Re: PASTORES ABUSIVOS, VIOLENTOS, MANIPULADORES.
Pastores/Lideres abusadores
3ra parte
Los límites de la autoridad pastoral
Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh, rey, sea echado en el foso de los leones... Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición... Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.
Daniel 6:7,9 y 10
Daniel, desobedeciendo abiertamente a una legítima autoridad.
¿En dónde pueden esconderse pastores orgullosos, egocéntricos y deseosos de manipular? ¿En dónde puede refugiarse un liderazgo para inculcar las más extrañas aberraciones teológicas? ¿En dónde pueden esconderse decenas de ministros mentirosos, fraudulentos y aun delincuentes sexuales? La respuesta es una: en el autoritarismo. Cuando alguien no puede ejercer su ministerio, basado en la verdad, en el servicio amoroso y en la honestidad, necesita recurrir al uso de la manipulación y a un sistema de gobierno autoritario para imponerse sobre las conciencias de las personas y poderlas controlar.
¡Cuánta gente ha sufrido abusos, manipulaciones y maldades de todo tipo por parte de pastores opresivos! ¡Cuántas personas han estado bajo organizaciones religiosas autoritarias viendo manipulaciones, charlatanería y toda clase de mentiras y se han quedado calladas por el miedo! ¡A cuántos conocemos que se dicen cristianos y toman como máxima autoridad en su vida a un hombre de carne y hueso que delinque peor que un criminal de carrera y no a Dios! ¡Cuántos grupos cristianos hoy en día tienen que recurrir a la mentira y a infundir miedo para poder mantener su influencia sobre las multitudes!
King's Daughter dice: estoy cortando dos paginas y termino con esto:
El Derecho a Cuestionar a Nuestros Líderes
Si como ya hemos visto, un legítimo apóstol que caminó y vivió con Jesús como Pedro, fue abiertamente cuestionado y hasta reprendido por no ceñirse a la verdad, cuánto más debemos nosotros cuestionar a cualquier líder, pastor o maestro que se desvíe de las enseñanzas bíblicas o que incurra en transgresiones éticas o delitos. Debemos cuestionarlo aunque con esto nos llamen “rebeldes” o cualquier ocurrencia similar. Nuestra obligación es y será siempre, cuestionar y confrontar y denunciar a cualquier persona que diciéndose cristiana pretenda enseñar cosas que no están realmente basadas en las enseñanzas de Cristo, y las manipule para sacar provecho económico o sexual de las personas.
Alguien tal vez dirá que Pablo era un ministro y Pedro un ministro y que sólo un ministro puede cuestionar a otro. Pero eso es falso. No sólo los ministros pueden corregir o confrontar a otros ministros. También los creyentes tienen derecho a hacerlo, pues Dios no hace acepción de personas.
Cuando Pablo, el apóstol que hacía grandes milagros y había tenido visiones del tercer cielo, fue a predicar a una ciudad llamada Berea, sus oyentes revisaron cuidadosamente las Escrituras para ver si era cierto lo que Pablo decía:
Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Hechos 17:10-11.
Aquí tenemos un grupo de gente que, aunque estaba ante un predicador famoso, quería asegurarse que en nada contradijera al libro divino.
El Nuevo Testamento mismo nos dice que ésta era una actitud correcta, pues los llama nobles por eso; no rebeldes ni escépticos, como los grupos religiosos autoritarios pretenden hacerlo con cada persona que después de oírlos, va y revisa su Biblia para verificar si es cierto lo que enseñan, y luego los cuestionan. De hecho, no sólo tenemos derecho a cuestionar las enseñanzas de un ministro; Las Escrituras enseñan que podemos y debemos cuestionar su manera de vivir. Jesús mismo dejó una instrucción que dice que a cualquier persona que diga enseñar de parte de Dios y tenga una apariencia exterior correcta, lo debemos conocer por sus frutos. Esto ciertamente implica evaluar sus acciones.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
Mateo 7:15 y 16
Pero no sólo el Nuevo Testamento enseña esto. El derecho a cuestionar la doctrina y la vida de aquellos que dicen ser líderes espirituales ha sido siempre reconocido en la historia cristiana:
“...Los congregantes tienen todo el derecho de examinar cuidadosamente a sus líderes espirituales. Tienen el derecho de cuestionar profundamente a aquellos que pretenden ser sus pastores. Necesitan saber si aquellos que ocupan el púlpito son hombres y mujeres de verdad o si son falsos. Muchos, muchos cristianos son demasiado fáciles de engañar. Aceptan casi cualquier enseñanza mientras todo parezca correcto por encima. Demasiado pocos estudian la Palabra de Dios lo suficiente para saber la diferencia entre la verdad y el engaño. ¡No es de extrañar que caigan presa de impostores!”
Juan Wesley, uno de los teólogos de Oxford más renombrados de la historia cristiana tenía una regla para determinar si un líder cristiano era realmente genuino. Primero revisaba si vivía una vida recta y piadosa. Después lo cuestionaba para ver si tenía un buen entendimiento de las principales doctrinas cristianas. En tercer lugar, buscaban si algunas de las personas que lo escuchaban habían recibido la gracia de la salvación. No se trataba de ver si sus oyentes lloraban en un mensaje o si cambiaban algunas ideas o costumbres. Era necesario ver que sucedieran conversiones profundas en ellos.
Wesley y sus colaboradores revisaban personal-mente y con mucho cuidado las supuestas conversiones que había bajo tal o cual ministro. Si todos los puntos anteriores se cumplían, entonces confiaban en que el ministro tenía una genuina vocación y era alguien espiritual. Los criterios de Wesley para evaluar a un ministro exigían, no solo ortodoxia sino un alto grado de congruencia entre principios y praxis. En especial, exigían ver beneficios concretos en la vida espiritual de los creyentes, no en los bolsillos o fama personal del ministro.
Los dos ejemplos anteriores nos confirman, sin lugar a dudas, que los cristianos tenemos el derecho a cuestionar a nuestros líderes espirituales.