«Hay que buscarles la ruina, machacarles hasta que lloren y después venderles un curso»
Una de sus dirigentes en España revela la táctica de captación de la Iglesia de la Cienciología ante la cámara oculta de EL MUNDO TV
MELCHOR MIRALLES. FERNANDO QUINTELA
MADRID.- Detrás de la fachada espiritual de la Iglesia de la Cienciología se esconde un disparatado y multimillonario negocio que suma adeptos y detractores. EL MUNDO TV se ha infiltrado en la organización y ha descubierto sus prácticas ilegales.
También desvela cómo Contratan trabajadores con dinero negro y sin Seguridad Social, y practican una cuestionable forma de captación: un análisis mental que diagnostica, sin rigor, graves trastornos psicológicos con los que el vendedor convence a personas para comprar los cursos de la «ciencia moderna para la salud mental».
La investigación arranca en la concurrida calle de la Montera en Madrid, donde un reportero es abordado por sonrientes cienciólogos que le conducen a su sede. El anzuelo de esta religión para atrapar nuevos adeptos es un test gratuito de personalidad. Las 200 preguntas de la prueba se formulan de modo que siempre indicarán trastornos en el individuo.
El test concluye que el reportero es un neurótico. «Trabajamos en el campo de la mente y tenemos la tecnología necesaria para que mejores. Puedes tomar nuestro curso de Dianética que cuesta 5.000 pesetas», dice un vendedor.
Ese mismo día empiezan los cursos, con varias sesiones en la academia de «auditación», la terapia básica de la Cienciología, una variante de hipnosis donde la persona se despoja de la «carga mental negativa» que ha acumulado en esta u otras encarnaciones.
La práctica reiterada de las «auditaciones» o hipnosis induce inicialmente a estados de euforia y después puede generar patologías más profundas y difíciles de curar, según reconoce Ronald Hubbard, fundador de la Cienciología. Esta manipulación mental se hace gradual y sutilmente. Nuestro reportero pasó largas horas hipnotizándose para completar el curso. A su lado, en la academia, otros cienciólogos participan en varios cursos, haciendo figuritas de plastilina para superar sus relaciones conflictivas, hablando con un oso de peluche para mejorar la comunicación y entrando a una sauna para desintoxicarse de drogas.
«La única razón es vender»
Dos meses después, María Jesús Flores, secretaria ejecutiva al Público de Cienciología y captadora de nuevos seguidores, ofrece un trabajo al reportero. Su labor consiste en hacer que el público se interese por los cursos, que los pague y que obtenga ganancias mentales para luego persuadirlos de que continúen el recorrido.
Para ello, trabajaremos 60 horas semanales con un contrato ilegal. Nos comprometemos a no recibir sueldo, cobraremos en dinero negro según lo que haya facturado la organización esa semana. «Habrá semanas que no se te pagará nada y otras en las que, además de tu paga, cobrarás comisiones por cada material que logres vender», informa María Jesús.
Mientras, Reyes, otra directiva, insiste: «Por eso pedimos que cada miembro del staff venda por lo menos unas 35.000 pesetas cada semana». Y añade: «Trabajando con nosotros recibirás entrenamiento gratuito de Cienciología, pero si te fueras antes de terminar tu contrato tendrías que devolvernos el monto de dichos cursos».
El trabajo se acepta y, antes de marcharse, María Jesús hace que el reportero lea un documento: «La única razón de que las organizaciones [de la Cienciología] existan es la de vender y entregar materiales al público e introducir al público a la cadena...», dice el documento, que confirma la intención mercantilista de la secta. Recorrer el puente hasta la libertad que ofrece la Cienciología puede costar hasta 70 millones de pesetas, pero los últimos niveles son más costosos y extremadamente secretos, y no se sabe de alguien que los haya completado.
El reportero ha firmado aceptar «someterse a la forma de confesión practicada en la asociación», así que debe rellenar decenas de folios de cuestionarios con detalles sobre su vida privada, preferencias sexuales y relaciones sociales.
