfecciones y contradicciones en la Escritura Santa. Los enemigos resueltos de la Palabra de Dios han se ser hallados, no sólo en las filas del vulgo, de los toscos y los corrompidos, sino entre los educados, los refinados y los cultivados. Tal como fue en los días de los apóstoles. "Ciertos hombres malos, de los ociosos que frecuentan la plaza" (Hechos 17:5 - VM), y "mujeres religiosas, de honorable condición" (Hechos 13:50 - VM) - dos clases de personas tan alejadas unas de otras, socialmente y moralmente - encontraron un punto en que ellos pudieron estar sinceramente de acuerdo, a saber, el rechazo absoluto de la Palabra de Dios y de quienes la predicaban fielmente. (Comparen Hechos 13:50 con Hechos 17:5). De este modo, nosotros siempre encontramos que los hombres que difieren en casi todo lo demás, concuerdan en su resuelta oposición a la Biblia. Otros libros son dejados en paz. Los hombres no se preocupan de señalar defectos en los escritos de Virgilio, Horacio, Homero o Heródoto; pero ellos no pueden soportar la Biblia, pues ella los expone y les dice la verdad acerca de ellos mismos y del mundo al que ellos pertenecen.

Y, ¿no fue exactamente igual con la Palabra viva - el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, cuando Él estuvo aquí entre los hombres? Los hombres le aborrecieron porque Él les dijo la verdad. Su ministerio, Sus palabras, Sus modos, Su vida entera fue un testimonio constante contra el mundo; de ahí la amarga y persistente oposición de ellos: a otros hombres se les dejaba pasar, pero Él era observado y acechado en cada movimiento de Su senda. Los grandes líderes y guías del pueblo "consultaron entre sí de cómo podrían entramparle en alguna palabra." (Mateo 22:15 - VM), para hallar ocasión contra Él para poder ellos entregarle al poder y autoridad del gobernador. Así fue durante su maravillosa vida; y al final, cuando el Bendito fue clavado a la cruz entre dos malhechores, estos últimos fueron dejados en paz; no hubo insultos dirigidos a ellos, los principales sacerdotes y ancianos no menearon su cabeza ante ellos. No: todos los insultos, toda la burla, toda la tosca y desalmada vulgaridad - todo se acumuló sobre el Ocupante divino de la cruz central.

Ahora bien, es bueno que nosotros entendamos a fondo la fuente real de la oposición a la Palabra de Dios - sea ella la Palabra viva o la Palabra escrita. Ello nos capacitará para estimarla en su real valor.
El diablo odia la Palabra de Dios - la odia con un odio perfecto, y por eso él emplea incrédulos eruditos para escribir libros que demuestren que la Biblia no es la Palabra de Dios, que no puede ser, ya que hay errores y discrepancias en ella; y no sólo eso, sino que en el Antiguo Testamento encontramos leyes e instituciones, hábitos y prácticas indignas de un Ser amable y benevolente.
A todo este estilo de argumento nosotros tenemos una breve y directa respuesta; de todos estos incrédulos eruditos decimos simplemente, «ellos no conocen absolutamente nada acerca del asunto.» Ellos pueden ser muy eruditos, muy inteligentes, pensadores muy profundos y originales, bien preparados en literatura general, muy competentes para dar una opinión sobre cualquier tema dentro del dominio de la filosofía natural y moral, muy capaces de discutir cualquier asunto científico. Además, ellos pueden ser muy amables en la vida privada, caracteres estimables, amables, benevolentes y filantrópicos, amados en privado y respetados en público. Ellos pueden ser todo esto, pero al ser inconversos, y al no tener el Espíritu de Dios, ellos son totalmente incompetentes para formarse, y muchos menos para emitir, un juicio sobre el tema de la Santa Escritura.
Si alguna persona completamente ignorante de la astronomía presumiera emitir un juicio sobre los principios del sistema Copernicano, estos mismos hombres de quienes hablamos la declararían, de inmediato, absolutamente incompetente para hablar, e indigna de ser oída sobre semejante tema. En resumen, nadie tiene ningún derecho en absoluto para ofrecer una opinión sobre un asunto del cual no tiene conocimiento. Este es un principio admitido por todas partes, y por tanto su aplicación en el caso que tenemos ahora ante nosotros no puede ser puesto en duda justamente.

