Tiempo de curar. Testimonio de un médico presente en el conflicto de Oriente Próximo

18 Noviembre 1998
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Sacado de www.hispanidad.com

Tiempo de curar: Testimonio de un médico presente en el conflicto de Oriente Próximo.

Sr. Director:

La mayoría de los ataques terroristas en Jerusalem han ocurrido en un radio de 500 metros alrededor del Hospital Bikur Jolim. ¿Cómo hace frente el personal médico al continuo horror?

La noche del ataque en la peatonal Ben Yehuda de Jerusalem, el Dr. On Sibirsky estaba de turno en el departamento de cirugía del Hospital Bikur Jolim. “Estaba visitando pacientes que habían sido operados uno o dos días antes,” recuerda, “cuando escuchamos las explosiones. Le dije a una enfermera: ‘qué trueno tan fuerte,’ y ella me dijo, ‘No es un trueno, es un ataque.’ Le respondí, ‘¿quién hace un atentado a las 11 de la noche?’

¿Qué fue lo primero que hizo?

“Es todo un procedimiento tomado del ejército. Un orden de actividades. Pedir ayuda, llamar a los médicos que ya se han ido a dormir a esa hora; abrir camas, evacuar de la sala de emergencia a los pabellones a los que no están seriamente enfermos; abrir pasadizos entre el departamento y la sala de emergencia con el fin de crear espacio de absorción; y entonces el servicio médico de Maguén David Adom trae a los heridos. Yo trato a los heridos graves. Toma un poco de tiempo pasar del ambiente de ronda de pacientes de sábado en la noche al de médico que recibe decenas de heridos.”

El tiempo de reacción del hospital es mínimo, dice Dr. Floru Sharon, jefe del departamento de emergencias. “Nuestra reacción es al estruendo de la explosión, no a los informes de la televisión o la policía. En cosa de minutos llegan los primeros heridos, cargados en la espalda por la gente, o traídos en camillas improvisadas. Estamos muy bien ensayados y hemos aprendido a estar organizados en cinco minutos. Evacuamos la sala de emergencias y preparamos equipo de emergencia. Un día hicimos esos preparativos siete veces, debido a falsas alarmas. Fue simplemente una locura.”

Y así se ve una locura: “¡Incidente con numerosos heridos! ¡Incidente con numerosos heridos!” anuncia el sistema de altavoces. Al cabo de uno o dos minutos todo el personal médico del hospital fluye hacia la sala de emergencias y se para frente a la puerta con los guantes puestos. Los pacientes son evacuados a los pabellones, se mueven las camas, se emiten órdenes. Las enfermeras visten uniformes especiales con bolsillos que contienen equipo médico. Los guardias de seguridad bloquean las entradas. Funcionarios asignan un número a cada uno de los heridos y tratan de determinar su identidad y contactar a sus familiares.

“Las preparaciones empiezan en la calle Haneviim, donde están esperando las ambulancias,” explica el Dr. Sharon. “La gente está muy alerta, todos están preparados. En las ambulancias clasificamos a las personas en heridos graves, de mediana gravedad y leves. Yo hago una clasificación adicional. Hay un flujo de adrenalina, uno está sobreestimulado. Llegan una víctima tras otras, es interminable, decenas, 30 a 40 personas. Hay niños destrozados, cadáveres, cosas terribles que ni siquiera muestran por televisión. Del atentado en la peatonal llegó un chico con un agujero de 40 centímetros en el pecho. Muerto. Por supuesto que muerto.”

¿Cómo lo puede resistir?

“No existe algo así como no ser capaz de resistirlo. Hay que hacerlo. La gente llega y necesita que la atiendan y que la calmen, si están conscientes. Alguien que les dé una palmada y les diga que todo va a estar bien. Yo soy el director aquí desde 1996 y he pasado todos los grandes ataques. Si no eres capaz, no tienes nada que hacer en medicina. Puedes levantar los brazos y trabajar en una caja médica.”

¿Duerme de noche?

“Después de cada ataque, no duermo durante un par de noches. Me vuelven las imágenes. Los rostros maltratados, cada día, cada noche, una y otra vez, ya sea una niña pequeña, una mujer o un anciano, y siempre hay sangre, y familias llorando, y un silencio mortal. Pero en medio del ataque uno ignora el lado emocional. Eso aparece mucho más tarde.”