La prueba final va más allá: un detector de mentiras (e-metro, en su terminología). Un riesgo para el reportero de EL MUNDO TV, ya que sabe que le preguntarán si es periodista y estará grabando la sesión con una cámara oculta. El aparato no le delató. Una vez superado este último obstáculo, ya estaba aceptado en la secta.
Su primer trabajo fue aplicar, a pie de calle, el mismo test de personalidad con el que fue captado. María Jesús, su superior, revela las claves para interpretar los resultados: «Hay que buscarles la ruina, machacarles hasta que lloren y, cuando están abajo, ya se les puede vender un curso». Buscar la ruina es hallar los puntos flacos de un individuo que permitan al «enrutador de cuerpos» (captador) vender un curso, un libro, unas cintas, una terapia...
Sin ningún rigor, se diagnostican síndromes de hiperactividad, tendencias suicidas o delirios de falsa felicidad, «basta con que te responda que sí a la pregunta 197. Si lo hace es que tiene síndrome», confiesa María Jesús, y sentencia: «Si alguien te dice que la ayuda no existe es que es un criminal, está psicótico y le dejas irse».
En un sola tarde, 20 personas han hecho el test. Los clientes potenciales suelen ser individuos conflictivos o inestables aunque, además, Cienciología tiene mucho interés en alinear a celebridades, como John Travolta o Tom Cruise, a los que explotará hasta el cansancio en campañas de imagen.
Grupo paramilitar
A los cuatro meses aparece Angelo, venido de EEUU para enrolar a nuevos miembros en la Organización del Mar: el grupo paramilitar de elite, núcleo duro de la Cienciología instalado en un transatlántico, al que sólo acceden unos pocos elegidos. Para pertenecer a la organización, hay que desembolsar varios millones de pesetas y firmar un contrato de sumisión absoluta durante «los próximos 1.000 millones de años». Angelo ofrece la «salvación eterna»: «Si quieres te reservo un lugar en la nave espacial», dice.
La Cienciología considera enemigos a los psiquiatras, gobiernos, medios de comunicación y a otros cultos. Nada ni nadie debe interponerse en su cruzada intergaláctica, lejos de principios como el amor y la compasión, declarados por el resto de las religiones, y tan cerca de un lucrativo negocio.
Mientras se investigaba a la Cienciología, un segundo equipo se infiltraba en otro grupo considerado como secta: la Oración Fuerte al Espíritu Santo.
«¡Quema!, ¡quema!, ¡quema!». Suena una música: «¡Quema, señor, quema ahora todos los demonios que están en el cuerpo, en la casa, en la familia de estas personas! ¡Que los demonios sean quemados!». La gente empieza a agitarse, patalean, levantan las manos y gritan al unísono con el pastor: «En el nombre del señor Jesús, ¡sal!, ¡sal!, ¡sal!».
Esta escena puede verse a diario en la sede central de esta iglesia, ubicada en el madrileño Paseo de Santa María de la Cabeza. Es un exorcismo colectivo del que ha sido testigo la cámara oculta de EL MUNDO TV. Una reportera se ha infiltrado durante seis meses en la organización para conocer sus ritos. Unas prácticas que rayan el delito contra la salud pública, ya que sus pastores aseguran sin reparos que curan cualquier enfermedad, incluidos cáncer, sida, drogadicción y alcoholismo.
Elaborando este reportaje, la periodista de EL MUNDO TV fue sometida a un exorcismo para expulsar el demonio y le han sido practicadas diferentes «curaciones milagrosas». Sus recetas van desde tocar una tela roja que supuestamente es el manto de Jesús a ungir con un aceite «sagrado» comprado, eso sí, en la tienda de al lado. La sanación no es gratuita.
En cada uno de los cuatro cultos diarios que se celebran en la iglesia los pastores no paran de pedir dinero. Es frecuente escuchar al máximo dirigente en España, el obispo Luis Santo, exigir a los fieles: «Vamos a hacer un voto con Dios, usted puede traer una ofrenda de 100.000 pesetas o de 50.000 [...] Si los drogadictos consiguen dinero para pincharse, nosotros también podemos conseguir dinero para el Señor Jesús. Gracias a Dios. Amén».
