Caro:
Gracias por interesarte en este tema, pienso que debemos ser prudentes en este tema, porque hay dos cosas que analizar con mucho cuidado.
1. la salvación de las personas
2.La restauración del ser humano.
Es importante escudriñar bien la escritura para no caer en posiciones legalistas o en liviandades.
Quiero que leas un estudio que me envió German y que lo analises y luego me des tu opinión.
Para Hugo Giraldo (2)
Como bien tu sabes, en el Evangelio de Mateo 19:3-12 Jesús se refiere al tema del divorcio y el matrimonio, de igual manera, Pablo en 1 Corintios 7:1-40 se refiere también al matrimonio, entre otros temas referentes al contenido. También encontramos en el libro de Deuteronomio 24:1-4 (Leyes humanitarias) referencias al divorcio y la posibilidad de un nuevo matrimonio. Algunos cristianos creen que la parte inocente tiene derecho o la posibilidad de un nuevo matrimonio, claro está, es que no tenemos un pasaje claro en la Escritura que apoye esto. Tampoco encuentro en la Escritura donde Jesús diga que el divorciado (el lado inocente / infidelidad), debe quedarse sin casar, al menos, todavía no lo he encontrado.
El tema que entabla Jesús con los judíos es el divorcio (por el lado legal y humano), y el ideal de Dios (un matrimonio invariable).
Jesús hace hincapié la voluntad de Dios: “mas al principio no fue así”. Pienso, que debemos ver esta primera unión matrimonial “sin pecado”. Es decir, todavía Adán y Eva no caían en la desobediencia y en la tentación de Satanás. Después de la caída, las cosas cambiaron, por lo menos, en lo que se refiere a la naturaleza humana. Es obvio que la realidad del pecado afectaría a la raza humana, en la capacidad de hacer la perfecta voluntad de Dios. El pecado introducido en lo humano, produjo la llegada del “conocimiento del bien y el mal”, el hombre y la mujer se vieron desnudos, y sintieron vergüenza cuando oyeron la voz de Dios que se paseaba por el huerto. La sexualidad humana se vio corrompida. Ya nada sería como al principio. Por esto encontramos en las leyes referencias a la prohibición de ciertos actos sexuales, como también prescripciones (Dt. 21:10-14; 22:13-30; 27:20-22).
Se perdió la inocencia o la santidad con la cual Adán y Eva fueron creados. ¿Cómo se multiplicarían los primeros seres humanos? (Sin el conocimiento del bien y el mal), sería por medio de la unión sexual y esos primeros ¿no serían parientes entre sí?, Claro que sí, de acuerdo al conocimiento que hoy tenemos, pero sin ese conocimiento ¿cómo lo veríamos?, Yo creo que de manera distinta, pero el pecado y la entrada del conocimiento del bien y el mal, cambió nuestras vidas. Nosotros no manejamos o no conocemos el pensamiento de la raza humana antes de la caída, solo Dios lo sabe y nosotros solo suponemos.
Desde la caída de los primeros humanos hasta nuestros días, manejamos toda nuestra vida sobre la base de este conocimiento, es decir, lo que es moralmente bueno o malo.
El divorcio surge del hombre, de su realidad pecaminosa: “por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres”, y antes dicen los fariseos: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”. Esto es una realidad hasta en nuestros días, las personas se divorcian por cualquier causa. El divorcio, en gran parte de los casos, está vinculado al deseo sexual (Malaquías 2:14-16). En este texto encontramos la opinión de Dios respecto a la separación: “Él aborrece el repudio o divorcio” (Vs. 16).
Al mirar el contexto del mensaje, nos encontraremos que Dios aborrece el divorcio motivado únicamente por el deseo de cambiar a la mujer que lo ha acompañado durante años o un tiempo, por otra mujer. Es decir, no es válido que el hombre se divorcie de su esposa porque ésta se puso vieja, gorda o simplemente ya no le atraiga física y sexualmente. Sobre este punto, en la carta de Pablo encontramos referencias, como por ejemplo, “el que ama a su mujer a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propia carne” (Efesios 5:28, 29), “serán una sola carne” ( Mt. 19:6).