Ahora bien, el apóstol inspirado nos dice, en su primera Epístola a los Corintios, que, "el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM). Esto es conclusivo. Él habla de hombres en su estado natural, por muy erudito y cultivado que él sea. Él no está hablando de ninguna clase especial de hombres, sino simplemente del hombre en su estado inconverso, del hombre desprovisto del Espíritu de Dios. Algunos pueden imaginar que el apóstol se refiere al hombre en un estado de barbarie, o de salvaje ignorancia. De ningún modo; se trata simplemente del hombre natural, sea él un erudito filósofo o un ignorante payaso. Él no puede conocer las cosas del Espíritu de Dios. Entonces, ¿cómo puede él formarse o emitir un juicio en cuanto a la Palabra de Dios? ¿Cómo puede tomar a su cargo decir lo que es, o lo que no es digno que Dios escriba? Y si él es lo suficientemente audaz para hacerlo - como ¡es lamentable! él lo es - ¿quién será lo suficientemente necio como para escucharlo? Sus argumentos son sin base; sus teorías sin valor; sus libros sólo son aptos para el cesto de papeles desechados. Y todo esto, obsérvese, sobre el principio universalmente admitido arriba mencionado, de que nadie tiene ningún derecho a ser escuchado sobre un tema del cual él es completamente ignorante.
De este modo nos libramos de la tribu completa de escritores incrédulos. ¿Quién pensaría escuchar a un ciego disertando sobre el tema de la luz y la sombra? Y con todo, un hombre semejante tiene mayor cantidad de motivos para ser oído que un hombre inconverso sobre el tema de la inspiración. La enseñanza humana, por muy variada y extensa que sea, la sabiduría humana, por muy profunda que sea, no pueden calificar a un hombre para emitir un juicio sobre la Palabra de Dios. Sin duda un estudioso puede examinar y cotejar Manuscritos, simplemente como un asunto de crítica; él puede ser capaz de formarse un juicio en cuanto a la cuestión de la autoridad para cualquiera lectura particular de un pasaje; pero este es un asunto totalmente diferente de un escritor incrédulo que emprende la tarea de emitir un juicio sobre la revelación que Dios, en Su bondad infinita, nos ha dado. Nosotros sostenemos que ningún hombre puede hacer esto. Es sólo por el Espíritu que inspiró las Santas Escrituras que esas Escrituras pueden ser entendidas y apreciadas. La Palabra de Dios debe ser recibida en su propia autoridad. Si el hombre puede juzgarla o discutir sobre ella, no es la Palabra de Dios en absoluto. ¿Nos ha dado Dios una revelación o no? Si Él lo ha hecho, ella debe ser absolutamente perfecta en todos los aspectos, y siendo así, debe estar enteramente más allá del alcance del juicio humano. El hombre no es más competente para juzgar la Escritura de lo que él es para juzgar a Dios. Las Escrituras juzgan al hombre, no el hombre a las Escrituras.
Esto hace toda la diferencia. Nada puede ser más miserablemente despreciable que los libros que los incrédulos escriben contra la Biblia. Cada página, cada párrafo, cada frase, sólo sirve para ilustrar la verdad de la declaración del apóstol de que " el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; . . .ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM). Su indisculpable ignorancia del tema que ellos se toman el trabajo de tratar se equipara solamente a su confianza en ellos mismos. De su irreverencia nosotros no decimos nada, pues ¿quién pensaría encontrar reverencia en los escritos de incrédulos? Quizás podríamos buscar un poco de modestia, si no fuera que nosotros estamos plenamente al tanto de la amarga animosidad que yace en la raíz de todos esos escritos, y los hace absolutamente indignos de ser considerados ni por un momento.
Otros libros pueden contener un examen desapasionado: pero el acercamiento al precioso libro de Dios es llevado a cabo con la predeterminada conclusión de que no es una revelación divina, porque, ciertamente, los incrédulos nos dicen que Dios no nos podía dar una revelación escrita de Sus pensamientos.
¡Qué extraño! Los hombres pueden darnos una revelación de sus pensamientos, y los incrédulos lo han hecho así muy claramente; pero Dios no puede. ¡Qué insensatez! ¡Qué presunción! ¿Porqué, podríamos preguntar legítimamente, Dios no podía revelar Sus pensamientos a Sus criaturas? ¿Por qué hay que pensar en ello como algo increíble? Por ninguna razón en absoluto, sino porque los incrédulos desearían que fuera así. El deseo es, en este caso, padre del pensamiento. La cuestión hecha surgir por la serpiente antigua en el huerto del Edén casi seis mil años atrás, ha sido transmitida de época a época por toda clase de escépticos, racionalistas e incrédulos, a saber, " ¿Conque ha dicho Dios:...? (Génesis 3:1 - VM). Nosotros respondemos con intenso deleite, «Sí, bendito sea Su santo nombre, Él ha hablado - nos ha hablado. Él ha revelado Sus pensamientos; Él nos ha dado las Santas Escrituras.» "Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto [artios], estando bien preparado para toda buena obra." (2 Timoteo 3: 16, 17 - VM). y de nuevo, "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza." (Romanos 15:4).
¡El Señor sea alabado por tales palabras! Ellas nos aseguran que toda Escritura es dada por Dios, y que toda Escritura es dada a nosotros. ¡Precioso vínculo entre el alma y Dios! ¿Qué lenguaje puede hablar del valor de un vínculo tal? Dios ha hablado - nos ha hablado. Su Palabra es una roca contra la cual todas las olas del pensamiento incrédulo se estrellan en desdeñable impotencia, dejándola en su propia fortaleza divina y estabilidad eterna. Nada puede tocar la Palabra de Dios. Ni todos los poderes del hombre y del infierno, hombres y demonios combinados pueden mover alguna vez la Palabra de Dios. Allí se yergue en su propia gloria moral, a pesar de todos los asaltos del enemigo de época en época. "¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu palabra permanece estable en el cielo!" (Salmo 119:89 - VM). "Has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas." (Salmo 138:2). ¿Qué queda para nosotros? Solamente esto, "Dentro de mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti." (Salmo 119:11 - VM). Aquí yace el profundo secreto de la paz. El corazón es unido al trono, sí, al corazón mismo de Dios mediante Su muy preciosa Palabra, y es puesta así en posesión de una paz que el mundo no puede dar, ni quitar. ¿Qué pueden producir todas las teorías, los razonamientos y los argumentos de los incrédulos? Simplemente nada. Ellos son estimados como el tamo de las eras de verano. Para uno que ha aprendido realmente, por medio de la gracia, a confiar en la Palabra de Dios - a descansar en la autoridad de la Santa Escritura - todos los libros incrédulos que alguna vez fueron escritos son absolutamente sin valor, sin sentido, sin poder; ellos exhiben la ignorancia y la terrible presunción de los escritores; pero en cuanto a la Escritura, ellos la dejan exactamente donde siempre ha estado y siempre estará, "estable en el cielo" (Salmo 119:89 - VM), tan inamovible como el trono de Dios.

[Al referirnos a escritores incrédulos, deberíamos tener en mente que, con mucho, los más peligrosos de todos son quienes se llaman a sí mismos Cristianos. Un nuestros días de juventud, siempre que oíamos la palabra "incrédulo" pensábamos en seguida en alguno como Tom Paine, o Voltaire; ahora, ¡es lamentable! tenemos que pensar en los así llamados obispos o doctores de la iglesia profesante. ¡Un hecho tremendo!]

El asalto de los incrédulos no puede tocar el trono de Dios ni pueden ellos tocar Su Palabra; y, bendito sea Su nombre, tampoco pueden tocar la paz que fluye a través del corazón que reposa sobre ese fundamente imperecedero. "Grande es la paz de los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo." (Salmo 119:165 - VM). "La palabra del Dios nuestro permanece para siempre." (Isaías 40:8). "Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada." (1 Pedro 1:24, 25).
Aquí tenemos nuevamente el mismo precioso vínculo dorado. La Palabra que ha llegado a nosotros en la forma de buenas nuevas es la Palabra del Señor que permanece para siempre: y de ahí que nuestra salvación y nuestra paz son tan estables como la Palabra sobre la cual ellas están fundamentadas. Si toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba, entonces ¿que valor tienen los argumentos de los incrédulos? Ellos son tan inútiles como la hierba seca o la flor caída, y los hombres que los ponen en circulación y aquellos que son movidos por ellos hallarán que son así, más temprano o más tarde. ¡Oh! la pecaminosa insensatez de disputar contra la Palabra de Dios - de disputar contra la única cosa en todo este mundo que puede dar reposo y consolación al pobre y cansado corazón humano - disputar contra lo que trae las buenas nuevas de salvación a pobres pecadores perdidos - ¡ly as trae frescas desde el corazón de Dios!