Una vez captados, los adeptos pagan sin límite, convirtiéndose en diezmistas, cediendo cada mes el 10% de su sueldo y patrimonio. Un pastor de la Iglesia intenta convencer a la reportera: «El 10% pertenece a Dios, para que el diablo no pueda tocarlo», advierte.
Su fin es el dinero, y para ello se organizan de forma piramidal. Obispo, pastores y obreros. Los obreros son fieles convencidos de poseer el Espíritu Santo y dedican su tiempo a la Iglesia sin contraprestación. Se ocupan de la administración, limpieza y de cualquier labor que necesite la sede.
Sus arcas reciben a diario cantidades incalculables y, según ha comprobado EL MUNDO TV, sus gastos suponen sólo el alquiler de la sede y el pago de los espacios en Canal 33 (TV local de Madrid) y en la Radio 95.5 FM, utilizados para difundir su «doctrina».
Antonio es un fanático religioso que cree ser un enviado de Jesús para evangelizar a los descarriados. Ante las preguntas de la periodista, Antonio sospecha de su fe y, esa noche, deja amenazas en su contestador: «Vas a morir, puta. Soy Antonio. Voy a vengarme de ti aunque vaya a la cárcel. Te voy a descuartizar viva».
A pesar de Antonio, la jerarquía de la Iglesia cree captada a la reportera. El obispo y los pastores la bautizan y se convierte en una «hija del Espíritu Santo», obligada a ceder voluntariamente de por vida el 10% de su patrimonio.
Detrás de este grupo de sanadores, legalizados en España por el Ministerio de Justicia en 1995, se esconde la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en los años 70 en Brasil bajo el mando de su líder, Edir Macedo, un vendedor de lotería.
Nuestra investigación tenía una última frontera: el satanismo y las sociedades secretas. Otro equipo viaja a Barcelona y contacta con Gabriel López de Rojas, líder de la Orden Illuminati, única secta luciferina en España.
En varios meses, una reportera se inicia en la Orden. Ese día, con los ojos vendados, espera 10 minutos interminables en una habitación a oscuras. Por fin se abre la puerta y un miembro la conduce a la logia para celebrar el rito.
Allí espera el Gran Maestre y tres miembros encapuchados con túnicas negras, uno con una espada. Arrodillada y con el filo al cuello, la reportera es obligada a jurar adoración y fidelidad eterna a Baphomet (diablo). Ya es una Illuminatis o adoradora del diablo.
La Orden Illuminati es secreta, paramasónica y luciferina, fundada en 1995 con 40 miembros, en España, Francia y Latinoamérica. La iniciación tiene 13 grados, a 15.000 pesetas cada uno. Algunos miembros ni se conocen y no pueden declarar su pertenencia.
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Un juicio venido a menos
El 6 de febrero comenzó el juicio contra 17 miembros de la Iglesia de la Cienciología en España. Las cuestiones previas fueron tan profusas que las declaraciones de los acusados, el juicio en sí mismo, no empezaron hasta el 3 de mayo.
De los 17 imputados, la Audiencia Provincial de Madrid acabará dictando sentencia a favor o en contra de 13. Tres de los 17 acusados inicialmente se han librado del banquillo después de que el propio fiscal retirara los cargos contra ellos. Pero el más importante, el líder mundial de la Cienciología, Herbert Jentzsch, no será juzgado porque ni siquiera se presentó en Madrid el día que fue requerido por el tribunal.
En febrero, los 17 dirigentes estaban acusados de 11 delitos: asociación ilícita, contra la Hacienda pública, intrusismo, lesiones, contra la salud pública, amenazas, delitos laborales, usurpación de funciones, simulación de delito, denuncia falsa y detención ilegal. Entonces, el fiscal pidió penas que sumaban 36 años de cárcel.
Hoy, los 13 que quedan se sientan en el lugar de los acusados sólo por asociación ilícita, un delito por el que se solicitan tres meses de inhabilitación por cabeza.
Sin embargo, el reportaje de EL MUNDO TV muestra métodos que rozan algunos de los delitos que han desaparecido de este juicio.
El fiscal afirma que la Cienciología busca un «obsesivo y desordenado afán de lucro y enriquecimiento. Para la obtención de ganancias tan desorbitadas, la Cienciología no desdeña medio alguno, lícito o ilícito».
