Re: SIMILITUDES Evangelicas y catolicas en el culto y en la Misa
Este texto esta extraído del libro de Frank Viola, "Reconsiderando el odre nuevo" Leelo y veras que mis comentarios tienen una base...
En la asamblea neo-testamentaria, ni el sermón ni el ‘predicador’ eran el centro. En cambio, la participación congregacional era la regla divina. La reunión no era litúrgica, ni ritualista, ni ‘sagrada’. No tenía ningún sentido de ser ni sacro santa ni rutinaria, sino que reflejaba una espontaneidad flexible en la que el Espíritu de Dios estaba en absoluto control, teniendo libertad para moverse en forma ordenada por medio de cualquier miembro del Cuerpo como El quería. De hecho, la reunión eclesial primitiva estaba dirigida por el Espíritu Santo de tal modo, que si un creyente recibía un discernimiento mientras otro estaba compartiendo la Palabra, tenía libertad para interponer su reflexión. Asombrosamente, la persona que estaba hablando, callaba y escuchaba lo que el otro decía (1 Corintios 14:29, 30). Más aún, hacer preguntas provechosas y llevar a cabo saludables discusiones, constituían parte común de las reuniones (1 Corintios 14:27-40).
En nuestros días, semejantes reuniones son casi inconcebibles en el contexto de la mayor parte de las iglesias contemporáneas. La mayoría de los cristianos teme confiar en que el liderazgo del Espíritu Santo dirija y conforme sus servicios eclesiales. El hecho de que no pueden visualizar una reunión corporativa sin ponerse bajo la guía directa de un moderador humano, revela que desconocen las maneras de Dios. Mucha de la razón de esto tiene que ver con su propio desconocimiento del obrar del Espíritu Santo en sus asuntos personales. Expresado en forma simple, si no conocemos el control del Espíritu Santo en nuestra propia vida, ¿cómo podemos conocerlo cuando nos reunimos? La verdad es que muchos de nosotros —como Israel en tiempos antiguos— todavía clamamos por un rey que gobierne sobre nosotros y por un mediador visible que nos diga lo que Dios ha dicho (Exodo 20:19; 1 Samuel 8:19).
Ciertamente la presencia de un moderador humano en la reunión eclesial es una apreciada tradición, a la que muchos cristianos están apegados con vehemencia. El problema está en que esa tradición no cuadra con las Escrituras. En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos base para una reunión que sea dominada, dirigida y oficiada por una persona. Tampoco encontramos una reunión que esté enraizada en la centralidad del púlpito enfocada en un hombre. Probablemente la característica más asombrosa de la reunión eclesial neotestamentaria era la ausencia de todo ministerio humano. El Ungido dirigía las reuniones por medio del Espíritu Santo en la comunidad de creyentes. Una vez más, el principio que regía a la reunión eclesial primitiva era el de "unos a otros"; la reciprocidad era su rasgo distintivo. ¡No es de extrañar que la frase unos a otros se usa aproximadamente sesenta veces en el Nuevo Testamento! A este respecto Watchman Nee hace la siguiente observación:
En las reuniones eclesiales, "cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación" (1 Corintios 14:26). Aquí no es el caso de que uno dirige y todos los demás siguen, sino que cada uno contribuye su parte de utilidad espiritual... Nada es determinado por el hombre, y todos toman parte según el Espíritu guía. No es un ministerio ‘enteramente de hombre’, sino un ministerio del Espíritu Santo... Se le da oportunidad a cada miembro de la iglesia para que ayude a otros, y se le da oportunidad a cada uno para que sea ayudado. Un hermano puede hablar en una etapa de la reunión y otro más tarde; usted puede ser escogido por el Espíritu Santo para que ayude a los hermanos esta vez, y yo, la próxima vez... Cada individuo debe asumir su parte de responsabilidad y pasar a los demás lo que él mismo ha recibido del Señor. La dirección de las reuniones no debe ser responsabilidad de ningún individuo en particular, sino que todos los miembros deben asumir esa responsabilidad juntos, y deben procurar ayudarse unos a otros, dependiendo de la enseñanza y dirección del Espíritu Santo, y dependiendo de su habilitación también... Una reunión eclesial ha de tener sobre sí la estampa de ‘unos a otros’. (The Normal Christian Church Life /La vida eclesial cristiana normal/.)
La mentalidad popular de ‘un solo hombre’ de nuestros días, que rivaliza con el liderazgo funcional de Jesucristo como Cabeza, era completamente desconocido en la asamblea primitiva. En cambio, todos los hermanos venían a la reunión sintiendo que tenían el privilegio y la responsabilidad de contribuir con algo. La reunión eclesial primitiva estaba caracterizada por una sincera libertad e informalidad, que era la atmósfera indispensable para que El Ungido funcionara libremente por medio de cada miembro de su Cuerpo.
En el primer siglo, ‘ir a la iglesia’ significaba en esencia más dar que recibir. Esto es, los creyentes no asistían a la reunión eclesial para recibir de una clase de especialistas religiosos llamados ‘la clerecía’. En cambio, se reunían para servir a sus hermanos por medio de sus dones individuales, para que el Cuerpo entero pudiera ser edificado (Romanos 12:1—8). En el concepto de Dios, es la diversidad unificada de los dones otorgados por el Espíritu Santo, lo que es esencial para la edificación de la asamblea local. Robert Banks describe la función de la reunión neotestamentaria diciendo:
A cada miembro de la comunidad le es otorgado un ministerio para con los otros miembros de la comunidad. Esto quiere decir, que ninguna persona o grupo de personas pueden desestimar, basados en sus propios dones particulares, otras contribuciones del ‘Cuerpo’, ni imponer una uniformidad sobre todos los demás. La comunidad contiene una gran diversidad de ministerios, y es precisamente en las diferencias de función que la totalidad y unidad del Cuerpo reside. Dios ha diseñado las cosas de tal modo, que es necesario que todas las personas se involucren con su contribución especial, para que la comunidad funcione apropiadamente. Esto quiere decir, que cada miembro tiene una función única en su género que desempeñar, pero asimismo depende de todos los demás (Paul’s Idea of Community /La idea que Pablo tenía de la comunidad/).
En este punto es importante subrayar que el concepto del ministerio mutuo visualizado en el Nuevo Testamento, es muy diferente de la estrecha definición del ‘ministerio laico’ que se promueve en la moderna iglesia institucional. Cierto, la mayor parte de las iglesias establecidas ofrece una plétora de cargos voluntarios para los ‘laicos’, como podar el césped de la rectoría, hacer de ujier para acomodar la gente, lavar el carro del pastor, estrechar la mano de la gente en la puerta del santuario, repartir boletines, enseñar en la escuela dominical, cantar en el coro o en el grupo de adoración y pasar las transparencias en el proyector. Pero estos cargos de ministerio restringidos son muy distintos del libre y desembarazado ejercicio de los dones espirituales que se deparaba a cada creyente en la reunión eclesial primitiva.