Hola Dagoberto Juan. En primer lugar, debo pedirte disculpas por no haberte escrito antes. En realidad sí lo hice, pero hubo algún error al final. Y al ver que pasaba el tiempo y no me respondías, ya he visto que el problema es que yo no publiqué mensaje alguno.
Ahora me ha vuelto a pasar, supongo que el sistema te da un tiempo limitado para escribir, y como te pases, te lo corta, de modo que he vuelto a perder todo lo que te había escrito. Será mejor que lo escriba a parte (lo haré en el Word) y luego lo pego aquí, al menos así no perderé todo lo escrito.
Creo comprender todo lo que tú me dices, y estoy de acuerdo contigo en como tratar con los nuevos creyentes. Pero para una mejor comprensión de lo que yo quiero exponer, será mejor que te cuente la experiencia que he tenido:
Hace un par de años que dejé la congregación en la que era miembro desde hacía casi 8 años.
Allí hay aún un matrimonio que se dedican entre otras cosas a la recogida de las ofrendas y diezmos, repartición del pan y el vino en la cena del Señor, consejería, predicación (él),… El es como el segundo del pastor.
Un buen día, la mujer decide invitar a almorzar a una amiga y hermana mía de la misma congregación. Era mi amiga desde hacía una semana. Entonces ella me dice: ¿te imaginas para qué me habrán invitado a comer, verdad?, y yo le dije que sí, me imagino que para enterarse de qué es lo que habría entre nosotros.
Días después, me dijo mi amiga que esta mujer le había estado hablando cosas malas a cerca de mí. Y yo le dije a mi amiga que ha hecho muy bien en decírmelo ella a mí, que eso es lo que hace una buena amiga.
Esa mujer le había dicho una serie de graves mentiras (sin prueba alguna). Por lo tanto, es una maldiciente = difamadora (según el NT interlineal).
Dejé pasar varias semanas, para que la mujer pudiera reflexionar y tal vez enmendar su error. Al ver que no era así, una noche, después del servicio (culto, como le llamamos aquí) decidí hablar con ella. Le dije: hermana, ¿puedo hablar un momento con usted? – Sí, dijo ella. Entonces le pregunté: ¿Por qué va usted diciendo que yo soy...? (Yo pensaba que me diría algo así como, perdón, no debí haber dicho eso, tuve una mala impresión de ti, …) Pero su respuesta fue (con toda la poca vergüenza que se pueda uno imaginar): Porque sí, porque lo eres!!
Entonces continué la conversación, pero esta vez con testigos, y finalmente se lo comuniqué a los pastores (matrimonio pastoral), quienes desde ese momento, quisieron quitarle importancia al asunto (supongo que porque se necesitan entre sí).
Pasaron dos meses mientras esperaba que los pastores actuaran con respecto al asunto, mientras yo conseguía y presentaba pruebas fehacientes a los pastores de que eran mentiras las que habían dicho de mí (cosa que según ellos mismos me dijeron, no les hacía falta, pues hacía como 20 años que me conocen), y así también tenía tiempo para pedirme perdón esa mujer.
De modo que como el pastor no hacía nada al respecto, le dije que dejaba la congregación. Pues ya le había dicho que o los echaba a ellos, o me iba yo. ¿Pues cómo esperas que pueda yo tomar de la cena del Señor, si son ellos mismos los que la sirven?, y más cuando la biblia dice que con ellos ni aun coma.
La respuesta del pastor fue que él nunca había echado a nadie, excepto a un violador.
(Yo no sabía nada de ese asunto, pero ya después de dejar esa congregación, tuve oportunidad de hablar con ese chico (el “violador”), el cual me dijo que lo que hizo fue invitar a la hija del pastor a tomar un café allí al lado del local de reunión.)
También me dijo el pastor, que hay mucha gente en la congregación que también hablan cosas muy malas de él.
Tal vez sea así. Pero la diferencia es que esas personas, seguro que le han pedido perdón, y fruto de su arrepentimiento es que siguen asistiendo allí a que él les alimente.