Una de sus dirigentes en España revela la táctica de captación de la Iglesia de la Cienciología ante la cámara oculta de EL MUNDO TV
MELCHOR MIRALLES. FERNANDO QUINTELA
MADRID.- Detrás de la fachada espiritual de la Iglesia de la Cienciología se esconde un disparatado y multimillonario negocio que suma adeptos y detractores. EL MUNDO TV se ha infiltrado en la organización y ha descubierto sus prácticas ilegales.
También desvela cómo Contratan trabajadores con dinero negro y sin Seguridad Social, y practican una cuestionable forma de captación: un análisis mental que diagnostica, sin rigor, graves trastornos psicológicos con los que el vendedor convence a personas para comprar los cursos de la «ciencia moderna para la salud mental».
La investigación arranca en la concurrida calle de la Montera en Madrid, donde un reportero es abordado por sonrientes cienciólogos que le conducen a su sede. El anzuelo de esta religión para atrapar nuevos adeptos es un test gratuito de personalidad. Las 200 preguntas de la prueba se formulan de modo que siempre indicarán trastornos en el individuo.
El test concluye que el reportero es un neurótico. «Trabajamos en el campo de la mente y tenemos la tecnología necesaria para que mejores. Puedes tomar nuestro curso de Dianética que cuesta 5.000 pesetas», dice un vendedor.
Ese mismo día empiezan los cursos, con varias sesiones en la academia de «auditación», la terapia básica de la Cienciología, una variante de hipnosis donde la persona se despoja de la «carga mental negativa» que ha acumulado en esta u otras encarnaciones.
La práctica reiterada de las «auditaciones» o hipnosis induce inicialmente a estados de euforia y después puede generar patologías más profundas y difíciles de curar, según reconoce Ronald Hubbard, fundador de la Cienciología. Esta manipulación mental se hace gradual y sutilmente. Nuestro reportero pasó largas horas hipnotizándose para completar el curso. A su lado, en la academia, otros cienciólogos participan en varios cursos, haciendo figuritas de plastilina para superar sus relaciones conflictivas, hablando con un oso de peluche para mejorar la comunicación y entrando a una sauna para desintoxicarse de drogas.
«La única razón es vender»
Dos meses después, María Jesús Flores, secretaria ejecutiva al Público de Cienciología y captadora de nuevos seguidores, ofrece un trabajo al reportero. Su labor consiste en hacer que el público se interese por los cursos, que los pague y que obtenga ganancias mentales para luego persuadirlos de que continúen el recorrido.
Para ello, trabajaremos 60 horas semanales con un contrato ilegal. Nos comprometemos a no recibir sueldo, cobraremos en dinero negro según lo que haya facturado la organización esa semana. «Habrá semanas que no se te pagará nada y otras en las que, además de tu paga, cobrarás comisiones por cada material que logres vender», informa María Jesús.
Mientras, Reyes, otra directiva, insiste: «Por eso pedimos que cada miembro del staff venda por lo menos unas 35.000 pesetas cada semana». Y añade: «Trabajando con nosotros recibirás entrenamiento gratuito de Cienciología, pero si te fueras antes de terminar tu contrato tendrías que devolvernos el monto de dichos cursos».
El trabajo se acepta y, antes de marcharse, María Jesús hace que el reportero lea un documento: «La única razón de que las organizaciones [de la Cienciología] existan es la de vender y entregar materiales al público e introducir al público a la cadena...», dice el documento, que confirma la intención mercantilista de la secta. Recorrer el puente hasta la libertad que ofrece la Cienciología puede costar hasta 70 millones de pesetas, pero los últimos niveles son más costosos y extremadamente secretos, y no se sabe de alguien que los haya completado.
El reportero ha firmado aceptar «someterse a la forma de confesión practicada en la asociación», así que debe rellenar decenas de folios de cuestionarios con detalles sobre su vida privada, preferencias sexuales y relaciones sociales.
La prueba final va más allá: un detector de mentiras (e-metro, en su terminología). Un riesgo para el reportero de EL MUNDO TV, ya que sabe que le preguntarán si es periodista y estará grabando la sesión con una cámara oculta. El aparato no le delató. Una vez superado este último obstáculo, ya estaba aceptado en la secta.