Pero aquí, quizás, podemos vernos enfrentados a la pregunta tan a menudo esgrimida y que ha atribulado a muchos y les ha conducido a huir buscando refugio en lo que se denomina "La autoridad de la iglesia." La pregunta es esta: ¿Cómo sabemos que el libro que llamamos la Biblia es la Palabra de Dios? Nuestra respuesta a esta pregunta es una muy sencilla, y es esta: Aquel que nos ha dado, por gracia, el libro bendito, puede darnos también la certeza de que el libro proviene de Él. El mismo Espíritu que inspiró a los varios escritores de las Santas Escrituras nos puede hacer conocer que esas Escrituras son la voz misma de Dios hablándonos. Es sólo por Su Espíritu que alguien puede discernir esto. Como ya hemos visto, "el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios;. . . ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM). Si el Espíritu Santo no nos hace conocer y nos da la certeza de que la Biblia es la Palabra de Dios, ningún hombre o cuerpo de hombres puede, posiblemente, hacerlo: y, por otra parte, si Él nos da la bendita certeza nosotros no necesitamos el testimonio del hombre.
Nosotros admitimos sin reserva que una sombra de incertidumbre sobre esta pregunta sería una tortura y una miseria positivas. ¿Pero quién nos puede dar certeza? Dios solo. Si todos los hombres que están en la tierra se pusieran de acuerdo para testificar de la autoridad de la Santa Escritura, si todos los concilios que alguna vez se celebraron, todos los doctores que alguna vez enseñaron, todos los padres de la iglesia que alguna vez escribieron estuvieran a favor del dogma de la inspiración plenaria; si la iglesia universal, si cada denominación en la Cristiandad diera su asentimiento a la verdad de que la Biblia es, de hecho, la Palabra de Dios; en una palabra, si tuviésemos toda la autoridad humana que alguna vez se pudiera tener con referencia a la integridad de la Palabra de Dios, ello sería absolutamente insuficiente como terreno de certeza; y si nuestra fe estuviese fundada sobre aquella autoridad ella sería perfectamente sin valor. Dios solo puede darnos la certeza de que Él ha hablado en Su Palabra; y, bendito sea Su nombre, cuando Él la da, todos los argumentos, todas las objeciones, todas las sutilezas, todos los cuestionamientos de incrédulos, antiguos y modernos, son como espuma sobre las aguas, como el humo que sale del tope de una chimenea, o como el polvo sobre el piso. El creyente verdadero los rechaza como rechaza tanta basura sin valor y reposa en santa tranquilidad en aquella incomparable revelación que nuestro Dios nos ha dado por gracia.
Es de la mayor importancia posible para el lector que esté minuciosamente claro y establecido en cuanto a este serio asunto si ha de elevarse por sobre la influencia de la incredulidad, por un lado, y de la superstición, por el otro. La incredulidad se encarga de decirnos que Dios no nos ha dado un libro - la revelación de Su mente - que no podía darlo. La superstición se encarga de decirnos que aunque Dios nos ha dado una revelación, con todo, nosotros no podemos tener certeza de ella sin la autoridad del hombre, ni entenderla sin la interpretación del hombre. Ahora bien, es bueno ver que por medio de las dos nosotros somos privados de la dádiva preciosa de la Santa Escritura. Y esto es precisamente lo que el diablo pretende. Él nos quiere privar de la Palabra de Dios; y él puede hacer esto tan eficazmente por medio de la aparente falta de confianza en uno mismo que humilde y reverentemente acude a hombres sabios y eruditos en busca de autoridad, como por medio de una incredulidad audaz que rechaza con denuedo toda autoridad, humana o divina.
Tomen un caso. Un padre escribe una carta a su hijo que está en la ciudad de Cantón (China), una carta llena del afecto y ternura del corazón de un padre. Él le cuenta sus planes y arreglos, le cuenta todo lo que él piensa que puede interesar al corazón de un hijo - todo lo que el amor del corazón de un padre podría sugerir. El hijo llama a la oficina de correos en Cantón para preguntar si hay una carta de su padre para él. Un funcionario de correos le dice que no hay ninguna carta, que su padre no le ha escrito y no le podría escribir, no le podría comunicar en absoluto sus pensamientos por un medio semejante, que solamente es insensatez pensar en una cosa como esta. Otro funcionario se presenta y dice, «Sí, hay aquí una carta para usted, pero usted no podría entenderla en absoluto; es bastante inservible para usted, de hecho solamente puede hacerle un daño positivo ya que usted es bastante incapaz de leerla correctamente. Usted debe dejar la carta en nuestras manos, y nosotros le explicaremos las porciones de ella que consideremos apropiadas para usted.» El primero de estos dos funcionarios representa la incredulidad; el último, la superstición. Por medio de ambos el hijo se vería privado de la carta largamente esperada - la preciosa comunicación proveniente del corazón de su padre. ¿Pero cuál, podemos preguntar, sería su respuesta a estos funcionarios indignos? Una muy breve y directa, podemos reposar seguros. Él diría al primero, «Yo se que mi padre me puede comunicar sus pensamientos por medio de una carta, y eso él lo ha hecho.» Él diría al segundo, «Yo se que mi padre me puede hacer comprender sus pensamientos mucho mejor de lo que usted puede hacerlo.» Y diría a los dos, y eso, también, con denuedo y firme decisión, «Entréguenme de inmediato la carta de mi padre, está dirigida a mí, y ningún hombre tiene ningún derecho de retenerla y no entregármela.»
De esta manera, también, el Cristiano de corazón sencillo debería enfrentar la insolencia de la incredulidad y la ignorancia de la superstición - las dos agencias especiales del diablo, en este nuestro día, para desechar la preciosa Palabra de Dios. «Mi Padre ha comunicado Sus pensamientos, y Él me puede hacer entender la comunicación.» "Toda la Escritura es inspirada por Dios." (2 Timoteo 3:16). Y, "las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron." (Romanos 15:4). Magnífica respuesta para todo enemigo de la preciosa e incomparable revelación de Dios, ¡sea él un racionalista o un ritualista!

Nosotros sentimos que es nuestro deber sagrado, como muy ciertamente es nuestro alto privilegio, recalcar a todos aquellos a quienes tenemos acceso, la inmensa importancia, sí, la necesidad absoluta de la decisión más inexorable sobre este punto. Debemos mantener fielmente, a cualquier costo, la autoridad divina, y por tanto la supremacía absoluta y la suficiencia total de la Palabra de Dios en todos los tiempos, en todos los lugares, para todos los propósitos. Nosotros debemos atenernos a que las Escrituras, habiendo sido dada por Dios, son completas en el sentido más alto y más pleno de la palabra; que ellas no necesitan ningún autoridad humana para acreditarlas o ninguna voz humana para hacerlas disponibles; ellas hablan por sí mismas y llevan sus credenciales con ellas. Todo lo que nosotros debemos hacer es creer y obedecer, no razonar o discutir. Dios ha hablado: a nosotros nos toca escuchar y rendir una obediencia sin reservas y reverente.

