Originalmente enviado por Jeremias:
<STRONG>Saludos a todos del foro llevo poco en esto del foro, pero quisiera saber si atravez de estos foros hay alguien que haya cambiado de ser un seguidor del catolicismo u otra religion a un verdadero seguidor de Cristo.
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Hola Jeremías, yo soy católico, es decir, CRISTIANO, es decir, VERDADERO SEGUIDOR DE CRISTO.
Si quieres saber quién es cristiano lee el texto siguiente:
¿QUIÉN ES UN CRISTIANO?
Una historia de los tiempos de Jesús cuenta que un día se presentó un pagano
al célebre rabbí Schammay y le dijo que se convertiría a la religión judía
si era capaz de explicarle su contenido en el tiempo que es posible
permanecer apoyado sobre un solo pie 1. No nos importa aquí lo que respondió
el rabbí, sino pensar qué respuesta daríamos nosotros si alguien nos
preguntase por el cristianismo en los mismos términos.
¿Una moral más exigente?
La Constitución soviética de 1936 dice en su artículo 12: "El trabajo en la
U.R.S.S. es, para todo ciudadano apto, un deber y un honor, según el
principio: 'El que no trabaja, no come.." 2.
Su notable semejanza con el principio paulino ("Si alguno no quiere
trabajar, que tampoco coma": 2 Tes 3, 10) nos lleva a preguntarnos si no
será inútil querer definir al cristianismo por unos contenidos éticos
específicos. Aun seleccionándolos entre los que parecen más originales (el
amor a los enemigos, por ejemplo), siempre acabaremos encontrando alguien
que los defienda fuera de la Iglesia y quizá, incluso, quien los viva mejor
que nosotros (piénsese en Gandhi). Desde luego, se podría observar
negativamente la falta de fe del que obra (o al menos su incoherencia),
puesto que la fe -si bien no señala un camino específico- veta algunos
caminos que otros hombres sí creen poder recorrer. Siempre que se
instrumentalice al hombre, siempre que se quiera utilizar medios malos para
alcanzar fines buenos, etc.. la fe veta. Sirva como ejemplo la sorpresa que
un marxista, Lombardo-Radice, experimenta al constatar que:
"Desde un punto de vista cristiano es también importante dedicarse a una
criatura humana, cuidarla y amarla, aunque esta entrega nuestra sea
improductiva. Para el cristiano es importante dar todo su tiempo con gozo y
alegría al enfermo incurable, y dárselo 'gratuitamente', para el cristiano
es importante acompañar con amor y con paciencia al anciano, ya 'inútil', en
su camino hacia la muerte, es importante cuidar bondadosamente a los seres
humanos 'últimos', a los más infelices y a los más imperfectos, incluso a
aquellos en los que resultan ya casi indiscernibles los 'rasgos humanos'." 3
Pero cuando las obras están "bien hechas" es inútil querer encontrar en
ellas un "sello" especial que distinga las que fueron realizadas por
cristianos: No existe la física cristiana, ni la paternidad cristiana, ni la
política cristiana... Las obras exteriores del hombre éticamente maduro
coincidirán con las del cristiano responsable. Esa convicción fue expresada
ya en el antiquísimo Discurso a Diogneto:
"Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni
por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas
suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de
los demás (...), sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, según la
suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás
género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un
tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos,
sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte
en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra
extraña es para ellos patria; y toda patria, tierra extraña. Se casan como
todos, como todos engendran hijos..." 4
¿Cristianos "malgré lui"?
Si positivamente no tiene por qué distinguirse la vida exterior del
cristiano y la del no cristiano; si el no cristiano puede hacer obras tan
buenas como el cristiano, ¿no deberíamos deducir de ahí que muchos hombres
son cristianos sin saberlo? De hecho, no pocos teólogos han dado ese paso.
Karl Rahner habló en otro tiempo de los "cristianos anónimos" 5; Paul
Tillich, de la "Iglesia latente" 6; Edward Schillebeeckx, de la "fe
implícita" 7; Jacques Grand'Maison, de "una Iglesia fuera de la Iglesia"
8...
Es cierto que los defensores del cristianismo anónimo no pretenden utilizar
tal nomenclatura cuando están hablando con un incrédulo, sino solamente en
el lenguaje intracristiano, pero no es menos cierto que inevitablemente
trasciende y en ningún sitio se encontrará un ateo, musulmán o hinduista
serio que no considere una insolencia verse convertido en cristiano "malgré
lui", sin su consentimiento.
