Sin Comentarios......!!!!!!

hcch

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3 Diciembre 1998
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SIN COMENTARIOS

Una reflexión del pastor Polo González, director de Panorama Evangélico

Continuamente se escucha la crítica ofrecida por personas atentas a la realidad contemporánea, acerca de la falta de propuestas —o de respuestas— de las iglesias evangélicas o sus líderes, a temas contingentes. ¡Y cómo se echan de menos!

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Es que, al estudiar categorías teológicas tales como revelación, tradición, dogma, lugares teológicos, hay que reconocer que nuestro modo evangélico de acceder a la revelación escrita y de articular posturas ante la sociedad tiene serias debilidades. Para opinar hay que saber, estar informado. Para opinar hay que tener muy claro lo que se quiere decir, o mejor dicho, ¡hay que tener algo que decir! Sobre todo, debe haber acuerdos mínimos.

Desde luego, porque si no nos sentamos a conversar hasta llegar al consenso, jamás lograremos satisfacer a los que buscan respuestas evangélicas, ni menos quedarán satisfechas todas las facciones “canutas”. Porque, ¿quién podría decir que él o ella, personal e individualmente, es el indicado para opinar a nombre de las iglesias? ¿Quién podría auto-arrogarse el derecho de la correcta interpretación? Nos parece fundamental el acuerdo —el dogma común— para establecer criterios que permitan discernir el valor de las respuestas, hacia dentro y fuera de la iglesia.

Lamentablemente nuestras iglesias evangélicas carecen de criterios que nos permitan ponderar quién dice qué, y dónde. No tenemos lugares teológicos donde mirar y adonde acudir para discernir (del latín cernere = pasar por cedazo, colar) las opiniones. Carecemos de contextos que nos guarden de hacer una correcta re-lectura bíblica, mecanismos de verificación para evitar la confusión. Porque, ¿será lo mismo escuchar la opinión de un pastor de una congregación particular, que a un presidente, superintendente u obispo de una denominación? ¿Será igual escuchar la voz del elegido para presidir una denominación, que a la asamblea general? ¿Tiene el mismo valor la opinión de un laico recién convertido, un laico con estudios en teología, un pastor sin estudios teológicos o profesionales, o un pastor que ha invertido tiempo, recursos y dedicación a su preparación? ¿Debe ponerse la misma atención a un sermón dominical, a una declaración pública, o a una opinión captada por un reportero? ¿Es lo mismo una opinión acerca del sistema económico, el aborto o la salvación? ¿Una lectura de un tema especial, en un contexto particular y en un tiempo determinado, es revocada por la aparición de una re-lectura de ese mismo tema en otro contexto y en otro tiempo?

La realidad es que el ser evangélico supone opiniones individuales generadas por la tan publicitada libertad de conciencia, la igualdad de todos los llamados ante Dios y la libre interpretación de su Palabra. Pero tanta libertad, muchas veces lleva a la confusión. Por eso mismo el chiste que se cuenta es que “en una conversación de dos evangélicos hay tres opiniones”. En otras palabras, a pesar de tener todos los evangélicos un profundo apego a la autoridad de la Palabra de Dios, nos ha sido —y no sigue siendo—, casi imposible ponernos de acuerdo en todos los temas teológicos, y para qué decir en los asuntos sociales y morales. Porque hay que reconocer que la Biblia en estas últimas categorías no nos da respuestas explícitas en todos los temas, como por ejemplo la clonación humana, la eutanasia, la píldora del día después, y otros.

