sobre la secuencia de autoridad en la iglesia

dasan

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22 Marzo 2003
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la autoridad maxima para el creyente como lo sabemos es la palabra de Dios,
enseguida segun lo que leemos en el NT la secuencia de autoridad en la iglesia es la decision de los ancianos que por concenso y pluralidad deciden el rumbo de la iglesia basados por supuesto en la biblia

LOS ANCIANOS QUE GOBIERNAN BIEN, SEAN TENIDOS POR DIGNOS DE DOBLE HONOR, MAYORMENTE LOS QUE TRABAJAN EN PREDICAR Y ENSEÑAR. 1 tim 5:17

asi la secuencia podria biblicamente seguir para los obispos (que son pastores tambien como los ancianos) y que sin embargo los cuales obispos, no son los ancianos, desde el momento que indica la biblia sobre el obispado que tienen a sus hijos en sujecion, 1 tim 3:4
y como sabemos muchos ancianos ya no viven con sus hijos porque ya se casaron, asi pues biblicamente se entiende la secuencia de autoridad de la sig. manera:
ancianos
varones mayores de 60 años (1 tim 5:9 nos da pauta para por logica elemental considerar esta edad en particular tambien para el varon en especial) que son la maxima autoridad pero no independientemente sino en pluralidad con otros ancianos hech 14:23 y cuando se dice ancianos es ancianos, lev 19:32

obispos 1 tim 3:2 y tit 1:7
varones maduros de menor edad que los ancianos que son aptos para enseñar con esposa e hijos jovenes los cuales lo tienen como un padre de famila honorable al cual obedecen.

diaconos
varones y mujeres jovenes espirituales que pueden ser solteros o recien casados que ayudan al obispo y al servicio de la iglesia en labores diversas, los diaconos casados se entiende en la biblia que son de alguna manera por el orden en que se les menciona en fil 1:1 segundos despues de los obispos ¿que hacia la diferencia? la edad.

las casadas apoyando a su marido, y las viudas de clase especial (60 años) dando consejo a las mujeres mas jovenes, estas por cierto si no tienen familiares segun la biblia son responsabilidad de la iglesia mantenerlas dandoles lo necesario.

basicamente el funcionamiento de la iglesia esta basado en la labor de acuerdo a la honorabilidad que tambien nos da la edad y por consiguiente la experiencia. si analizas lo dicho anteriormente ¡no hay nadie que quede fuera de categoria para laborar en la iglesia!
 
La Idea de Autoridad de Dios


La otra cara de la moneda de la sujeción es la autoridad. La autoridad es el privilegio dado por Dios para realizar una acción. La palabra del NT que está más cerca de nuestra palabra “autoridad” es exousía. Exousía se deriva de la palabra éxestin, que significa una acción posible y legítima que puede ser llevada a cabo sin obstáculo. La autoridad (exousía), por consiguiente, tiene que ver con la interpretación y comunicación de poder. Más específicamente, la autoridad es el derecho de realizar una acción particular.
La Escritura enseña que Dios es la fuente única de toda autoridad (Rom. 13.1), y esta autoridad ha sido conferida a Su Hijo (Mat. 28:18; Juan 3:30-36). Cristo, y sólo Cristo, posee autoridad. El Señor Jesús claramente dijo, “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”. Al mismo tiempo, Dios ha delegado Su autoridad a los hombres y mujeres de este mundo para propósitos específicos.

