Taoismo y Confucianismo

2 Junio 2001
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Taoismo y Confucianismo: La idea de Dios no ha sido de gran importancia para los chinos; para ellos, Dios no es una personalidad tan claramente definida como lo es para los judíos, los cristianos o los musulmanes. El sistema social de la China estaba basado, no en una religión, sino en las enseñanzas éticas de Confucio (551-479 a.C).
 
Hacen unos 3,000 años, varios siglos antes de Confucio, los chinos que habitaban a lo largo del Río Amarillo rendían culto a sus antepasados muertos. Y sentían gran veneración por las montañas, los ríos y la tierra. En cada aldea se construía un montecillo de tierra que representaba la fertilidad de la región y en la primavera, los aldeanos se reunían a su alrededor para bailar y cantar cantos rituales invocando a los dioses para que les otorgasen buenas cosechas. De igual forma, cada otoño daban gracias por la recolección lograda.
Al crecer el país y tener un emperador, llamado Hijo del Cielo, el propio emperador ofreció sacrificios a los espíritus celestiales en un altar descubierto en la ciudad capital.
Teniendo como base este antiguo culto, los chinos erigieron una compleja estructura de religión cuyos tres pilares son el Confucianismo, el Budismo y el Taoísmo. Prácticamente ningún chino medio es exclusivamente budista o confuciano o taoísta. Para ilustrarlo mencionamos que en el año 497 fue sepultado Chang Jung, funcionario del tribunal, llevando en su mano izquierda los escritos de Confucio y de Lao Tzu, y en su derecha un texto budista.
De las tres corrientes, el budismo es la más formalizada pues el Confucianismo es más un sistema de ética que una religión. El Taoísmo, por su parte, se inició como una forma de misticismo enseñada por Lao Tzu. En general, la literatura china está colmada de referencias a "la armonía de las tres religiones…tres caminos que conducen a la misma meta."
De acuerdo al antiguo concepto chino, existe una relación orgánica e inseparable entre el hombre y la naturaleza. Cuando el hombre se porta mal, el cielo se inquieta y la tierra no prospera. Las tumbas y las casas deben estar en armonía con el ritmo del universo pues creen que, de otro modo, sobrevendrá daño a sus ocupantes.
El sentido de tradición y la alegría de las religiones de la China, son un producto del profundo interés en la unidad del hombre y la naturaleza.
Una armonía eterna
Desde tiempos antiquísimos los chinos vieron tanto en las manifestaciones esplendorosas de la naturaleza como en su furia desencadenada, la actuación de las fuerzas del bien y del mal. Observaron los movimientos del sol, de la luna y las estrellas; la rotación de las estaciones, el crecimiento de las plantas y el flujo de los ríos cuyas violentas inundaciones tuvieron que afrontar; así como los desastres de las tempestades y las épocas de sequías. Y de estas observaciones, filósofos desconocidos concluyeron que en el universo existen dos fuerzas que obran recíprocamente: el yang y el yin. Todo en el universo es una demostración de la acción recíproca de estas fuerzas y posee las características de ambas en diferentes grados.
El yang (rojo) es la fuerza positiva o masculina que se encuentra en lo caliente y lo brillante, en lo firme, seco y fijo. Es la luz solar y el fuego, el lado sur soleado de una colina. El yin (negro) es la fuerza negativa o femenina, la luna. Se encuentra en lo frío y lo obscuro, en lo suave y en lo húmedo, en lo misterioso, secreto y cambiable. Es sombra y agua, la sombra en el lado norte de una colina.
El cielo es yang en su mayor parte y la tierra es mayormente yin. De ellos nacen todas las cosas. No siempre yang es más fuerte, a veces yin puede ser más fuerte que yang. Un ejemplo de ello es la madera que es yin pero si la arrojamos al fuego se convierte en yang.
En las estaciones encontramos un equilibrio variable entre yin y yang según la fuerza candente del sol se va desvaneciendo hacia finales del año, adquiriendo luego nueva fuerza durante toda la primavera.
De igual manera, en la vida de cada persona, el variable equilibrio entre yin y yang produce a veces el éxito y otras el fracaso, el florecimiento y la decadencia.
Yin y yang no son una representación del bien y del mal. Se consideran complementarios porque ambos son necesarios para el mantenimiento del equilibrio en el universo. No están necesariamente en conflicto como lo están el bien y el mal y cuando están en armonía son siempre buenos.
El origen de todo orden en el universo es Tao. Tao significa "un camino", "un medio"• y en un sentido más amplio es "el medio de la naturaleza", "la ley de la vida". El origen de todo orden en el universo es Tao y tanto el cielo como los dioses obran siempre de acuerdo con sus preceptos.
Aplicando el concepto del Tao a los asuntos humanos, los chinos creen que hay una manera natural de hacerlo todo y que toda cosa y persona tiene su lugar apropiado y su función apropiada. Si todos viviésemos de acuerdo al Tao como Lao Tzu, el sabio, lo describió, la gente sería natural y sencilla. Nadie tendría la ambición del poder. Todos manifestarían buen compañerismo y amor fraternal. No habría guerras. Por el contrario, si se ofrece resistencia al Tao, el resultado sería caos y desastre.
