Hace ya mucho tiempo escribí un tema en este foro llamado “Fidelidad: el medio por el cual somos salvos”.
Creo fervientemente que el Señor me llamó a que predique este mensaje ahora, en los últimos tiempos, para salvación. Es por eso que estoy escribiendo sobre este tema.
En el expuesto anterior expresé mis creencias con respecto a la Fidelidad.
Quiero aclarar desde un principio que soy Cristiano. En el sentido más explícito del concepto.
La fidelidad es el acto de hacer y proceder de la forma dicha. Es una de las características principales de Dios y debe ser una de las características principales de los Cristianos.
La fidelidad está fuertemente ligada con la constancia. Ser fiel implica ser constante en una actitud o acto.
Los Cristianos debemos ser fieles a Cristo y a sus mandatos. Debemos vivir como él vivió.
Es nuestro deber y responsabilidad, como Cristianos, obedecerle y seguirlo fiel y constantemente.
La fidelidad esta también ligada a la obediencia. Para ser fieles a Cristo debemos obedecer sus palabras, mandatos y estatutos como así también obedecer las ordenes del Espíritu Santo.
Solo los llamados, escogidos y fieles entrarán al reino de los cielos. No basta solo con ser llamados, debemos ser escogidos y (excluyentemente) debemos ser fieles.
El hombre obtiene la oportunidad de ser salvos por medio de la gracia de Dios al mandar a su hijo unigénito.
En este último tiempo estuve viendo muchos versículos en la Palabra de Dios que hablan sobre creer en Cristo para ser salvos.
Juan 3:16 ... para que todo aquel que en el cree no se pierda mas tenga vida eterna...
Romanos 10: 9-10 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”
A este, particularmente, me quiero referir. En este versículo, Pablo menciona puntualmente características de un Cristiano o mejor dicho características de un salvo.
Pablo explica que para ser salvos debemos confesar con nuestra boca que Jesús es el Señor y creer en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos.
Debemos, por siempre, por todo el tiempo de nuestra vida, creer en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos. No solo por un momento si no que desde ese momento en adelante. Nuestra vida debe ser transformada a la creencia de que Jesús fue resucitado de entre los muertos para salvación de todos nosotros y por gracia y misericordia del Padre.
Debemos, siempre, creer en el acto poderoso de Dios. No solo un momento si no durante toda nuestra vida. Tenemos que ser constantes en esta creencia.
Si creemos que Dios lo levantó de los muertos, creeremos que Jesús es el hijo de Dios y que todo en la Biblia, palabra de Dios, es verdad. Que los milagros que Cristo obró son ciertos. Que el poder del Espíritu Santo está activo hoy en la tierra y en cada uno de sus hijos.
Si creemos en Jesús en nuestro corazón seremos justos “por que con el corazón se cree para Justicia” (Romanos 10:10). Ahora creer en Cristo, en sus milagros, en sus preceptos... en que solo podemos ser salvos por medio de la fidelidad y gracias a la muerte misericordiosa de Cristo en la cruz nos hace confesar una verdad que ya tenemos alojada en nuestro corazón. Jesús es el Señor.
Esta práctica la debemos hacer no solo una ves si no siempre. Nuestro ministerio, y este es común para todos los hijos de Dios, es ir y predicar el evangelio a toda criatura.
Confesar en todos lados y todos que JESÚS ES EL SEÑOR. Siempre y por siempre. No solo una ves para salvación sino siempre, para salvación.
Debemos confesar, constante y cotidianamente, no solo una ves, a todos y en todas partes que Jesús es el Señor. De esa forma, siendo constantes, obedientes y fieles al mandato del señor, seremos salvos.
Romanos 10:9 no se refiere a una situación única en la vida se refiere a una actitud constante en nuestra vida de creer y confesar el señorío y el milagro de Dios.
Gracias a la muerte redentora de Cristo Jesús podemos ser salvos.
Sabemos que no hay recetas mágicas para la vida Cristiana.
Sabemos que la vida Cristiana es un cotidiano y constante “morir a uno mismo”.
Sabemos que si somos fieles en lo poco el Dios vivo y misericordioso nos pondrá en lo grande.