Por ejemplo, en el orden natural, Dios ha instituido diversas esferas en las que Su autoridad debe ejercerse (Efe. 5:22-6:18; Col. 3:18-25). Ha establecido ciertas “autoridades oficiales” con el propósito de que guarden el orden bajo el sol. A los oficiales gubernamentales, como los reyes, magistrados y jueces, se les ha dado esta autoridad (Mat. 8:9; Luc. 20:20; 23:7; Juan 19:10,11; Hech. 9:14; 26:10,12; Rom. 13:1 ss.; 1 Tim. 2:2; 1 Ped. 2:14).
La autoridad oficial es autoridad que se confiere a un oficio estático sin que para ello importen las acciones de la persona que lo ocupa. La autoridad oficial es autoridad posicional. Es fija, externa e inviolada. Cuando alguien ejerce las funciones de la autoridad, el recipiente llega a ser “una autoridad” por su propio derecho. Es por esta razón que se exhorta a los Cristianos a que se sujeten a los líderes oficiales de su gobierno, a pesar de la condición de su carácter (Rom. 13:1ss.; 1 Ped. 2:13-19).
Nuestro Señor Jesús, así como Pablo, mostraron espíritu de sujeción cuando comparecieron ante la autoridad oficial (Mat. 26:63-64; Hech. 23:2-5). De manera similar, los Cristianos deben sujetarse siempre a la autoridad, porque la anarquía y el desprecio por la autoridad son signos de la naturaleza pecadora (2 Ped. 2:10; Judas 8). No obstante, la sujeción y la obediencia son dos cosas muy diferentes, y es un fatal error confundirlas.


Autoridad Divina Contra Autoridad Oficial

¿Qué es la autoridad Divina? La autoridad Divina es autoridad que está basada en la vida Divina. La autoridad Divina es autoridad comunicada. Es decir, cuando una persona comunica la vida de Dios a través de palabra u obra, tiene la ayuda y el respaldo del Señor. Todos los Cristianos, en virtud del hecho de que poseen el Espíritu y están habitados por Él, poseen una medida de autoridad Divina (es por esta razón que el NT nos ordena que nos sometamos unos a otros en el temor de Cristo). Y los que son maduros en la vida Divina tienden a expresar el pensamiento de Dios mucho más consistentemente que los carnales y los inmaduros (Heb. 5:14).
La autoridad Divina tiene su fuente en la dirección inmediata de Cristo y no en un oficio estático que ha autorizado. La autoridad Divina, por lo tanto, no es intrínseca a una persona o a una posición. No reside en el hombre mismo o en un oficio que puede desempeñar. En cambio, la autoridad Divina es extrínseca al individuo, porque pertenece a Cristo. Solamente cuando Cristo dirige a una persona a la palabra o a la acción éstas expresan la autoridad Divina. Para decirlo de otro modo, una persona tiene el derecho de ser oída y obedecida sólo cuando es enviada por Dios para hablar, y habla lo que Dios quiere que diga. La autoridad Divina, por consiguiente, es comunicada y derivada.

La naturaleza comunicada de la autoridad Divina puede entenderse en el marco de la metáfora del Cuerpo que Pablo traza para la iglesia. Cuando la cabeza (que es la fuente de toda autoridad) le indica a la mano que se mueva, la mano posee la autoridad de la Cabeza. La mano, no obstante, no tiene autoridad en o de sí misma. Deriva su autoridad sólo cuando actúa de acuerdo con la comunicación de la Cabeza. En la medida en que la mano está representando la voluntad de la Cabeza, en esa medida la mano está actuando como una autoridad.
Por consiguiente, los seres humanos solamente ejercen autoridad Divina cuando representan a Cristo en sus palabras y obras. De aquí que la autoridad Divina es flexible y fluida y no estática. Es transmitida y está fundada en la madurez espiritual y el servicio; por lo que no es una posesión irrevocable. Esto explica por qué Pedro y Jacobo, así como Pablo y Bernabé, fluctuaban con respecto a la medida de influencia espiritual que ejercían (Hech. 1:15; 2:14; 12:17,25; 13:2,7, 13ss.; 15:2,7,13,22).

Ya que la autoridad Divina no es oficial, sino derivada, los creyentes no asumen, heredan, confieren, se atribuyen ni sustituyen la autoridad de Dios. Únicamente la representan cada vez que reflejan Su pensamiento en palabra o en obra. Esta es una distinción categórica y tremendamente significativa. El no poder (o no querer) entenderla ha conducido a una confusión y abuso indecibles entre el pueblo de Dios.

Cuando discutimos la autoridad Divina, el énfasis siempre debe de estar en la función y en el servicio y no en una noción mística de “espiritualidad” o “vida espiritual que se posee”. Demandar autoridad sobre la base de la propia espiritualidad es prácticamente lo mismo que la autoridad oficial, porque el reclamo de “espiritualidad” constituye un oficio velado. Si alguien es verdaderamente espiritual, su espiritualidad se manifestará en la manera en que vive, sirve y escucha al Señor. La espiritualidad puede discernirse sólo a partir de esto último y no por los reclamos promocionales de los demás. Mantener el enfoque en el servicio y la función ayuda a proteger a las congregaciones Neotestamentarias de recaer en el culto a la personalidad.