Dagoberto Juan, yo anteriormente he estado en otra congregación, en donde se decidían las cosas democráticamente (y eso que había 5 ó 6 ministros). Pero en esta, parece ser que el pastor es el que ordena y manda. También debo decir, que a los jóvenes, por cualquier pequeña cosa, les pone duras disciplinas; sin embargo a estos, que son ministros, no los corrige del mismo modo. Bueno, creo que no los ha corregido de modo alguno.
Me dirijo a Dagoberto Juan, porque fue el único que se preocupó en contestarme, pero cualquier hermano (si es ministro del Señor con experiencia, mucho mejor) puede opinar si lo desea.
Mis preguntas son las siguientes:
- ¿Ese pastor hizo lo correcto o no?, pues en mi opinión, no actuó correctamente.
- Muchos miembros conocieron el hecho, y no hicieron nada al respecto. Si le hubiera pasado a otro, yo me hubiera entrevistado con el pastor para pedirle una explicación de su pasividad en el asunto, o dicho de otro modo, del por qué no ha actuado al respecto. ¿Cómo debo pues tratar a los miembros de esa congregación, quienes no defendiéndome, me han mostrado su indiferencia e inexistencia del “Cuerpo” del que tanto se predica?. Mi modo de pesar es que vienen a ser iguales que los que se quedaron allí (los maldicientes), y por lo tanto, a toda esa congregación ya no solo no los considero hermanos, sino que no quiero tener comunión de ningún tipo con ellos. Tal vez te parezca muy radical, y más teniendo en cuenta que allí tengo familia de sangre (carnal, creo que se dice por allá). Pero aún más grave es para mi la pasividad de mis familiares, lo cual me indica dos cosas, o que creyeron a esa mujer en vez de a mi, o que solo les importa ellos mismos. Esto último, son las conclusiones “personales” que yo saco, no las doy por determinantes, ya que no soy perfecto, y puede ser que haya algo que se me escape a mi comprensión, así espero que no sean tomadas como hablar mal de ellos.
La respuesta de mis familiares no es otra que decirme que yo no me tenía que haber ido, pues así lo que les estoy es dando la razón a ellos. Yo les dije que a los más cercanos a mí, les expliqué todo, de modo que crean lo que consideren mejor en sus conciencias. Y que me iba, no ya tanto por ellos (los maldicientes) sino por el pastor, como así le hice saber al pastor en el momento en que me despedí. Le dije: me voy de la congregación por ti, por no hacer nada respecto a este asunto. Pues yo no quiero un pastor así, que para unas cosas es severo, y para otras no le da la importancia que merecen.
Por cierto, lo que dijeron de mi era que soy un picaflor cabezaloca, que voy enamorando a las muchachas para luego dejarlas. Y que a su casa (de la mujer difamadora) habían ido un reguero de mujeres llorando por mí. Y como comprenderás, yo, siendo un muchacho soltero, con deseo de casarme algún día con una mujer cristiana, pues imagínate como me sentó que me dijeran eso, y posteriormente enterarme de que esa fama ya estaba regada por toda la congregación femenina. Después comprendí el por que del comportamiento de muchas muchachas de la congregación hacia mí, por ejemplo a no saludarme, o a evitarme para no ser saludada.
No quería contar todo esto último, para no alargar demasiado la carta, y por lo personal del asunto, pero bueno, como no he encontrado ningún apartado de MP (Mensaje Privado) en el foro, pues te lo comento en público, pues tampoco tengo nada que ocultar al respecto.
Pues bien es sabido que en el mundo, el que te digan que eres un mujeriego es tomado como un halago, un piropo,... pero para un cristiano soltero, es una etiqueta muy molesta y difícil de quitar.
“De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas,
Y la buena fama más que la plata y el oro.” (Proverbios 22:1)
También aclarar, que “maldiciente”, (en este caso) es “el que dice mal”, y cuya traducción del griego (lengua del NT) es “difamar” = (Desacreditar a alguien, publicando cosas contra su buena fama). Cosa que considero es aún más grave, si es mintiendo.
Muchas gracias, pues se la molestia que supone el leer todo esto, aunque te lo haya coloreado para estructurar un poco el contenido, y así hacerte un poco menos dificultosa la lectura.
¡Que Dios te bendiga!