El tiempo se ha cumplido...
El tiempo se ha cumplido...
Cuando Jesús envió a los 12 apóstoles, "les dió instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel." (Mateo 10:5-6.)
No significaba que no había amor en el corazón del Salvador por toda la humanidad; lejos de nosotros pensar así tan radical y frívolo y calculador como interpretan aquí muchos las cosas de Dios. Todo lo contrario, Cristo amó a la mujer Sirofenicia y le concedió el milagro de sanarle a su hija, aun cuando para probarla, le dijo: "Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos." (Marcos 7:27.)
El Señor destaca que "primero" era el mensaje de Dios para los judíos, por la dureza del corazón de la humanidad, para que en ese orden, la nación que profesaba conocerlo le recibiera, pero ni aun viniendo a lo suyo, fue recibido, no lo recibieron, fue rechazado y condenado a la cruz.
La mujer sirofenicia tuvo fe, y por esa fe alcanzó la sanidad de su hija, lo cual muchos judíos no podían recibir por su maldad.
Ella se humilló con fe y dijo: "Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama. (Marcos 7:28-30.)
Cuando oyó la fe del centurión romano que clamaba por la sanidad de su siervo explicando que ni era necesario que Cristo fuera a verlo en persona, que tan sólo diera la orden, Jesús exclamó: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe." (Lucas 7:9.) Y entonces agregó: "Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abrahán e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora. (Mateo 8:11-13.) Por eso dijo Gabriel que después de que se le quitara la vida, El haría quitar entonces el sacrificio y la ofrenda y así, confirmaría el Pacto a "muchos", porque vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán en el reino de Dios.
Ya cercano el fin de su ministerio terrenal, cuando los griegos lo buscaron por medio de Felipe, Jesús dijo: "Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado." (Juan 12:23.) Pero entonces notemos como les habla a los judíos que oyeron allí mismo la voz de Dios desde el cielo en el templo, y sin embargo siguieron rechazándolo: "Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos." (Juan 12:35-36.)
Terriblemente, la nación casi toda lo rechazó, solamente quedó un remanente, un grupo acusado de engañados y de ser engañadores, pues lo proclamaron rey, y lo que recibieron fue un gran chasco; Judas lo vendió, Pedro lo negó y para tapar más las cosas, se robaron el cuerpo de Jesús en la noche, de acuerdo al testimonio de varios soldados y de las autoridades de la nación judía. Solamente el Testimonio del Espíritu Santo podía ahora salvar a la iglesia y su mensaje. La iglesia comenzaría pura, tenían que quedar sólo aquellos que realmente buscaran a Dios con corazones puros y llenos de genuino amor; por eso dejaría que se chasquearan, para levantar varones y mujeres humildes, sinceros, dispuestos a recibir el poder del Espíritu Santo como fue el caso de Esteban Su Testigo.
Al iniciar su ministerio entre los judíos, Cristo declaró: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio." (Marcos 1:15.)
Al acercarse el final de su obra terrenal declaró con lágrimas, llorando por Su pueblo: "¡Oh, si también conocieses, a lo menos este día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación." (Lucas 19:41-44.)
El tiempo de las 70 semanas se cumplió en el año 34 DC., con el apedreamiento de aquel siervo de Dios que testificara con gran poder la venida del Espíritu y la Promesa del retorno de Jesús por segunda véz.
De esto hablaré en el próximo epígrafe, cómo fue que los judíos rechazaron el mensaje, y tuvo que ser depositado a otros que dieran sus frutos. Dios me los siga bendiciendo hermanos y amigos.
El tiempo se ha cumplido...
Cuando Jesús envió a los 12 apóstoles, "les dió instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel." (Mateo 10:5-6.)
No significaba que no había amor en el corazón del Salvador por toda la humanidad; lejos de nosotros pensar así tan radical y frívolo y calculador como interpretan aquí muchos las cosas de Dios. Todo lo contrario, Cristo amó a la mujer Sirofenicia y le concedió el milagro de sanarle a su hija, aun cuando para probarla, le dijo: "Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos." (Marcos 7:27.)
El Señor destaca que "primero" era el mensaje de Dios para los judíos, por la dureza del corazón de la humanidad, para que en ese orden, la nación que profesaba conocerlo le recibiera, pero ni aun viniendo a lo suyo, fue recibido, no lo recibieron, fue rechazado y condenado a la cruz.
La mujer sirofenicia tuvo fe, y por esa fe alcanzó la sanidad de su hija, lo cual muchos judíos no podían recibir por su maldad.
Ella se humilló con fe y dijo: "Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama. (Marcos 7:28-30.)
Cuando oyó la fe del centurión romano que clamaba por la sanidad de su siervo explicando que ni era necesario que Cristo fuera a verlo en persona, que tan sólo diera la orden, Jesús exclamó: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe." (Lucas 7:9.) Y entonces agregó: "Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abrahán e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora. (Mateo 8:11-13.) Por eso dijo Gabriel que después de que se le quitara la vida, El haría quitar entonces el sacrificio y la ofrenda y así, confirmaría el Pacto a "muchos", porque vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán en el reino de Dios.
Ya cercano el fin de su ministerio terrenal, cuando los griegos lo buscaron por medio de Felipe, Jesús dijo: "Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado." (Juan 12:23.) Pero entonces notemos como les habla a los judíos que oyeron allí mismo la voz de Dios desde el cielo en el templo, y sin embargo siguieron rechazándolo: "Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos." (Juan 12:35-36.)
Terriblemente, la nación casi toda lo rechazó, solamente quedó un remanente, un grupo acusado de engañados y de ser engañadores, pues lo proclamaron rey, y lo que recibieron fue un gran chasco; Judas lo vendió, Pedro lo negó y para tapar más las cosas, se robaron el cuerpo de Jesús en la noche, de acuerdo al testimonio de varios soldados y de las autoridades de la nación judía. Solamente el Testimonio del Espíritu Santo podía ahora salvar a la iglesia y su mensaje. La iglesia comenzaría pura, tenían que quedar sólo aquellos que realmente buscaran a Dios con corazones puros y llenos de genuino amor; por eso dejaría que se chasquearan, para levantar varones y mujeres humildes, sinceros, dispuestos a recibir el poder del Espíritu Santo como fue el caso de Esteban Su Testigo.
Al iniciar su ministerio entre los judíos, Cristo declaró: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio." (Marcos 1:15.)
Al acercarse el final de su obra terrenal declaró con lágrimas, llorando por Su pueblo: "¡Oh, si también conocieses, a lo menos este día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación." (Lucas 19:41-44.)
El tiempo de las 70 semanas se cumplió en el año 34 DC., con el apedreamiento de aquel siervo de Dios que testificara con gran poder la venida del Espíritu y la Promesa del retorno de Jesús por segunda véz.
De esto hablaré en el próximo epígrafe, cómo fue que los judíos rechazaron el mensaje, y tuvo que ser depositado a otros que dieran sus frutos. Dios me los siga bendiciendo hermanos y amigos.