La idea de ajustarse al Tao y no estorbar su fluir es un elemento central del pensamiento filosófico y religioso de los chinos. Puede decirse que el Confucianismo es una expresión diferente del mismo concepto. El taoísmo adopta un punto de vista místico, abogando por la inacción, la quietud y la pasividad, evitar la sociedad y regresar a la naturaleza. Sostiene que todo irá bien si la gente no se preocupa, no ofrece resistencia y permite que la naturaleza siga su curso. El Confucianismo, por su parte, es pragmático, práctico. Sustenta que el orden social se mantiene cuando cada cual desempeña el papel que le corresponde y cumple con su deber. Para lograrlo, codifica las relaciones humanas y sociales (gobernante/súbdito; padre/hijo; esposo/esposa, etc.) dando pautas para el desempeño adecuado de cada una de ellas.
Lao-Tzú (Lao Tsé)
En sus inicios el taoísmo era más filosofía que religión. Su fundador fue Lao Tzú (Lao-Tsé) un sabio que, descontento con el desorden imperante buscó alivio retirándose de la sociedad y regresando a la naturaleza. Es poco lo que se sabe de este hombre, de quien se dice que vivió en el siglo VI a.C.. Su nombre significa Viejo Maestro porque, según cuenta la leyenda, su madre lo llevó por tanto tiempo en su seno que cuando nació, ya tenía el pelo encanecido.
Según Seu-Ma Tsien, respetado historiador de la corte de los siglos II y I a.C. el nombre verdadero de Lao-Tzú fue Li Erh, según aparece en She Ki (Memorias Históricas). Según el historiador, Lao-Tzú sirvió como empleado en los archivos oficiales de Lo yang en China Central y cuenta que:
"Lao-Tzú residió en Chou la mayor parte de su vida. Cuando previo a la decadencia de Chou, partió y llegó a la frontera. El aduanero Yin Hsi dijo: "Señor, puesto que te place retirarte, te solicito que escribas para mí un libro." Entonces Lao Tzu escribió un libro en dos partes que consistió en más de cinco mil palabras, en el cual consideró los conceptos del Camino (Tao) y el Poder (Te). Entonces partió. Nadie sabe dónde murió."
Muchos dudan de la autenticidad de este relato. Aún así, el libro producido se conoce como el Tao Te King y es considerado como el principal libro de texto del taoísmo. Está escrito en versos pulidos y crípticos, algunos de los cuales solo constan de tres o cuatro palabras.
Confrontación con el budismo
Para el siglo VII, durante la dinastía T’ang (618-907 d.C.) el budismo comenzó a infiltrarse en la China y, como medida contra ello, el taoísmo se auto promovió como una religión de origen chino. Así fue deificado Lao Tzu y sus escritos canonizados. Se construyeron conventos, templos y monasterios y fueron establecidas ordenes de monjes y monjas, al estilo budista. El taoísmo incluyó figuras del folclore entre sus divinidades tales como los Ocho Inmortales (Pa Hsien), el dios del hogar (Tsao Chen), dioses de las ciudades (Cheng Huang), y guardianes de la puerta (Men Chen). Esto trajo como resultado una amalgama entre el budismo, las supersticiones populares, espiritismo y la adoración de antepasados. De esta manera, lo que había comenzado como una escuela de filosofía mística se transformó en una religión con una gran mezcla de creencias.
Las enseñanzas legadas por Lao-Tzú a la posteridad fueron nobles y apacibles. Era hombre humilde, sencillo, se contentaba con dejar que las leyes de la naturaleza lo condujeran plácidamente por la vida. Sus seguidores adicionaron y cambiaron su doctrina, tratando de hacer sus vidas prósperas y felices. Con el tiempo los viejos espíritus de la naturaleza volvieron a introducirse en el taoísmo y la apacible meditación de Lao-Tzú fue reemplazada por prácticas de magia de tal manera que los viejos ritos supersticiosos destrozaron la armonía de su noble Camino. Hoy, el Viejo Maestro apenas reconocería la religión que lleva el nombre de su doctrina. Aun así, aquí y allá, un hombre solitario da la espalda a la civilización y se marcha a las montañas a meditar sobre el Tao o Camino.
El segundo sabio del taoísmo
Es Chuang-Tzú que significa "Maestro Chuang" (369-286 a.C), considerado como el más eminente sucesor de Lao-Tzú. En su libro Chuang-Tzú no sólo dio más detalles sobre el Tao, sino que también explicó las ideas del yin y el yang a las que ya había puesto atención el I Ching o Yi King (El libro del cambio o de las mutaciones). Según Chuang-Tzu, nada es realmente permanente o absoluto, sino que todo está en movimiento entre dos cosas opuestas. En el capítulo titulado "Inundación Otoñal" escribió:
"Nada en el universo es permanente puesto que todo vive solo lo suficiente para morir. Solo Tao, que no tiene principio ni fin, dura para siempre.(…) La vida puede asemejarse a un caballo rápido que galopa a toda velocidad…cambia constante y continuamente, en toda fracción de segundo ¿Qué debe hacer uno? ¿Qué no debe hacer? Realmente eso no tiene ninguna importancia."