Una Comparación Provechosa

Separemos algunas de las distinciones principales entre autoridad oficial y autoridad Divina.

1. Las autoridades oficiales deben ser obedecidas siempre y cuando lo que declaren no viole la voluntad de una autoridad más alta. (Hech. 5:29). El NT ordena a los hijos que obedezcan a sus padres (Efe. 6:11; Col. 3:20), a los ciudadanos que obedezcan a las autoridades gubernamentales (Tito 3:1), y a los empleados que obedezcan a quienes los emplearon. (Efe. 6:5; Col. 3:22).
Por contraste, a los que ejercen autoridad Divina nunca se les ordena que demanden obediencia a ellos mismos. Antes bien, los que ejercen autoridad Divina buscarán persuadir a los demás a que obedezcan la voluntad de Dios. Por esta razón Hebreos 13:17 nos convoca a que permitamos que nuestros líderes nos persuadan (peitho). Las epístolas de Pablo arrojan más luz sobre este tema, porque todas ellas resuenan con súplicas y peticiones y están llenas del lenguaje de la persuasión (Sobre esto abundaremos más adelante).
2. Las autoridades oficiales son totalmente responsables si conducen a los que están bajo su mando a prácticas erróneas. En Números 18, por ejemplo, aprendemos que el peso de la iniquidad cayó sobre los hombros de los sacerdotes, que eran las autoridades oficiales en Israel.

Por contraste, la autoridad Divina nunca anula la responsabilidad de los demás. En la iglesia, los creyentes son totalmente responsables de sus propias acciones, aun cuando decidan obedecer el consejo de otros. Es por esta razón que la Escritura manda repetidamente que se compruebe el fruto y se examinen las palabras de ellos. Asimismo, enseña que el engaño pone en movimiento el juicio Divino (Mat. 7:15-27; 16:11-12; 24:4-5; 1 Cor. 11:31; 14:29; Gál. 1:6-9; 2:4; Fil. 3:2-19; 1 Tes. 5:21; 1 Tim. 2:14; 1 Jn. 3:4-10; 4:1-6). El NT nunca enseña que si un Cristiano obedece a otra persona, ya no es más responsable de sus acciones.

3. Las autoridades oficiales pueden ser menos maduras, menos espirituales y menos justas que aquellos sobre los que tienen autoridad. Pero la autoridad Divina está directamente vinculada a la madurez espiritual, y no puede separarse de ella. A menudo decimos a nuestros niños, “obedezcan a sus ancianos” porque los que son más viejos (en la vida natural) tienden a ser más maduros en su consejo, y de aquí que merecen nuestro respeto y sujeción (1 Ped. 5:5a). Sucede lo mismo en el reino espiritual.

Los que han crecido más en la vida espiritual poseen una medida más grande de autoridad Divina (por esta razón, una persona no puede ejercer autoridad espiritual a menos que ella misma esté bajo la autoridad de Dios). Un espíritu de servicio y una docilidad como de niño son signos seguros de una mayor madurez espiritual.

Consideremos los siguientes textos que muestran ambas
características:

