¿Será posible la reunificación entre católicos y ortodoxos?
Un mea culpa que sorprende y unifica
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Muchos se especuló sobre la problemática que representaba el que Juan Pablo II realizara uno de sus viajes, quizá el más esperado de su pontificado: su peregrinación espiritual tras las huellas del apóstol Pablo por Grecia, Siria y Malta. Lo negativo que resultaría este viaje quizá fue comentado por los principales diarios del mundo. Había razones. Particularmente en Grecia, se oponían de manera rotunda a recibirlo. El pueblo griego tiene llagas que siguen abiertas por las heridas que le fueron inferidas hace ocho siglos por cristianos católicos de occidente fieles al Papa, episodio trágico que el Santo Padre califica como fruto del “misterio de la iniquidad” del hombre.
El resultado de esta visita tan deseada por este incansable viajero que es Juan Pablo II próximo a cumplir 81 años, no fue así. La reacción de estos pueblos una vez llegado a esas tierras y acogido oficialmente por los representantes, se tradujo en encuentros muy cordiales. En tierra griega fue recibido con la gran hospitalidad que los griegos tienen como valor muy arraigado, contradiciendo así los vaticinios que establecieron los medios de comunicación. Uno de los principales protagonistas que hicieron posible la visita de Su Santidad, particularmente a Grecia en donde existen sectores de oposición nacionalistas, fue el presidente Constantinos Stephanopulos.
Juan Pablo II a su llegada a Atenas dejó desde el inicio de su visita muy claro su objetivo: “vengo como peregrino” fueron las palabras que pronunció en su primer discurso en esta tierra de entrañable historia. Reconociendo la gran aportación griega a la historia del cristianismo, rindió homenaje a la cultura helénica recordando que en la Grecia de Sócrates y Platón, el cristianismo encontró un gran impulso nacido de la búsqueda que estos genios hicieron de la virtud, del respeto de la ley divina y de una atención a la educación de los jóvenes que la iglesia católica ha predicado desde hace dos mil años y que trata de continuar en el mundo.
Recordó así “la gran deuda” que la civilización europea y la religión cristiana han contraído con Grecia, mencionando que en griego se escribieron los evangelios, griega era la cultura que dominaba el mundo en el que creció Jesús, recordando también los Juegos Olímpicos como signo de identificación de aquella cultura, pero sobre todo, quiso subrayar que el objetivo principal de su peregrinación era el de estar en una de las primeras comunidades cristianas fundadas por San Pablo.
“La división de los cristianos es un pecado ante Dios y un escándalo ante el mundo, es un obstáculo para la difusión del Evangelio pues hace menos creíble nuestro anuncio” reconocería el Papa frente al pueblo de Atenas. Y así bastaron 24 horas de permanencia para romper con mil años de incomunicación y complicadas relaciones marcando así un hito en la historia del ecumenismo. Ante el asombro de los medios de comunicación Juan Pablo II pidió perdón pronunciando un “mea culpa” por las heridas causadas por los hijos e hijas de la iglesia católica a sus hermanos y hermanas ortodoxos, refiriéndose al acontecimiento histórico que más heridas ha creado entre católicos y ortodoxos durante la cuarta cruzada que en 1204 cristianos católicos de occidente depredaron la ciudad que era el símbolo de la Ortodoxia, al tratar de imponer el rito y la jurisdicción latina sobre la Iglesia bizantina.
Momentos emocionantes se vivieron durante la peregrinación al Areópago testigo de apasionantes debates de la filosofía clásica y de la predicación de Pablo sobre el Dios desconocido. Por primera vez en la historia ortodoxos griegos y el Papa de Roma pronunciaban juntos una declaración que había sido firmada por Juan Pablo II y Christodoulos en un encuentro anterior, reconociendo la sucesión apostólica del obispo de Roma y del arzobispo ortodoxo de Atenas y que de este modo hermana a la Iglesia católica y a la iglesia ortodoxa.