Debería ser notorio para nosotros los evangélicos que en el concilio de Jerusalén, luego de una potente discusión teológica, finalmente se llegó a un acuerdo del que participaron no sólo los apóstoles, sino también los obispos (supervisores) y los laicos (Hch. 15:22). Cómo anhelamos hoy la actitud madura de los líderes y de la iglesia primitiva en su búsqueda de un parecer común informado y bajo la guía del Espíritu Santo sobre temas no resueltos. Con qué gusto veríamos sentarse alrededor de la mesa del Señor (en la cual no sobra nadie), a los líderes de las diferentes denominaciones, asesorados por expertos biblistas y teólogos de su confianza (si los hubiera en cada denominación), para entender con inteligencia las preguntas con que nos confronta la sociedad; se pusieran de acuerdo y dieran respuestas válidas, a lo menos en algunos temas.Cómo nos faltan sanedrines (del griego sunedrion; sun, juntos; edra asiento), sentarnos juntos. Cuánto carecemos de concilios fraternales.

Nos maravilla que la iglesia apostólica, luego de llegar a un parecer común, escribiera un documento oficial, una carta apostólica, para ser distribuida entre los interesados, y en la que se destacan conceptos tales como: “nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo…” (v 25); “…pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros” (v28).

¡Cuánto faltan hoy en la tradición protestante acuerdos y “cartas abiertas” que expliciten las posturas evangélicas, que dialoguen con la sociedad y estén disponibles para análisis y complementos!

Mientras tanto, ¡sin comentarios!


Copiado de :

http://www.panoramaevangelico.cl/Articulos/Sin comentarios.html



Atte

Hcch
 
Re: Sin Comentarios......!!!!!!

SIN COMENTARIOS

Una reflexión del pastor Polo González, director de Panorama Evangélico

Continuamente se escucha la crítica ofrecida por personas atentas a la realidad contemporánea, acerca de la falta de propuestas —o de respuestas— de las iglesias evangélicas o sus líderes, a temas contingentes. ¡Y cómo se echan de menos!

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Es que, al estudiar categorías teológicas tales como revelación, tradición, dogma, lugares teológicos, hay que reconocer que nuestro modo evangélico de acceder a la revelación escrita y de articular posturas ante la sociedad tiene serias debilidades. Para opinar hay que saber, estar informado. Para opinar hay que tener muy claro lo que se quiere decir, o mejor dicho, ¡hay que tener algo que decir! Sobre todo, debe haber acuerdos mínimos.

Desde luego, porque si no nos sentamos a conversar hasta llegar al consenso, jamás lograremos satisfacer a los que buscan respuestas evangélicas, ni menos quedarán satisfechas todas las facciones “canutas”. Porque, ¿quién podría decir que él o ella, personal e individualmente, es el indicado para opinar a nombre de las iglesias? ¿Quién podría auto-arrogarse el derecho de la correcta interpretación? Nos parece fundamental el acuerdo —el dogma común— para establecer criterios que permitan discernir el valor de las respuestas, hacia dentro y fuera de la iglesia.

Lamentablemente nuestras iglesias evangélicas carecen de criterios que nos permitan ponderar quién dice qué, y dónde. No tenemos lugares teológicos donde mirar y adonde acudir para discernir (del latín cernere = pasar por cedazo, colar) las opiniones. Carecemos de contextos que nos guarden de hacer una correcta re-lectura bíblica, mecanismos de verificación para evitar la confusión. Porque, ¿será lo mismo escuchar la opinión de un pastor de una congregación particular, que a un presidente, superintendente u obispo de una denominación? ¿Será igual escuchar la voz del elegido para presidir una denominación, que a la asamblea general? ¿Tiene el mismo valor la opinión de un laico recién convertido, un laico con estudios en teología, un pastor sin estudios teológicos o profesionales, o un pastor que ha invertido tiempo, recursos y dedicación a su preparación? ¿Debe ponerse la misma atención a un sermón dominical, a una declaración pública, o a una opinión captada por un reportero? ¿Es lo mismo una opinión acerca del sistema económico, el aborto o la salvación? ¿Una lectura de un tema especial, en un contexto particular y en un tiempo determinado, es revocada por la aparición de una re-lectura de ese mismo tema en otro contexto y en otro tiempo?