Os exhorto hermanos (ya conocéis a los de la casa de Estéfanas, que fueron los primeros convertidos de Acaya, y que se han dedicado al servicio de los santos), que también VOSOTROS ESTÉIS EN SUJECIÓN A LOS QUE SON COMO ELLOS, Y A TODO EL QUE AYUDA EN LA OBRA Y TRABAJA. Y me regocijo por la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido lo que faltaba de vuestra parte. Porque ellos han recreado mi espíritu y el vuestro. POR LO TANTO, RECONOCED A TALES PERSONAS. (1 Cor. 16:15-18 BA)
Recibidlo, pues [a Epafrodito] en el Señor con todo gozo, Y TENED EN ALTA ESTIMA A LOS QUE SON COMO ÉL; PORQUE ESTUVO AL BORDE DE LA MUERTE POR LA OBRA DE CRISTO, ARRIESGANDO SU VIDA... (Fil. 2:29-30ª BA).
Hermanos, les pedimos que SEAN CONSIDERADOS CON LOS QUE TRABAJAN ARDUAMENTE ENTRE USTEDES, y los guían y amonestan en el Señor. TÉNGANLOS EN ALTA ESTIMA, Y ÁMENLOS POR EL TRABAJO QUE HACEN... (1 Tes. 5:12-13 NVI)
Los ancianos que dirigen bien SEAN TENIDOS POR DIGNOS DE DOBLE HONOR, ESPECIALMENTE LOS QUE TRABAJAN ARDUAMENTE EN LA PALABRA Y EN LA ENSEÑANZA... No admitas acusación contra un anciano a no ser que haya dos o tres testigos. (1 Tim. 5:17, 19 RVA)
Acordaos de vuestros guías, QUE OS HABLARON LA PALABRA DE DIOS, y CONSIDERANDO EL RESULTADO DE SU CONDUCTA, IMITAD SU FE. (Heb. 13:7 BA)
Fiaos [déjense persuadir] de quienes os dirigen, Y OBEDECEDLES; PUES ELLOS VELAN POR VUESTRAS ALMAS COMO QUIENES TIENEN QUE RENDIR CUENTAS. Así esto será para ellos tarea gozosa, y no llena de angustia, lo cual sería perjudicial para vosotros. (Heb. 13:7 LA BIBILIA Versión de Ausejo)
Asimismo, vosotros los más jóvenes, ESTAD SUJETOS A LOS MAYORES... (1 Ped. 5:5)
Resulta claro que el NT manda a la comunidad creyente que tenga en estima y aprecie a los que trabajan incansablemente en el servicio espiritual. Tal estima es espontánea y ganada; jamás se debe de absolutizar o formalizar. El criterio del NT para el modelo de los roles, por consiguiente, siempre es funcional, y no formal. Aunque debemos valorar el servicio de los que ponen sus vidas por nosotros, es un grave error diferenciarlos formalmente del resto de la comunidad de los creyentes. (Es aquí donde falla la enseñanza de la “cobertura”)

En efecto, el honor que un creyente recibe de la iglesia siempre es merecido; nunca es demandado o hecho valer. A este respecto, los que son verdaderamente espirituales no reclaman tener autoridad espiritual sobre los demás, ni se jactan de su labor espiritual y/o madurez. De hecho, la gente que hace tales reclamos revela su inmadurez. De esta manera, la persona que declara que él es “el hombre ungido de Dios de fuerza y poder para la hora presente” –o elogios similares- ¡prueba que no tiene ninguna autoridad!
Los que reciben estima en la iglesia son los que han probado que son siervos dignos de confianza –no en mera retórica, sino en la realidad (2 Cor. 8:22; 1 Tes. 1:5; 2 Tes. 3:10). El reconocimiento ganado y la confianza del Cuerpo no solamente son una señal de la propia autoridad espiritual, sino que es un antiséptico contra el Nicolaísmo de línea dura.

4. Las autoridades oficiales poseen autoridad hasta que son removidas de su oficio delegado, sin que para ello importe si han tomado decisiones sabias o injustas. El Rey Saúl, por ejemplo, retuvo su autoridad aun después de que el Espíritu de Dios se había apartado de él (1 Sam. 16:14; 24:4-6).
La autoridad Divina, por otra parte, opera solamente cuando Cristo está siendo expresado. Si un líder en la iglesia manda a un creyente que haga algo que no refleja la autoridad de la Cabeza (aún si viola o no una ley prescrita por Dios), no hay autoridad que respalde su mandato. Sólo Cristo tiene autoridad, y solamente lo que fluye de Su vida posee autoridad.

5. Las autoridades oficiales siempre están establecidas en una jerarquía. Pero la autoridad Divina nunca está relacionada con la jerarquía (Mat. 20:25-28; Luc. 22:25-27). De hecho, siempre que ésta se asocia con aquella se distorsiona y abusa. La imaginería jerarquía no sólo está ausente de la Escritura, sino que virtualmente conduce siempre a ideas falsas y prácticas enormemente dañinas.