Nunca hubo un momento en la historia de la iglesia de Dios en el que fuese más necesario urgir sobre la conciencia humana la necesidad de obediencia implícita a la Palabra de Dios con el el día actual. Ello es, ¡lamentablemente! muy escasamente sentido. Los Cristianos profesantes, en su mayor parte, parecen considerar que tienen un derecho a pensar por sí mismos, a seguir su propia razón, su propio juicio, o su propia conciencia. Ellos no creen que la Biblia sea una guía divina y universal. Piensan que existen muchísimas cosas en las que se nos deja escoger a nosotros mismos. De ahí las casi innumerables sectas, partidos, credos y escuelas de pensamiento. Si se permite absolutamente la opinión humana, entonces, como algo común, un hombre tiene tanto derecho a pensar como otro, y así ha llegado a suceder que la iglesia profesante ha llegado a servir de refrán y burla para la división.
¿Y cuál es el remedio soberano para esta extendida enfermedad? Aquí está: el sometimiento absoluto y completo a la autoridad de la Santa Escritura. No se trata que los hombres acudan a la Escritura para obtener confirmación de sus opiniones y sus puntos de vista, sino que acudan a ella para obtener el pensamiento de Dios en cuanto a todo, y que todo su ser moral se incline ante la autoridad divina. Esta es la única necesidad apremiante del momento en que nos ha tocado vivir - un sometimiento reverente, en todas las cosas, a la autoridad suprema de la Palabra de Dios. Sin duda habrá variedad en nuestra medida de inteligencia, en nuestra comprensión y apreciación de la Escritura; pero lo que nosotros apremiamos sobre todos los Cristianos es esa condición de alma, esa actitud de corazón expresada en aquellas preciosas palabras del salmista, "Dentro de mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti." (Salmo 119:11 - VM). Esto, podemos estar seguros, es grato para el corazón de Dios. "A este hombre empero miraré, a saber, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra." (Isaías 66:2 - VM).
Aquí yace el verdadero secreto de la seguridad moral. Nuestro conocimiento de la Escritura puede ser muy limitado; pero si nuestra reverencia por ella es profunda, nosotros seremos protegidos de mil errores, de mil trampas. Y entonces habrá crecimiento firme. Creceremos en el conocimiento de Dios, de Cristo y de la Palabra escrita. Nos deleitaremos en extraer de esas profundidades vivientes e inagotables de la Santa Escritura, y en pastar a través de esas verdes pasturas que la gracia infinita ha abierto de par en par al rebaño de Cristo. Así será nutrida y fortalecida la vida divina, la Palabra de Dios llegará a ser más y más preciosa para nuestras almas, y seremos conducidos por el ministerio poderoso del Espíritu Santo a la profundidad, plenitud, majestad y gloria moral de la Santa Escritura. Seremos completamente libertados de las influencias que se están marchitando de todos los meros sistemas de teología, alta, baja o moderada - ¡una liberación muy bendita! Seremos capaces de decir a los defensores de todas las escuelas de teología bajo el sol, cualesquiera sean los elementos de verdad que ellos puedan tener en sus sistemas, lo que nosotros tenemos en perfección divina en la Palabra de Dios; no torcida y tergiversada para adaptarlos a un sistema, sino en su correcto lugar en el amplio círculo de la revelación divina que tiene su centro eterno en la Persona bendita de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

C. H. Mackintosh

Traducido por: B.R.C.O. - Abril 2007
Título original en inglés:
THE BIBLE: WHENCE IS IT?, by Charles Henry Mackintosh
Miscellaneous Writings, Book 7
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
[email protected]
 
Re: que le responderían a esta persona?

La Biblia: ¿De dónde es?

- ¿del cielo o de los hombres?


"Toda la Escritura es inspirada por Dios." (2 Timoteo 3:16).

¡Preciosas palabras! ¡Ojalá ellas fueran más minuciosamente entendidas en este nuestro día! Es de la mayor importancia posible que el pueblo del Señor esté arraigado, cimentado y establecido en la gran verdad de la inspiración plenaria de la Santa Escritura. Es de temer que el descuido en cuanto a este asunto del mayor peso se está extendiendo en la iglesia profesante hasta una magnitud que causa consternación. En muchos lugares se ha puesto de moda mostrar desprecio ante la idea de la inspiración plenaria. Se la estima como de la más absoluta puerilidad e ignorancia. El hecho de ser capaces, mediante la crítica libre, de descubrir imperfecciones en el precioso volumen de Dios, es considerado por muchos como una gran demostración de profunda erudición, amplitud de mente y pensamiento original; y luego, presumir y asumir el derecho de juzgar la Biblia como si fuera una mera composición humana. Ellos emprenden la tarea de pronunciarse sobre lo que es, y sobre lo que no es, digno de Dios. De hecho, ellos asumen, virtualmente, el derecho de juzgar a Dios mismo. El resultado presente es, como se podía esperar, de tinieblas y confusión absolutas, tanto para los propios ilustrados doctores como para todos quienes son tan necios como para escucharlos. Y en cuanto al futuro, ¿quién puede concebir el destino eterno de todos aquellos que tendrán que responder ante el tribunal de Cristo por el pecado de blasfemar la Palabra de Dios, y descarriar a cientos mediante su incrédula enseñanza?

Sin embargo, nosotros no ocuparemos tiempo en extendernos sobre esta pecaminosa insensatez de incrédulos y escépticos - aunque se los denomine Cristianos - o sus endebles esfuerzos para arrojar deshonra sobre el incomparable volumen que nuestro amable Dios ha hecho que se escriba para nuestra enseñanza. Algún día u otro descubrirán su fatal equivocación. ¡Dios conceda que no sea demasiado tarde! Y en cuanto a nosotros, que sea nuestro profundo gozo y nuestra profunda consolación meditar en la Palabra de Dios, para que de este modo siempre estemos descubriendo algún nuevo tesoro en esa mina inagotable, algunas nuevas glorias morales en esa revelación celestial que nos habla con un detalle y una frescura tales, como si fuera escrita expresamente para nosotros - escrita en este mismo día.