Su primer trabajo fue aplicar, a pie de calle, el mismo test de personalidad con el que fue captado. María Jesús, su superior, revela las claves para interpretar los resultados: «Hay que buscarles la ruina, machacarles hasta que lloren y, cuando están abajo, ya se les puede vender un curso». Buscar la ruina es hallar los puntos flacos de un individuo que permitan al «enrutador de cuerpos» (captador) vender un curso, un libro, unas cintas, una terapia...
Sin ningún rigor, se diagnostican síndromes de hiperactividad, tendencias suicidas o delirios de falsa felicidad, «basta con que te responda que sí a la pregunta 197. Si lo hace es que tiene síndrome», confiesa María Jesús, y sentencia: «Si alguien te dice que la ayuda no existe es que es un criminal, está psicótico y le dejas irse».
En un sola tarde, 20 personas han hecho el test. Los clientes potenciales suelen ser individuos conflictivos o inestables aunque, además, Cienciología tiene mucho interés en alinear a celebridades, como John Travolta o Tom Cruise, a los que explotará hasta el cansancio en campañas de imagen.
Grupo paramilitar
A los cuatro meses aparece Angelo, venido de EEUU para enrolar a nuevos miembros en la Organización del Mar: el grupo paramilitar de elite, núcleo duro de la Cienciología instalado en un transatlántico, al que sólo acceden unos pocos elegidos. Para pertenecer a la organización, hay que desembolsar varios millones de pesetas y firmar un contrato de sumisión absoluta durante «los próximos 1.000 millones de años». Angelo ofrece la «salvación eterna»: «Si quieres te reservo un lugar en la nave espacial», dice.
La Cienciología considera enemigos a los psiquiatras, gobiernos, medios de comunicación y a otros cultos. Nada ni nadie debe interponerse en su cruzada intergaláctica, lejos de principios como el amor y la compasión, declarados por el resto de las religiones, y tan cerca de un lucrativo negocio.
Mientras se investigaba a la Cienciología, un segundo equipo se infiltraba en otro grupo considerado como secta: la Oración Fuerte al Espíritu Santo.
«¡Quema!, ¡quema!, ¡quema!». Suena una música: «¡Quema, señor, quema ahora todos los demonios que están en el cuerpo, en la casa, en la familia de estas personas! ¡Que los demonios sean quemados!». La gente empieza a agitarse, patalean, levantan las manos y gritan al unísono con el pastor: «En el nombre del señor Jesús, ¡sal!, ¡sal!, ¡sal!».
Esta escena puede verse a diario en la sede central de esta iglesia, ubicada en el madrileño Paseo de Santa María de la Cabeza. Es un exorcismo colectivo del que ha sido testigo la cámara oculta de EL MUNDO TV. Una reportera se ha infiltrado durante seis meses en la organización para conocer sus ritos. Unas prácticas que rayan el delito contra la salud pública, ya que sus pastores aseguran sin reparos que curan cualquier enfermedad, incluidos cáncer, sida, drogadicción y alcoholismo.
Elaborando este reportaje, la periodista de EL MUNDO TV fue sometida a un exorcismo para expulsar el demonio y le han sido practicadas diferentes «curaciones milagrosas». Sus recetas van desde tocar una tela roja que supuestamente es el manto de Jesús a ungir con un aceite «sagrado» comprado, eso sí, en la tienda de al lado. La sanación no es gratuita.
En cada uno de los cuatro cultos diarios que se celebran en la iglesia los pastores no paran de pedir dinero. Es frecuente escuchar al máximo dirigente en España, el obispo Luis Santo, exigir a los fieles: «Vamos a hacer un voto con Dios, usted puede traer una ofrenda de 100.000 pesetas o de 50.000 [...] Si los drogadictos consiguen dinero para pincharse, nosotros también podemos conseguir dinero para el Señor Jesús. Gracias a Dios. Amén».
Una vez captados, los adeptos pagan sin límite, convirtiéndose en diezmistas, cediendo cada mes el 10% de su sueldo y patrimonio. Un pastor de la Iglesia intenta convencer a la reportera: «El 10% pertenece a Dios, para que el diablo no pueda tocarlo», advierte.