¿Llora?

“Obviamente hay quienes lloran durante un ataque, principalmente el personal médico. No me avergüenza decir que yo también lloro, después del ataque, en privado.”

¿Qué pasa con el apoyo psicológico?

“En principio existe, pero es principalmente para los heridos y sus familias. Hay algunas personas que elaboran las cosas bien y tienen menos necesidad de ayuda. La gente también desarrolla sistemas de defensa. No inmunidad. No hay inmunidad.”

Un hospital difícil.

Si uno dibuja un círculo imaginario con el Hospital Bikur Jolim en el centro y un radio de alrededor de 500 metros, encontrará que la mayoría de los grandes ataques terroristas en Jerusalem han tenido lugar dentro de él. La pizzería Sbarro, los suicidas en la peatonal Ben Yehudá y en la Plaza Sión, las bombas en el mercado de Majané Yehudá, el terrorista en la calle Haneviim, el suicida del Hotel Hilton. En ese sentido, Bikur Jolim funciona como una isla de sanidad en el mar de odio que lo rodea. Trata a todas las víctimas, de todas las direcciones.

El Hospital Bikur Jolim no es gran cosa. No tiene presupuesto. No tiene departamento de ortopedia. No tiene un estacionamiento organizado y espacioso. No tiene áreas verdes como los campus del Hospital Universitario Hadassa en Ein Karem y el Monte Scopus; no tiene una cafetería adecuada ni una tienda de regalos. Tiene solamente un pequeño y deprimente lugar donde comer, en el que las mesas están sucias y nadie retira las bandejas.

La entrada por la vía de acceso a la sala de emergencias es estrecha y claustrofóbica. Es difícil creer que una ambulancia pueda descargar enfermos en esta pronunciada bajada. Es un hospital pobre para gente pobre, un hospital antiguo y angustiante que nunca fue y nunca será un centro médico líder a nivel internacional. Sirve a barrios como Musrara, barrios religiosos como Makor Baruj y Gueula y Meá Shearim, árabes de la Ciudad Vieja y la población de Majané Yehudá. “Puede ser que sea fascista decirlo,” dice un médico, “pero este hospital tiene enfermedades que no ocurren a la gente inteligente.”

¿Por ejemplo?

“Diabetes descontrolada hasta el punto de terribles úlceras en las piernas, algo que no le sucede a diabéticos educados. Hay drogadictos, no hay pacientes privados con el Mercedes en el estacionamiento. Realmente tratamos pacientes difíciles. Digamos que hay muchos más casos de neumonía que de enfermedades yuppies.”

Pero todo esto puede ser visto también desde otro ángulo: “Bikur Jolim es un lugar especial en el que hay una balanceada combinación de sectores,” dice Dr. On Sibirsky. “Las personas que son tratadas aquí están muy satisfechas. Debido a la proximidad geográfica y a la cercanía personal con los doctores, que es un rasgo muy importante aquí. Y la gente está satisfecha también de la composición del personal médico, que incluye ultraortodoxos, rusos y árabes.”

Dr. Sibirsky divide a los pacientes en un tercio o un cuarto árabes, la mitad ultraortodoxos y el resto pacientes “comunes” es decir, israelíes seculares. Entre la población árabe de la ciudad, Sibirsky es algo así como un ídolo: los rumores acerca de su cálido trato y su certero trabajo han circulado ampliamente, y lo llenan de pacientes. “He atendido jerosolimitanos durante los últimos 15 años, dice modestamente. “Aparentemente, hago un buen trabajo con la población árabe.”

Perdone la pregunta, pero, ¿no es difícil tratar enemigos hoy en día?

“Yo hice mi práctica profesional en Hadassa a comienzos de la década de 1990 y en el departamento de cirugía había muchos terroristas heridos de la primera intifada. Yo he tratado pacientes en cada ataque terrorista desde los años 90, y cuando hay un ataque uno no hace ninguna pregunta. No hay tiempo para pensamientos filosóficos. Un estudiante de medicina pasa muchas etapas hasta que se convierte en especialista en cirugía.

¿Recuerda algún incidente que haya marcado un hito en el tratamiento al enemigo?

