ALIMENTO DIARIO
Leer con oración: Mt.13:7,22; 6:33
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fue re tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P 5:6, 7)
UN CORAZÓN QUE ABSORBE EL AGUA DEL ESPÍRITU
La tercera situación de la parábola del sembrador nos muestra una tierra, tal vez buena, pero donde hay espinos (Mt.13:7,22). Es posible que ésta sea una tierra ya ablandada, donde las piedras ya fueron removidas. La semilla se echó, la planta creció, pero también crecieron los espinos que cubren la planta y la ahogan. Hay hermanos en la vida de la iglesia que tienen cierto crecimiento, pero están ahogados por tantos espinos de preocupaciones de este siglo, que los hace infructíferos. Las preocupaciones de la vida, el engaño de las riquezas ahogan a esos hermanos, y enseguida dejan de contactar al Señor Jesús. Por eso son infructíferos.
¿Qué vamos a hacer? Arrancar y quemar los espinos. Quien tiene preocupaciones en la vida y es engañado por las riquezas, debe quemar esas cosas y poner sobre el Señor toda su ansiedad pues Él tiene cuidado de nosotros (1 P 5:7); y aquellos que buscan en primer lugar Su reino y Su justicia, las demás cosas les serán añadidas (Mt 6:33). Si usted no quema las preocupaciones cuando salga a predicar el evangelio, nadie se convertirá. Si usted toma la incumbencia y el encargo de salir y producir fruto, no sólo deberá ablandar la tierra del corazón, sino también, sacar las piedras del corazón, arrancar los espinos; esto es: todo lo que no es de Dios debe ser removido. De esa manera, gracias al Señor, usted será fructífero.
Podemos decir que cada uno de nosotros tiene esos tres tipos de tierra, o por lo menos una de ella. Por eso, tenemos que cuidar la tierra, esto es, el corazón, para que seamos una buena tierra, capaz de producir fruto, a ciento, a sesenta, y a ciento por uno. Podemos producir fruto cuando nuestra tierra es buena, es decir, cuando nuestro corazón está lleno del Espíritu. No seamos ahogados y cubiertos con los problemas del día a día; vamos a arrancar esas cosas. No caigamos más en el engaño de las riquezas. Vamos a pensar solamente en las cosas de nuestro Dios, en fructificar.
Cuando su corazón tiene tierra, pero está llena de piedras y le falta agua, es decir, le falta el Espíritu, usted no podrá fructificar. Pero al sacar las piedras, quedará la tierra que puede absorber y retener el agua del Espíritu, que permanecerá, y usted podrá fructificar. No obstante, los hermanos que ejercitan demasiado la mente, deben disciplinar el alma, negando la vida de su alma. Esto es, ablandar la tierra para que el agua sea absorbida, porque sólo la parte superior está endurecida, debajo de esa capa superficial, hay una buena tierra capaz de producir fruto.
Para disfrutar la realidad del reino hoy y entrar en su manifestación en la era venidera, necesitamos que nuestro corazón sea una buena tierra, una tierra que absorbe el agua del Espíritu. Cuando estamos llenos del Espíritu, podemos fructificar a ciento, a sesenta y a treinta por uno. Así seremos recompensados, recibiremos el galardón de entrar en la manifestación del reino de los cielos.
Palabra clave: Ablandar la tierra para que el agua sea absorbida
Pregunta: ¿Cuál debe ser nuestra actitUd para que nuestro corazón pueda fructificar!
Dong Yu Lan
Derechos reservados a:
Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
Leer con oración: Mt.13:7,22; 6:33
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fue re tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P 5:6, 7)
UN CORAZÓN QUE ABSORBE EL AGUA DEL ESPÍRITU
La tercera situación de la parábola del sembrador nos muestra una tierra, tal vez buena, pero donde hay espinos (Mt.13:7,22). Es posible que ésta sea una tierra ya ablandada, donde las piedras ya fueron removidas. La semilla se echó, la planta creció, pero también crecieron los espinos que cubren la planta y la ahogan. Hay hermanos en la vida de la iglesia que tienen cierto crecimiento, pero están ahogados por tantos espinos de preocupaciones de este siglo, que los hace infructíferos. Las preocupaciones de la vida, el engaño de las riquezas ahogan a esos hermanos, y enseguida dejan de contactar al Señor Jesús. Por eso son infructíferos.
¿Qué vamos a hacer? Arrancar y quemar los espinos. Quien tiene preocupaciones en la vida y es engañado por las riquezas, debe quemar esas cosas y poner sobre el Señor toda su ansiedad pues Él tiene cuidado de nosotros (1 P 5:7); y aquellos que buscan en primer lugar Su reino y Su justicia, las demás cosas les serán añadidas (Mt 6:33). Si usted no quema las preocupaciones cuando salga a predicar el evangelio, nadie se convertirá. Si usted toma la incumbencia y el encargo de salir y producir fruto, no sólo deberá ablandar la tierra del corazón, sino también, sacar las piedras del corazón, arrancar los espinos; esto es: todo lo que no es de Dios debe ser removido. De esa manera, gracias al Señor, usted será fructífero.
Podemos decir que cada uno de nosotros tiene esos tres tipos de tierra, o por lo menos una de ella. Por eso, tenemos que cuidar la tierra, esto es, el corazón, para que seamos una buena tierra, capaz de producir fruto, a ciento, a sesenta, y a ciento por uno. Podemos producir fruto cuando nuestra tierra es buena, es decir, cuando nuestro corazón está lleno del Espíritu. No seamos ahogados y cubiertos con los problemas del día a día; vamos a arrancar esas cosas. No caigamos más en el engaño de las riquezas. Vamos a pensar solamente en las cosas de nuestro Dios, en fructificar.
Cuando su corazón tiene tierra, pero está llena de piedras y le falta agua, es decir, le falta el Espíritu, usted no podrá fructificar. Pero al sacar las piedras, quedará la tierra que puede absorber y retener el agua del Espíritu, que permanecerá, y usted podrá fructificar. No obstante, los hermanos que ejercitan demasiado la mente, deben disciplinar el alma, negando la vida de su alma. Esto es, ablandar la tierra para que el agua sea absorbida, porque sólo la parte superior está endurecida, debajo de esa capa superficial, hay una buena tierra capaz de producir fruto.
Para disfrutar la realidad del reino hoy y entrar en su manifestación en la era venidera, necesitamos que nuestro corazón sea una buena tierra, una tierra que absorbe el agua del Espíritu. Cuando estamos llenos del Espíritu, podemos fructificar a ciento, a sesenta y a treinta por uno. Así seremos recompensados, recibiremos el galardón de entrar en la manifestación del reino de los cielos.
Palabra clave: Ablandar la tierra para que el agua sea absorbida
Pregunta: ¿Cuál debe ser nuestra actitUd para que nuestro corazón pueda fructificar!
Dong Yu Lan
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Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!