Cristo no vino a traer paz si no a traer espada. Si bien Cristo es el príncipe de Paz, y gracias a Dios por su persona, sabemos que Jesús vino a la tierra para traer salvación y juicio.
Cristo nos abrió la puerta a la salvación con su muerte, se negó a si mismo constante y fielmente.
No tuvo pecado y es por eso que debemos seguirle. Le debemos nuestra vida a nuestro creador.
Nosotros somos santos. Esto no quiere decir que somos exentos de la posibilidad del pecado, todo lo contrario a nosotros el enemigo tienta. El pecar no nos priva de la posibilidad de ser salvo. Siempre podremos ser salvos por el solo hecho de que Jesús murió por nosotros.
Si a nosotros se nos es marcada una ruta para ir de un lugar a otro y se nos dice que en esa ruta estaremos seguros y que debemos ir por ese camino, peor en el transcurso nosotros nos desviamos, tenemos la posibilidad de volver al camino en cualquier momento. Por supuesto, el volver depende de cuan lejos te hallas ido. Cuan más lejos uno está, más tiempo tarda en volver.
El problema es que si uno muere durante el tiempo en que uno estuvo en el camino equivocado, no llegará a su destino y no será salvo.
Si uno muere durante que esta en el camino indicado este será salvo.
Ahora si uno se desvía del camino y luego vuelve, y luego muere en el camino indicado, este será salvo. De otra manera no.
No hay tiempo para pensar si debemos o no seguir a Cristo. No hay tiempo para evaluar si lo que se dice es verdad o no.
Cristo viene PRONTO.
Y si no estamos fieles, preparados y constantes en Él. Nos quedaremos y moriremos fuera del camino. No seremos salvos.
Es hoy cuando tenes que cambiar tu postura hacia la fidelidad a Cristo. Es el único medio por el cual somos salvos.
Cristo nos ama más que nadie en esta tierra... es nuestro padre, nos creó y siempre nos va a amar.
El amor de Dios no se compara con nada en esta tierra es un amor puro y perfecto. Sin error alguno. Y aunque el habita en perfección por que perfecto es él, él nos ama como sus hijos y en sus brazos nos sostiene paternalmente.
Seamos fieles a él.
Creo fervientemente que el Señor me llamó a que predique este mensaje ahora, en los últimos tiempos, para salvación. Es por eso que estoy escribiendo sobre este tema.
En el expuesto anterior expresé mis creencias con respecto a la Fidelidad.
Quiero aclarar desde un principio que soy Cristiano. En el sentido más explícito del concepto.
La fidelidad es el acto de hacer y proceder de la forma dicha. Es una de las características principales de Dios y debe ser una de las características principales de los Cristianos.
La fidelidad está fuertemente ligada con la constancia. Ser fiel implica ser constante en una actitud o acto.
Los Cristianos debemos ser fieles a Cristo y a sus mandatos. Debemos vivir como él vivió.
Es nuestro deber y responsabilidad, como Cristianos, obedecerle y seguirlo fiel y constantemente.
La fidelidad esta también ligada a la obediencia. Para ser fieles a Cristo debemos obedecer sus palabras, mandatos y estatutos como así también obedecer las ordenes del Espíritu Santo.
Solo los llamados, escogidos y fieles entrarán al reino de los cielos. No basta solo con ser llamados, debemos ser escogidos y (excluyentemente) debemos ser fieles.
El hombre obtiene la oportunidad de ser salvos por medio de la gracia de Dios al mandar a su hijo unigénito.
En este último tiempo estuve viendo muchos versículos en la Palabra de Dios que hablan sobre creer en Cristo para ser salvos.
Juan 3:16 ... para que todo aquel que en el cree no se pierda mas tenga vida eterna...
Romanos 10: 9-10 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”
A este, particularmente, me quiero referir. En este versículo, Pablo menciona puntualmente características de un Cristiano o mejor dicho características de un salvo.
Pablo explica que para ser salvos debemos confesar con nuestra boca que Jesús es el Señor y creer en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos.
Debemos, por siempre, por todo el tiempo de nuestra vida, creer en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos. No solo por un momento si no que desde ese momento en adelante. Nuestra vida debe ser transformada a la creencia de que Jesús fue resucitado de entre los muertos para salvación de todos nosotros y por gracia y misericordia del Padre.