“En 1996 había un terrorista herido por disparos, responsable de muchos atentados. Mientras tanto ya olvidé su nombre. El personal no podía acercarse a él por las barreras y el personal de seguridad. Después, nadie quería llevarle su bandeja de comida en el hospital de Ein Karem porque era un terrorista y por las severas medidas de seguridad, que no permitían a cualquiera acercársele. Pasé a ser yo quien le servía la comida, aunque ése no es mi trabajo. Fue una experiencia de madurez profesional para mí.

Un desgarro en la tela.

La sala de emergencias es una situación ganadora, un buen naipe,” declara Dr. Omri Ben Ezra, interno en el departamento de cirugía. “Cuando ocurre un ataque todos se olvidan de lo que son. De pronto no están enfermos. Echamos gente a la casa. Otros simplemente se levantan y se van. La actividad se asemeja a un hormiguero que alguien lo ha pisado. Van cayendo heridos a un ritmo increíble, y no son enfermos en piyama, son personas con cortes, es una rasgadura en la fibra de tu ciudad.”

“Entra alguien que hasta hace un momento era una joven luciendo un vestido y ahora tiene toda la pierna abierta. No es lógico. Por un lado estás en schock, y por otro estás concentrado, a foco, agudo. No ves nada y absorbes todo; eres un autómata. De pronto, los alaridos y el loco sufrimiento penetra a tu consciencia y entonces, cuando dejan de llegar, entiendes que hace diez minutos estabas trabajando tranquilamente y todo era normal. Dos horas más tarde ya ha pasado y simplemente no crees que ocurrió.”

No es la sangre lo que te excita.

“No me emociona la sangre, y me da mucho menos asco que un moco. Son los agujeros que se abren en las personas. El daño a la integridad. Traté a una mujer que no paraba de hablar a toda velocidad. Revisé si sufría de hipoxia [falta de oxígeno en el cerebro], le puse la mano en la cabeza, y sentí un cuerpo extraño, era un pedazo de cerebro de otra persona que le había salpicado. Lo retiré sin que se fijara, pero no tenía para qué haberme esforzado, porque ella estaba lejos de darse cuenta de algo.”

Todavía no logra olvidar una pequeña niña que atendió. No quiere dar su nombre, pero los detalles concuerdan con la descripción de Lea Schijverschuurder, de 9 años, que resultó gravemente herida en el ataque a Sbarro, y perdió a cinco miembros de su familia. “Ella representaba todo lo que yo sentía,” confiesa Ben Ezra, “el desgarro, el dolor, el schock, la alienación, la explosión. La llevé a Rayos – X porque sospeché que tenía un clavo sobre la clavícula, y automáticamente supe que estaba mucho más herida.”

¿Habló con ella?

“Le pregunté cuál era su apellido, y era algo largo y complicado. Empezó a deletrearlo y pensé que se trataba de una lesión en la cabeza, porque no sonaba lógico, entonces le pregunté nuevamente y ella repitió en el paciente tono de alguien que le están haciendo perder el tiempo. Le pregunté con quién había estado y me dijo que no sabía. Cuando le pregunté dónde estaba su mamá ya tenía lágrimas en los ojos. Dijo que no sabía. Cuando le pedí el número de teléfono de familiares o amigos, ya actuaba mucho mejor que yo, y repitió el número con paciencia de anciano agonizante.”

¿Estaba enojado?

“Al cabo de un rato uno siente esa rabia fría y dura. No es enojo con los árabes, no con los terroristas, ni con Dios, sino a un nivel del tipo Green Peace – porque esto no debería ocurrir. ¿Cómo suceden cosas así? ¿Cómo seres humanos cometen algo así? Es como una tecnología más alta que para descomponer el átomo. Es descomponer la vida.”

¿Qué se hace con la rabia?

“Es muy conveniente ser médico en un ataque, porque sabes qué hacer con la rabia: trabajar. Tú eres el bueno, el tipo de delantal blanco en el mundo cruel. Pero ¿cuando es lejos? Durante el ataque a la discoteca del Dolfinario en Tel Aviv estaba sentado en mi casa y no sabía si renunciar a Jerusalem para lograr un acuerdo de paz, o incendiar Ramalla.”

Una actitud práctica.

