Editorial
Rostro con voz
Hablábamos la semana pasado de la necesidad de un rostro para identificar a un colectivo, sea éste político, religioso, o de otro tipo. Esta semana, Tom Cruise ha logrado en España que la Iglesia de la Cienciología –con 15 mil miembros en España- sea noticia en todos los medios del país (¡incluidos nosotros!) con su sola presencia en la inauguración de una nueva sede en Madrid. Hoy debemos añadir que además de rostro debemos tener una realidad detrás.
El rostro sin cerebro, sin voz, es como una fachada de las películas de Hollywood (o de Almería, para no citar siempre lo extranjero). De la misma forma, por muchos rostros que tenga un colectivo, esto sólo servirá de anuncio. El producto debe corresponderse con la apariencia o el reclamo que presente.
En este sentido, la Iglesia protestante en España debe (debemos) reconocer que no logramos el crecimiento que desearíamos, aunque evidentemente crecemos.
Las razones son muchas, algunas ajenas a nuestras propias posibilidades, pero otras de las que somos directamente responsables. Y una de estas últimas es sin duda el acomodamiento a lo que nos rodea.
Esta comodidad nos lleva a no proclamar lo que creemos (lo que incluye la denuncia respetuosa de aquello que moralmente rechazamos) y menos a vivirlo. Caemos en las redes de esta sociedad en la que cualquiera puede hablar siempre que no cuestione las ideas del otro, y que espera que sólo nos dediquemos a buscar una vida más fácil, más llena de ocio, derechos y libertades pero cada vez más alejada de cualquier camino, verdad y vida que excluyan a otros porque estemos convencidos de lo que creemos, de lo nuestro. Confunden la convicción de lo propio con el rechazo al próximo.
En el primer libro de Samuel Dios enjuició a Elí, no por mostrar lo correcto a sus hijos (que sí lo hizo, sin que le hicieran el menor caso) sino “porque no les pusiste obstáculo”.
Jesús no murió sólo por vivir su vida a su manera, sino por ser un molesto obstáculo a la forma de vida de los poderosos de su tiempo. Se proclamó a sí mismo públicamente como Dios, atacó ante las multitudes la hipocresía y la doble moral, enjuició ante sus oyentes a la religión interesada y políticamente correcta; habló del amor al débil, al necesitado, a la vez que señalaba los intereses y la falsa corrección de los fariseos, de los mercaderes. Todo ello, sin que interfiriera con el respeto y el amor a las mismas personas que cuestionaba en su forma de comportarse.
Y somos seguidores de Jesús ¿O no?
Seguramente si viviésemos con esta intensidad, con esta coherencia, con su amor a la verdad y a la verdad en amor, seríamos a la larga muchos más. Tendríamos no sólo rostros que presentar, sino también una alternativa evidente de vida que mostrar como resultado.
(c) ProtestanteDigital.com, 2004 (España)
Fuente: http://www.protestantedigital.com/actual/editorial.htm
Rostro con voz
Hablábamos la semana pasado de la necesidad de un rostro para identificar a un colectivo, sea éste político, religioso, o de otro tipo. Esta semana, Tom Cruise ha logrado en España que la Iglesia de la Cienciología –con 15 mil miembros en España- sea noticia en todos los medios del país (¡incluidos nosotros!) con su sola presencia en la inauguración de una nueva sede en Madrid. Hoy debemos añadir que además de rostro debemos tener una realidad detrás.
El rostro sin cerebro, sin voz, es como una fachada de las películas de Hollywood (o de Almería, para no citar siempre lo extranjero). De la misma forma, por muchos rostros que tenga un colectivo, esto sólo servirá de anuncio. El producto debe corresponderse con la apariencia o el reclamo que presente.
En este sentido, la Iglesia protestante en España debe (debemos) reconocer que no logramos el crecimiento que desearíamos, aunque evidentemente crecemos.
Las razones son muchas, algunas ajenas a nuestras propias posibilidades, pero otras de las que somos directamente responsables. Y una de estas últimas es sin duda el acomodamiento a lo que nos rodea.
Esta comodidad nos lleva a no proclamar lo que creemos (lo que incluye la denuncia respetuosa de aquello que moralmente rechazamos) y menos a vivirlo. Caemos en las redes de esta sociedad en la que cualquiera puede hablar siempre que no cuestione las ideas del otro, y que espera que sólo nos dediquemos a buscar una vida más fácil, más llena de ocio, derechos y libertades pero cada vez más alejada de cualquier camino, verdad y vida que excluyan a otros porque estemos convencidos de lo que creemos, de lo nuestro. Confunden la convicción de lo propio con el rechazo al próximo.
En el primer libro de Samuel Dios enjuició a Elí, no por mostrar lo correcto a sus hijos (que sí lo hizo, sin que le hicieran el menor caso) sino “porque no les pusiste obstáculo”.
Jesús no murió sólo por vivir su vida a su manera, sino por ser un molesto obstáculo a la forma de vida de los poderosos de su tiempo. Se proclamó a sí mismo públicamente como Dios, atacó ante las multitudes la hipocresía y la doble moral, enjuició ante sus oyentes a la religión interesada y políticamente correcta; habló del amor al débil, al necesitado, a la vez que señalaba los intereses y la falsa corrección de los fariseos, de los mercaderes. Todo ello, sin que interfiriera con el respeto y el amor a las mismas personas que cuestionaba en su forma de comportarse.
Y somos seguidores de Jesús ¿O no?
Seguramente si viviésemos con esta intensidad, con esta coherencia, con su amor a la verdad y a la verdad en amor, seríamos a la larga muchos más. Tendríamos no sólo rostros que presentar, sino también una alternativa evidente de vida que mostrar como resultado.
(c) ProtestanteDigital.com, 2004 (España)
Fuente: http://www.protestantedigital.com/actual/editorial.htm