En conclusión, no se puede aborrecer o divorciarse de su cónyuge por cualquier causa, al menos, este principio es para los cristianos.
¿Tenemos referencias bíblicas puntuales donde se hable de la violencia intra familiar, el abuso sexual sobre sus propios hijos?, ¿Tenemos referencias sobre el cónyuge que padece de esquizofrenia o de algún desorden psicológico grave que deriva en actos violentos y con peligro de vida para las personas que le rodean?, ¿Qué hacer en estos casos, cuando no encontramos una referencia bíblica puntual y clara sobre estos temas, entre otros que merecen consideración seria?.
Yo creo, que debemos actuar con discernimiento, con sentido común y con madurez. Pensando en que hemos recibido el Espíritu Santo para conocer la voluntad de Dios en esos momentos y en estos casos puntuales. La Escritura nos dice o Jesús dijo: “lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Pensando nuevamente “en el principio”, Dios instituyó la unión matrimonial entre un hombre y una mujer, no entre un hombre con otro hombre o una mujer con otra mujer, como ocurre en nuestros días. “No lo separe el hombre”, esta verdad limita a las personas que creen tener la plena y total autoridad sobre los matrimonios. La unión entre un hombre y una mujer es lo establecido por Dios, pero ¿Se casan todos por unión divina?. Algunos se casan por intereses personales, materiales y económicos. Otros se casan porque la mujer quedó embarazada, o por una presión de los padres y no necesariamente por amor. A mi juicio, todo esto es producto del desorden y el caos que introdujo el pecado en nuestras vidas. No todos los creyentes llegan vírgenes al cristianismo, ni tampoco todos forman una relación matrimonial en el cristianismo, muchos llegan ya casados.
Creo que en todos los casos hay que llegar a la raíz de los problemas que motivan el divorcio, como también la realidad que los motiva a casarse.
Habiendo infidelidad matrimonial, está la opción de divorciarse, como también la opción de perdonar a su cónyuge. Esta última opción es la que hay que sembrar, pero entendiendo y aceptando que la decisión final le corresponde a la parte inocente y a mi juicio, no merece condenación. De igual modo, en el caso del cónyuge infiel, no se le debe condenar, sino guiarlo a la restauración con Dios y su esposa. Es decir, que tome conciencia de su falta, y se arrepienta ante Dios y su cónyuge. De no ser así, habrá que dejarlo ir por el camino que él a decidido seguir. Claro está, que la puerta no se le debe cerrar, uno no sabe lo que puede ocurrir más adelante, si Dios nuevamente toca su corazón y lo restaura, ¿Quiénes somos nosotros para cerrarle la puerta de la iglesia? No somos ni jueces ni policías, no somos partidarios de la víctima ni somos enemigos del culpable. Somos sacerdotes que administramos o ministramos en servicio a Dios y a los hombres.
¿Puede volver a casarse el cristiano divorciado?, Sea que halla llegado divorciado al cristianismo o se haya divorciado ya en la comunidad cristiana, mi opinión es que sí. ¿Sobre qué razón bíblica me fundamento?, En lo planteado por Pablo en la carta a los Corintios 7.
Como dije anteriormente, debemos actuar con discernimiento, sentido común y madurez. Dependiendo de la luz que el Espíritu Santo nos dé en los casos que tratemos. Él está para enseñarnos y guiarnos a la verdad. La Escritura sin la iluminación del Espíritu Santo carece de la vida misma. Para mí, la relación con el Espíritu Santo y la Escritura van de la mano.
Pablo se refiere a los solteros y a su impulso sexual natural. El sexo es un fuego, una pasión que necesita ser controlada, esa opción de control es el matrimonio: “Es mejor casarse que estarse quemando” (Vs.9). De igual modo, manda a las viudas jóvenes que se casen (1 Timoteo 5:14). Pablo dice que “por causa de las fornicasiones” únanse en matrimonio.
Él apela a un regalo que Dios le concedió, el de “continencia” (Vs.9), para no tomar una hermana por mujer. Esta libertad era para expandir el evangelio, cumplir con su ministerio, pero él reconoce que no todos tienen este don.
