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"A los que creen en su nombre,
les ha dado el privilegio de ser hechos hijos de Dios".
(Juan 1:12, V.M).
«¿Es usted un hijo de Dios?»
Así preguntaba mi abuelo, muy a menudo,
a las personas que encontraba.
Sus vecinos, los pasajeros del autobús en que viajaba,
sus numerosos nietos, nadie se libraba de esta pregunta.
Aún recuerdo algunas respuestas.
Pasaban desde una brusca negativa hasta un alegre sí.
Es interesante notar que la mayoría de las respuestas
no correspondían directamente a la pregunta:
-Me esfuerzo por vivir una vida honrada y cristiana -decía mucha gente.
Pero esta respuesta hacía que mi abuelo dijera aún más enérgicamente:
-Uno debe saber si es un hijo de Dios o si no lo es.
Uno no es hijo de Dios por llevar una vida honrada,
por ser bautizado o por asistir a las reuniones cristianas.
Aunque honestidad y piedad no se han de menospreciar,
debemos saber que ellas no pueden restablecer
nuestra relación con Dios.
Éstas se parecen a las hojas de higuera con que Adán y Eva
querían cubrir su desnudez ante Dios (Génesis 3:7).
¡No, las hojas de higuera no bastan!
Nicodemo, ese "maestro de Israel", también tuvo que aprender:
"Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7).
Éste es el paso que nos convierte, por la fe, en hijos de Dios.
Nacer de nuevo es la consecuencia
de reconocer nuestra condición de pecadores,
arrepentirnos de nuestras faltas
y recibir a Jesús como nuestro Salvador personal.
Ahora le preguntamos: ¿Es usted un hijo de Dios?
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Fraternalmente en Cristo
Mario Contreras T.
Aguas Vivas · Chile
www.aguasvivas.cl
"A los que creen en su nombre,
les ha dado el privilegio de ser hechos hijos de Dios".
(Juan 1:12, V.M).
«¿Es usted un hijo de Dios?»
Así preguntaba mi abuelo, muy a menudo,
a las personas que encontraba.
Sus vecinos, los pasajeros del autobús en que viajaba,
sus numerosos nietos, nadie se libraba de esta pregunta.
Aún recuerdo algunas respuestas.
Pasaban desde una brusca negativa hasta un alegre sí.
Es interesante notar que la mayoría de las respuestas
no correspondían directamente a la pregunta:
-Me esfuerzo por vivir una vida honrada y cristiana -decía mucha gente.
Pero esta respuesta hacía que mi abuelo dijera aún más enérgicamente:
-Uno debe saber si es un hijo de Dios o si no lo es.
Uno no es hijo de Dios por llevar una vida honrada,
por ser bautizado o por asistir a las reuniones cristianas.
Aunque honestidad y piedad no se han de menospreciar,
debemos saber que ellas no pueden restablecer
nuestra relación con Dios.
Éstas se parecen a las hojas de higuera con que Adán y Eva
querían cubrir su desnudez ante Dios (Génesis 3:7).
¡No, las hojas de higuera no bastan!
Nicodemo, ese "maestro de Israel", también tuvo que aprender:
"Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7).
Éste es el paso que nos convierte, por la fe, en hijos de Dios.
Nacer de nuevo es la consecuencia
de reconocer nuestra condición de pecadores,
arrepentirnos de nuestras faltas
y recibir a Jesús como nuestro Salvador personal.
Ahora le preguntamos: ¿Es usted un hijo de Dios?
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Fraternalmente en Cristo
Mario Contreras T.
Aguas Vivas · Chile
www.aguasvivas.cl