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"Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos?
Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos".
Zacarías 13:6
------------------------------------------------------------
El joven David, mandado por Isaí su padre,
se dirigía al campo de batalla donde se enfrentaban
el ejército de Israel y el de los filisteos,
para llevar alimento a sus hermanos (1 Samuel 17).
Eliab, el hijo mayor de Isaí, molesto por la ingenuidad de su hermano
que no parecía entender el peligro de exponerse al desafío de Goliat,
le preguntó de mal modo: "¿Para qué has descendido acá?".
La respuesta se la dio la liberación del pueblo de Israel
por medio de la muerte de Goliat y la derrota de los filisteos.
Esto nos recuerda cómo fue recibido Jesús por su pueblo:
"A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:11).
¡Qué dolor para él verse rechazado por aquellos
a quienes traía el mensaje del amor de Dios!
Sin embargo, las Escrituras anunciaban su venida;
Juan el Bautista había proclamado que Jesús era el Cordero de Dios;
sus milagros eran señales de que Dios lo aprobaba.
Pero lejos de creer en él y recibir sus palabras de paz y perdón,
los jefes religiosos lo acusaron de echar fuera los demonios
"por Beelzebú, príncipe de los demonios" (Mateo 12:24).
Esto no impidió que Jesús prosiguiera, día a día,
su trabajo de reconciliación, instruyendo a sus discípulos,
sanando a los enfermos, etc.
Y a pesar de esa obra de gracia,
los judíos influenciados por los jefes del pueblo
gritaron a Pilato: "¡Sea crucificado!" (Mateo 27:23).
Al dejarse crucificar, Jesús obtuvo una victoria completa
sobre el diablo como la de David sobre Goliat.
¡Gloria a nuestro Redentor!
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Fraternalmente en Cristo
Mario Contreras T.
www.aguasvivas.cl
CHILE
.
"Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos?
Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos".
Zacarías 13:6
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El joven David, mandado por Isaí su padre,
se dirigía al campo de batalla donde se enfrentaban
el ejército de Israel y el de los filisteos,
para llevar alimento a sus hermanos (1 Samuel 17).
Eliab, el hijo mayor de Isaí, molesto por la ingenuidad de su hermano
que no parecía entender el peligro de exponerse al desafío de Goliat,
le preguntó de mal modo: "¿Para qué has descendido acá?".
La respuesta se la dio la liberación del pueblo de Israel
por medio de la muerte de Goliat y la derrota de los filisteos.
Esto nos recuerda cómo fue recibido Jesús por su pueblo:
"A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:11).
¡Qué dolor para él verse rechazado por aquellos
a quienes traía el mensaje del amor de Dios!
Sin embargo, las Escrituras anunciaban su venida;
Juan el Bautista había proclamado que Jesús era el Cordero de Dios;
sus milagros eran señales de que Dios lo aprobaba.
Pero lejos de creer en él y recibir sus palabras de paz y perdón,
los jefes religiosos lo acusaron de echar fuera los demonios
"por Beelzebú, príncipe de los demonios" (Mateo 12:24).
Esto no impidió que Jesús prosiguiera, día a día,
su trabajo de reconciliación, instruyendo a sus discípulos,
sanando a los enfermos, etc.
Y a pesar de esa obra de gracia,
los judíos influenciados por los jefes del pueblo
gritaron a Pilato: "¡Sea crucificado!" (Mateo 27:23).
Al dejarse crucificar, Jesús obtuvo una victoria completa
sobre el diablo como la de David sobre Goliat.
¡Gloria a nuestro Redentor!
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Fraternalmente en Cristo
Mario Contreras T.
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