Una persona admirable...

6 Mayo 2003
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Hola a todos otra vez. Hoy quiero hablarles sobre una persona a quien no conozco bien, pero que me parece en realidad grandiosa. Se trata de una mujer que conocí en una reunión, más o menos de cuarenta años, delgada, elegante, sonriente y simpática. Sus comentarios eran amenos y alegraba el ambiente con su risa tan espontánea. Parecía tan dichosa y feliz...
Al terminar aquella reunión de negocios, nos reunimos ella, una amiga y yo a comer. Fue allí donde empecé a conocer otros aspectos de su vida, tan diferentes a lo que había mostrado en la reunión.
Sufre de Lupus eritematoso sistémico, enfermedad crónica donde pueden afectarse todos los órganos y tejidos del cuerpo. Múltiples hospitalizaciones a través de los años, largas noches de insomnio llenas de preocupación por la muerte, dolores indescriptibles que no se alivian con nada.
Aparte de eso, madre de dos nenes. Casada hace varios años, se dio cuenta hace dos años de que su esposo tenia otra mujer con la cual tuvo una hija ahora de 5 años. Actualmente en proceso de divorcio, con toda la carga que le suponen los hijos y su enfermedad.
No vi ninguna lágrima asomar a sus ojos, pero sentí su dolor en su mirada y en su voz. Debe ser muy valiente, porque no pierde las esperanzas de una vida mejor, a pesar de que su cuerpo se muere un poco cada dia, y en su mente martillean las preocupaciones y la desdicha de haber sido traicionada por el ser que amaba.
Si me estás leyendo, quiero que sepas que te admiro mucho, y quisiera aprender algún día a tener tu valor y tu determinación. Me has enseñado a creer que la esperanza existe y que los sueños y las metas nos ayudan a encontrar una razón para que la vida merezca la pena de ser vivida. Me has enseñado a abrir mi corazón a Dios, para que dentro de él, me acompañe y rija mis palabras y mis hechos con su amor para alcanzar la felicidad que me tiene guardada.

Yo quiero pedir aquí por ella, pedirle a Dios que la acompañe y sea su consuelo en su dolor, y la ayude a alcanzar esa felicidad que tanto anhela. Padre, se lo merece.