El Prof. Arie Durst, director del departamento de cirugía del hospital, descorre la cortina en su oficina. Su vista incluye un cielo gris y tenebroso, el cruce de peatones en la intersección de las calles King George y Yafo y un enorme letrero rojo verde y blanco de Sbarro. “¿Ve?,” me dice. “La gente tiende a llevar a los heridos al punto más cercano en el que pueda recibir ayuda médica. Esos somos nosotros. Y también es un lugar ideal para reventarse, porque en el centro comercial Jerusalem [Malja] hay guardias en todas las entradas. El problema es que el jefe de la Autoridad Palestina Arafat no me llama para coordinar de antemano.”

Y los heridos llegan al hospital antes que los médicos. “Los doctores que no están de turno, sí. Pero en el caso de Sbarro algunos de los empleados bajaron en el momento en que oyeron la explosión y trajeron a los heridos aquí. Hubo un cuadro muy emocionante del jefe de turno del restaurante, un muchacho árabe, cuyo hermano fue uno de los primeros en llegar. Al principio sospecharon de él en la entrada, y después lo dejaron entrar. No quiero repetir lo que dijo en televisión acerca de sus hermanos terroristas suicidas.”

Estoy seguro de que no es una época de oro para sus trabajadores árabes. “Nosotros mantenemos una actitud práctica. Esta es gente que quiere ganarse la vida, y hay un porcentaje muy pequeño de militantes. Tenemos trabajadores árabes en los equipos de emergencia. Cuando el policía resultó herido en la calle Haneviim, el primero en tratarlo fue Raad, nuestro interno. La enfermera jefe en el departamento es árabe, y en shabat, profesionales árabes atienden a los pacientes.”

¿Los profesionales no tienen sentimientos?

“Hay algo en la educación del médico que le hace ignorar sus opiniones personales y mantener una actitud profesional hacia el herido. Recuerdo haber atendido a un terrorista del ataque al autobús 405, que estaba levemente herido. Aunque sabíamos que él era el culpable, lo traté como a cualquier otra persona, y cuando finalizamos, lo entregamos a la Policía.”

¿Los empleados de limpieza árabes son revisados más cuidadosamente en la entrada?

Es un asunto de familiaridad. Un empleado sanitario árabe no es revisado más estrictamente. Uno supone que la gente con la que trabaja a diario está con uno. En la sala de operaciones hay un equipo árabe muy grande. Enfermeros, enfermeras. Ellos nunca manifiestan ningún titubeo. Nosotros hacemos esfuerzos deliberados por no hablar de ese tipo de cosas, porque causan incomodidad. ¿Qué les podemos decir? ¿Que se moderen? Después de todo, ellos no son los atacantes.”

Alex Farkhash es el portavoz del hospital; un hombre ultraortodoxo, alto, imponente, agradable y encantador. Trabajó en el diario ultraortodoxo Hamodía durante seis años, antes de cambiar de profesión. Farkhash estuvo dos años en el extranjero, como enviado del hospital. Como todos los portavoces, tiene un teléfono celular que suena constantemente, y muchas cosas para decir.

“La tensión entre judíos y árabes pasa al cabo de un día,” asegura Farkhash. “Nos preocupamos de que no haya signos políticos. En uno de los departamentos, una enfermera puso una foto del Rabino Kahana [el difunto político antiárabe de extrema derecha]. Le pedí que la retirara y ella hizo un gran escándalo. Pasé dos horas más tarde y la foto había desaparecido. El personal le hizo entender que no era relevante, y no hubo que adoptar medidas en forma oficial.”

Prof. Durst: “De mi experiencia en las guerras de Israel, hubo muchos médicos árabes que atendieron a los heridos de guerra. Era una situación en la que todos los médicos judíos estaban enrolados en el ejército, y en el hospital quedaban unos pocos profesores de edad y los jóvenes internos, y quienes brindaban atención eran los médicos árabes.”

Pero no tiene sentido pretender que todo anda bien. El odio en las calles inunda también el hospital. “Odio de todos tipos,” dice uno de los doctores, “israelíes veteranos versus nuevos inmigrantes, árabes versus judíos, seculares versus religiosos. Todos nos comportamos como si todo estuviera bien, pero cada tanto uno escucha cosas. Un árabe se cayó de un quinto piso y quedó herido, y alguien dijo que era una pena que no hubiera caído de un piso más alto.”