No existe nada como la Escritura. Tomen, por ejemplo, cualquier escrito humano de la misma data de la Biblia; si pudieras poner tu mano en algún volumen escrito tres mis años atrás, ¿qué hallarías? Una curiosa reliquia de antigüedad, algo a ser puesto en el Museo Británico al lado de una momia Egipcia, no teniendo absolutamente ninguna aplicación para nosotros o para nuestro tiempo, un documento mohoso, una pieza de escrito obsoleto inútil para nosotros en forma práctica, refiriéndose solamente a un estado de sociedad y a una condición de cosas pasadas hace mucho tiempo y enterradas en el olvido.
La Biblia, al contrario, es el libro para el día de hoy. Es el libro de Dios, Su revelación perfecta. Es Su propia voz hablando a cada uno de nosotros. Es un libro para todas las épocas, para toda región, para toda clase de personas, para todas las clases sociales, alta, media y baja, para el rico y el pobre, para el culto y para el ignorante, para el anciano y para el joven. Habla en un lenguaje tan simple que un niño puede entenderlo, y aun así tan profundo, que el más enorme intelecto no puede agotarla. Además, habla directo al corazón, toca los manantiales más profundos de nuestro ser moral; penetra a las raíces ocultas del pensamiento y del sentimiento en el alma; nos juzga minuciosamente. En una palabra, es, como nos dice el apóstol inspirado, "viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón." (Hebreos 4:12).

Y luego, adviertan el maravilloso alcance de su extensión. Trata con precisión y tan fuertemente con los hábitos y costumbres, las maneras y los axiomas del siglo 19 de la era Cristiana como con los de los días más tempranos de la existencia humana. Exhibe un perfecto conocimiento del hombre en cada etapa de su historia. El Londres de hoy y la ciudad de Tiro de tres mil años atrás son reflejados con igual precisión y fidelidad en la página sagrada. La vida humana en cada etapa de su desarrollo es retratada por una mano maestra en ese maravilloso volumen que nuestro Dios ha escrito benignamente para nuestra enseñanza.
¡Qué privilegio es poseer un libro semejante! ¡tener en nuestras manos una revelación divina! ¡tener acceso a un libro, del que cada línea es dada por inspiración de Dios! ¡tener una historia dada divinamente del pasado, el presente y el futuro! ¿Quién puede estimar correctamente un privilegio tal como este?
Pero entonces, este libro juzga al hombre - juzga sus caminos - juzga su corazón. Le dice la verdad acerca de él mismo. Por eso al hombre no le agrada el libro de Dios. Un hombre inconverso preferiría ampliamente un periódico o una novela sensacionalista a la Biblia. Él preferiría leer el reporte de un juicio en una de nuestras cortes de justicia criminal que un capítulo en el Nuevo Testamento.
De ahí, también, el esfuerzo constante de buscar defectos en el bendito libro de Dios. Incrédulos, en todas las épocas y de todas las clases, han trabajado duro para descubrir imperfecciones y contradicciones en la Escritura Santa. Los enemigos resueltos de la Palabra de Dios han se ser hallados, no sólo en las filas del vulgo, de los toscos y los corrompidos, sino entre los educados, los refinados y los cultivados. Tal como fue en los días de los apóstoles. "Ciertos hombres malos, de los ociosos que frecuentan la plaza" (Hechos 17:5 - VM), y "mujeres religiosas, de honorable condición" (Hechos 13:50 - VM) - dos clases de personas tan alejadas unas de otras, socialmente y moralmente - encontraron un punto en que ellos pudieron estar sinceramente de acuerdo, a saber, el rechazo absoluto de la Palabra de Dios y de quienes la predicaban fielmente. (Comparen Hechos 13:50 con Hechos 17:5). De este modo, nosotros siempre encontramos que los hombres que difieren en casi todo lo demás, concuerdan en su resuelta oposición a la Biblia. Otros libros son dejados en paz. Los hombres no se preocupan de señalar defectos en los escritos de Virgilio, Horacio, Homero o Heródoto; pero ellos no pueden soportar la Biblia, pues ella los expone y les dice la verdad acerca de ellos mismos y del mundo al que ellos pertenecen.

Y, ¿no fue exactamente igual con la Palabra viva - el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, cuando Él estuvo aquí entre los hombres? Los hombres le aborrecieron porque Él les dijo la verdad. Su ministerio, Sus palabras, Sus modos, Su vida entera fue un testimonio constante contra el mundo; de ahí la amarga y persistente oposición de ellos: a otros hombres se les dejaba pasar, pero Él era observado y acechado en cada movimiento de Su senda. Los grandes líderes y guías del pueblo "consultaron entre sí de cómo podrían entramparle en alguna palabra." (Mateo 22:15 - VM), para hallar ocasión contra Él para poder ellos entregarle al poder y autoridad del gobernador. Así fue durante su maravillosa vida; y al final, cuando el Bendito fue clavado a la cruz entre dos malhechores, estos últimos fueron dejados en paz; no hubo insultos dirigidos a ellos, los principales sacerdotes y ancianos no menearon su cabeza ante ellos. No: todos los insultos, toda la burla, toda la tosca y desalmada vulgaridad - todo se acumuló sobre el Ocupante divino de la cruz central.

Ahora bien, es bueno que nosotros entendamos a fondo la fuente real de la oposición a la Palabra de Dios - sea ella la Palabra viva o la Palabra escrita. Ello nos capacitará para estimarla en su real valor.
El diablo odia la Palabra de Dios - la odia con un odio perfecto, y por eso él emplea incrédulos eruditos para escribir libros que demuestren que la Biblia no es la Palabra de Dios, que no puede ser, ya que hay errores y discrepancias en ella; y no sólo eso, sino que en el Antiguo Testamento encontramos leyes e instituciones, hábitos y prácticas indignas de un Ser amable y benevolente.
A todo este estilo de argumento nosotros tenemos una breve y directa respuesta; de todos estos incrédulos eruditos decimos simplemente, «ellos no conocen absolutamente nada acerca del asunto.» Ellos pueden ser muy eruditos, muy inteligentes, pensadores muy profundos y originales, bien preparados en literatura general, muy competentes para dar una opinión sobre cualquier tema dentro del dominio de la filosofía natural y moral, muy capaces de discutir cualquier asunto científico. Además, ellos pueden ser muy amables en la vida privada, caracteres estimables, amables, benevolentes y filantrópicos, amados en privado y respetados en público. Ellos pueden ser todo esto, pero al ser inconversos, y al no tener el Espíritu de Dios, ellos son totalmente incompetentes para formarse, y muchos menos para emitir, un juicio sobre el tema de la Santa Escritura.
Si alguna persona completamente ignorante de la astronomía presumiera emitir un juicio sobre los principios del sistema Copernicano, estos mismos hombres de quienes hablamos la declararían, de inmediato, absolutamente incompetente para hablar, e indigna de ser oída sobre semejante tema. En resumen, nadie tiene ningún derecho en absoluto para ofrecer una opinión sobre un asunto del cual no tiene conocimiento. Este es un principio admitido por todas partes, y por tanto su aplicación en el caso que tenemos ahora ante nosotros no puede ser puesto en duda justamente.