Fundamentalmente, el problema de la autoridad en la ekklesía nace de una aplicación vergonzosamente superficial de las estructuras de la autoridad oficial a las relaciones en la iglesia. Esta aplicación errónea, basada en una mentalidad de liderazgo al estilo “una-talla-para-todos”, en lugar de ayudar hace que cada esfera de la vida –ya sea el lugar de trabajo, el hogar o la iglesia- pierda su integridad incomparable.

En resumen, la autoridad Divina no fluye de arriba hacia abajo. Es decir, no funciona como una cadena de mando, al modo jerárquico. Al mismo tiempo, la autoridad Divina tampoco funciona de abajo hacia arriba, lo que significa que no va de la iglesia a la persona. Aún si una iglesia local decide dar autoridad a alguien para una tarea específica, no tendrá autoridad legítima si no refleja la mente de Cristo.

La autoridad Divina funciona de adentro hacia fuera. Cuando el Cristo que habita en el creyente dirige a alguien en particular o a un grupo de creyentes a hablar o actuar, están respaldados por la autoridad de la Cabeza. Ésta es la única autoridad que existe en el universo. Jesucristo, representado por el Espíritu que mora en el interior de los Suyos, es el manantial exclusivo, fundamento y fuente de toda autoridad. ¡Y no hay cobertura sobre Su Cabeza!
La Sujeción Mutua Siempre Está Enmarcada en el Amor
Hemos visto que la sumisión mutua es sumisión a la autoridad de Cristo. Cuando algún creyente está expresando la autoridad Divina en la iglesia, haremos bien en reconocerla y estar sujetos a ella.

Rebelarse contra la autoridad Divina es rebelarse contra Cristo, porque no hay autoridad Divina sin Jesucristo como Su autor. En otras palabras, rechazar las palabras de alguien cuando éstas expresan el pensamiento de Dios es rechazar la autoridad Divina.
La sujeción que está cimentada en nuestra sumisión a Dios, que es el fundamento para todo en la senda espiritual, siempre está enmarcada en el amor. El amor siempre está abierto para aprender y escuchar lo que los demás tienen que decir. Al mismo tiempo, el amor está dispuesto a amonestar a los que flaquean, sin temor a que esto dañe la relación.

El amor rechaza la espiritualidad del tipo “hazlo por ti mismo”, “estrella solitaria” y “trabaja por tu cuenta “, pero valora la interdependencia del Cuerpo. Se da cuenta de que al ser miembros los unos de los otros y de que poseemos el mismo linaje, nuestras acciones tienen un profundo efecto sobre los demás. El amor reprueba el Cristianismo individualista y privatizado, pero afirma su necesidad de los otros miembros del Cuerpo.

El amor es dulce, amable y agradable; sin embargo, cuando enfrenta los horrores del pecado, es perspicaz, combativo e inflexible. El amor es paciente, respetuoso y gentil, nunca es estridente, degradante o dictatorial. El amor repudia los reclamos de autoridad ostentosos y engreídos, mas está marcado profundamente con humildad y mansedumbre. El amor no es fláccido o sentimental, sino vivamente perceptivo y penetrante. Si bien el amor siempre ofrece sus recursos para ayudar a los demás, nunca manipula o impone su propia voluntad. El amor nunca se fuerza, se demanda o se obliga. Ya que la sujeción mutua siempre se expresa en amor, genera una cultura de seguridad y salvaguarda espiritual.

Mientras que el amor nos impele a aceptar la responsabilidad de ser los “guardas de nuestro hermano”, prohíbe que nos convirtamos en entrometidos impertinentes. En efecto, somos llamados a representar la voluntad del Espíritu Santo los unos a los otros, pero nunca a sustituir Su Persona o reemplazar Su obra. En este respecto, la sujeción mutua no es una licencia para investigar los asuntos íntimos de nuestros hermanos para “asegurarse” de que están caminando correctamente.

En ninguna parte la Biblia da libertad a los Cristianos para examinar a sus hermanos acerca de sus inversiones financieras, cómo hacen el amor a su pareja, u otras áreas de intimidad. Esta clase de investigación innecesaria, que se practica a guisa de “responsabilidad legal” forma parte de las cosas de que están hechas las sectas autoritarias, y que finalmente convertirán a cualquier comunidad de creyentes en una olla de presión de inconformidad. (Por supuesto, si un creyente desea voluntariamente confiar a alguien más estos asuntos personales, no hay problema. Pero es una elección y no una obligación).

