ALIMENTO DIARIO
Leer con oración: 1 Ts.2:7-8
"Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaras no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos" (1 Ts.2:8)
UN CORAZON DE MADRE
En 1 Tesalonicenses Pablo dice que fue tierno con los hermanos como una nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Cuando la mujer se embaraza y da a luz un hijo, realmente sufre, pero ese sufrimiento no pasa de nueve meses y diez días. Engendrar hijos es relativamente fácil, pero criarlos no es tan fácil. Para engendrarlos, doscientos ochenta días son suficientes; pero para criarlos, son necesarios muchos y muchos años. Por eso el corazón de Pablo era tan tierno. Él predicó el evangelio a los tesalonicenses y ellos se convirtieron, fueron salvos, recibieron la vida de Dios y fueron introducidos en la iglesia en Tesalónica. Lo que Pablo predicaba no era sólo el evangelio de la gracia, sino también el del reino, que enfatiza el crecimiento de vida. Así que, el apóstol era como una madre que cuidaba con ternura a sus propios hijos.
Necesitamos tener el corazón de madre, como lo tuvo Pablo. Cuando predicamos el evangelio y alguno se convierte, no debemos dejarlo para que otros lo cuiden; debemos apacentarlo, porque fue salvo por medio de nuestra predicación. Esto debe producir en nosotros un encargo de ayudarlo para que su vida crezca. Naturalmente, no esperamos que la vida de ellos crezca de un momento a otro, sino que poco a poco debemos enseñarle a negar la vida del alma. Cuanto más niegue la vida natural, la vida de Dios crecerá más en él. Eso lleva mucho tiempo. Por tanto, debemos tener el mismo corazón de Pablo, que era como el corazón de una madre que cuida a sus propios hijos.
El versículo 8 dice: “Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaras no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos”. Aquellos a quienes predicamos el evangelio llegan a ser muy queridos.
Necesitamos predicar el evangelio de la gracia y, a todo aquel que recibió el evangelio de la gracia, necesitamos predicarle el evangelio del reino. Predicar el evangelio de la gracia es más fácil, pero predicar el evangelio del reino no es tan fácil. Primero, el evangelio del reino significa que la vida del recién convertido debe crecer poco a poco. Inicialmente, para alimentarlo usamos leche, esto es, las verdades básicas de la fe cristiana. Después, tenemos que alimentarlo con alimento sólido, instruido, educado y aún amado con amor de madre. Por eso, necesitamos tener un corazón de carne, como era el corazón de Pablo. No es necesario enfatizar mucho sobre este asunto, pues conocemos el corazón de una madre, como ella cuida a sus hijos. Pablo dijo: “Estoy listo a dar mi propia vida porque llegaron a ser muy queridos”. Por eso no podemos engendrar un hijo y dejarlo abandonado. Necesitamos cuidar de él.
Cinco años atrás los hermanos fueron a determinado país predicaron el evangelio y se establecieron dos iglesias. Después debido a diversas dificultades, no pudimos seguir cuidando de tales iglesias allí. Después de tres años un hermano de ese país vino a la conferencia en Brasil y nos dijo: “Hermanos, ustedes nos engendraron y hoy estamos en la iglesia. Pero nos abandonaron, parece que ya no les importamos más”. Cuando oí eso, en mi interior fui reprendido severamente por el Señor. Quien predica el evangelio tiene la responsabilidad de cuidar de los que son salvos, apacentándolos. A partir de este año, los hermanos fueron nuevamente a aquel país y además de recibir las iglesias nuevamente provisión, surgieron otras nuevas iglesias. Por tanto, nuestro corazón tiene que ser como el de una madre, no importándonos nuestra propia vida. Debemos amar a todos los que le predicamos el evangelio.
Palabra clave: Amar a los hijos
Pregunta: ¿Cuál es el énfasis del evangelio del reino?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a:
Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
Leer con oración: 1 Ts.2:7-8
"Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaras no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos" (1 Ts.2:8)
UN CORAZON DE MADRE
En 1 Tesalonicenses Pablo dice que fue tierno con los hermanos como una nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Cuando la mujer se embaraza y da a luz un hijo, realmente sufre, pero ese sufrimiento no pasa de nueve meses y diez días. Engendrar hijos es relativamente fácil, pero criarlos no es tan fácil. Para engendrarlos, doscientos ochenta días son suficientes; pero para criarlos, son necesarios muchos y muchos años. Por eso el corazón de Pablo era tan tierno. Él predicó el evangelio a los tesalonicenses y ellos se convirtieron, fueron salvos, recibieron la vida de Dios y fueron introducidos en la iglesia en Tesalónica. Lo que Pablo predicaba no era sólo el evangelio de la gracia, sino también el del reino, que enfatiza el crecimiento de vida. Así que, el apóstol era como una madre que cuidaba con ternura a sus propios hijos.
Necesitamos tener el corazón de madre, como lo tuvo Pablo. Cuando predicamos el evangelio y alguno se convierte, no debemos dejarlo para que otros lo cuiden; debemos apacentarlo, porque fue salvo por medio de nuestra predicación. Esto debe producir en nosotros un encargo de ayudarlo para que su vida crezca. Naturalmente, no esperamos que la vida de ellos crezca de un momento a otro, sino que poco a poco debemos enseñarle a negar la vida del alma. Cuanto más niegue la vida natural, la vida de Dios crecerá más en él. Eso lleva mucho tiempo. Por tanto, debemos tener el mismo corazón de Pablo, que era como el corazón de una madre que cuida a sus propios hijos.
El versículo 8 dice: “Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaras no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos”. Aquellos a quienes predicamos el evangelio llegan a ser muy queridos.
Necesitamos predicar el evangelio de la gracia y, a todo aquel que recibió el evangelio de la gracia, necesitamos predicarle el evangelio del reino. Predicar el evangelio de la gracia es más fácil, pero predicar el evangelio del reino no es tan fácil. Primero, el evangelio del reino significa que la vida del recién convertido debe crecer poco a poco. Inicialmente, para alimentarlo usamos leche, esto es, las verdades básicas de la fe cristiana. Después, tenemos que alimentarlo con alimento sólido, instruido, educado y aún amado con amor de madre. Por eso, necesitamos tener un corazón de carne, como era el corazón de Pablo. No es necesario enfatizar mucho sobre este asunto, pues conocemos el corazón de una madre, como ella cuida a sus hijos. Pablo dijo: “Estoy listo a dar mi propia vida porque llegaron a ser muy queridos”. Por eso no podemos engendrar un hijo y dejarlo abandonado. Necesitamos cuidar de él.
Cinco años atrás los hermanos fueron a determinado país predicaron el evangelio y se establecieron dos iglesias. Después debido a diversas dificultades, no pudimos seguir cuidando de tales iglesias allí. Después de tres años un hermano de ese país vino a la conferencia en Brasil y nos dijo: “Hermanos, ustedes nos engendraron y hoy estamos en la iglesia. Pero nos abandonaron, parece que ya no les importamos más”. Cuando oí eso, en mi interior fui reprendido severamente por el Señor. Quien predica el evangelio tiene la responsabilidad de cuidar de los que son salvos, apacentándolos. A partir de este año, los hermanos fueron nuevamente a aquel país y además de recibir las iglesias nuevamente provisión, surgieron otras nuevas iglesias. Por tanto, nuestro corazón tiene que ser como el de una madre, no importándonos nuestra propia vida. Debemos amar a todos los que le predicamos el evangelio.
Palabra clave: Amar a los hijos
Pregunta: ¿Cuál es el énfasis del evangelio del reino?
Dong Yu Lan
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¡Jesús es el Señor!