Ahora bien, el apóstol inspirado nos dice, en su primera Epístola a los Corintios, que, "el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM). Esto es conclusivo. Él habla de hombres en su estado natural, por muy erudito y cultivado que él sea. Él no está hablando de ninguna clase especial de hombres, sino simplemente del hombre en su estado inconverso, del hombre desprovisto del Espíritu de Dios. Algunos pueden imaginar que el apóstol se refiere al hombre en un estado de barbarie, o de salvaje ignorancia. De ningún modo; se trata simplemente del hombre natural, sea él un erudito filósofo o un ignorante payaso. Él no puede conocer las cosas del Espíritu de Dios. Entonces, ¿cómo puede él formarse o emitir un juicio en cuanto a la Palabra de Dios? ¿Cómo puede tomar a su cargo decir lo que es, o lo que no es digno que Dios escriba? Y si él es lo suficientemente audaz para hacerlo - como ¡es lamentable! él lo es - ¿quién será lo suficientemente necio como para escucharlo? Sus argumentos son sin base; sus teorías sin valor; sus libros sólo son aptos para el cesto de papeles desechados. Y todo esto, obsérvese, sobre el principio universalmente admitido arriba mencionado, de que nadie tiene ningún derecho a ser escuchado sobre un tema del cual él es completamente ignorante.
De este modo nos libramos de la tribu completa de escritores incrédulos. ¿Quién pensaría escuchar a un ciego disertando sobre el tema de la luz y la sombra? Y con todo, un hombre semejante tiene mayor cantidad de motivos para ser oído que un hombre inconverso sobre el tema de la inspiración. La enseñanza humana, por muy variada y extensa que sea, la sabiduría humana, por muy profunda que sea, no pueden calificar a un hombre para emitir un juicio sobre la Palabra de Dios. Sin duda un estudioso puede examinar y cotejar Manuscritos, simplemente como un asunto de crítica; él puede ser capaz de formarse un juicio en cuanto a la cuestión de la autoridad para cualquiera lectura particular de un pasaje; pero este es un asunto totalmente diferente de un escritor incrédulo que emprende la tarea de emitir un juicio sobre la revelación que Dios, en Su bondad infinita, nos ha dado. Nosotros sostenemos que ningún hombre puede hacer esto. Es sólo por el Espíritu que inspiró las Santas Escrituras que esas Escrituras pueden ser entendidas y apreciadas. La Palabra de Dios debe ser recibida en su propia autoridad. Si el hombre puede juzgarla o discutir sobre ella, no es la Palabra de Dios en absoluto. ¿Nos ha dado Dios una revelación o no? Si Él lo ha hecho, ella debe ser absolutamente perfecta en todos los aspectos, y siendo así, debe estar enteramente más allá del alcance del juicio humano. El hombre no es más competente para juzgar la Escritura de lo que él es para juzgar a Dios. Las Escrituras juzgan al hombre, no el hombre a las Escrituras.
Esto hace toda la diferencia. Nada puede ser más miserablemente despreciable que los libros que los incrédulos escriben contra la Biblia. Cada página, cada párrafo, cada frase, sólo sirve para ilustrar la verdad de la declaración del apóstol de que " el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; . . .ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM). Su indisculpable ignorancia del tema que ellos se toman el trabajo de tratar se equipara solamente a su confianza en ellos mismos. De su irreverencia nosotros no decimos nada, pues ¿quién pensaría encontrar reverencia en los escritos de incrédulos? Quizás podríamos buscar un poco de modestia, si no fuera que nosotros estamos plenamente al tanto de la amarga animosidad que yace en la raíz de todos esos escritos, y los hace absolutamente indignos de ser considerados ni por un momento.
Otros libros pueden contener un examen desapasionado: pero el acercamiento al precioso libro de Dios es llevado a cabo con la predeterminada conclusión de que no es una revelación divina, porque, ciertamente, los incrédulos nos dicen que Dios no nos podía dar una revelación escrita de Sus pensamientos.
¡Qué extraño! Los hombres pueden darnos una revelación de sus pensamientos, y los incrédulos lo han hecho así muy claramente; pero Dios no puede. ¡Qué insensatez! ¡Qué presunción! ¿Porqué, podríamos preguntar legítimamente, Dios no podía revelar Sus pensamientos a Sus criaturas? ¿Por qué hay que pensar en ello como algo increíble? Por ninguna razón en absoluto, sino porque los incrédulos desearían que fuera así. El deseo es, en este caso, padre del pensamiento. La cuestión hecha surgir por la serpiente antigua en el huerto del Edén casi seis mil años atrás, ha sido transmitida de época a época por toda clase de escépticos, racionalistas e incrédulos, a saber, " ¿Conque ha dicho Dios:...? (Génesis 3:1 - VM). Nosotros respondemos con intenso deleite, «Sí, bendito sea Su santo nombre, Él ha hablado - nos ha hablado. Él ha revelado Sus pensamientos; Él nos ha dado las Santas Escrituras.» "Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto [artios], estando bien preparado para toda buena obra." (2 Timoteo 3: 16, 17 - VM). y de nuevo, "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza." (Romanos 15:4).
¡El Señor sea alabado por tales palabras! Ellas nos aseguran que toda Escritura es dada por Dios, y que toda Escritura es dada a nosotros. ¡Precioso vínculo entre el alma y Dios! ¿Qué lenguaje puede hablar del valor de un vínculo tal? Dios ha hablado - nos ha hablado. Su Palabra es una roca contra la cual todas las olas del pensamiento incrédulo se estrellan en desdeñable impotencia, dejándola en su propia fortaleza divina y estabilidad eterna. Nada puede tocar la Palabra de Dios. Ni todos los poderes del hombre y del infierno, hombres y demonios combinados pueden mover alguna vez la Palabra de Dios. Allí se yergue en su propia gloria moral, a pesar de todos los asaltos del enemigo de época en época. "¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu palabra permanece estable en el cielo!" (Salmo 119:89 - VM). "Has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas." (Salmo 138:2). ¿Qué queda para nosotros? Solamente esto, "Dentro de mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti." (Salmo 119:11 - VM). Aquí yace el profundo secreto de la paz. El corazón es unido al trono, sí, al corazón mismo de Dios mediante Su muy preciosa Palabra, y es puesta así en posesión de una paz que el mundo no puede dar, ni quitar. ¿Qué pueden producir todas las teorías, los razonamientos y los argumentos de los incrédulos? Simplemente nada. Ellos son estimados como el tamo de las eras de verano. Para uno que ha aprendido realmente, por medio de la gracia, a confiar en la Palabra de Dios - a descansar en la autoridad de la Santa Escritura - todos los libros incrédulos que alguna vez fueron escritos son absolutamente sin valor, sin sentido, sin poder; ellos exhiben la ignorancia y la terrible presunción de los escritores; pero en cuanto a la Escritura, ellos la dejan exactamente donde siempre ha estado y siempre estará, "estable en el cielo" (Salmo 119:89 - VM), tan inamovible como el trono de Dios.