Nunca debemos perder de vista el hecho de que la Biblia concede un alto valor a la libertad Cristiana individual, y la privacidad (Rom. 14:1-12; Gál. 5:1; Col. 2:16; Stg. 4:11-12). Por consiguiente, el respeto por estas virtudes debe ser alto entre creyentes. A menos que exista una buena razón para sospechar que un hermano o hermana están en pecado, es profundamente anticristiano husmear y entrometerse en los asuntos domésticos. Como Cristianos, no debemos andar “metiéndonos en todo”... “y diciendo cosas que no convienen” (1 Tim. 5:13; 1 Ped. 4:15). Por la misma razón, si un creyente está luchando con algún “pecado oculto”, el amor demanda que busque y reciba ayuda de la iglesia.

En resumen, la sujeción mutua a la autoridad Divina no es control, sino ayuda. Nunca debe congelarse en un sistema estático o formal. No es oficial, legal o mecánica, sino funcional, espontánea y orgánica. Cada vez que se transforma en una institución humana surge amenazador el peligro, no importa que nombre se le ponga.
En efecto, cuando invitamos a que otros entren a nuestra vida, dejamos abierta la puerta para que el Señor nos anime, corrija, motive y proteja. Es por esta razón que el libro de los Proverbios repetidamente acentúa que en “la multitud de consejeros hay seguridad” (Prov. 11:14; 15:22; 24:6). El amor, pues, es el paraguas Divino que proporciona protección espiritual (gracias a Dios que no es tan estrecha como los corazones de algunos que están bajo su protección). A fin de cuentas, solamente el amor tiene una “cobertura” de poder (Prov. 10:12; 17:9; 1 Ped. 4:8).


"Quién es tu cobertura". Frank Viola.



:leyendo:Para leer el libro completo, clicar en el archivo adjunto
 

Adjuntos

hay quienes....

hay quienes....

son tan osados que son capaces de decir con 20 palabras lo que pueden decir con 10, y si son tan ofensivos en esto lo pueden ser en cualquier otra cosa
 
Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo
(Mt 15:12-14)
 
La Autoridad En La Iglesia



La cuestión de la “autoridad” es uno de los temas doctrinales que ha causado mucha discusión dentro las iglesias hoy en día. Es un toma muy práctica porque muchos han llegado estar desilusionados por el mal uso de la autoridad en sus Iglesias. Es necesario que formemos en nuestras mentes un concepto adecuado de este aspecto de la vida de la asamblea de Cristo, para que esta pueda hacer su ministerio en una manera decorosa.

Cuando comparamos el concepto tradicional de la autoridad en la iglesia con lo que el Nuevo Testamento comenta tocante al asunto, vemos que hay poca semejanza entre los dos. Es hora de que hagamos una reevaluación de nuestra doctrina tocante al respecto. Digo esto porque he tenido que reevaluar personalmente mi posición después de conocer la verdad del sacerdocio del creyente. He visto con horror que el concepto que mantuvo durante tantos años es erróneo y por consiguiente no agradable a Dios. Como pastor de varias congregaciones he ejercido una autoridad dictatorial que no me pertenecía. Ahora últimamente estoy tan arrepentido que me avergüenza acordarme de mi manera de proceder en el pasado.

Espero que el lector examine este estudio cuidadosamente. Se que la cosa más difícil es reconocer y arrepentirnos de nuestras faltas. ¡Qué el Señor haga la misma obra en sus corazones como la hizo en el mío!

El concepto de la autoridad en nuestras iglesias ha tenido unos resultados muy, interesantes. En una iglesia los miembros tienen que consultar a los ancianos, antes de ausentarse de una asamblea, para pedir permiso. En otra Iglesia la esposa del pastor informó a las otras mujeres que el uso de anticonceptivos es antíbiblico y poco después de esto casi todas las mujeres en la iglesia se encontraban embarazadas. El control de algunos pastores en los asuntos personales de los miembros de sus iglesias es verdad asombroso. Pero ¿Qué nos enseña la Biblia tocante a esto? Un estudio de la palabra “autoridad” nos hace comprender que no es fácil definirla. Pero una cosa es que si se puede comprender, las ideas tradicionales no son derivadas de la idea central de la palabra. Hay una idea central de la doctrina que es obvia y debe influenciar nuestro concepto de la autoridad.



