No cabe duda que el verano con el periodo vacacional, es la época propicia para pensar reflexionar y escribir estos modestos artículos poniendo en lugar del cerebro un alma rebosante de amor.
Efectivamente las vacaciones nos permiten tener tiempo para todo, incluso a veces, hasta para aburrirnos aunque sea de forma transitoria. Y esto me hace recordar lo que me comentaba mi paisano Monseñor Delicado el que fuera Arzobispo de Valladolid hasta su jubilación en una de sus pastorales. Él no entendía que habiendo tantas formas sanas para divertirse durante las vacaciones la gente parecía aburrida incluso entre la misma juventud.
Yo pienso que en cualquier caso las vacaciones nos ofrecen la oportunidad de contemplando en silencio la naturaleza disfrutar del tiempo libre, para querer y hacer felices a los que conviven con nosotros, estableciendo una relación más cercana con las personas que nos acompañan y compartiendo amor a manos llenas jugando con los niños haciendo castillos en la arena.
Y de este modo olvidando por unos días nuestros negocios y preocupaciones que durante el resto del año nos tienen tan ocupados, nos daremos perfecta cuenta de que no existe veraneo mejor, que tener más cerca de ti a los tuyos aunque a veces protestemos al cargar con la sombrillas, las toallas, los cubos de los niños y los cuarenta grados a la sombra sobre una arena quemando como un demonio.
Pero lo realmente importante para mi ha sido vivir esa hermosa unión familiar con la que intentamos disfrutar de esa bonita etapa anual que incluso a veces nos regala hermosos testimonios de solidaridad de personas que dedican su tiempo libre para llevar felicidad a otras que por diversas circunstancias están necesitadas de ayuda.
Es el caso de esa juventud que con una generosidad sin límites, deciden pasar sus vacaciones acompañando a un grupo de personas disminuidas física y psíquicamente para que también ellos puedan disfrutar del mar y del sol. Y no escatiman esfuerzos, cariño y sonrisas, acompañándoles a la playa y llevándoles a participar en verbenas populares bailando, cantando y degustando golosinas.
O cuando nuestro joven vecino de apartamento nos hace cómplices de su alegría por haberse enamorado, recitándonos los versos de G. A. Bécquer: “Hoy la tierra y los cielos me sonríen/ Hoy llega al fondo de mi alma el sol/ Hoy la he visto…la he visto y me ha mirado/ Hoy más que nunca creo en Dios”.
Sin embargo, junto a estos hermosos motivos de felicidad en nuestros días de descanso, también existen otras noticias con sello de tristeza que vapulean nuestras conciencias y que nos hacen entender que en el mundo siguen existiendo hermanos nuestros sumidos en el dolor.
Es el caso de los emigrantes que cruzando en pateras el estrecho de Gibraltar, encuentran su muerte, al luchar con el empeño de encontrar otra clase de vida para alejarse de la pobreza.
O esos millares de personas que en África intentan encontrar un lugar donde exista agua, alimentos y medicinas para susitir en un cobertizo cualquiera y de este modo evitar la muerte de muchísimos niños enfermos y destrunidos que careciendo de todo a penas pueden sobrevivir.
En cualquier caso estas desgracias nos sirven para agradecer profundamente a Dios que un año más nos haya concedido disfrutar en familia de unas buenas vacaciones, sin olvidar en ningún momento a esos otros hermanos que sufren el tormento de una vida angustiosa que les hace creer que Dios está demasiado lejos… demasiado alto.
Efectivamente las vacaciones nos permiten tener tiempo para todo, incluso a veces, hasta para aburrirnos aunque sea de forma transitoria. Y esto me hace recordar lo que me comentaba mi paisano Monseñor Delicado el que fuera Arzobispo de Valladolid hasta su jubilación en una de sus pastorales. Él no entendía que habiendo tantas formas sanas para divertirse durante las vacaciones la gente parecía aburrida incluso entre la misma juventud.
Yo pienso que en cualquier caso las vacaciones nos ofrecen la oportunidad de contemplando en silencio la naturaleza disfrutar del tiempo libre, para querer y hacer felices a los que conviven con nosotros, estableciendo una relación más cercana con las personas que nos acompañan y compartiendo amor a manos llenas jugando con los niños haciendo castillos en la arena.
Y de este modo olvidando por unos días nuestros negocios y preocupaciones que durante el resto del año nos tienen tan ocupados, nos daremos perfecta cuenta de que no existe veraneo mejor, que tener más cerca de ti a los tuyos aunque a veces protestemos al cargar con la sombrillas, las toallas, los cubos de los niños y los cuarenta grados a la sombra sobre una arena quemando como un demonio.
Pero lo realmente importante para mi ha sido vivir esa hermosa unión familiar con la que intentamos disfrutar de esa bonita etapa anual que incluso a veces nos regala hermosos testimonios de solidaridad de personas que dedican su tiempo libre para llevar felicidad a otras que por diversas circunstancias están necesitadas de ayuda.
Es el caso de esa juventud que con una generosidad sin límites, deciden pasar sus vacaciones acompañando a un grupo de personas disminuidas física y psíquicamente para que también ellos puedan disfrutar del mar y del sol. Y no escatiman esfuerzos, cariño y sonrisas, acompañándoles a la playa y llevándoles a participar en verbenas populares bailando, cantando y degustando golosinas.
O cuando nuestro joven vecino de apartamento nos hace cómplices de su alegría por haberse enamorado, recitándonos los versos de G. A. Bécquer: “Hoy la tierra y los cielos me sonríen/ Hoy llega al fondo de mi alma el sol/ Hoy la he visto…la he visto y me ha mirado/ Hoy más que nunca creo en Dios”.
Sin embargo, junto a estos hermosos motivos de felicidad en nuestros días de descanso, también existen otras noticias con sello de tristeza que vapulean nuestras conciencias y que nos hacen entender que en el mundo siguen existiendo hermanos nuestros sumidos en el dolor.
Es el caso de los emigrantes que cruzando en pateras el estrecho de Gibraltar, encuentran su muerte, al luchar con el empeño de encontrar otra clase de vida para alejarse de la pobreza.
O esos millares de personas que en África intentan encontrar un lugar donde exista agua, alimentos y medicinas para susitir en un cobertizo cualquiera y de este modo evitar la muerte de muchísimos niños enfermos y destrunidos que careciendo de todo a penas pueden sobrevivir.
En cualquier caso estas desgracias nos sirven para agradecer profundamente a Dios que un año más nos haya concedido disfrutar en familia de unas buenas vacaciones, sin olvidar en ningún momento a esos otros hermanos que sufren el tormento de una vida angustiosa que les hace creer que Dios está demasiado lejos… demasiado alto.