[Al referirnos a escritores incrédulos, deberíamos tener en mente que, con mucho, los más peligrosos de todos son quienes se llaman a sí mismos Cristianos. Un nuestros días de juventud, siempre que oíamos la palabra "incrédulo" pensábamos en seguida en alguno como Tom Paine, o Voltaire; ahora, ¡es lamentable! tenemos que pensar en los así llamados obispos o doctores de la iglesia profesante. ¡Un hecho tremendo!]

El asalto de los incrédulos no puede tocar el trono de Dios ni pueden ellos tocar Su Palabra; y, bendito sea Su nombre, tampoco pueden tocar la paz que fluye a través del corazón que reposa sobre ese fundamente imperecedero. "Grande es la paz de los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo." (Salmo 119:165 - VM). "La palabra del Dios nuestro permanece para siempre." (Isaías 40:8). "Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada." (1 Pedro 1:24, 25).
Aquí tenemos nuevamente el mismo precioso vínculo dorado. La Palabra que ha llegado a nosotros en la forma de buenas nuevas es la Palabra del Señor que permanece para siempre: y de ahí que nuestra salvación y nuestra paz son tan estables como la Palabra sobre la cual ellas están fundamentadas. Si toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba, entonces ¿que valor tienen los argumentos de los incrédulos? Ellos son tan inútiles como la hierba seca o la flor caída, y los hombres que los ponen en circulación y aquellos que son movidos por ellos hallarán que son así, más temprano o más tarde. ¡Oh! la pecaminosa insensatez de disputar contra la Palabra de Dios - de disputar contra la única cosa en todo este mundo que puede dar reposo y consolación al pobre y cansado corazón humano - disputar contra lo que trae las buenas nuevas de salvación a pobres pecadores perdidos - ¡ly as trae frescas desde el corazón de Dios!

Pero aquí, quizás, podemos vernos enfrentados a la pregunta tan a menudo esgrimida y que ha atribulado a muchos y les ha conducido a huir buscando refugio en lo que se denomina "La autoridad de la iglesia." La pregunta es esta: ¿Cómo sabemos que el libro que llamamos la Biblia es la Palabra de Dios? Nuestra respuesta a esta pregunta es una muy sencilla, y es esta: Aquel que nos ha dado, por gracia, el libro bendito, puede darnos también la certeza de que el libro proviene de Él. El mismo Espíritu que inspiró a los varios escritores de las Santas Escrituras nos puede hacer conocer que esas Escrituras son la voz misma de Dios hablándonos. Es sólo por Su Espíritu que alguien puede discernir esto. Como ya hemos visto, "el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios;. . . ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente." (1 Corintios 2:14 - VM). Si el Espíritu Santo no nos hace conocer y nos da la certeza de que la Biblia es la Palabra de Dios, ningún hombre o cuerpo de hombres puede, posiblemente, hacerlo: y, por otra parte, si Él nos da la bendita certeza nosotros no necesitamos el testimonio del hombre.
Nosotros admitimos sin reserva que una sombra de incertidumbre sobre esta pregunta sería una tortura y una miseria positivas. ¿Pero quién nos puede dar certeza? Dios solo. Si todos los hombres que están en la tierra se pusieran de acuerdo para testificar de la autoridad de la Santa Escritura, si todos los concilios que alguna vez se celebraron, todos los doctores que alguna vez enseñaron, todos los padres de la iglesia que alguna vez escribieron estuvieran a favor del dogma de la inspiración plenaria; si la iglesia universal, si cada denominación en la Cristiandad diera su asentimiento a la verdad de que la Biblia es, de hecho, la Palabra de Dios; en una palabra, si tuviésemos toda la autoridad humana que alguna vez se pudiera tener con referencia a la integridad de la Palabra de Dios, ello sería absolutamente insuficiente como terreno de certeza; y si nuestra fe estuviese fundada sobre aquella autoridad ella sería perfectamente sin valor. Dios solo puede darnos la certeza de que Él ha hablado en Su Palabra; y, bendito sea Su nombre, cuando Él la da, todos los argumentos, todas las objeciones, todas las sutilezas, todos los cuestionamientos de incrédulos, antiguos y modernos, son como espuma sobre las aguas, como el humo que sale del tope de una chimenea, o como el polvo sobre el piso. El creyente verdadero los rechaza como rechaza tanta basura sin valor y reposa en santa tranquilidad en aquella incomparable revelación que nuestro Dios nos ha dado por gracia.
Es de la mayor importancia posible para el lector que esté minuciosamente claro y establecido en cuanto a este serio asunto si ha de elevarse por sobre la influencia de la incredulidad, por un lado, y de la superstición, por el otro. La incredulidad se encarga de decirnos que Dios no nos ha dado un libro - la revelación de Su mente - que no podía darlo. La superstición se encarga de decirnos que aunque Dios nos ha dado una revelación, con todo, nosotros no podemos tener certeza de ella sin la autoridad del hombre, ni entenderla sin la interpretación del hombre. Ahora bien, es bueno ver que por medio de las dos nosotros somos privados de la dádiva preciosa de la Santa Escritura. Y esto es precisamente lo que el diablo pretende. Él nos quiere privar de la Palabra de Dios; y él puede hacer esto tan eficazmente por medio de la aparente falta de confianza en uno mismo que humilde y reverentemente acude a hombres sabios y eruditos en busca de autoridad, como por medio de una incredulidad audaz que rechaza con denuedo toda autoridad, humana o divina.
Tomen un caso. Un padre escribe una carta a su hijo que está en la ciudad de Cantón (China), una carta llena del afecto y ternura del corazón de un padre. Él le cuenta sus planes y arreglos, le cuenta todo lo que él piensa que puede interesar al corazón de un hijo - todo lo que el amor del corazón de un padre podría sugerir. El hijo llama a la oficina de correos en Cantón para preguntar si hay una carta de su padre para él. Un funcionario de correos le dice que no hay ninguna carta, que su padre no le ha escrito y no le podría escribir, no le podría comunicar en absoluto sus pensamientos por un medio semejante, que solamente es insensatez pensar en una cosa como esta. Otro funcionario se presenta y dice, «Sí, hay aquí una carta para usted, pero usted no podría entenderla en absoluto; es bastante inservible para usted, de hecho solamente puede hacerle un daño positivo ya que usted es bastante incapaz de leerla correctamente. Usted debe dejar la carta en nuestras manos, y nosotros le explicaremos las porciones de ella que consideremos apropiadas para usted.» El primero de estos dos funcionarios representa la incredulidad; el último, la superstición. Por medio de ambos el hijo se vería privado de la carta largamente esperada - la preciosa comunicación proveniente del corazón de su padre. ¿Pero cuál, podemos preguntar, sería su respuesta a estos funcionarios indignos? Una muy breve y directa, podemos reposar seguros. Él diría al primero, «Yo se que mi padre me puede comunicar sus pensamientos por medio de una carta, y eso él lo ha hecho.» Él diría al segundo, «Yo se que mi padre me puede hacer comprender sus pensamientos mucho mejor de lo que usted puede hacerlo.» Y diría a los dos, y eso, también, con denuedo y firme decisión, «Entréguenme de inmediato la carta de mi padre, está dirigida a mí, y ningún hombre tiene ningún derecho de retenerla y no entregármela.»
De esta manera, también, el Cristiano de corazón sencillo debería enfrentar la insolencia de la incredulidad y la ignorancia de la superstición - las dos agencias especiales del diablo, en este nuestro día, para desechar la preciosa Palabra de Dios. «Mi Padre ha comunicado Sus pensamientos, y Él me puede hacer entender la comunicación.» "Toda la Escritura es inspirada por Dios." (2 Timoteo 3:16). Y, "las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron." (Romanos 15:4). Magnífica respuesta para todo enemigo de la preciosa e incomparable revelación de Dios, ¡sea él un racionalista o un ritualista!