De manera que, debido al punto de vista taoísta, de nada vale tratar de impedir lo que la naturaleza ha puesto en marcha. Tarde o temprano, todo regresa a lo opuesto. No importa cuan difícil sea una situación, todo mejorará. No importa cuan grata sea una situación, pronto se desvanecerá.
En sus afanes por alcanzar una unión con la naturaleza, los taoístas desarrollaron una especie de obsesión por lo duradero de esta y su poder para regenerarse a sí misma. Pensaban que si se vivía en armonía con el Tao, o el camino de la naturaleza, de alguna manera se podría penetrar en sus secretos y al aprender a fluir en sus misterios se inmunizaban al daño físico y a las enfermedades.
Chuang-Tzú contribuyó con esas ideas.
Confucio
Confucio nació en el seno de una familia pobre pero aristócrata, en la provincia de Shantung, en el año 551 antes de Cristo. El nombre de su familia era K’ung. Confucio es la forma latina en que los misioneros jesuitas tradujeron K’ung Fu-tse, que quería decir "Gran Maestro K’ung".
En su juventud Confucio estudió historia, poesía y música de la antigua China. Su sueño era ser estadista, y peregrinó sin éxito de estado en estado ofreciendo sus servicios. En cambio, como maestro, dejó su marca en el pueblo chino durante 2,500 años.
Confucio insistía en que era solamente "un intérprete, no un creador". A pesar de ello, ha modelado a China más que ninguna otra persona. En el año 479 antes de Cristo se enfermó, y se metió en la cama murmurando "El hombre sabio se marchita como las plantas". Falleció una semana después.
Confucio convino con Lao-Tsé en que el Tao representaba la gran ley de la vida. "Si una persona abraza el Tao en la mañana, puede morir esa misma noche sin pesar alguno".
Pero, para Confucio, seguir la verdad no significaba vivir meditando sobre la naturaleza y la vida diaria, para la cual fijó reglas prácticas. De sus enseñanzas, que sus discípulos anotaron con cariño y esmero, se ha desarrollado el soberbio sistema de ética por el que China se ha regido. Unidas, algo así como yang y yin, las distintas doctrinas de Lao-Tsé y de Confucio se combinan para formar una armonía.
La doctrina de Confucio
La clave ética de Confucio reside en sus cinco clases de relaciones:
1. Entre gobernante y gobernado
2. Entre padre e hijo
3. Entre esposo y esposa
4. Entre el hermano mayor y el menor
5. Entre el amigo adulto y el amigo joven
Según Confucio, estas cinco clases de relaciones son esenciales para el orden social. Los gobernantes deben ser bondadosos, los gobernados corresponderán con lealtad; el padre debe manifestar su amor, el hijo su devoción y humildad; el hermano mayor debe obrar con cortesía, el menor con humildad; el esposo debe tratar a su esposa como es debido, para poder, en cambio esperar de ella obediencia; los mayores manifestarán consideración, los menores respeto. La principal de ellas es el respeto deferente de los hijos por sus padres pues sobre los firmes cimientos de la familia ha descansado toda la cultura china desde la época de Confucio.
Los antepasados
En China nadie está solo, uno no es más que un eslabón de la interminable cadena de su familia. Esto es de gran importancia para los chinos que, cuando emplean la palabra "familia", no solo incluyen a los que viven, sino también a sus venerados muertos. Tanto el hogar como las propiedades de cada persona pertenecen a sus antepasados tanto como a ella misma, porque están entrelazados por siempre. En cada hogar hay un relicario donde se guardan las tablillas que glorifican a los antepasados. En los hogares muy pobres tienen pedazos de papel y se les venera como a las tumbas familiares. Los muertos son recordados en las fiestas de la familia, especialmente en los aniversarios. Los chinos piensan que mientras más se honre sus espíritus es más probable que se conviertan en espíritus benignos. Su destino en el más allá, no solamente depende de la clase de vida que llevaron en la tierra, sino también de que se les honre después de la muerte. De no ser así, pudieran incluso convertirse en demonios.
En la vida familiar lo primero que se enseña al niño es el respeto por sus padres, las generaciones anteriores, abuelos y hermanos mayores. Aprenden en el seno de la familia como conducirse con los demás y, al salir al mundo, considera a la nación como a una familia mayor. En la antigüedad el emperador era considerado como padre benévolo de la nación y los súbditos eran sus hijos. Confucio dijo a sus seguidores: "Servir a quienes están muertos, como si aun vivieran, es la obra más sublime de la verdadera devoción filial".
En los siglos transcurridos desde la muerte de Confucio, se le han ofrecido los mismos sacrificios que al sol y la luna y se le ha clasificado, junto con el Cielo y la Tierra, como sujeto máximo de adoración.