Todavía resultará más intolerable si, dando un paso más, a los "cristianos
indignos" nos permitimos llamarlos "ateos anónimos" 9; con lo cual
convertimos a todos los hombres buenos, quieran o no, en cristianos, y a
todos los malos, quieran o no, en ateos. ¿Qué pensaríamos nosotros si un
budista nos considerara benevolentemente como "budistas anónimos"? De hecho,
ya Feuerbach nos trató de "ateos anónimos":
"Mi ateísmo -dijo- no es otro que el inconsciente y efectivo ateísmo de la
humanidad y la ciencia moderna, pero hecho consciente, explícito,
declarado." 10
Aun cuando sea cierto que todos podemos tener convicciones inconscientes
diferentes de las que conscientemente profesamos, debemos respetar en cada
cual lo que dice ser, so pena de que todos seamos capitalizados por
cualquier creencia o increencia como adeptos inconscientes.
La lección de teología de un marxista ya hemos visto por qué no parece
acertado pastoralmente hablar de "cristianos anónimos". Demos ahora un paso
más: ¿Qué decir teológicamente de semejante expresión?
Roger ·Garaudy-R, conocido filósofo marxista, escribía en 1972:
"Durante toda mi vida me he preguntado si yo era cristiano. Durante cuarenta
años me he respondido que no. Porque el problema estaba mal planteado: Como
si la fe fuera incompatible con la vida del militante. Ahora sé que ambas se
unifican. Y que mi esperanza de militante no tendría más fundamento que esa
fe." 11.
Sin embargo, tres años después, respondiendo a una pregunta en un debate
organizado por las A.C L.I., decía:
"Si digo que no soy cristiano es por un motivo para mí fundamental: Yo no
consigo rezar. La oración plantea la suposición de que se discute, de que se
está en diálogo con alguien; yo no he hecho nunca esta experiencia; lo
siento. La experimento, la siento como una disminución esta esperanza
fallida. He aquí por qué no me atrevo a decir que soy cristiano." 12
Así, pues, en un primer momento Garaudy pensó que durante cuarenta años
había sido un "cristiano anónimo", pero pronto se corrige a sí mismo: Ni
antes ni después ha sido cristiano porque, aunque sus convicciones coinciden
con las del cristianismo, no ha tenido nunca una experiencia personal de
Jesucristo: No consigue rezar.
Y es que, en efecto, resulta insuficiente una relación con Jesús definida
sólo por tomar el relevo de su "causa" de justicia y libertad para todos los
hombres. Sabiendo que no hay que confundir la fe con las creencias, ni con
sus exigencias éticas; que la fe, antes que nada -lo vimos en el capítulo
anterior- es el encuentro personal con Cristo, hablar de "fe implícita" es
tan contradictorio como decir "círculo cuadrado" o "hierro de madera".
Desde el Nuevo Testamento los cristianos se han caracterizado por el
reconocimiento explícito de Cristo; por la confesión de su nombre. Son los
que "confiesan con su boca que Jesús es Señor y creen en su corazón que Dios
le resucitó de entre los muertos" (Rom 10, 9). Es verdad que no sirve para
nada limitarse a decir "Señor, Señor" (cfr. Mt 7, 21), pero decir "Señor" es
el rasgo distintivo del cristiano.
El cristianismo es opción personal. No es una especie de "convenio
colectivo" que coge a todos los hombres buenos por el hecho de serlo,
quieran o no. Si estiramos tanto la palabra "cristiano" que llega a ser
sinónimo de "hombre justo", o estiramos tanto la palabra "oración" que acaba
identificándose con la vida, etc., hemos convertido en inútil el lenguaje.
Hablar de "fe implícita" o de "cristianismo anónimo" es en muchos hombres la
confesión desoladora de una total inexperiencia de Dios. Y es importante
señalar esto, porque en bastantes cristianos está empezando a hacerse
realidad lo que había preconizado Feuerbach: La teología cristiana deviene
antropología y se hace incapaz de decir Dios a los hombres 13.
Es evidente que Dios actúa también en los no creyentes. El Concilio Vaticano
II lo afirma repetidas veces: En los pueblos no cristianos hay también
"verdad y gracia" debidas a una "secreta presencia de Dios" 14; las otras
religiones tienen no poco de "bueno y verdadero" "por divina disposición" 15
que "la Iglesia lo juzga como una preparación al Evangelio" 16. Dios ha
puesto "semillas de contemplación" en "las antiguas culturas antes de la
predicación del Evangelio" 17. Pero sólo cuando el hombre, tomando
conciencia explícita de esa presencia de Dios en su vida, proclama con la
boca a Jesús de Nazaret como su Salvador podemos decir que ese hombre es
cristiano. Hacemos nuestras las siguientes tesis de Hans Kung:
-No es cristiano todo lo verdadero, bueno, bello y humano. Nadie puede
negarlo: También fuera del cristianismo hay verdad, bondad, belleza y
humanidad. Sin embargo, es legítimo llamar cristiano a todo lo que, en la
teoría y en la praxis, tiene una relación positiva y expresa con Jesucristo.