Su fin es el dinero, y para ello se organizan de forma piramidal. Obispo, pastores y obreros. Los obreros son fieles convencidos de poseer el Espíritu Santo y dedican su tiempo a la Iglesia sin contraprestación. Se ocupan de la administración, limpieza y de cualquier labor que necesite la sede.
Sus arcas reciben a diario cantidades incalculables y, según ha comprobado EL MUNDO TV, sus gastos suponen sólo el alquiler de la sede y el pago de los espacios en Canal 33 (TV local de Madrid) y en la Radio 95.5 FM, utilizados para difundir su «doctrina».
Antonio es un fanático religioso que cree ser un enviado de Jesús para evangelizar a los descarriados. Ante las preguntas de la periodista, Antonio sospecha de su fe y, esa noche, deja amenazas en su contestador: «Vas a morir, puta. Soy Antonio. Voy a vengarme de ti aunque vaya a la cárcel. Te voy a descuartizar viva».
A pesar de Antonio, la jerarquía de la Iglesia cree captada a la reportera. El obispo y los pastores la bautizan y se convierte en una «hija del Espíritu Santo», obligada a ceder voluntariamente de por vida el 10% de su patrimonio.
Detrás de este grupo de sanadores, legalizados en España por el Ministerio de Justicia en 1995, se esconde la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en los años 70 en Brasil bajo el mando de su líder, Edir Macedo, un vendedor de lotería.
Nuestra investigación tenía una última frontera: el satanismo y las sociedades secretas. Otro equipo viaja a Barcelona y contacta con Gabriel López de Rojas, líder de la Orden Illuminati, única secta luciferina en España.
En varios meses, una reportera se inicia en la Orden. Ese día, con los ojos vendados, espera 10 minutos interminables en una habitación a oscuras. Por fin se abre la puerta y un miembro la conduce a la logia para celebrar el rito.
Allí espera el Gran Maestre y tres miembros encapuchados con túnicas negras, uno con una espada. Arrodillada y con el filo al cuello, la reportera es obligada a jurar adoración y fidelidad eterna a Baphomet (diablo). Ya es una Illuminatis o adoradora del diablo.
La Orden Illuminati es secreta, paramasónica y luciferina, fundada en 1995 con 40 miembros, en España, Francia y Latinoamérica. La iniciación tiene 13 grados, a 15.000 pesetas cada uno. Algunos miembros ni se conocen y no pueden declarar su pertenencia.
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Un juicio venido a menos
El 6 de febrero comenzó el juicio contra 17 miembros de la Iglesia de la Cienciología en España. Las cuestiones previas fueron tan profusas que las declaraciones de los acusados, el juicio en sí mismo, no empezaron hasta el 3 de mayo.
De los 17 imputados, la Audiencia Provincial de Madrid acabará dictando sentencia a favor o en contra de 13. Tres de los 17 acusados inicialmente se han librado del banquillo después de que el propio fiscal retirara los cargos contra ellos. Pero el más importante, el líder mundial de la Cienciología, Herbert Jentzsch, no será juzgado porque ni siquiera se presentó en Madrid el día que fue requerido por el tribunal.
En febrero, los 17 dirigentes estaban acusados de 11 delitos: asociación ilícita, contra la Hacienda pública, intrusismo, lesiones, contra la salud pública, amenazas, delitos laborales, usurpación de funciones, simulación de delito, denuncia falsa y detención ilegal. Entonces, el fiscal pidió penas que sumaban 36 años de cárcel.
Hoy, los 13 que quedan se sientan en el lugar de los acusados sólo por asociación ilícita, un delito por el que se solicitan tres meses de inhabilitación por cabeza.
Sin embargo, el reportaje de EL MUNDO TV muestra métodos que rozan algunos de los delitos que han desaparecido de este juicio.
El fiscal afirma que la Cienciología busca un «obsesivo y desordenado afán de lucro y enriquecimiento. Para la obtención de ganancias tan desorbitadas, la Cienciología no desdeña medio alguno, lícito o ilícito».