Ahora bien, aceptando la realidad del divorcio, sabiendo que no es la voluntad perfecta de Dios, sino una realidad permitida, lo cual lo hace muy distinto. ¿Es la voluntad de Dios que haya pecado en el mundo?, ¿Es la voluntad de Dios que haya enfermedades, sufrimiento, hambre, pobreza, guerras en el mundo?, Por supuesto que no. Pero lamentablemente, nuestra naturaleza está caída y no será hasta el regreso de Jesucristo a nuestro mundo, el que este cuerpo corruptible se vista de incorrupción.
Todo creyente sincero luchará contra el divorcio, pero lamentablemente, habrá siempre casos en el cual no haya otra salida a las circunstancias adversas que estén viviendo que no sea el divorcio, sea una separación indefinida o para siempre.
Siendo así, veremos a un o una a divorciada, en una posición de soltero. Más allá de la palabra “divorciada” o “divorcio” tendremos a una persona nuevamente soltera. La pregunta para tal hermano será: ¿Tiene usted el don de continencia?, De tenerlo, podrá quedarse en su estado civil, pero ¿Si no lo tiene?. ¿No tendrá acaso el impulso sexual natural en su vida?, O ¿Lo condenaremos a la lujuria, a los deseos sexuales desordenados y a tantas otras tentaciones sexuales que Dios rechaza?, O simplemente le diremos que se masturbe para evitar caer. ¿Le anularemos el deseo de tener una nueva familia?, ¿Lo condenaremos a la soltería con todas las implicaciones que trae cuando no tiene un don de continencia?. Si Dios o Moisés en la institución de la ley permitió el divorcio, ¿No podrá acaso permitir un nuevo matrimonio?. La unión matrimonial está más cerca de la voluntad de Dios que el divorcio, es lo que pienso yo.
Un dicho nos dice: “Mas vale prevenir que curar”, por lo tanto, la consejería en el noviazgo es de suma importancia, para que las parejas puedan llegar a formar un matrimonio más estable y duradero, pensando en que lleguen a la separación solo por la llegada de la muerte.
Si los hermanos divorciados han pecado en su decisión de separarse, ¿Dios no los perdonará?, ¿Dios no los restaurará?, ¿Dios no les dará una nueva oportunidad?. La ley no es legalista, pero nosotros la volvemos legalista. Y la ley se basa en el amor de Dios. Los religiosos diezmaron hasta las semillas, pero Jesús les dijo que se habían olvidado de lo más importante de la ley, la justicia, la misericordia y la fe (Mt. 23:23). Jesús perdonó a la mujer sorprendida en adulterio (Jn. 8:3-11). El mandamiento divino es: “No cometerás adulterio” (Éx. 20:14), y la ley de Moisés decía: “Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel” (Dt. 22:22; Lv. 10:10). Los hombres trajeron sólo a la mujer, cuando la ley decía que ambos debían morir. ¿Cuál fue la respuesta divina? “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Como bien tu sabes, ninguno pudo y nosotros tampoco podríamos. Jesús dijo: “el que mira una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:28), la puso más difícil.
Algunos pensaban que por no concretar el adulterio, estaban libres de pecado. Pero Jesús nos demostró que todos somos pecadores, porque el pecado habita en nosotros, lo que sale de nuestro corazón es lo que nos contamina.
No somos jueces ni policías sobre los hermanos. El que ama, el que tiene misericordia, el que hace justicia y vive en fe a cumplido la ley. No en la vieja ley llena de sacrificios y ceremonias, sino en la ley de Cristo (Rom. 13.10; 10:3-11).
Esta es mi convicción con respecto al divorcio y la posibilidad de un nuevo casamiento o matrimonio. Discernimiento, sentido común, madurez, como también amor y misericordia. Pensando que el Espíritu de Dios está en nuestras vidas, podremos obtener luz y sabiduría respecto a estas realidades.
Con mucho cariño y respeto, se despide Germán.
El Señor Jesús te bendiga y nos guié a su verdad y sabiduría.
LES RECOMIENDO LA LECTURA DE DOS LIBROS DE DAVID HORMACHEA: CARTAS A MI AMIGA MALTRATADA Y UNA PUERTA LLAMADA DIVORCIO.
Dios les bendiga y derrame mas sobre sus vidas su Espíritu, su Gracia y su AMOR.
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