Con la rica tradición del Oriente cristiano, se desarrolló la única misa católica celebrada en los últimos mil años por un pontífice en suelo griego a la que asistieron personas de diferentes credos religiosos. El arzobispo ortodoxo Christodoulos que en el pasado se había negado a tener encuentros comunes de oración con el Papa, en privado y como un acto sin precedentes atendiendo una sugerencia de Juan Pablo II y fuera del programa oficial, rezaron juntos el Padrenuestro en griego.
Juan Pablo II concluyó así su breve visita a la histórica Grecia en donde según una encuesta realizada la tarde del día 4 de mayo se constató que el 99% de la opinión pública se mostró favorable a su visita y el 56.8% favorable a su propuesta de unidad de las Iglesias católica y ortodoxa. Este avance sin precedentes en el diálogo ecuménico, abre una senda de reconciliación entre las dos confesiones cristianas propiciando la unidad que se rompió por su separación desde el cisma de Oriente de l054.
Sin duda el perdón que Juan Pablo II pidió al pueblo griego, con la humildad y sencillez características de su apostolado, se puede llegar a soluciones que eliminen divergencias ya que se ha aclarado la ruta que impedía seguir caminando por la vía del ecumenismo que él ha pretendido desde el inicio de su pontificado.
“La disculpa papal cambia la historia” remarcaba Ethnos un diario de Atenas. Athens News periódico griego en lengua inglesa publicaba: “El Papa supera los muros de la ortodoxia griega” y el diario liberal Eleftherotypia en editorial de primera plana decía “esta disculpa histórica abre el camino para la unidad de las dos Iglesias”.
Y así este “peregrino del mundo” termina la visita que mantuvo anunciada sin dudar. Llegó, fue atendido con la hospitalidad griega, dio “un gran testimonio de comunión realizado con sencillez” y abrió una nueva era en un día que será en la vida de las Iglesias católica y ortodoxa, histórico e inolvidable.
Tomado de: http://www.diariodemonterrey.com/nota.asp?id=18759
Un mea culpa que sorprende y unifica
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Muchos se especuló sobre la problemática que representaba el que Juan Pablo II realizara uno de sus viajes, quizá el más esperado de su pontificado: su peregrinación espiritual tras las huellas del apóstol Pablo por Grecia, Siria y Malta. Lo negativo que resultaría este viaje quizá fue comentado por los principales diarios del mundo. Había razones. Particularmente en Grecia, se oponían de manera rotunda a recibirlo. El pueblo griego tiene llagas que siguen abiertas por las heridas que le fueron inferidas hace ocho siglos por cristianos católicos de occidente fieles al Papa, episodio trágico que el Santo Padre califica como fruto del “misterio de la iniquidad” del hombre.
El resultado de esta visita tan deseada por este incansable viajero que es Juan Pablo II próximo a cumplir 81 años, no fue así. La reacción de estos pueblos una vez llegado a esas tierras y acogido oficialmente por los representantes, se tradujo en encuentros muy cordiales. En tierra griega fue recibido con la gran hospitalidad que los griegos tienen como valor muy arraigado, contradiciendo así los vaticinios que establecieron los medios de comunicación. Uno de los principales protagonistas que hicieron posible la visita de Su Santidad, particularmente a Grecia en donde existen sectores de oposición nacionalistas, fue el presidente Constantinos Stephanopulos.
Juan Pablo II a su llegada a Atenas dejó desde el inicio de su visita muy claro su objetivo: “vengo como peregrino” fueron las palabras que pronunció en su primer discurso en esta tierra de entrañable historia. Reconociendo la gran aportación griega a la historia del cristianismo, rindió homenaje a la cultura helénica recordando que en la Grecia de Sócrates y Platón, el cristianismo encontró un gran impulso nacido de la búsqueda que estos genios hicieron de la virtud, del respeto de la ley divina y de una atención a la educación de los jóvenes que la iglesia católica ha predicado desde hace dos mil años y que trata de continuar en el mundo.