Nosotros sentimos que es nuestro deber sagrado, como muy ciertamente es nuestro alto privilegio, recalcar a todos aquellos a quienes tenemos acceso, la inmensa importancia, sí, la necesidad absoluta de la decisión más inexorable sobre este punto. Debemos mantener fielmente, a cualquier costo, la autoridad divina, y por tanto la supremacía absoluta y la suficiencia total de la Palabra de Dios en todos los tiempos, en todos los lugares, para todos los propósitos. Nosotros debemos atenernos a que las Escrituras, habiendo sido dada por Dios, son completas en el sentido más alto y más pleno de la palabra; que ellas no necesitan ningún autoridad humana para acreditarlas o ninguna voz humana para hacerlas disponibles; ellas hablan por sí mismas y llevan sus credenciales con ellas. Todo lo que nosotros debemos hacer es creer y obedecer, no razonar o discutir. Dios ha hablado: a nosotros nos toca escuchar y rendir una obediencia sin reservas y reverente.

Nunca hubo un momento en la historia de la iglesia de Dios en el que fuese más necesario urgir sobre la conciencia humana la necesidad de obediencia implícita a la Palabra de Dios con el el día actual. Ello es, ¡lamentablemente! muy escasamente sentido. Los Cristianos profesantes, en su mayor parte, parecen considerar que tienen un derecho a pensar por sí mismos, a seguir su propia razón, su propio juicio, o su propia conciencia. Ellos no creen que la Biblia sea una guía divina y universal. Piensan que existen muchísimas cosas en las que se nos deja escoger a nosotros mismos. De ahí las casi innumerables sectas, partidos, credos y escuelas de pensamiento. Si se permite absolutamente la opinión humana, entonces, como algo común, un hombre tiene tanto derecho a pensar como otro, y así ha llegado a suceder que la iglesia profesante ha llegado a servir de refrán y burla para la división.
¿Y cuál es el remedio soberano para esta extendida enfermedad? Aquí está: el sometimiento absoluto y completo a la autoridad de la Santa Escritura. No se trata que los hombres acudan a la Escritura para obtener confirmación de sus opiniones y sus puntos de vista, sino que acudan a ella para obtener el pensamiento de Dios en cuanto a todo, y que todo su ser moral se incline ante la autoridad divina. Esta es la única necesidad apremiante del momento en que nos ha tocado vivir - un sometimiento reverente, en todas las cosas, a la autoridad suprema de la Palabra de Dios. Sin duda habrá variedad en nuestra medida de inteligencia, en nuestra comprensión y apreciación de la Escritura; pero lo que nosotros apremiamos sobre todos los Cristianos es esa condición de alma, esa actitud de corazón expresada en aquellas preciosas palabras del salmista, "Dentro de mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti." (Salmo 119:11 - VM). Esto, podemos estar seguros, es grato para el corazón de Dios. "A este hombre empero miraré, a saber, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra." (Isaías 66:2 - VM).
Aquí yace el verdadero secreto de la seguridad moral. Nuestro conocimiento de la Escritura puede ser muy limitado; pero si nuestra reverencia por ella es profunda, nosotros seremos protegidos de mil errores, de mil trampas. Y entonces habrá crecimiento firme. Creceremos en el conocimiento de Dios, de Cristo y de la Palabra escrita. Nos deleitaremos en extraer de esas profundidades vivientes e inagotables de la Santa Escritura, y en pastar a través de esas verdes pasturas que la gracia infinita ha abierto de par en par al rebaño de Cristo. Así será nutrida y fortalecida la vida divina, la Palabra de Dios llegará a ser más y más preciosa para nuestras almas, y seremos conducidos por el ministerio poderoso del Espíritu Santo a la profundidad, plenitud, majestad y gloria moral de la Santa Escritura. Seremos completamente libertados de las influencias que se están marchitando de todos los meros sistemas de teología, alta, baja o moderada - ¡una liberación muy bendita! Seremos capaces de decir a los defensores de todas las escuelas de teología bajo el sol, cualesquiera sean los elementos de verdad que ellos puedan tener en sus sistemas, lo que nosotros tenemos en perfección divina en la Palabra de Dios; no torcida y tergiversada para adaptarlos a un sistema, sino en su correcto lugar en el amplio círculo de la revelación divina que tiene su centro eterno en la Persona bendita de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

C. H. Mackintosh

Traducido por: B.R.C.O. - Abril 2007
Título original en inglés:
THE BIBLE: WHENCE IS IT?, by Charles Henry Mackintosh
Miscellaneous Writings, Book 7
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
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Re: que le responderían a esta persona?

Los egipcios, con todo su paganismo, creían en la existencia de un mundo espiritual.

Los judíos y los cristianos también creen en la existencia de un mundo espiritual.

La única diferencia es cómo lo supieron.

No, esa no es la diferencia.
El alma en la que creían ellos era espiritual en oposición a material, el alma en la que creen los creyentes es espiritual de origen divino. No es la misma alma ni el mismo mundo espiritual.
Martamaría