-Contemplando la Historia Universal desde que el mundo es mundo, contabilizo con los dedos de una mano (y me sobran dedos), las veces que la humanidad entera tuvo que agachar su cabeza:
1 – La primera la registra el libro de Génesis (3: 23, 24):
“Y lo sacó El Eterno del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
El mismo hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, puesto en el Edén con plenas potestades sobre todo lo viviente y la misma tierra, ahora es desalojado de aquel Paraíso junto con la compañera que le había sido dada.
Lo de que ambos salieron de allí apenas con lo puesto y de cabeza gacha, es solo una presunción –la Biblia no lo dice-, pero cabe preguntarse: ¿acaso podrían ir hacia el destierro con la frente en alto?
2 – La segunda vez también se halla registrada en el Génesis (7: 18-23):
“Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra … Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca”.
Si alguno hubiera conservado su cabeza en alto, fuera del agua, quizás podría haber sobrevivido ¿pero cómo hacerlo si las aguas subían desde abajo y caían desde arriba? Así, las cabezas de los incrédulos y burlones finalmente se doblegaron por el ahogo, que antes habrían tenido como imposible.
3 – De esta tercera vez, ya vamos también hacia los 150 días de la permanencia de la pandemia, tanto como permanecieron las aguas sobre la tierra (Gn 7:24).
Nuestra humanidad contemporánea, tan engreída por sus logros científicos y tecnológicos, está ahora de cabeza gacha, desconcertada, porque aunque propone mil teorías, simultáneamente confiesa no saber cuál sea el mal que nos aflige, que no da tregua, y que aparentemente vencido, rebrota luego, inesperadamente.
Nuestra sociedad moderna ha probado de vivir sin Dios, haciéndolo a un lado, como si fuese un estorbo para su “desarrollo” y “progreso”. Se celebra mundialmente el “Día de la Diversidad”, y se realizan desfiles por todas las ciudades por “El Orgullo Gay”.
¿Acaso no se dan cuenta los políticos corruptos y los ciudadanos pervertidos que están caminando hacia las llamas del mismo infierno?
Guarde el Señor, en su gracia, a todos sus santos.
1 – La primera la registra el libro de Génesis (3: 23, 24):
“Y lo sacó El Eterno del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
El mismo hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, puesto en el Edén con plenas potestades sobre todo lo viviente y la misma tierra, ahora es desalojado de aquel Paraíso junto con la compañera que le había sido dada.
Lo de que ambos salieron de allí apenas con lo puesto y de cabeza gacha, es solo una presunción –la Biblia no lo dice-, pero cabe preguntarse: ¿acaso podrían ir hacia el destierro con la frente en alto?
2 – La segunda vez también se halla registrada en el Génesis (7: 18-23):
“Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra … Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca”.
Si alguno hubiera conservado su cabeza en alto, fuera del agua, quizás podría haber sobrevivido ¿pero cómo hacerlo si las aguas subían desde abajo y caían desde arriba? Así, las cabezas de los incrédulos y burlones finalmente se doblegaron por el ahogo, que antes habrían tenido como imposible.
3 – De esta tercera vez, ya vamos también hacia los 150 días de la permanencia de la pandemia, tanto como permanecieron las aguas sobre la tierra (Gn 7:24).
Nuestra humanidad contemporánea, tan engreída por sus logros científicos y tecnológicos, está ahora de cabeza gacha, desconcertada, porque aunque propone mil teorías, simultáneamente confiesa no saber cuál sea el mal que nos aflige, que no da tregua, y que aparentemente vencido, rebrota luego, inesperadamente.
Nuestra sociedad moderna ha probado de vivir sin Dios, haciéndolo a un lado, como si fuese un estorbo para su “desarrollo” y “progreso”. Se celebra mundialmente el “Día de la Diversidad”, y se realizan desfiles por todas las ciudades por “El Orgullo Gay”.
¿Acaso no se dan cuenta los políticos corruptos y los ciudadanos pervertidos que están caminando hacia las llamas del mismo infierno?
Guarde el Señor, en su gracia, a todos sus santos.