Recordó así “la gran deuda” que la civilización europea y la religión cristiana han contraído con Grecia, mencionando que en griego se escribieron los evangelios, griega era la cultura que dominaba el mundo en el que creció Jesús, recordando también los Juegos Olímpicos como signo de identificación de aquella cultura, pero sobre todo, quiso subrayar que el objetivo principal de su peregrinación era el de estar en una de las primeras comunidades cristianas fundadas por San Pablo.
“La división de los cristianos es un pecado ante Dios y un escándalo ante el mundo, es un obstáculo para la difusión del Evangelio pues hace menos creíble nuestro anuncio” reconocería el Papa frente al pueblo de Atenas. Y así bastaron 24 horas de permanencia para romper con mil años de incomunicación y complicadas relaciones marcando así un hito en la historia del ecumenismo. Ante el asombro de los medios de comunicación Juan Pablo II pidió perdón pronunciando un “mea culpa” por las heridas causadas por los hijos e hijas de la iglesia católica a sus hermanos y hermanas ortodoxos, refiriéndose al acontecimiento histórico que más heridas ha creado entre católicos y ortodoxos durante la cuarta cruzada que en 1204 cristianos católicos de occidente depredaron la ciudad que era el símbolo de la Ortodoxia, al tratar de imponer el rito y la jurisdicción latina sobre la Iglesia bizantina.
Momentos emocionantes se vivieron durante la peregrinación al Areópago testigo de apasionantes debates de la filosofía clásica y de la predicación de Pablo sobre el Dios desconocido. Por primera vez en la historia ortodoxos griegos y el Papa de Roma pronunciaban juntos una declaración que había sido firmada por Juan Pablo II y Christodoulos en un encuentro anterior, reconociendo la sucesión apostólica del obispo de Roma y del arzobispo ortodoxo de Atenas y que de este modo hermana a la Iglesia católica y a la iglesia ortodoxa.
Con la rica tradición del Oriente cristiano, se desarrolló la única misa católica celebrada en los últimos mil años por un pontífice en suelo griego a la que asistieron personas de diferentes credos religiosos. El arzobispo ortodoxo Christodoulos que en el pasado se había negado a tener encuentros comunes de oración con el Papa, en privado y como un acto sin precedentes atendiendo una sugerencia de Juan Pablo II y fuera del programa oficial, rezaron juntos el Padrenuestro en griego.
Juan Pablo II concluyó así su breve visita a la histórica Grecia en donde según una encuesta realizada la tarde del día 4 de mayo se constató que el 99% de la opinión pública se mostró favorable a su visita y el 56.8% favorable a su propuesta de unidad de las Iglesias católica y ortodoxa. Este avance sin precedentes en el diálogo ecuménico, abre una senda de reconciliación entre las dos confesiones cristianas propiciando la unidad que se rompió por su separación desde el cisma de Oriente de l054.
Sin duda el perdón que Juan Pablo II pidió al pueblo griego, con la humildad y sencillez características de su apostolado, se puede llegar a soluciones que eliminen divergencias ya que se ha aclarado la ruta que impedía seguir caminando por la vía del ecumenismo que él ha pretendido desde el inicio de su pontificado.
“La disculpa papal cambia la historia” remarcaba Ethnos un diario de Atenas. Athens News periódico griego en lengua inglesa publicaba: “El Papa supera los muros de la ortodoxia griega” y el diario liberal Eleftherotypia en editorial de primera plana decía “esta disculpa histórica abre el camino para la unidad de las dos Iglesias”.
Y así este “peregrino del mundo” termina la visita que mantuvo anunciada sin dudar. Llegó, fue atendido con la hospitalidad griega, dio “un gran testimonio de comunión realizado con sencillez” y abrió una nueva era en un día que será en la vida de las Iglesias católica y ortodoxa, histórico e inolvidable.
Tomado de: http://www.diariodemonterrey.com/nota.asp?id=18759