Ahora, cuando estamos metidos de lleno en el tiempo caluroso del verano y vemos acercarse el tiempo de vacaciones comenzamos a ir preparando, sin prisa pero sin pausa, los ansiados días de descanso. Y por esta simple causa, tenemos la sensación de que la casa estuviera revuelta de arriba abajo y de derecha a izquierda, cuando del fondo de los armarios sacamos aquellos objetos y ropas que llenarán a tope nuestras maletas, pero que creemos son imprescindibles para disfrutar de nuestro veraneo.
Es un rito que seguimos por estas fechas, año tras año, aunque el anterior nos haya demostrado, que el exceso de equipaje no haya sido totalmente el adecuado ya que la mayoría de las veces, siempre olvidadamos algo.
Sin embargo, al llegar ese día tan deseado y al quedarnos instalados, nos alegrará contemplar el sol, algo tan maravilloso que hará sentirnos rejuvenecer al acercarnos al mar, subir a la sierra o simplemente disfrutar de la naturaleza estando al aire libre tomando el sol, para después en el silencio de la noche observar las estrellas y soñar.
Y de este modo dejarnos impregnar por esos sueños que te hacen olvidar ilusiones perdidas en noches de soledad. Sueños que te impiden mirar atrás esperando promesas ofrecidas y no cumplidas. Sueños de esperanza para llamar a puertas falsas, que nunca se abrirán. Sueños que te iluminen para entender que los problemas surgen para ser resueltos, o sueños animadores, para comprender que aunque amanezca un día nublado, no es eterno, pronto cambiará y volverá un radiante día de sol.
En definitiva sueños de amor, que te liberen de la amargura del problema familiar vivido recientemente, en la confianza de que el despertar, no sea tan amargo, o simplemente sueños de triunfo, para vivir con los brazos abiertos buscando la verdad del error, amando la pureza y luchando por un mundo mejor.
Dicho de otra forma, aprovechar esos días dedicados al descanso para intentar poner nuestro espíritu en paz buscando en nuestros momentos de soledad y de reflexión, hablar con Jesús con una oración sencilla y sincera.
Y sobre todo y ante todo tener un diálogo como se tiene con un buen amigo, sin prisas, sin palabras bonitas ni “rebuscadas” sino poniendo todo el corazón posible en ellas, para intentar de este modo alcanzar la serenidad suficiente, que nos haga llegar junto a un espíritu santo, una visión y una claridad de nuestra voluntad, para no concederle importancia a las dificultades y desalientos que nos puedan surgir, reconociéndonos estar en manos de Dios.
Y de este modo, estoy convencido, disfrutaremos mejor de esos días de relajación y de tranquilidad. Apartando y olvidando nuestras preocupaciones laborales y sumergiéndonos en el descanso y las buenas comidas, además de gozar plenamente de nuestra familia.
FELICES VACACIONES PARA TODOS.