Debemos, siempre, creer en el acto poderoso de Dios. No solo un momento si no durante toda nuestra vida. Tenemos que ser constantes en esta creencia.
Si creemos que Dios lo levantó de los muertos, creeremos que Jesús es el hijo de Dios y que todo en la Biblia, palabra de Dios, es verdad. Que los milagros que Cristo obró son ciertos. Que el poder del Espíritu Santo está activo hoy en la tierra y en cada uno de sus hijos.
Si creemos en Jesús en nuestro corazón seremos justos “por que con el corazón se cree para Justicia” (Romanos 10:10). Ahora creer en Cristo, en sus milagros, en sus preceptos... en que solo podemos ser salvos por medio de la fidelidad y gracias a la muerte misericordiosa de Cristo en la cruz nos hace confesar una verdad que ya tenemos alojada en nuestro corazón. Jesús es el Señor.
Esta práctica la debemos hacer no solo una ves si no siempre. Nuestro ministerio, y este es común para todos los hijos de Dios, es ir y predicar el evangelio a toda criatura.
Confesar en todos lados y todos que JESÚS ES EL SEÑOR. Siempre y por siempre. No solo una ves para salvación sino siempre, para salvación.
Debemos confesar, constante y cotidianamente, no solo una ves, a todos y en todas partes que Jesús es el Señor. De esa forma, siendo constantes, obedientes y fieles al mandato del señor, seremos salvos.
Romanos 10:9 no se refiere a una situación única en la vida se refiere a una actitud constante en nuestra vida de creer y confesar el señorío y el milagro de Dios.
Gracias a la muerte redentora de Cristo Jesús podemos ser salvos.
Sabemos que no hay recetas mágicas para la vida Cristiana.
Sabemos que la vida Cristiana es un cotidiano y constante “morir a uno mismo”.
Sabemos que si somos fieles en lo poco el Dios vivo y misericordioso nos pondrá en lo grande.
Cristo no vino a traer paz si no a traer espada. Si bien Cristo es el príncipe de Paz, y gracias a Dios por su persona, sabemos que Jesús vino a la tierra para traer salvación y juicio.
Cristo nos abrió la puerta a la salvación con su muerte, se negó a si mismo constante y fielmente.
No tuvo pecado y es por eso que debemos seguirle. Le debemos nuestra vida a nuestro creador.
Nosotros somos santos. Esto no quiere decir que somos exentos de la posibilidad del pecado, todo lo contrario a nosotros el enemigo tienta. El pecar no nos priva de la posibilidad de ser salvo. Siempre podremos ser salvos por el solo hecho de que Jesús murió por nosotros.
Si a nosotros se nos es marcada una ruta para ir de un lugar a otro y se nos dice que en esa ruta estaremos seguros y que debemos ir por ese camino, peor en el transcurso nosotros nos desviamos, tenemos la posibilidad de volver al camino en cualquier momento. Por supuesto, el volver depende de cuan lejos te hallas ido. Cuan más lejos uno está, más tiempo tarda en volver.
El problema es que si uno muere durante el tiempo en que uno estuvo en el camino equivocado, no llegará a su destino y no será salvo.
Si uno muere durante que esta en el camino indicado este será salvo.
Ahora si uno se desvía del camino y luego vuelve, y luego muere en el camino indicado, este será salvo. De otra manera no.
No hay tiempo para pensar si debemos o no seguir a Cristo. No hay tiempo para evaluar si lo que se dice es verdad o no.
Cristo viene PRONTO.
Y si no estamos fieles, preparados y constantes en Él. Nos quedaremos y moriremos fuera del camino. No seremos salvos.
Es hoy cuando tenes que cambiar tu postura hacia la fidelidad a Cristo. Es el único medio por el cual somos salvos.
Cristo nos ama más que nadie en esta tierra... es nuestro padre, nos creó y siempre nos va a amar.
El amor de Dios no se compara con nada en esta tierra es un amor puro y perfecto. Sin error alguno. Y aunque el habita en perfección por que perfecto es él, él nos ama como sus hijos y en sus brazos nos sostiene paternalmente.
Seamos fieles a él.