-No es cristiano todo hombre de verdadera convicción, sincera fe y buena
voluntad. Nadie puede olvidarlo: También fuera del cristianismo hay
verdadera convicción, sincera fe y buena voluntad. En cambio, es legítimo
llamar cristianos a todos aquellos cuyo vivir y morir está últimamente
determinado por Cristo.
-No es Iglesia cristiana todo grupo de meditación o de acción, toda
comunidad de hombres comprometidos que, para salvarse, procuran llevar una
vida honesta. Jamás se debería haber puesto en duda: También en otros grupos
fuera de la Iglesia hay compromiso, acción, meditación, honradez de vida y
salvación. En cambio, es legítimo llamar Iglesia cristiana a toda comunidad,
grande o pequeña, de personas para las cuales sólo Jesucristo es el último
determinante.
_No hay cristianismo en todas partes en que se combate la inhumanidad y se
realiza la humanidad. Es una verdad manifiesta que fuera del cristianismo
-entre judíos, musulmanes, hindúes y budistas, entre humanistas
poscristianos y ateos declarados- se lucha contra la inhumanidad y se
promueve la humanidad. Sin embargo, no hay cristianismo más que donde, en la
teoría y en la praxis, se activa el recuerdo de Jesucristo." 18
Naturalmente, tales criterios no debemos leerlos como arma arrojadiza contra
el prójimo, sino como orientación para uno mismo.
Lo específico cristiano
Ahora podemos resumir nuestras conclusiones:
El cristiano no se distingue de los demás por las obras exteriores que
realiza, pero sí por su interioridad de creyente: Por su fe en Jesús de
Nazaret. Eso es lo específico cristiano. El creyente hará las mismas cosas
que el no creyente, pero sus motivaciones se basan en la fe, la cosmovisión
en que encuadra su compromiso procede de la fe, el sentido de su vida se lo
ha dado la fe. Un conocido texto del Evangelio según san Juan podemos citar
aquí:
"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que. como
yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto
conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los
otros" (Jn 13, 34-35).
Así, pues, el cristiano es el que ama; pero el que ama con una referencia:
"Como yo os he amado." Por eso los escritos fundacionales de nuestra fe
tuvieron que buscar un cuasi-neologismo para expresarlo: Agape, dado que los
otros términos que ofrecía el griego de su tiempo (eros, philía) no
resultaban satisfactorios.
....................
1 TALMUD BABILÓNICO, Tratado Shabbat, 31 a, en DAVID ROMANO, Antología del
Talmud. Planeta, Barcelona, 1975, p. 240.
2 JORGE DE ESTEBAN, Constituciones españolas y extranjeras, Taurus, Madrid,
1977, t. 2, p. 748.
3 LUCIO LOMBARDO RADICE, El Hijo del Hombre; en VARIOS AUTORES, Los
marxistas y la causa de Jesús, Sígueme, Salamanca, 1976, p. 27.
4 ANÓNIMO, Discurso a Diogneto 5; en DANIEL RUIZ BUENO Padres Apostólicos.
BAC, Madrid, 2ª ed. 1967, p. 850.
5 KARL RAHNER, Los cristianos anónimos; en Escritos de Teología, Taurus. t.
6, Madrid, 1969, pp. 535-544.
6 PAUL TILLICH, En la frontera, Studium, Madrid, 1971, p. 41.
7 EDWAPD SCHILLEBEECKX, El mundo y la Iglesia, Sígueme, Salamanca, 2ª ed.
1970, p. 128.
8 JACQUES GRAND'MAIS0N, La Iglesia fuera de la Iglesia, Studium, Madrid.
1971.
9 Así lo hace, por ejemplo, VEKOSLAV GRMIC, El socialismo real a la luz de
la teología cristiana: Concilium 174 (1982) 113.
10 LUDWIG FEUERBACH, Nachgelassene aphorismen, en Sämtliche Werke, t. 10,
Stuttgart, 1911, p. 345.
11 ROGER GARAUDY, La alternativa, Edicusa, Madrid, 2ª ed., 1974. p. 135.
12 GARAUDY y BALDUCCI, El cristianismo es liberación, Sígueme Salamanca.
1976, p. 94.
13 LUDWIG FEUERBACH, Principios de la Filosofía del porvenir; en Aportes
para la crítica de Hegel, La Pléyade, Buenos Aires, 1974. p. 90,
14 VATICANO II, Ad gentes divinitus, 9.
15 VATICANO II Optatam totius 16
16 VATICANO II Lumen gentium;, 16.
17 VATICANO II, Ad gentes divinitus, 18.
18 HANS KÜNG, Ser cristiano, Cristiandad, Madrid, 1977, p. 153.
LUIS GONZALES-CARVAJAL
EL REINO DE DIOS Y NUESTRA HISTORIA
SAL TERRAE.Col. ALCANCE 38. SANTANDER-1986, págs. 135-142