La realidad es que el ser evangélico supone opiniones individuales generadas por la tan publicitada libertad de conciencia, la igualdad de todos los llamados ante Dios y la libre interpretación de su Palabra. Pero tanta libertad, muchas veces lleva a la confusión. Por eso mismo el chiste que se cuenta es que “en una conversación de dos evangélicos hay tres opiniones”. En otras palabras, a pesar de tener todos los evangélicos un profundo apego a la autoridad de la Palabra de Dios, nos ha sido —y no sigue siendo—, casi imposible ponernos de acuerdo en todos los temas teológicos, y para qué decir en los asuntos sociales y morales. Porque hay que reconocer que la Biblia en estas últimas categorías no nos da respuestas explícitas en todos los temas, como por ejemplo la clonación humana, la eutanasia, la píldora del día después, y otros.

Debería ser notorio para nosotros los evangélicos que en el concilio de Jerusalén, luego de una potente discusión teológica, finalmente se llegó a un acuerdo del que participaron no sólo los apóstoles, sino también los obispos (supervisores) y los laicos (Hch. 15:22). Cómo anhelamos hoy la actitud madura de los líderes y de la iglesia primitiva en su búsqueda de un parecer común informado y bajo la guía del Espíritu Santo sobre temas no resueltos. Con qué gusto veríamos sentarse alrededor de la mesa del Señor (en la cual no sobra nadie), a los líderes de las diferentes denominaciones, asesorados por expertos biblistas y teólogos de su confianza (si los hubiera en cada denominación), para entender con inteligencia las preguntas con que nos confronta la sociedad; se pusieran de acuerdo y dieran respuestas válidas, a lo menos en algunos temas.Cómo nos faltan sanedrines (del griego sunedrion; sun, juntos; edra asiento), sentarnos juntos. Cuánto carecemos de concilios fraternales.

Nos maravilla que la iglesia apostólica, luego de llegar a un parecer común, escribiera un documento oficial, una carta apostólica, para ser distribuida entre los interesados, y en la que se destacan conceptos tales como: “nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo…” (v 25); “…pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros” (v28).

¡Cuánto faltan hoy en la tradición protestante acuerdos y “cartas abiertas” que expliciten las posturas evangélicas, que dialoguen con la sociedad y estén disponibles para análisis y complementos!

Mientras tanto, ¡sin comentarios!


Copiado de :

http://www.panoramaevangelico.cl/Articulos/Sin comentarios.html



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Hcch

Ya llegará el Día que aceptarán que el Magisterio del Espíritu Santo se confirma a través del carisma que es exclusivo del que ocupa la Silla de Pedro.

En el Concilio de Jerusalen el que confirmó la conclusión de los apostoles fue Pedro. Ese es su ministerio porque asì lo dispuso el mismo Dios.

Y les recomiendo la lectura del otro artículo del enlace: Dios trabaja en las sombras. No es que trabaje en las sombras sino que nosotros no podemos ver Su Luz ni escuchar Su Silencio.

Bendiciones. Inés
 
Re: Sin Comentarios......!!!!!!

Uuuuuummmmnnnnnn.....uuuuummmmnnn....... HUUUUMMMMNNNN....

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Re: Sin Comentarios......!!!!!!

Hola a todos.
ENVIADO POR INES BOURDIUEX
Ya llegará el Día que aceptarán que el Magisterio del Espíritu Santo se confirma a través del carisma que es exclusivo del que ocupa la Silla de Pedro.

En el Concilio de Jerusalen el que confirmó la conclusión de los apostoles fue Pedro. Ese es su ministerio porque asì lo dispuso el mismo Dios.

Y les recomiendo la lectura del otro artículo del enlace: Dios trabaja en las sombras. No es que trabaje en las sombras sino que nosotros no podemos ver Su Luz ni escuchar Su Silencio.

Estimada Ines; te recomiendo, que te dediques a otra cosa que no sea, el hacer predicciones. Creo, que no es precisamente tu don. Para aquellos que solamente nos alcanza con creer en Cristo y su Palabra, NUNCA llegara ese dia.

Dios te bendiga. (con darte el conocimiento de la verdad)

Ruben Daniel.