Hoy miércoles fue un día ventoso. Había recibido la invitación de un hermano, para comer en la ciudad. Quería compartir ciertas inquietudes, que como siervo de Jesucristo él tenía. Accedí. A las 1:12 pm, me encontraba en la esquina de la iglesia a la que este hermano asiste. Los árboles parecían haberse puesto de acuerdo con el viento, para musitar cosas dulces a Dios, y para batir ramas de reconocimiento a su grandeza. Yo estaba allí en la esquina, bajo una sombra, disfrutando el viento californiano. Serían las 1:20 más o menos, cuando mirando a mi izquierda, del otro lado de la calle, alcanzé a ver a un pequeño niño vestido de rojo. Tendría como 4 años. El lugar donde me encontraba era de domicilios. Autómoviles pasaban por aquella carretera con una relativa frecuencia. Me quedé atento al pequeño, pues, estaba muy cerca del borde de la acera; como queriendo cruzar la calle. Una niña se acercó,y tendría ella tal vez 6 años. Pensé que venía a detener al pequeñín de un aparente intento de cruzar, pero, no... se detuvo al lado de él, y no fue hasta que un tercer niño, igual de pequeño, se acercara y se detuviera al borde mismo de la acera, que entendí que algo miraban. Era en el centro de la carretera donde fijaban su atención, y era hacia allí que el de rojo, señalaba con su manita. Habia en medio de la carretera una pelota de plástico, y entendí que les pertenecía. Como me gusta observar el comportamiento de los pequeños, vacilé un poco en ir hacia la carretera y buscarles su pelota, me quedé observándolos. Miré a sus alrededores para ver si alguien vendría a alcanzarles el juguete, y al no ser así, y comprender que podía haber peligro si no avanzaba a buscarles yo, lo que miraban, puse mi mirada en el punto hacia donde iba a dirijirme, cuando una ráfaga de viento, delicada, impulsó la pelota (sin desviarse) directamente hacia el mas pequeño de ellos. Sonreí. El de rojo, luego de tomar la pelota entre sus brazos, como quien la tomara de los de un abuelo atento, miró a los otros dos, algo sorprendido. Se regresaron al patio de una pequeña casa.
Sonreí, porque Dios sabía de ellos; porque conocía que el juego que tenían esas criaturas dependía de la pelota. Él se las alcanzó. Había llamado el viento ese día para barrer las calles polvorientas de la pintoresca ciudad; para transportar semillas de un terreno a otro; para aliviarles el paso a los traseúntes, que a distancia avanzaban bajo el sol veraniego; para mover las nubes; e hizo uso de su viento para entregar una pelota en las manos de un niño. Por eso, sonreí. Un Dios con el suficiente poder, para mover esferas de millones de toneladas de peso, en el espacio; y con la suficiente atención detallada, para mover una pelota plástica en dirección a un pequeño. Esperé hasta las 1:30, pero, nunca vinieron por mi. ¿Supo Dios que no me recogieron para comer? ¿Sabe Dios que pasaría? ¿Ven sus ojos toda la tierra y a los que en ella habitan? Una pelota en el medio de la carretera, un niño de manitas suplicantes y una ráfaga de viento al servicio del Creador, me han respondido afirmativamente. Llegé hasta allí para una invitación de almuerzo, salí de aquella esquina y regresé a casa, con mi alma satisfecha.
Erskine (Esto me ocurrió hoy 1 de Junio del 2005.)
Sonreí, porque Dios sabía de ellos; porque conocía que el juego que tenían esas criaturas dependía de la pelota. Él se las alcanzó. Había llamado el viento ese día para barrer las calles polvorientas de la pintoresca ciudad; para transportar semillas de un terreno a otro; para aliviarles el paso a los traseúntes, que a distancia avanzaban bajo el sol veraniego; para mover las nubes; e hizo uso de su viento para entregar una pelota en las manos de un niño. Por eso, sonreí. Un Dios con el suficiente poder, para mover esferas de millones de toneladas de peso, en el espacio; y con la suficiente atención detallada, para mover una pelota plástica en dirección a un pequeño. Esperé hasta las 1:30, pero, nunca vinieron por mi. ¿Supo Dios que no me recogieron para comer? ¿Sabe Dios que pasaría? ¿Ven sus ojos toda la tierra y a los que en ella habitan? Una pelota en el medio de la carretera, un niño de manitas suplicantes y una ráfaga de viento al servicio del Creador, me han respondido afirmativamente. Llegé hasta allí para una invitación de almuerzo, salí de aquella esquina y regresé a casa, con mi alma satisfecha.
Erskine (Esto me ocurrió hoy 1 de Junio del 2005.)