LA DEFINICION BASICA DE LA PALABRA “AUTORIDAD”.


La palabra griega que se traduce, autoridad” en el español, es “exousia”. Esta Palabra proviene del verbo “exestin” que quiere decir:

(a) “ser capaz de hacer algo” y

(b) “el derecho de hacer algo”.

Cuando es usa la palabra en relación a Dios, se habla de una autoridad que es absoluta (que abarca todo) o inmutable (que no cambia). Vea Lucas 12:5 y Rom.9:21. A la vez Dios puede confiar la autoridad a otras personas en varias maneras (Apoc.6:8; 14:18).

La iglesia tiene “autoridad” pero la ha recibido de Cristo. El le dio las “llaves” del reino. Es en Cristo que ella encuentra “exousia” o libertad (lCor.8:9). Pero esta libertad debe ser usada para el bienestar de otros y no para la satisfacción propia.

Entender que Cristo tiene toda autoridad es necesario para comprender el sentido de “autoridad” entre el pueblo de Dios. La autoridad se manifiesta por entregar la vida en sacrificio por otros y por la exhortación con la Palabra de Dios. Cuando se piensa que la autoridad reside en ciertas personas por razón de algún “oficio” que ocupan, entonces se abre el camino a la exaltación de los hombres y la enseñanza de reglas puramente carnales.



EJEMPLOS DE AUTORIDAD EN EL N.T.

1. La autoridad reside esencialmente en la persona de Cristo. Toda “exousia", ha sido dada al Hijo por el Padre (Mat. 28:18). El ministerio terrenal de Cristo puede ser resumido en tres puntos:

(1) el ministerio para el propósito de llamar y atraer a sí los discípulos.

(2) un ministerio de señales y prodigios maravillosos.

(3) el ministerio de enseñanza.

En cada uno de estos tres ministerios la autoridad juega un papel importante. Para juntar Su pueblo Cristo usó Su autoridad para llamarles, perdonarlos y salvarlos. También la usó para darles dones para servirle a El (Juan.17:2; Mat. 9:6,8; Efe.4:7,11,16). Al hacer milagros, Cristo manifestó su autoridad sobre el diablo, la naturaleza, las enfermedades, etc. (Mat.10:1; 8:27; Mar.1:27; 4:41). Cuando enseñaba, Sus palabras tenían autoridad (nat.7:29; 18:20).

2. Cristo confía la autoridad a Sus siervos (Mat.10:1; Mar.13:34; Luc.19:17). A la luz de la autoridad absoluta de Cristo, vemos que la autoridad que existe entre Su pueblo no puede residir inherentemente en ninguna persona. La autoridad en la iglesia es una autoridad confiada, delegada o encomendada. Siendo así, la iglesia debe ejercer su autoridad según el ejemplo del que se la confió.

Comúnmente los cristianos piensan de la autoridad como perteneciente a un “oficio”. ¿Pero dónde nos enseña esto el N.T.? La autoridad en la Iglesia, la habilidad de hacer algo, es establecida cuando el cuerpo reconoce como uno de sus miembros ha funcionado.

No podemos encontrar un ejemplo que compruebe que la autoridad descrita en Mateo 8:9 sea la misma que la que los líderes en la iglesia tienen. La verdad es que Cristo se refiere a la manera en que los gobernantes incrédulos ejercen su autoridad para decirnos que no debemos actuar as. (Mat.20:26).

3.El tipo de autoridad ejercida en la iglesia es opuesta a la que se emplea en las sociedades inconversas (Mat. 20:25-28; Mar.9:33-35; 10:37-45; Luc.9:48; 22:25; Jn.14:14-15; 18:36; 19:10-11. La autoridad es usada en el reino de Cristo cuando somos siervos, unos de otros, y no cuando somos aun mayordomos.

