Un discurso sobre la fe (Narración)

Ofecus

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24 Enero 2001
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«...La salvación se obtiene por la regeneración del espíritu y no por las acciones presuntuosas de la carne. Estáis justificados por la fe y sois aceptados por la gracia, no por el temor y la abnegación de la carne, aunque los hijos del Padre, que han nacido del espíritu, son siempre y para siempre dueños de su yo y de todo lo que se refiere a los deseos de la carne. Cuando sabéis que es la fe la que os salva, tenéis una verdadera paz con Dios. Y todos los que siguen el camino de esta paz celestial están destinados a ser santificados en el servicio eterno de los hijos, en constante progreso, del Dios eterno. En lo sucesivo, ya no es un deber, sino que es más bien vuestro elevado privilegio el purificaros de todos los males de la mente y del cuerpo, mientras buscáis la perfección en el amor de Dios.

«Vuestra filiación está fundada en la fe, y debéis permanecer impasibles ante el miedo. Vuestra alegría nace de la confianza en la palabra divina, y por consiguiente, no pondréis en duda la realidad del amor y de la misericordia del Padre. La bondad misma de Dios es la que conduce a los hombres a un arrepentimiento sincero y auténtico. Vuestro secreto para dominar el yo está ligado a vuestra fe en el espíritu interno, que siempre actúa por amor. Incluso esta fe salvadora no la tenéis por vosotros mismos; es también un regalo de Dios. Si sois los hijos de esta fe viviente, ya no sois los esclavos del yo, sino más bien los dueños triunfantes de vosotros mismos, los hijos liberados de Dios.

«Así pues, hijos míos, si habéis nacido del espíritu, estáis liberados para siempre de la esclavitud consciente de una vida de abnegación y de vigilancia contínua de los deseos de la carne, y sois trasladados al alegre reino del espíritu, en el que manifestáis espontáneamente los frutos del espíritu en vuestra vida diaria. Los frutos del espíritu son la esencia del tipo más alto de autocontrol agradable y ennoblecedor, e incluso lo máximo que un mortal terrestre puede alcanzar —el verdadero dominio de sí mismo.»

Ofecus.