La elección arbitraria: ¿Es Dios injusto?
Un argumento central del calvinismo sostiene que Dios no comete injusticia al elegir solo a algunos para salvación porque, inicialmente, todos merecían perderse.
Según este razonamiento, la elección divina no es injusta porque ningún ser humano merecía la salvación.
Sin embargo, al analizar detenidamente esta postura surge un problema ético fundamental.
La injusticia no radica en que Dios decida salvar a algunos pecadores, sino en que decida salvar solamente a algunos si la salvación depende exclusivamente de una elección unilateral y forzosa.
Esto implicaría que Dios, teniendo la capacidad y voluntad absoluta para salvar, opta deliberadamente por no salvar a todos, lo cual sí sería hacer acepción de personas.
Ahora bien, ¿cuál es la diferencia que presenta la Teología Bíblica frente a este dilema planteado por el calvinismo?
La clave está en la obra redentora universal de Jesucristo.
La justicia divina requiere la muerte del pecador y todos, sin excepción, hemos pecado.
Por lo tanto, Dios no puede simplemente ignorar su propia justicia y perdonar a algunos arbitrariamente.
Eso sería injusticia absoluta.
En cambio, Dios, en su infinita sabiduría y misericordia, resuelve esto a través del sacrificio universal de Jesucristo, quien paga con su propia vida la deuda de muerte que todos tenemos ante el Padre.
Al morir Cristo, Él adquiere legalmente la propiedad y el señorío de todas las vidas humanas.
Así, todos los seres humanos quedan redimidos de la muerte eterna por medio de su sacrificio.
La redención universal, en este sentido, elimina la acepción de personas, porque todos, absolutamente todos, reciben igualmente esta primera etapa de salvación: la liberación de la muerte primera.
No obstante, esta redención universal implica una transferencia de propiedad.
Ahora todos somos propiedad legítima de Cristo, el Redentor.
Bajo este nuevo régimen ya no estamos bajo la ley estricta e imparcial del Padre, sino bajo la autoridad y el señorío del Hijo, Jesucristo.
Es importante notar esta diferencia crucial: bajo la ley, el juez no puede arbitrar, debe actuar según normas justas y perfectamente claras.
Pero bajo el señorío del Hijo, Cristo tiene plena autoridad para juzgar arbitrariamente, porque Él nos compró con su vida, somos suyos y Él es Rey y Señor.
Aquí la salvación eterna (segunda etapa) no es una elección arbitraria sin base, sino una decisión soberana de Cristo basada en la respuesta de cada persona a su señorío y a su mensaje. Es decir, no somos elegidos caprichosamente, sino juzgados justamente según la fe y obediencia al evangelio bajo el señorío de Jesucristo.
Por tanto, mientras la elección calvinista tradicional coloca toda la arbitrariedad sobre el Padre, la redención universal centrada en Cristo presenta una lógica coherente y justa.
Dios no es injusto al salvar arbitrariamente, sino justo al redimir a todos primero, y luego permitir que el Hijo ejerza legítimamente su autoridad soberana en una segunda etapa.
Elección arbitraria del Padre bajo la Ley vs. la del Hijo bajo el Reino
Con todo muchos defensores del calvinismo insisten en que Dios tiene el derecho a elegir arbitrariamente quién será salvo y quién no, citando Romanos 9:15:
"Tendré misericordia del que yo tenga misericordia".
Sin embargo, hay una confusión importante sobre el ámbito en el cual Dios puede ejercer esta arbitrariedad legítimamente:
- Bajo la Ley (Juicio del Padre):
El sistema legal divino exige justicia absoluta, sin acepción de personas ni parcialidades. Bajo la ley, Dios no puede salvar arbitrariamente, porque la misma ley que Él estableció exige imparcialidad perfecta. El juicio debe basarse exclusivamente en obras justas o injustas. Por lo tanto, si Dios escogiera salvar arbitrariamente a algunos, bajo este contexto, estaría cometiendo injusticia y violando Su propia ley. Aquí no hay lugar para la arbitrariedad. Por eso, bajo la ley, si Dios quisiera salvar a alguien, debería salvarlos a todos por igual. Pero salvarlos a todos sin una justificación real también sería injusto porque violaría su propia palabra: "Ciertamente morirás" (Génesis 2:17). - Bajo la Gracia (Juicio del Hijo):
La muerte de Jesús como sustitución real resuelve este dilema legal. Jesús compra a todos, paga por todos, y por lo tanto todos pasan del sistema de ley a un sistema de señorío o reino, donde el que juzga es ahora Cristo mismo. Al comprar con Su vida a toda la humanidad, Jesús se convierte legítimamente en dueño y Señor de todas las vidas humanas. Bajo esta autoridad suprema y absoluta, Jesús puede elegir arbitrariamente, si lo desea, porque ya no se encuentra bajo las limitaciones jurídicas que impone la ley.
En otras palabras, el juicio bajo el Reino de Cristo es completamente diferente. No es un juicio basado en una ley fija e inflexible, sino que depende exclusivamente del criterio personal del Rey. Por lo tanto, la declaración "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia" tiene total sentido aquí. Jesús tiene derecho a decidir sobre Su propia propiedad como Él estime conveniente.
Esto no implica injusticia, sino la absoluta soberanía del Rey sobre lo que compró con Su propia sangre. Cristo no está obligado por una ley objetiva al evaluar el corazón o la fe de alguien, sino que actúa según Su propio juicio personal y divino.
Conclusión contundente:
La diferencia crítica está en comprender que la elección arbitraria solo puede ejercerse legítimamente bajo el ámbito de un Reino donde el Señor tiene derecho absoluto, y no bajo un sistema de ley fija.
La elección arbitraria de Dios Padre, en un contexto legal, sería injusta; pero la elección arbitraria del Hijo, como legítimo Señor, es perfectamente justa y legítima, porque está juzgando algo que ya le pertenece totalmente por derecho propio.