Aunque Cristo nos prohibe imitar al mundo en cuanto a esta cuestión, muchas iglesias se han conformado a la manera de los gobiernos y corporaciones mundanos.

Pablo, en servir a Cristo, tuvo mucho cuidado en no dominar la fe de otros (2Cor.1:24; lCor.2:1-5). Pedro exhorta a los ancianos a no comportarse como teniendo señorío sobre los que están a su cuidado (lPed.5:3). Desgraciadamente el poder asociado con los “oficios” tradicionales en las iglesias protestantes no ha mantenido la obediencia a este mandamiento apostólico.

4. La autoridad entre el pueblo de Cristo se expresa en la servidumbre, en buscar el bien y la edificación de los demás (Mat.10:8; 1Cor.8:9; 2Cor.10:8; 13:10). Tenemos la tendencia a pensar de la autoridad - en términos de un “señorío” y de una persona que tiene la palabra decisiva. Pero en el dominio de Cristo la autoridad se manifiesta cuando uno se pone a los pies de otro (Mat. 9:33-35; 2Cor.11:23-33). En verdad Jesús reina en un reino completamente opuesto a los del mundo.

5. La influencia en el Pueblo de Cristo no se basa en una autoridad intrínseca (que proviene de dentro), sino en una extrínseca (que viene de afuera). Cristo, es la voz de autoridad en la Iglesia, reina por medio de Su Palabra. Así, todos los miembros de Su cuerpo, incluyendo a los líderes, están sujetos todos a la misma cabeza. La “autoridad” en la Iglesia es “Intrínseca', al que es su Cabeza pero es “extrínseca” a los miembros porque no reside ni proviene de ninguno de ellos. Desgraciadamente muchos actúan como si la autoridad descansara en ellos, con sus hechos soberbios desplazando a la Cabeza. La sumisión a otros, la de las esposas a sus esposos, de los hijos a sus padres, del rebaño a los superintendentes, es siempre con respecto a la autoridad de Cristo y no en relación a otra.

La importancia de esto se puede ver en el matrimonio. Las esposas son mandadas a someterse a sus esposos pero esto no implica que no exista ningún sentido de igualdad entre hombre y mujer. Pablo dice en lCor.7:4, que ni el marido ni la mujer tienen “autoridad” sobre sus cuerpos, sino que el cuerpo de cada quien pertenece al otro. Es por eso que no deben de negar su cuerpo sexualmente a su pareja, sino por un común acuerdo entre ambos.

6. Existen autoridades que llamamos “gobiernos civiles” a las cuales los cristianos debemos someternos. Pero ellos también están bajo el señorío de Cristo, no debemos obedecerlos si nos exigen algo que esté en contra de un mandamiento de nuestro máximo Rey, Jesús (Hechos 5:29; Rom.13:1-3; Efe.1:21; 2:2; 3:10; 6:12; Col.2:10,15; Tito.3:1).

El poder de los gobiernos terrenales no es un poder absoluto. Por varias razones algunos han pensado que la “exousia", de los gobiernos mencionados en Romanos 13 es igual al de Dios. Creen que aunque el gobierno nos requiera algo que vaya en contra de los mandamientos claros de las Escrituras, tenemos que obedecerle porque tiene una autoridad absoluta. Pero debemos recordar que hasta Satanás tiene una “exousía” confiada, que obviamente no se encuentra bajo las bendiciones de Dios, pero Dios si la permite (Luc. 4:6; Hech. 26:18; Job.1:12; 2:6).

Dios no consagra la autoridad civil. Tal consagración es reservada para la comunidad cristiana, la iglesia. Pero sí da a estos gobiernos un lugar, un papel importante en nuestras vidas.

A la luz de los ejemplos del N.T. nuestra definición y concepto de la autoridad en la iglesia debe ser reevaluada. La idea tradicional envuelve el concepto de un pastor ocupando un lugar de “honor” sobre los demás. Es un concepto muy mundano y limita el funcionamiento del cuerpo entero. “Exousia", en la asamblea de Cristo se alcanza no por elevarnos sobre los demás sino por ponernos al servicio de ellos.

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http://www.sobreestapiedra.com/ekklesia/la_autoridad_en_la_iglesia.htm