¿Cuándo entra la frase ‘Muerte a los árabes’ en el discurso de los médicos?

“Dicen que el terrorista de la calle Haneviim quería explotar en el hospital. Después, tuvimos internado a un árabe que aparentemente era su colaborador, y cuando la situación se estabilizó, escuché muchas quejas como ‘¿Por qué tenemos que atender a este maldito?’ Incluso tenía vigilancia del Shin Bet.”

¿Hay un comportamiento apologético por parte de los pacientes árabes?

“Por supuesto. Algunos tienen escrito en la cara que piensan que no reciben tratamiento adecuado solamente porque son árabes. Yo tuve una incómoda escena con un paciente que empezó a decirme que su tío había trabajado durante 20 años en la municipalidad, para que yo lo tratara bien.”

La historia de Ramzi.

Ramzi Aloun es un camillero; lleva a los pacientes de la sala de emergencias a la Tomografía Computarizada, de los Rayos – X al departamento. Fue también uno de los primeros en correr al Sbarro para traer heridos. Es un árabe que “vive en Beit Safafa. De hecho, en el barrio de Patt.” El también mira hacia un costado cada vez que el guardia del hospital pasa a su lado, y baja la voz. “Me gusta ayudar de corazón, yo no pregunto quién es árabe y quién es judío. Durante el ataque en la Plaza Sión, llegué a la casa del trabajo a las 9 de la noche, y a las 11:30 me llamaron por teléfono y corrí de vuelta al hospital. La gente me decía Ramzi, siéntate, descansa cinco minutos, pero no.”

Usted tiene 23 años. Un hombre joven con un duro trabajo.

“El primer herido que traje fue un chico de Pisgat Zeev que había muerto. Le faltaba un brazo. Me dolió por él. Es la primera vez que veo una persona así de joven morirse a mi lado. Hasta hoy me duele incluso hablar de él. Y siempre me sentiré igual. Soy árabe, es verdad, pero me gusta ayudar a los judíos. Me pregunto, ¿qué ganamos de este ataque? Nos causa problemas a nosotros también.”

Usted fue el primero en llegar al policía de la Guardia Fronteriza que resultó muerto en la calle Haneviim.

“Lo puse en la cama 15. Después lo trasladaron a Hadassa y murió el mismo día. Yo siempre muestro mi tarjeta de empleado del hospital a los policías de la Guardia Fronteriza y no me hacen problemas. Incluso si me dicen algo, no les hago caso. Yo he pasado toda mi vida entre judíos, me siento uno de ellos, y ayudo de todo corazón. No porque sea mi trabajo.”

TIEMPO DE CURAR por Yonatan Yavin, Haaretz, 14.12.2001

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Impresionante , desgarrador . Que poder de comunicador tiene este médico , y su forma de sintetizar es poco menos que perfecta . Al terminar casi me sentí como espectadora , y lloraba

Pido A Dios que bendiga a este hombre , y le siga dando ese don de la serenidad para ayudar al prójimo .

Todo por allá es complejo . No se puede tratar como en blanco y negro
 
ANTE ESTE CRUDO ESCRITO

RECORDEMOS:

SEA EN JERUSALEM, AFGANISTAN, USA O CUALQUIER PAIS

POR ESO NO DEBEMOS APOYAR "NINGUN TIPO DE GUERRA"

NI LAS QUE SE DICEN "EN DEFENSA PROPIA"

EN TODAS, TODAS

INOCENTES: NIÑOS, MUJERES, HUMANOS.

SUFREN

CLAMAR A DIOS POR PROTECCION Y SOLUCIONES

DEBE SER NUESTRO OBJETIVO

AMEN
 
Efectivamente, Elisa
Aquel conflicto es demasiado complejo como para decir en dos palabras quién tiene la razón
 
nadie gana

nadie gana

Soy árabe, es verdad, pero me gusta ayudar a los judíos. Me pregunto, ¿qué ganamos de este ataque? Nos causa problemas a nosotros también.”


Se nos entrena para tratar a cualquier tipo de persona que se quiera atender en hospitales y consultorios, pero lo cierto es que en las guerras, cualquiera que estas sean

NADIE GANA, TODOS PIERDEN