Un cuerpo lleno de gusanos
J. M. ALIMBAU
Se llama Rosa Porta. Ha trabajado como misionera, médico y directora del Hospital Leprosería de Surat (India) durante 27 años. Pertenece a la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús. En una entrevista, le pregunté cuál era la fotografía que llevaba más grabada en su mente. Respondió: «Una mujer leprosa de unos 40 años. Nos la trajeron al hospital en un camión. Se ve que la habían abandonado junto a la carretera. Nadie se preocupó de ella. Las moscas pusieron sus larvas y al cabo de unos días todo su cuerpo -menos la cabeza- estaba invadido de gusanos. Y pasó un buen samaritano. La cogió. La envolvió en una manta. La subió en su camión y nos la trajo al hospital-leprosería. Recuerdo que, al abrir la parte trasera del camión, para bajarla, la caja del camión estaba llena de gusanos. La limpiamos, la desinfectamos durante más de una hora. Con pinzas y espátulas le sacábamos los gusanos y los tirábamos en un cubo. Recuerdo que los gusanos salían del recipiente... Las auxiliares indias del hospital se mareaban, devolvían, no aguantaban y tenían que marcharse... Sólo aguantamos la hermana Mary y yo. Estuvimos más de una hora las dos, limpiando aquel cuerpo de gusanos que habían calado hasta los huesos. La pobre mujer se dio cuenta de que la estábamos ayudando, curando, con toda la ternura que pudimos darle. Murió aquella misma noche acompañada por dos religiosas misioneras».
Fuente: La Razón
J. M. ALIMBAU
Se llama Rosa Porta. Ha trabajado como misionera, médico y directora del Hospital Leprosería de Surat (India) durante 27 años. Pertenece a la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús. En una entrevista, le pregunté cuál era la fotografía que llevaba más grabada en su mente. Respondió: «Una mujer leprosa de unos 40 años. Nos la trajeron al hospital en un camión. Se ve que la habían abandonado junto a la carretera. Nadie se preocupó de ella. Las moscas pusieron sus larvas y al cabo de unos días todo su cuerpo -menos la cabeza- estaba invadido de gusanos. Y pasó un buen samaritano. La cogió. La envolvió en una manta. La subió en su camión y nos la trajo al hospital-leprosería. Recuerdo que, al abrir la parte trasera del camión, para bajarla, la caja del camión estaba llena de gusanos. La limpiamos, la desinfectamos durante más de una hora. Con pinzas y espátulas le sacábamos los gusanos y los tirábamos en un cubo. Recuerdo que los gusanos salían del recipiente... Las auxiliares indias del hospital se mareaban, devolvían, no aguantaban y tenían que marcharse... Sólo aguantamos la hermana Mary y yo. Estuvimos más de una hora las dos, limpiando aquel cuerpo de gusanos que habían calado hasta los huesos. La pobre mujer se dio cuenta de que la estábamos ayudando, curando, con toda la ternura que pudimos darle. Murió aquella misma noche acompañada por dos religiosas misioneras».
Fuente: La Razón